Lo Verdadero es Eterno.

INTRODUCCIÓN

Queridos hermanos, a todos vosotros que tenéis la gracia del entendimiento de este libro, que sois todos y cada uno de vosotros, os digo: he aquí el Evangelio Eterno. Este libro es en verdad la Palabra del Espíritu. Así pues, desde la virtud de éste debéis entender, cuando vuestros ojos lean estas líneas o vuestros oídos escuchen lo que en ellas hay escrito, que este espíritu es el poseedor de todo lo bueno y esta bondad hace, en todo aquel que así recibe el mensaje, la felicidad en su comprensión. Vais a introduciros, viviendo como estáis en el tiempo y su circunstancia, en la comprensión de la existencia de todo cuanto es. El Evangelio Eterno se hace universal en la Humanidad. Él dice; todos sois para mí una igualdad de valor pues manifiesto es esto, ya que quienquiera alcance el beneficio de mi virtud, se halla a sí mismo y en su encuentro goza la pureza de su principio. Y hallando la existencia en él mismo viene a ser poseedor del ser absoluto. Y así, viviendo en el tiempo y su circunstancia, la Humanidad alcanza al espíritu y en esta espiritualización del sentir humano, todos los valores establecidos y que hacen a la historia su consecuencia, quedan abrogados en el sentimiento de todos y cada uno de aquellos que comprenden mi destino, al ser yo uno en ellos y en mí ellos uno. No hay, pues, más ley; no hay más profecía. Porque todo aquel que ha venido a ser en la consecuencia de este beso bueno y eterno, se halla en el conocimiento de lo eternamente bueno. Y así sabréis todos y cada uno de vosotros que ya no estáis sujetos al imperio de la conservación.

   A los pueblos de Israel les digo: ha pasado tu ley.  Hermanos que leéis mi palabra quienes os preguntáis quiénes son los pueblos de Israel, sabeos que sois todos y cada uno de vosotros quienes me habéis recibido.

   También os digo para que halléis la alegría, que en mi palabra no hay condena ni castigo, no hay dolor ni quebranto, no hay duda ni angustia ya que no hay tiempo, ni ley, ni profecía. Todos tenéis en vosotros el conocimiento de la existencia. El espíritu de este mensaje que os llega es el Espíritu de Aquel que todo lo contiene, y os dice que siendo vosotros igual a Él, estáis en el Paraíso gozando de la plenitud de la libertad y en la ausencia del sacrificio. Ni una sola condición se hace. Sólo, pues, es la vida, el amor el estado de este principio. A todos aquellos que tenéis la gracia de haberme recibido, yo os recibo. Ahora iniciáis la lectura de mi espíritu desde el cual os pido para vuestro inmediato gozo que hagáis esto desde el vuestro, y así conoceréis por qué sois y diréis, bueno es esto.

EL LIBRO DE LA VIDA

     Y el Verbo era el Espíritu de Dios. Y éste es el misterio perdurable de la eternidad. Y este Espíritu es el Todopoderoso que guarda celosamente para razón de la existencia la existencia de su razón.

     Y el Verbo creó el individuo. Y era su número siete, que son los espíritus de Dios creados de su pureza y nacidos para dar vida. Y siendo ellos solos en el principio, la Nada era su compañía. Y eran sus nombres:

     Luzbel, a quien todos complacían admirando su belleza.

     Y allí era el sintiempo, siendo de éste el fin cuando el verbo de Luzbel dijo: “¡Quién como yo!” La razón de sus palabras son la vida del individuo.

     Y aquí tuvo nombre el que sin saberlo era para Justicia, y sabiendo éste su virtud dijo: ”¿Quién como Dios?”

     He aquí que otro de los siete espíritus de Dios era en su vigor útil al tiempo y dijo: ”Dios en mí sana la ignorancia aparecida”.

     Allí habló el cuarto espíritu cuyo nombre es Crosel y le había sido dado crear el tiempo.

     Se alzó ante el tiempo el verbo del quinto espíritu cuyo nombre es Raismael y es su virtud recibir en sí mismo todo el conocimiento de lo sucedido en el tiempo.

     Allí se oyó el verbo del espíritu llamado Ninfatael y dijo: ”Por Luzbel hemos conocido de donde hemos sido creados, mas por Luzbel conocemos lo que somos”.

     Allí se oyó la voz del espíritu de Yahvé cuyo nombre es Gabriel, que dijo: ”Así como en el legado que el Padre deja en mí, he de devolver al Padre el préstamo de su Poder”.

     Fue allí, pues, cuando el Verbo habló por sí mismo a aquellos espíritus nacidos de Él, y dijo: ”Pedidme y Yo os daré”.

     Y fue el primero en hablar Luzbel, y dijo: “Haz de mí salir para vida creaturas de mí mismo, para que así tenga yo donde encontrarme en Ti mismo”.

     Y así lo hizo el que es Dios. He hizo una legión de espíritus los cuales son llamados hijos de Luzbel.

     Habló Miguel y dijo: “Tú que eres, te pido que hagas para tu gloria una legión de luz tuya en la cual sea el gozo y el agradecimiento”.

     Y así lo hizo. Y fue puesto junto a Miguel la Luz de Él, cuyo individuo se llama Uriel.

     Allí habló Crosel, Raismael y Ninfatael, diciendo: “No hagas de nosotros semejantes sino guárdanos para el sintiempo”.

     Allí habló Gabriel y, habiéndole sido dado el Poder, anunció la presencia del Unigénito del Padre en la forma visible del espíritu, el cual tenía por nombre el Verdadero, el Salvador, Yechsua. Y éste mismo, desde sí mismo, dijo a Rafael: “Pídeme lo que te pluga  porque ello te es concedido”.

     Dijo así el que es como la Salud: “El perdón te pido, Padre Creador mío”.

     Allí habló el que es el Verídico: “He aquí que os muestro quien soy”.

     Y creó las siete moradas que desde el principio son en su existencia. He hizo Tronos, Potestades y Principados. Y al número de los siete les fue dado tener poder y mandato sobre aquello que de ellos y por ellos había sido creado. Y a Miguel le dijo: “Tú eres el príncipe de este ejército”.

     Y eran Luzbel y sus hijos bellos en sumo grado. Mas he aquí que todo tenía sentido y sentimiento de ser.

     Y habló el Santo Espíritu y dijo: “He aquí que voy a crear una forma de existencia contrapuesta a la vuestra”. Y llamó por su nombre a Uriel y le dijo: “Hágase la luz”. Y la luz iluminó. Y he aquí que vieron todos los espíritus el Universo.

     Habló Crosel y dijo: “He aquí que han pasado miríadas de tiempos y nuestra existencia es antigua”. Mas el que es el Omnipotente no cesaba de crear.

     En esto llegó Luzbel y habló a Dios diciendo: “Haces esta creación para causa mía y ventura, porque veo en ella hermosura. Pero falta vida de la Vida”.

     Llegó el que es Gabriel y congregando a los espíritus les anunció esta revelación: “He aquí que el Padre pondrá vida sobre la tierra (Universo) y sacando de la misma hijos de ella misma, les dará espíritu hecho a nuestra imagen, según nuestra semejanza, al tiempo que Él mismo morará entre ellos, en carne, y nosotros le adoraremos”.

     Súbitamente nació la soberbia en Luzbel, y dijo: “Sólo al Padre adoraré, jamás al Hijo, puesto que éste es como uno de nosotros”. Y anunciado esto se retiró de su presencia Gabriel, y fue llamado por el Espíritu que es Dios el Arcángel Miguel, y le fue dado arrojar de su morada a Luzbel y sus hijos, dándoles por cobijo el Universo. Y dijo Yechsua: “He aquí que en el fin del tiempo, no sólo serás escarnio de arrepentimiento ante el Unigénito del Padre, sino que por tu error das lugar a que el espíritu de hembra nazca, y ella sea madre de la vida, y aplaste tu sinrazón con el calcañar de su pie. Y sea su espíritu quien ocupe tu morada donde nunca volverás a ser, porque si tu eres la luz más bella, ella la luz más bella será”.

     He aquí, pues, que Yechsua había creado la forma de la materia. Con ella apareció el espacio y, donde antes del tiempo no había existencia, he aquí que ella se expandía sin cesar. Mas por esta virtud apareció el trabajo, siendo su primer obrero el único esclavo de la Creación, el cual por su causa era poseedor de esta morada, y cuyo nombre vino a ser Beelcebul, que se traduce, engañador del Universo. Y he aquí que el príncipe de este mundo dijo para sí: “Moraré en este ápice de creación esperando por la virtud de Crosel el efecto de toda esta causa”. Y llevó consigo a todas sus partes cuyos individuos son hijos de este príncipe. Y moraron por espacio de mil años como encadenados, Ya que sufrían la impotencia de su soledad. Y he aquí que el ápice de creación que tomaron por morada fue conocida en el tiempo venidero con el nombre de Gea.

     Y en Gea todo era confusión y tinieblas, mas el Espíritu de Dios flotaba sobre ellas.

     Mientras esto sucedía a Luzbel y su legión, he aquí que el ministerio de Dios era instruido por aquel que le había sido dado todo el conocimiento de lo que debía ser a través de los tiempos. Entonces dijo Yechsua a Miguel: “Di a Uriel que ilumine miríadas y miríadas de cuerpos del Universo con luz del Espíritu”. Y viendo Luzbel la Luz de El puesta sobre el mundo que le había sido dado por morada, desde su libertad cometió el error cuyo nombre es agresión y, rápido cual su pensamiento, quiso borrar con tiniebla la luz de los cuerpos materiales, siendo el resultado de esta causa la aparición del “fuego” que es la luz de la materia y creador de toda energía del Universo, porque ello es hijo del bien y del mal.

     Y dijo Dios: “Haya luz”. Y hubo luz. Primer tiempo.

     Y aquel que le había sido dado recoger en sí todo lo acontecido, dijo: “He aquí que la luz de la materia es buena”. Y pasó el siglo. Y Luzbel y sus ángeles proseguían su obra.

     Y nació en la tierra, por el hálito de las energías que en principio eran del espíritu, la vida orgánica. Y como todo desde sí mismo no se alimenta por sí mismo sino que está necesitado de su semejanza que es el conjunto de las cosas, hizo esta necesidad nacer la evolución. Y he aquí que había vida contrapuesta al espíritu en su naturaleza. Y hubo tarde y hubo mañana. Segundo tiempo.

     Y así la paz era del espíritu y su aliciente era la materia. Y pulularon sobre la tierra toda especie de imágenes vivientes poseedoras de alma pero faltas de espíritu porque ellas eran insemejantes a la forma primera de toda la vida. Y fue su causa la existencia de un gozo en Luzbel pues sintiose, en su libertad, príncipe de las potencias del Universo. Y dijo en su razón: “He aquí, pues, que aquel anuncio que se nos hizo no veo su cumplimiento, ya que todo cuanto hay carece de eternidad”. Y exclamando dijo: “¡No sólo en mí puso el Padre el engaño sino también en aquel Gabriel el cual anunció lo que era vano. Sabemos, pues, que no fuimos desposeídos de nuestra morada para ceguera sino para ser vigilantes del falso anuncio puesto que, a sentir ya ha mucho tiempo en nuestro conocimiento, no se cumple tal anuncio”.

     Y dijo Yechsua: “Hagamos al hombre según nuestra imagen, como nuestra semejanza”. Y he aquí la voz de Miguel que decía: “Justo, justo, justo es el Señor, Yahvé Adonai Creador”.

     Y viendo esto Luzbel, el cual tenía potestad sobre todas las criaturas de la Tierra, sintiose herido, naciendo así el sufrimiento, y quiso por este sentimiento herir al hombre. Pero le había sido dado a Miguel la llave del abismo en el cual habían sido depositadas las tinieblas del espíritu. Y le dado llevar a esta morada a Luzbel y sus ángeles por espacio de mil años. Y así lo hizo.

     Y he aquí que esta raza de espíritus era creada por la necesidad que tenía la materia para ser viva en armonía con Dios. Y les había sido dado reproducirse. Y dominaban por decreto de justicia sobre toda criatura material. Y ellos eran poseedores de todos los atributos congénitos de la materia y del espíritu.

     Y dijo Yechsua: “Elijamos de entre ellos la estirpe que en sí será de mi encarnación”. Y fueron pareja. Y por voluntad del que Es, los primeros en recibir el bautismo del espíritu. Y sus nombres fueron Adán y Eva. Y en sí fueron los primeros en todo porque en todo, en sí, se les daba venido de Dios, siendo para los ojos de los vivientes que gozan del sintiempo la pura semejanza de éstos en el tiempo.

     Y Adán y Eva habitaban en la tierra de Edén –que se traduce elección-. Y Dios les dijo: “Vosotros sois los padres de los hombres porque de vosotros y por vuestra descendencia llegará el “Hijo del hombre” que es mi Hijo, el Verdadero, el Unigénito …Yo mismo desde mi Espíritu”.

JESÚS Y LOS DOCTOS

 Todos los años por la celebración de la Pascua venían a Jerusalem peregrinos de todos los puntos del país y organizados en caravanas hacían el viaje agrupados por familias según la tribu y el linaje a que correspondían. Un año, y después que había pasado la celebración de la Pascua, Jesús permaneció en Jerusalem. Había pasado Él la noche orando y en la mañana del día se acercó a los doctores de la Ley, los cuales se hallaban en el Templo y entre ellos discutían la forma de entender los misterios de Yahvé. Y Jesús, llegando donde ellos estaban, les dijo: “Paz a vosotros pues entre vosotros mora la Paz”. Ellos se sobrecogieron en el interior de su pensamiento al ver que quien así les hablaba no era más que un niño como de doce años, de esbelto porte y mirada piadosa. Y uno de ellos, llamado Isasí, agarrando al niño por las ropas lo acercó hacia él con intención de acariciarle y despedirle, mas Jesús no le hizo fuerza y sabiendo qué pensaba Isasí le dijo a éste: “De cierto te digo que a ti me atraes para luego despedirme, mas no está en el hombre la potestad de atraerse la Paz, la Vida y la Sabiduría y, aceptándola como de él nacida, despedirla a voluntad. Te digo en verdad, amigo, que es Dios quien acerca el Reino a sus hijos y entre vosotros permanece sin que podáis despedirlo; porque os digo que no hizo Dios el Reino por causa de los hijos sino a los hijos por causa del Reino”. El doctor de la Ley cuyo nombre es Isasí quedó admirado y dijo a Jesús: “Y dime, ¿de dónde sales tú y de quién eres? ¿Dónde están tus padres?” Jesús, mirando en derredor, dijo: “Yo vengo de un sitio donde tú buscas. Yo soy Jesús y salgo de un lugar del cual los hombres como vosotros quieren entrar y por Mí entrarán”. Al oír estas palabras alzose entre los doctores griterío y estupor, y uno cuyo nombre es Nahel le dijo: “No debieras andar solo, no sea que te acontezca alguna desgracia, pues pronuncias palabras de escándalo siendo aún como eres un niño”. Jesús le miró y repuso: “De cierto y en verdad te digo  que Yo soy dos y es así que no ando solo porque morando en Mí está mi Padre; en Él me protejo”. Al punto todos miraron buscando al padre del niño y no hallando a nadie le dijeron: “¿Dónde está tu padre?”. Y Él contestó: “Yo soy”. Entonces uno que allí había le aseveró: “En verdad que eres extraño mas si pretendes escandalizarnos, en cuanto a mí, lo has conseguido”. Y Jesús le dijo: “A esto salí, a ser motivo de escándalo, mas ¡ay de aquel que se escandaliza de Mí! .

     Y el sentir de los doctores, pensadores de oficio, fue uno y dijeron a Jesús: “Si aún estás mañana entre nosotros, ven porque queremos saber de ti”. Él dijo: “Vendré, mas mañana sabréis más de vosotros”.

     Y he aquí que en el día siguiente Jesús acudió al Templo y reunido con los doctores de la Ley les dijo: “Venerables pensadores, vuestra meditación es ella falta de amor y ésta es la causa de que no halléis respuesta. Cuando leáis las Escrituras hacedlo desde la ignorancia pues bien sabéis que en vuestro estudio buscáis la aplicación de vuestra conveniencia. Y no entendéis porque negáis el entendimiento. Pues decidme, ¿quién de entre vosotros llama Padre a Yahvé?” Los doctores no comprendían el significado de esta pregunta, mas el llamado Isasí dijo al muchacho: “Dime, ¿sufres algún tormento del demonio? ¿Cómo eres tan extraño? Te declaro que jamás conocí a nadie como tú”. Jesús le dijo: “Si supieras lo que es para justicia no admitirías poder alguno fuera de Dios. Pues, ¿sabes tú discernir la luz de la oscuridad? Si tu razón te dice sí, ¿cómo te explicas ver en Mí un adversario y una necesidad? En verdad te digo: Satanás no puede vencer al Hombre pues el Hombre vive la verdad. No soy poseso del mal, del error o la tiniebla. Yo soy la Luz que vigila el camino… y éste Soy”. Nuevamente hubo grande griterío entre los doctores pues sus pensamientos estaban confusos a causa de las palabras de Jesús, mas Éste les dijo: “Medid mi estatura”. Ellos no comprendieron a qué les decía esto, de suerte que estaban perplejos, pero no obstante uno fue y midió el cuerpo del Niño. Jesús le preguntó: “¿Cuánto da esta medida?”. Dijeron: “Tres codos y un palmo”. Él les dijo: “Erráis, pues no conocéis que Dios da el Espíritu sin medida. Si somos, pues, hechos a Su imagen, según Su semejanza, decidme, ¿cómo ponéis distancia y fin a su semblanza? Vosotros que buscáis en las Escrituras la realidad del Espíritu, ¿cómo caéis en la facilidad del engaño de la apariencia? Y ahora os digo: si alguno de vosotros desea saber de Mí, empiece por buscarme en sí mismo”.

Con esto los doctores de la Ley quisieron retenerle mas Él, conociendo sus intenciones, huyó de entre ellos rápido mientras les decía: “Mañana vendré a veros”.

     Y al siguiente día volvió Jesús al Templo. Allí estaban, como de costumbre, los doctores de la Ley discutiendo entre ellos. Viendo, pues, a Jesús acercarse lo recibieron con buen ánimo y con halagos. Habían acordado no escandalizar al muchacho, y así le preguntaron: “¿Dónde te alojaste? Pues alguno de nosotros te hemos buscado y nadie ha sabido decirnos nada sobre ti”. Jesús contestó: “Quienes son de este mundo no me conocen pues mirándome no me ven, y vosotros sois su ejemplo pues oyéndome no me entendéis. Así pues, quienes son de este mundo me niegan”. Ellos le inquirieron: “¿Qué quieres decir con esto?”. Él les dijo: “Vosotros enseñáis a discernir, según la Ley, que hay Espíritu. Éste es, pues, el mundo que da testimonio de Mí., el mundo que me alberga y me cobija. Si a alguno viereis de este mundo preguntadle donde moro pues os declaro que me conoce el Espíritu”. Al oír los doctores estas palabras de Jesús quedaron en asombro y meditación. Uno de ellos preguntó a Jesús y dijo: “Tú, según la edad que tienes, ya debes saber que nuestro pueblo vive en la espera del cumplimiento de una promesa de Yahvé Dios, ¿qué nos dices a esto?”. Jesús miró fijamente a este doctor de la Ley y no dijo nada pero Gamaliel, que así se llamaba este fariseo rabino, no necesitó más respuesta y en aquel mismo momento abandonó el templo. Fuera Gamaliel se encontró con María y José. Éstos andaban angustiados buscando a Jesús. Gamaliel les indicó dónde estaba y María y José encontraron a Jesús rodeado de doctores en la Ley. Entonces María dijo a Jesús: “¿Por qué has hecho así con nosotros? Tu padre y yo hemos vivido en la angustia al no hallarte entre nosotros”. Jesús dijo: “Cierto es lo que dices, madre. Donde mi presencia no es advertida, toda angustia es declarada. Mas, ¿no sabías tú que conviene que Yo ande en lo de mi Padre?”.

     De regreso a Nazaret Jesús les narró a María y José todo lo que Él había estado haciendo durante los tres días en los que no se halló con ellos. José quiso saber de Jesús qué respuesta daba con lo hecho en el Templo de Jerusalem. Jesús le dijo: “Ves que ahora tengo doce años, uno por cada hijo de Israel. Éstos son la herencia de Abrahán, al cual tienen por padre, y la Ley, aprendida de Moisés, desde la cual ejecutan sus arbitrios. Así pues, he hecho el manifiesto de mi presencia entre éstos que guardan los legados de Yahvé a través de la Ley y los Profetas. Esta jerarquía de doctos ha recibido la Palabra de la misma boca del Hijo del hombre, con lo cual quedan justificados pues han recibido al Reino en la casa que ellos le prepararon. Siendo ellos pues, fieles cumplidores de la tradición, también ésta debía cumplirse a su tiempo, ya que les dijo el profeta: “El Señor visitará su casa y no sabrán que es Él”.  Y así es lo que cumple hacer pues toda la obra del Hijo del hombre es para que los hombres vengan a ser en el Reino del Padre celestial. El Hijo ha entrado en casa del Padre; los que la habitaban no han sabido cómo. De la misma manera ellos entrarán en el Reino de la mano de Aquel que han ignorado. Entonces será su dicha pues ahora no han conocido el tiempo en que son visitados”. José dijo: “Esto me confunde pues, por una parte dices que son buenos al guardar la tradición y, por otro lado, que no conocen el valor de su obra ni el Espíritu por quien son sustentados. ¿Cómo es esto?”. Jesús dio esta respuesta: “Digo que hasta este tiempo han sido fieles depositarios de la Palabra de Dios pero Ésta es ahora entre ellos y viene a serles testimonio de la Verdad, y esta Verdad se cumple en Mí. Por esto el valor de su obra es la fiel custodia del Legado Antiguo pero ahora Yo soy el fiel que recoge el testigo y cargo sobre mis espaldas el sobrante de sus excesos, de forma que nada se pierde y sin embargo quedan relevados pues hasta Mí han cumplido, mas en Mí son cumplimentados pues hay aquí más que Abraham, Isaac y Jacob. Y esto es lo que les he mostrado a su posteridad: que el Espíritu que guardan ha tomado asiento y morada como hijo de hombre de manera que puedan escuchar la Palabra y obrando su evangelio sean salvos”.  Dicho esto Jesús, José quedó pensativo y manifestó abiertamente el inmenso placer que sentía al oír las cosas que Jesús le decía.

LA CUARTA ESTRELLA

  Dice la cuarta estrella: Apago mi brillo para vuestra luz. Atended a este conocimiento, discípulos del falso profeta Mahoma: salisteis perdiendo y para perder pues sois hijos de la mentira. Velasteis el rostro de la mujer e hicisteis de su esclavitud el desprecio de su género. Sois sin tiempo y sin espacio, sin lugar verdadero. Principio falso de tolerancia para con aquellos que fueron primero. Seguidores de lo externo, infames, calumniadores, que usáis el nombre del Poder para poder usar el poder en su nombre. Añadís apariencia a la plenitud del ser, precepto tras precepto sólo de humano ser. Nacidos del odio, vuestra falacia colma la angustia que padecéis. Ni en Dios vivís ni por Él lucháis. Es vuestra doctrina impía, castrada de amor y ciega del valor de la luz. Esta luz que os brinda mi estrella, cuyo nombre es Uriel, quien decís arcángel del mediodía, quien en vuestra conversión solo a la luz del que Es, os hace valer para la salvación que era, que viene y que es de Jesús, quien no es profeta, quien no es ley, quien no es justicia. Él es el que es el Poder y por Él dice la cuarta estrella: Gabriel, Miguel, Rafael. Y así vosotros diréis: Mahoma, Mahoma, Mahoma, de Alá no eres profeta, Mahoma, Mahoma, Mahoma. Gabriel, Miguel, Rafael y el arcángel del mediodía, Uriel, son la cuarta estrella, la que dice al pueblo que perdiste: salvaos, venid a gozar del paraíso de Dios que es la negación de la negación. Quitad y descubrid el velo del rostro de la mujer pues por ella es nacido el Evangelio Eterno que vence y para vencer el error en que fuisteis introducidos por quien diciendo ser no era, no es y está para ser. Y él mismo, Mahoma, Mahoma, Mahoma, pide perdón. Perdonaos con él ante Aquel que es el Señor sin ser profeta, sin ser ley, sin ser justicia, quien es eternamente el que Es el Rey del Paraíso, Jesús de Nazaret.

     Musulmanes del orbe: tomad la luz de la cuarta estrella que para vuestra salvación pierde su brillo. La Meca ha pasado; Jerusalén es. Ved vuestro sumo error: nadie mata en nombre de Dios. Él lo escribió sobre el suelo con su dedo. Quienquiera tenga conciencia de Dios, vive y no mata. Y el velo que encubre la verdad cae del rostro y se hace la libertad. Elevaos, pues, al paraíso que os ofrece el brillo de la luz de la cuarta estrella, Gabriel, Miguel, Rafael y el arcángel del mediodía en quien vosotros tenéis la fe. Éste os niega al profeta y os dice: no es éste sino Aquel.

     Dice la cuarta estrella.

LA QUINTA ESTRELLA

  Dice la quinta estrella: Yo apago mi luz para que en vosotros luzca ella y vuestro caos desaparezca y el orden se haga en vosotros para la eternidad. Eternidad llena de sentido y sentimiento, viva de gozo, placer y pasión, donde cada uno es uno y solo en la adoración de aquel que es solo Uno eternamente, amén. Éste que se hizo manifiesto y estableció desde el principio con su voluntad la libertad y es individuo, uno solo en Espíritu, uno solo en alma, en un solo cuerpo. Él es el poder de la resurrección y, como uno es Él, una sola resurrección es. Por esto sólo hay un Espíritu, sólo hay un alma y sólo hay un cuerpo. Sólo hay un Dios. Y todos y cada uno de vosotros sois solos y unos. Y en vosotros no existe la división. Mentid, negad vuestra negación y vuestra mentira. No anda vuestra alma de cuerpo en cuerpo. La purificación no se halla en la ignorancia sino en el conocimiento, y el conocimiento conoce que conoce el espíritu de verdad. Y la verdad no se alcanza a través de los tiempos sino en un solo tiempo, en aquel que no es tiempo, espacio, donde todos hallan el lugar.

     Discípulos del falso iluminado, del príncipe del error, dejad de creer en la doctrina de Benarés y en su moral. Creed en el único Señor cuyo nombre es Jesús de Nazaret. Él es el que tiene la llave de la salvación, y dice: “Obrad la bondad y el amor al hombre; obrad el valor de ser hombres; olvidad la apariencia de la dicha del olvido; venid a la felicidad del recuerdo del principio. Todos vuestros muertos saben ya ser vivos, y juntos en el tiempo del fin llegan al juicio final a deciros: no fuimos transmigrando en los cuerpos con el alma; fuimos donde somos y seremos cada cual uno mismo”.

     Y así dice la quinta estrella para vuestra salvación eterna: erguíos, levantaos y aprended esta oración: Padre nuestro que estás en nosotros, nosotros somos en Ti y somos nosotros. No nos dejes llegar al deseo de nuestro error. Donde nada es, nada somos. Siendo Tú, Padre, en nosotros, ya somos. La salvación y la verdad viene, es y será, y su nombre Jesús de Nazaret. Tomamos, pues, la luz de la quinta estrella para que luzca en nosotros el deseo de ser siempre en sentido y sentimiento hijos tuyos.

LA SEXTA ESTRELLA

      Dice la sexta estrella: Apago mi luz para que todos aquellos que andáis buscando la respuesta en el Universo del conocimiento de vuestra semejanza, conozcáis que en todo él no se halla nada semejante a vuestra generación. Él es vacío, carece de vida de la Vida, no hay humanidad. Su misterio es un motivo que hace aliciente en vuestra alma para que os preguntéis, ¿ por qué, pues, es? Y este misterio es desvelado en aquellos que adquieren la luz de la sexta estrella quienes dicen: para nuestra humildad es. Sabeos todos que el Hijo del hombre está con vosotros hasta el fin del tiempo y del espacio, y vosotros con Él sobre el tiempo y el espacio pues tiempo y espacio pasarán y vosotros no pasaréis.

     Sabios del género de esta generación, emplead vuestra sapiencia en una sola conquista, en la luz de la sexta estrella que se apaga para deciros: la materia ha pasado pues no es de principio eterno; el espíritu permanece. Buscad y encontraréis el mundo que con los sentidos no veis, aquel que en el sentimiento os es revelado. Sabios de bien, vuestra vanidad no tiene culpa, vuestro interés es justificado pues en la esencia de vuestro anhelo vive la esperanza y se halla la respuesta. La luz de la sexta estrella que por vosotros se apaga para que de ella la toméis, os dice: no conquistéis aquello que no os pertenece, tiempo y espacio; conquistad el principio de salud del conocimiento del alma; hallad la fórmula de Jesús que explica la razón y el ser de la vida, cuyo nombre es amor; enseñad esto a todos aquellos que no alcanzan la virtud que Él os dio, la sapiencia de saber qué sabéis y qué ignoráis, que queréis alcanzar cómo erradicar del hombre la maldad, el error. Esforzaos, pues, por el sacrificio de esta luz que se apaga por vosotros, en decir, en demostrar a todos y cada uno que el hombre es Dios, que Dios es el Hombre, que el Espíritu de éste es el Evangelio Eterno. No busquéis, pues, donde no hay hombres porque allí no está Dios como hombre y a Éste hay que buscar en el hombre.

     Esto dice la sexta estrella.

JESÚS EN EL TABOR

Cumplidos los diez y seis años, Jesús anunció a María, su madre, y a José que Él iba a emprender un viaje por toda la Galilea. Ellos, María y José se contristaron pues hasta entonces les había permanecido sujeto. Pero Jesús dijo que era necesario que Él comenzara la preparación de su ministerio. Así se encaminó al monte Tabor que dista unos siete kilómetros al Este de Nazaret. Una vez allí y en completa soledad, Jesús oró de esta manera: “Atraigo sobre Mí la negación de toda voluntad de carne y sangre. Es voluntad de Espíritu y en Él la Verdad. Venid a mi presencia quienes sois desde el principio obra de mi Palabra. Tú, Miguel, Juez de los hijos de Israel. Tú, Gabriel, Poder de Yahvé. Tú, Rafael, Salud del Santo Espíritu. He aquí que Yo os reclamo pues según la virtud de que os hice tomo de ella la parte de la unidad. De la Justicia un entero. Del Poder un entero. De la Salud un entero. Así el Juicio del Hijo del hombre es absoluto en el ejercicio de su Poder el cual es Salud de salvación para todo. Venid a mi presencia, Moisés y Elías, vosotros que sois el manifiesto de la Ley y los Profetas, pues he de tomar como hijo de hombre toda potestad sobre esta tierra y los hijos de ella. Venid a mi presencia tú, Abrahán, fiel depositario de la Palabra de Yahvé que en Mí se cumple. Tú, Isaac, ejemplo de la obediencia. Y tú, Jacob, padre de Judá, Rubén, Simeón, Leví, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón y Benjamín, así como de José el cual llevó mi Palabra al pueblo de Egipto de forma que conocieran mi Nombre, pues Yo soy el que Soy”. Dicho esto llegose hasta el monte Tabor, Uriel, y todo el lugar quedó iluminado como si el mismo Sol se hubiese aposentado sobre él. Y fue que todas las ciudades ubicadas en un radio de unos quince kilómetros percibieron este esplendor: Naím, Nazaret, Caná, Tiberíades y Magdala. Todas ellas y sus habitantes contemplaron esto por espacio de una hora. Y así fue.

BAUTISMO DE JESÚS

     Una semana después de la Pascua, Jesús, reuniendo a José y a María su madre, les dijo: “Venid ahora a Mí. Abrazaos a mi cuerpo”. Hecho esto salió de la casa con ellos y gritando: “¡Juan, esta es la hora del Hijo del hombre!”. Al instante toda la tierra empezó a cubrirse de espesas nubes y se desató una gran tormenta que duró por espacio de tres días. Durante estos tres días y bajo la tormenta, Jesús caminó de Nazaret hasta Betania. Llegado que fue se hizo el cielo despejado y el sol lucía esplendoroso y radiante.

     Juan estaba allí, en el río Jordán, como de costumbre y pronto se aglomeraron en torno suyo muchas gentes a las que Juan les impartía el bautismo. Cuando alzando los ojos vio al Hijo del hombre que caminaba hacia él. Entonces Juan dijo: “¡Miradle, es Él la Luz de salvación. Él es la Palabra de Dios de la cual yo mismo os vengo anunciando la Verdad de su Ser. Yo he sido enviado delante de Él pero Él se me ha adelantado porque Él es primicia de Espíritu. Nadie puede ir a Él; por eso Él viene a nosotros. Él es el cordero inmaculado que lleva el pecado del mundo. Vosotros me tenéis por profeta…¡y no lo soy!, pero os declaro que Éste que viene es el cumplimiento de la profecía! ¡Miradle pues los siglos se detienen a su paso, pues Él era antes que ellos!”. Esto lo dijo Juan gritando desde el éxtasis de la alegría. Mientras, Jesús llegó a la altura de Juan y le dijo: “Calla, Juan, bautízame”. Juan le dijo: “Señor, eres Tú quien me ha de bautizar. Yo no soy digno de desatar la correa de tu sandalia ¿y me pides esto?”. Jesús le miró con fijeza y le dijo: “Deja, porque ahora nosotros debemos cumplir toda justicia. El Hijo del hombre ha venido a este mundo a cumplir la voluntad del Padre que es mostrar su Espíritu. Así, pues, todo hombre tiene que nacer del agua de este bautismo para poder ir por él mismo al Espíritu de donde salió. Por tanto, siendo Yo el Hombre, tomo el bautismo”. Entonces Juan le dijo: “Sea como Tú quieres pues lo que Tú quieres es”. Y le bautizó.

     Apenas había salido Jesús del agua cuando una voz se oyó, mientras Juan veía cómo el Espíritu de Yahvé era sobre Jesús, diciendo: “Este es mi Hijo, el amado. En Él me complazco”. Esto lo oyeron todos los allí presentes pero solo Juan vio al Santo Espíritu. Por esto Jesús le dijo: “Juan, Juan, en verdad te digo, ni Moisés vio lo que tú. Por esto es necesario que el Hijo del hombre nazca del agua, para que vea lo que tú has visto. Quien es verdadero, la Verdad viene a ser su casa y él como dueño de ella. Así es desde ahora: todo hombre y mujer tiene la potestad de venir a Mí. ¡Esto está cumplido!”. Entonces Jesús empezó a alejarse mientras Juan decía: “He ahí el Hijo de Dios”. Después que hubo pasado esto, Jesús permaneció una semana en Betania y todas las mañanas iba donde Juan bautizaba. Y Juan cada día que le veía daba testimonio de Él diciendo: “Él es la Palabra de Dios. Escuchadle”.

JESÚS EN EL DESIERTO: LAS TENTACIONES

    En aquel tiempo fue al desierto y he aquí que ayunó cuarenta días con sus correspondientes noches. Embargado de flaqueza, la fuerza hizo abandono y notose necesitado de alimento. Tuvo hambre. Llegó hasta Él Satanás, quien en el principio es Luzbel, y le dijo:

     -Toma, hombre, este pan que te ofrezco pues te veo hambriento.

     Él le contestó:

     -¿Quién dices ser tú?

     Y éste respondió:

     -Yo soy uno bueno que anda los caminos saciando la necesidad y viéndote hambriento este pan te ofrezco.

     Él le respondió:

     -Buena obra es saciar la necesidad de aquellos que la declaran. ¿Acaso te he pedido tal sustento?.

     El otro replicó:

     -¿He de esperar entonces al hombre que ahogándose pida ser salvado para salvarle?

     Jesús le dijo:

     -De cierto y en verdad te digo que solo Uno salva porque Uno solo sabe lo que está perdido.

     -¿Extenuado y casi muerto de hambre te veo y desprecias mi ofrecimiento?

     -Estoy por mi voluntad –dijo Jesús- cumpliendo mi entrega y éste es mi ofrecimiento.

     -Luego eres tú el Hijo del hombre. Pues si así es, ante tal desprecio, di que estas piedras se conviertan en panes y me daré por satisfecho.

     Sin mirarle le dijo:

     -No solo de pan vive el hombre sino de Verbo y Sentimiento.

     -Así pues, eres el Hijo del hombre a quien se debe adorar.

     -No al Hijo sino al Padre en espíritu y en verdad.

     Y no le miraba en ningún momento. Entonces mostrose cual es Satanás diciendo:

     -¡Basta! ¡Heme aquí! Si eres quien busco sabes quién soy. ¿Dónde está la adoración la cual te debemos?

     Mirole entonces y le dijo:

     -¿Qué ofreces al Hijo del hombre?

     Y éste mostrole de cuanto él era rey. Todo placer de lujuria, toda sensación, toda riqueza y el mundo según la carne y la sangre en un placer continuo. Y hablando con la autoridad que a sí mismo se da uno mismo le dijo Satán a Jesús:

     -Todo esto es tuyo si postrándote me adoras.

     Jesús, el Hijo del hombre, le dijo:

     -Satanás, apártate de Mí pues solo a Dios se adora.

     Satán volvió a decir:

     -Luego eres el Hijo del hombre a quien yo busco. Ven conmigo en el espíritu y te mostraré Ura Salim desde el pináculo del Templo.

     Llegados al momento le hizo esta inquisición:

     -¿Es éste el lugar de la salvación?

     Jesús le dijo:

     -Éste es el centro, el principio y el fin.

     -Lanza, pues, tu espíritu pues no sufrirás ningún mal. Escrito está que ángeles te rodearán y te adorarán.

     Jesús le dijo:

     -¡Basta ya, Satanás! Aléjate hasta tu tiempo pues el Hijo del hombre vive en el Padre en voluntad de obra y en cumplimiento.

     Y se alejó hasta su tiempo acabada toda tentación. Al punto Jesús fue atendido y reconfortado por ángeles del Señor, el que es Dios. Volviose a su casa y empezó a decir públicamente

     -Yo soy el camino. Venid a Mí. Arrepentíos pues aún la inocencia de los más es purificada en el crisol de mi Luz y en la Verdad de mi obra. Andad conmigo pues la sombra ha pasado y no me ha oscurecido.

MIGUEL A LAS IGLESIAS

     A las Iglesias que son en el nombre de Cristo Jesús hermanos en la fe y en la esperanza de la vida eterna:

     Disolved vuestra congregación y vuestro estado venga a ser en el espíritu de este Evangelio que todos hemos recibido de un mismo Señor. Venid a ser cada uno, uno solo, así como fuimos instruidos en el tiempo de la plenitud por Jesús, el cual nos enseñó: “Adorad a Dios, y a Él solo, y en espíritu”. No hagáis de la Palabra un monumento a la materia porque la Palabra es el Espíritu del Verbo y vive. Así pues, no hagáis ley ni profecía sobre la Palabra pues la Ley y la Profecía han sido instituidas por la carencia. La Palabra es Vida. Así pues, todos vosotros que habéis creído en este Jesús, volveos al principio, principio eternamente instituido por Dios, que dice: “No hagáis de Mí imagen ni semejanza pues no sois vosotros mayores que Yo, sino que sois como Yo porque Yo os he creado”.  Así diremos hasta el tiempo del fin a las iglesias en Cristo Jesús: disolved vuestra congregación. Vivid el Evangelio. No hagáis, pues, entre vosotros jerarquía que obligue a la obediencia pues uno solo es el Señor a quien se debe adorar.

     Y desde ahora se conocen entre sí los que son en Jesús pues estos no dicen más a su semejante “tú eres mayor que yo” sino solo a Jesús. Pues Jesús nada vino a abolir sino a confirmar, y confirmó este principio: “No hagáis vosotros lo que Yo no hago. Haced todo lo que Yo hago mas hacedlo por vosotros”.

     Y decimos a las iglesias que son en Cristo Jesús: disolved la congregación. El tiempo es cumplido.

JESÚS Y JUDAS DE KARIOT

En la sinagoga de Cafarnaúm, Él les enseñaba la Buena Nueva. Uno le preguntó:

     -¿Qué es esto de que hablas, Rabí? ¿Acaso cuanto dices es mayor que los Profetas? Porque todos ellos han anunciado hasta el fin pero tú dices que cuando todo sea cumplido seguiremos viviendo la Palabra de esta Buena Nueva siempre. ¿Cómo es esto? ¿Acaso Yahvé no ha de estar con nosotros y nosotros con Él cuando llegue su Reino? Pues tú dices que el Hijo del hombre es este Reino.

     Éste que estas cosas preguntaba era hombre forastero en aquella ciudad. Judío de Kariot, por nombre Judas.

     Jesús le miró fijamente y le habló así:

     -Todas las cosas han sido hechas por Dios para sus criaturas. Ellas son en la mudanza; ellas son perecederas pues han tenido un principio y  están destinadas a un fin. Y todas son hechas por Dios, sin embargo, tú y cualquiera de cuantos sois aquí estáis hechos de Dios. En Él vivís eternamente. Por tanto, siendo como Él, no tenéis principio ni fin. Esta es la Buena Nueva. Yo os lo digo.

     Judas entendió y dijo al Maestro Jesús:

     -Maestro, veo que eres hombre de gran sabiduría pero, ¿cómo puede un hombre decir esto, así,  como tú lo dices? Pensar en tal cosa me produce miedo. No en lo que has dicho sino que un hombre pueda decir esto.

     Mirándole de nuevo, Jesús le dijo:

     -Sólo quien es hombre puede decir esto.

     Judas le contestó:

     -¿Acaso, pues, Dios puede ser hombre?

     Jesús, sonriendo, le dijo:

     -En verdad te digo: sólo así puede cumplirse lo que Yo digo. Sólo así puede el hombre ser Dios.

     Hubo allí, como de costumbre, un gran revuelo porque nunca nadie dijo esto. Y la concepción de la vida se hizo, en su perfecta y justa medida, manifiesta.

     Judas dijo a Jesús:

     -Si te place, tómame contigo pues he aquí que yo quiero ser lo que tú dices.

     Jesús le dijo:

     -Sólo así, hombre, podrás ser lo que Yo digo.

     Y desde entonces le llevó consigo.

JESÚS HABLA DEL ESPÍRITU DE CADA UNO

     Jesús les enseñaba así:

     -Me habéis oído decir: haced a los demás todo aquello que queréis para vosotros porque esta forma de obrar es la medida justa de vuestra potestad. Haciendo esto ante vosotros mismos estáis justificados, de modo tal que nadie, en justicia, levantará un dedo para acusaros. Pero os digo más: quienquiera de vosotros exceda desde la ignorancia esta medida se hace a sí mismo reo de condenación, porque nadie puede amar lo ajeno más que lo propio. Y vosotros me sois testigos de que Yo he dicho “sólo tenéis una cosa que os pertenece en propiedad, el espíritu que os ha sido dado por el Padre celestial”. Así pues, ninguna otra cosa amaréis más que a Dios que a este espíritu que viene del Padre por medio del Hijo para santificaros. Una vez tengáis este espíritu en obra eterna lo haréis conocer, así como Yo os lo he enseñado, y diréis a todos los hombres el fundamento de la Verdad para que ninguno de ellos exceda por ignorancia la medida de esta justicia y venga a extraviarse por amar más lo ajeno que lo propio. Desde ahora os lo digo: quienquiera fundamente su vida fuera del espíritu que viene del Padre por medio del Hijo, lo hace falsamente pues está basando el principio de su amor sobre un espíritu de ignorancia y error. Por esto a sí mismo se condena. En verdad en verdad os digo: enseñad al mundo que nadie puede llegar a sentir el gozo de la gracia eterna si ama más lo ajeno que lo propio. Una sola cosa tenéis, amadla sobre todas. Por esto os dije que aquel que tiene se le dará y al que no tiene, aún lo que cree tener, esto le será quitado. Y ello por misericordia porque nada puede estar eternamente perdido.

     Yo he venido al mundo para que todo el que crea que Yo soy, me reciba. Así como Yo tengo la Vida, él me tendrá y amándome a Mí, amará sobre todas las cosas. Y nada le será ajeno sino que todo le será propio. Porque el Hijo del hombre ha sido levantado a la dignidad del Padre y habiéndolo recibido todo de Él lo da a quienes le han querido hasta el extremo de la negación de todo. Así pues, esto debéis enseñar a los hombres para que ninguno de ellos llegue a amar más lo ajeno que lo propio.

     Esto sucedió en aquel tiempo. 

RESURRECCIÓN EN NAÍM

Luego que Jesús hubo resucitado en la ciudad de Naím a cierto joven, sus discípulos le preguntaron aparte:

     -Maestro, ¿es así para el fin lo que nos ha de acontecer a todos?

     Él les dijo:

     -No así para el fin sino que esto que veis es el principio pues es hecho que lo vivo es el espíritu. Para que veáis y entendáis hago esto pues os es necesario a todos aceptar el poder de Dios que es vida. Todos, en el fin, verán la resurrección de la carne. Entended que es el cuerpo el espíritu de vida. Esto ha sido obrado en el tiempo de la plenitud por vuestra necesidad, no por la mía.

     Muchos se aterraban ante Él pero otros le seguían porque el hombre necesita estar junto al hombre que da la vida y hace de ella un principio eterno.

MIGUEL A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES

Este libro está escrito para todos los hombres y mujeres que pueblan el mundo de la materia y sepan, por él, que van a alcanzar su beneficio en el conocimiento que en él se les da de vida eterna. Es pues una Buena Nueva, pues dice el espíritu de este libro: libres sois de toda culpa. Venid y tomad conmigo el néctar de la Justicia que dice ante el Juez y Señor de todas las cosas: no hallo nada en ellos que no merezca vida eterna pues todos tienen de Mí una parte.

     Así pues, sabed desde ahora que conocéis el espíritu de Justicia que esta se obra desde el amor. Nadie va a juzgaros. Libres sois. Y en aquel día todos comparten alegremente su entrada en el Reino de Dios.

     El espíritu de este libro quita la soledad. No leedlo como se lee las palabras; vividlo como se vive la Palabra.

JESÚS AFIRMA LA SALVACIÓN DE TODOS

Habiéndoles explicado Jesús a sus discípulos el Reino de los Cielos, ellos le preguntaron:

     -¿Y quién será digno de alcanzar esta dicha, Señor?

     Él abrió su boca y les dijo así:

     -Ni uno solo ha salido para perdición eterna. Todos gozarán del poder de su voluntad en el Reino de Dios. En cuanto a cuándo alcanza cada cual este beneficio, se halla en el instante en el que cada uno hace sólo lo bueno. Yo os he enseñado todo lo que es bueno y vosotros no habéis tenido necesidad de preguntar por aquello que no lo es, pues según entendéis en vuestro corazón mi palabra, se hace la luz en vosotros. Y allí donde ella no lucía, por vosotros mismos sabíais qué era lo malo. De la misma manera que sucede con vosotros, sucede con todos. Y es así que el tiempo no tiene en el hombre otra función que hacer sentir en él la distancia que le separa del bien. Todos, pues, gozarán por Mí de aquel gozo que es en Mí desde el principio. Y ni uno solo quedará fuera de esta eterna morada. Mas cada quien llegará a su tiempo porque el tiempo es de cada uno, y vuestra voluntad se cumple en él en la apariencia. Mas aquellos que hacen como Yo, cumplen en verdad el poder de la voluntad, que es el de Dios, y así alcanzan aquí el valor eterno. Ni uno solo quedará fuera de esta morada en la cual Yo soy el primero y el último, como vosotros, que siendo los últimos sois los primeros.

     Ellos, por boca de Tomás, le preguntaron:

     -Pero hacer la voluntad de Dios conociendo sólo lo que tú nos muestras y dices, ¿es posible para todos?

     Él le contestó, y con él a los demás:

     -Con esto que os muestro y digo tenéis superabundancia porque os muestro lo bueno y vosotros no tenéis necesidad de preguntarme por lo malo. Y es que en vosotros se hace la luz y obráis, no según vuestra voluntad sino sobre ella, y así lleváis a los demás el mismo sentimiento que Yo a vosotros. Y ahora os pregunto: mientras andáis conmigo y veis mis obras hechas por la Palabra que mora en Mí desde el Eterno, ¿cómo os sentís?

     Ellos, por boca de Pedro, dijeron:

     -Nos sentimos como quien no tiene ocupación pues nuestro deseo no va más allá de ti. Y con tus obras, nosotros obramos; y con tu palabra nos basta.

     Él les dijo:

     -Así cuando vosotros enseñéis, hacedlo según Yo para que todos, viendo vuestras obras y oyendo vuestra palabra, sientan lo que vosotros en Mí. No dejéis, pues, a nadie fuera de vuestra morada.

LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES

Se hallaba Jesús con sus apóstoles y sus discípulos anunciando la Buena Nueva y enseñando el Reino de los Cielos cuando llegaron a juntarse hasta cinco mil personas. Habían llegado a Él de todas las partes porque todos buscaban salud. Al caer la tarde Jesús les miró y sabiendo que estaban cansados y hambrientos no quiso despedirlos. Y mandó a sus apóstoles y a sus discípulos que los sentasen sobre la llanura, y así lo hicieron.  Luego les dijo:

     -Dadles de comer.

     Sus apóstoles en particular se asombraron por esto que Él les decía. Entonces le dijeron:

     -¿Qué les daremos? No tenemos nada.

     Él les ordenó que repartieran de su propio sustento hasta que nada les quedase y ellos, cogiendo sus alforjas, así lo hicieron viendo que estas permanecían siempre llenas. Y los apóstoles y los discípulos dieron de comer en aquella tarde como a cinco mil personas.

     Sólo uno se atrevió a preguntar a Jesús cómo era este portento. Entonces Jesús le dijo:

     -Todo cuanto pidáis de bueno al Padre celestial, Él os lo dará como a Mí porque no he pedido para Mí sino para estos.

     Insistió Juan en preguntar y así lo hizo:

     -¿Cómo hay que pedir?

     Jesús respondiendo:

     -Quien tiene da a quien no tiene y nada hace para sí mismo. Es, pues, que todo hombre que se sabe como hijo del Padre celestial, se sabe en Él y todo lo posee pues de Él toma sus virtudes y las ejerce, y así todo le es posible porque nada hace para él mismo. Dar es declarar al Padre celestial que ha dado al mundo a su único Hijo, el cual obra en su nombre la verdad de su principio. Esto es, pues, lo que hay que hacer: saberse en Dios y hacer su poder.

     Juan le dijo:

     -¿Por qué, pues, todos nosotros por más que creamos esto no lo conseguimos?

     Entonces Jesús le mandó ir hacia uno que allí había el cual estaba enfermo pues era un impedido.

     -Ve y dale salud para que él también pueda tomar y comer del pan.

     En aquel momento Juan creyó sintiendo en él mismo la autoridad. Se acercó al enfermo y dándole un trozo de pan dijo:

     -Toma, come de este pan y sé sano.

     Al instante aquel hombre pudo comer. Entonces, volviéndose a Jesús le dijo:

     -Lo he hecho, Maestro.

     -¿Qué has hecho?- contestó Jesús.

     -Lo que tú, dar.

     -¿Y qué has recibido?

     -He recibido la alegría, he recibido felicidad, he recibido vida y el bien de ver como lo bueno se hace.

     -Así pues, -contestó Jesús- deberás hacer en lo sucesivo, porque en verdad te digo: quienquiera obre con un mínimo de interés propio con su semejante , no espera recibir nada del Padre celestial. Se te ha dado generosamente; da la misma medida. Entonces podréis pedir, cuando nada haya en vosotros propio.

     Pasado esto, todas aquellas gentes que hubieron comido del pan se dispersaron y entre ellos había muchos que entendieron en aquel día que Dios estaba entre ellos. Y por aldeas, pueblos y ciudades comentaban el prodigio y decían:

     -Toda el hambre nos ha saciado. Ha curado nuestra enfermedad. Se llama Jesús, es de Nazaret de Galilea. Él es mucho más que un profeta, sin duda que es poderoso.

     Y la fama de Jesús llegó hasta Jerusalén. Todos sabían que un hombre extraordinario se había levantado en la tierra de Israel. Y desde aquel día, desde Caifás hasta Herodes, magistrados, doctores de la Ley, jefes de sinagoga, fariseos y saduceos buscaban acabar con la vida de quien era ya para los hombres y mujeres de aquel pueblo la palabra del Espíritu de Dios.

     Esto sucedió faltando un mes para la Pascua, aquella que sería la última.

JESÚS HABLA SOBRE EL MESÍAS

. Él les dijo:

     -Voy a adelantarme a vosotros pues es necesario que me dejéis solo.

     Y así avivó el paso hasta perderse de la vista de ellos. Y llegó junto al pozo de Jacob. Cansado por la caminata Jesús tenía sed. Entonces, viendo a una mujer que allí estaba la saludó y le pidió de beber. Ella se extrañó de que aquel forastero se dirigiese a ella con un saludo de paz.

     -¿Cómo tú –le dijo- me pides a mí que te dé de beber? Pues a las mujeres de aquí los judíos no les hablan.

     Él le contestó:

     -Si supieras tú quién es quien te habla, sin duda antes de darle agua le hubieras pedido.

     Ella le dijo cómo era esto pues ni siquiera llevaba él con qué cogerla.

     -Mi agua nace de un manantial del cual todo el que bebe no vuelve a tener sed porque sacia todas las ansias. Ahora bien, si tú no quieres beber de esta agua, ve al menos y di a tu marido que venga y así él pueda saciarse.

     -¿Qué marido, hombre? Yo no tengo marido.

     Él contestando:

     -Cierto, porque cinco maridos has tenido y el hombre que ahora tienes no lo es.

     -¿Quién eres tú que sabes esto? ¿Acaso eres uno de esos profetas judíos que viven de adivinaciones?

     -No. Yo soy Jesús de Nazaret.

     Ella al oír este nombre se conmovió porque había oído decir que el tal Jesús de Nazaret obraba prodigios, con lo que le dijo:

     -Tú eres un varón famoso del que dicen que tiene conocimiento, que sabe las Escrituras. Pues que me hablas, permíteme que te diga: ¿Dónde debemos adorar a Dios? Porque unos dicen que es aquí, otros en el Templo, en Jerusalén.

     Él le enseñó así:

     -En verdad te digo, ni aquí ni en el Templo sino en el espíritu, porque quienes dicen eso hablan de aquello que no conocen. Yo, como ves, hablo de lo que conozco.

     La mujer dijo entonces:

     -Veo, señor, que conoces mi vida. Yo, sin embargo, solo conozco tu nombre. ¿Quién eres tú?

     -Yo soy el que todos están esperando para conocerse. El que trae la salvación a este mundo.

     -¿Eres tú, pues, el Mesías?

     -Yo, que te hablo.

     La mujer entonces le dijo:

     -Dame pues de esa agua para no tener jamás sed.

     Jesús entonces, mirándola fijamente, la cogió por las manos y acercándola a su cuerpo la besó. Entonces llegaron sus apóstoles y viendo esto se extrañaron sobremanera pero nadie se atrevió a preguntarle qué hacía. La mujer, al ver a estos hombres, se partió corriendo hacia su ciudad y contó a todos cuantos encontraba que ella conocía al Mesías, que era Jesús de Nazaret al cual había dado agua y Él le había dicho cuanto ella era. Muchos entonces salieron a su encuentro y hallándole con sus apóstoles le invitaron a visitar su ciudad.

     Entró Jesús en la ciudad y a todos cuantos se les acercaron les dijo por medio de sus apóstoles que cuando hubieran pasado tres horas se reunieran en el lugar más espacioso para escucharle a Él. Y así lo hicieron.

     Eran, pues, casi la totalidad de los habitantes de aquel sitio los que se concentraron para ver y oír a Jesús de Nazaret. Se puso a decirles:

     -También los samaritanos sois hijos de Dios. Por esto debéis conocer la Palabra de mi Padre celestial, la que se hace en Mí para vosotros y permanecerá para siempre. En el principio la Palabra era, y la Palabra era junto a Dios, y Ella era el Poder de Dios. Dios creó todas las cosas por medio de esta Palabra, las que eran antes que vosotros, las que están ahora y las que han de venir. Antes de vosotros sólo eran los espíritus los cuales, al llegar vuestro tiempo, se hicieron ángeles para anunciar a vuestros padres las cosas que les eran propias. Y así les anunciaron cómo los hombres tenían un sentido pleno de vida pues eran la justificación de la existencia. Pero estos hombres les faltaba la Verdad lo mismo que a aquellos espíritus, y era que la Palabra que todo lo había creado tomase cuerpo de la misma naturaleza que ellos y así, haciéndose manifiesta, todos tuviesen la misma condición. Y la Palabra se ha hecho carne. Y todos aquellos que crean que esto es así por obra del Espíritu, tendrán el poder de alcanzar el Reino de los Cielos de la misma manera que la Palabra ha acercado el Reino del Espíritu a la Tierra. Sin embargo, hay entre los hombres quienes nunca han creído que esto que Yo os anuncio sea cierto. ¿Qué será, pues, de estos hombres? ¿Acaso el privilegio del Reino de los Cielos, que es estar en la Verdad, por su testarudez pasará de ellos? No, Yo os lo declaro pues a esto he venido, a llevar sobre Mí toda la sinrazón que obliga la ignorancia.

     Bastante es para todos que Yo visite en un tiempo todos los tiempos, de modo que vosotros que ahora me veis y me oís estáis cumpliendo el pasado, el presente y el porvenir. Pues bien, para que se cumpla en vosotros lo que he dicho, óbrese aquí, en la tierra prohibida por la ley y a la que Yo mismo no mandaré a mis discípulos, el poder de la Palabra. Sed sanos desde ahora todos los que estéis enfermos.

     Y en aquel instante se obró la Salud. Luego continuó diciendo:

     -He hecho esto entre vosotros porque vuestro testimonio no va a ser creído, y a la verdad es que ahora todos creéis que la Luz de Dios os ha visitado. Vosotros, samaritanos, rodeados de desprecio, habéis recibido la gracia de saber que este mismo Jesús, varón de Nazaret de Galilea, es el Hijo del hombre, el Salvador del mundo y la Palabra de Dios.

     Esto lo oyeron todos los samaritanos y el júbilo se hizo entre ellos, y se decían:

     -Ahora no debemos esperar lo que ya ha venido. Sabemos que está entre nosotros el Mesías prometido.

A LA HUMANIDAD

     Se oye el llanto de la Humanidad. Todos los espíritus están gimiendo pues sus almas sienten el vacío absoluto que produce la ausencia de la Verdad. Es un llanto puro de infelicidad. Toda la Humanidad alza su mirada reclamando al infinito el pan, el vino y el pez a Aquel que lo prometió, para saciar esta angustia de vida que es la ausencia del sentimiento de Dios. El Mal ha obrado su ministerio y en la apariencia ha fijado su imperio y potestad sobre los hombres. Todos los hombres creen su perdición y por esto, obrando la falacia de Luzbel llegan al convencimiento de que no hay Dios, y por esto lloran y lloran. Todos ellos han venido a dar en la razón de que no son nada pues sólo en la mentira de la complacencia propia han basado el gozo de su existencia. Desde aquellos que por virtud de su inteligencia se apoderan del mundo y lo subyugan a su voluntad, hasta aquellos que por su ignorancia no tienen poder ni aún de control de sí mismos, viven en la carencia total de la Verdad. Y el imperio de Luzbel se ha establecido, pues, he aquí que el Engañador del Universo les ha llevado a la creencia de que por ellos mismos eran suficientes para ser y que en ellos mismos hallarían la felicidad. Y éstos han venido a cometer el error del principio: creer ser lo único. Y al no conocer el tiempo en que fueron visitados por el Hijo del hombre, su desprecio a la Verdad se ha hecho absoluto mas lloran sin cesar. Y está escrito: “Donde mi presencia no es advertida, toda angustia es declarada”.  Y así, no aceptando los hombres la Buena Nueva, la cual es por la ejecución de obra,  se han entregado a la desesperación y reclaman aquel sentimiento perdido: la Verdad.

     Hombres y mujeres, aprended esta Palabra y el manantial de vuestro llanto cesará y hallaréis el Paraíso, el cual está reservado para vosotros desde la creación del hombre. Y así que estáis sin amor. Y así que estáis con dolor. Y así que estáis como muertos. Alzad el grito y pedid perdón. Todos los que ahora estáis llenos de la mentira, ¿qué decís de vosotros mismos? Haceos un juicio propio y ved si por vosotros mismos llegáis a alcanzar mi Espíritu. La negación se ha hecho en la Humanidad. Nadie alcanza por él mismo el valor de ser. Ser es Verdad.

     Entonces el Hijo del hombre se acerca y les da su pan, y les da su vino, y les da su pez. El pan es la Verdad; el vino es la felicidad; el pez es la eternidad, para que sean verdaderamente felices eternamente. Y es que todos han aceptado en el último día el error de su historia, una historia llena de llantos, de angustias por no entender que la felicidad se halla sólo en la Verdad. Así pues, aprended esta palabra pues esto dice el que Es, el que Era y el que viene a todos vosotros, hijos de la Humanidad: Mientras en vosotros haya un ápice de mentira no podréis morar en Mí ni Yo puedo morar en vosotros. No os angustiéis, pues, inútilmente llorando falacias pues ninguna mentira conmueve mi Espíritu. Habéis llegado a la desesperación por no entender esto y aún queréis ser consolados. Haced como Yo digo y no habrá necesidad de consuelo. Y así vendréis a gozar conmigo en el Paraíso que os tengo reservado desde el bautismo hasta el bautismo.

TESTIMONIO DE PEDRO SOBRE EL MATRIMONIO

     Él dio una respuesta y no calló pues alguno de entre los fariseos le había dicho:

     -¿Debemos, pues, dar libelo de repudio a nuestras mujeres, sí o no? Porque Moisés nos lo permite. ¿Qué dices tú?

     Él, abriendo su boca, se puso a decirles:

     -A causa de vuestra dureza de corazón Moisés permitió esto. Pero Yo os digo que en un principio fueron varón y varona, hombre y mujer, una misma cosa. Así pues, quienquiera en este siglo tome para sí mujer, o para sí tome marido, siendo una sola carne lleguen a un mismo espíritu, el espíritu que precisamente Yo os muestro, único y verdadero. Por tanto, lo que Dios ha unido el hombre no lo separe.

     Esto en aquel momento no llegó a entenderlo bien nadie, a lo que yo mismo le contesté:

     -Así, pues, no conviene casarse.

     Él miró en derredor y dijo:

     -Lo que Dios ha unido que el hombre no lo separe.

     Y era que Él se refería a lo que en Él se daba como ejemplo vivo: el espíritu y el cuerpo de carne y sangre eran unos en una sola voluntad. Él era el matrimonio pero el hombre y la mujer que son almas distintas, cuando llegan a unirse vienen a ser como el Hijo del hombre, como fue en un principio Adán y Eva. Así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.

     También les dijo:

     -Cada individuo por sí mismo no está en ninguna parte. Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre e irá en busca de la mujer, y llegando a encontrarla se unirá a ella, y vendrán a ser como primicia de espíritu. Así, pues, que nadie repudie a su mujer; que ninguna mujer sea tomada por repudio porque en verdad os digo, uno solo es el matrimonio, el de la plenitud que se halla cuando cuerpo y cuerpo, alma y alma son juntos en un solo espíritu.

     Y dejando a aquellos fariseos se marchó de allí con sus discípulos. Yo doy testimonio de aquello porque fue así. Mi nombre es Pedro.

JESÚS Y LA ADÚLTERA

     Él llevaba una piedra en la mano e iba ofreciéndola uno por uno. Y empezando por los ancianos hasta los más jóvenes, todos rehusaron tomar la piedra y con la cabeza gacha se iban hasta no quedar ninguno.

     Él volvió su rostro a la mujer y  volviendo a agacharse siguió escribiendo. Y así lo hizo: “La gracia del Espíritu ha sido manifestada por la salvación: ninguno mató en conciencia de Dios, aleluya”.

     La mujer se acercó y le dijo:

     -Maestro…

     Él contestó:

     -¿Alguno de ellos te condenó?

     Ella dijo:

     -Ninguno.

     Jesús le respondió:

     -Yo tampoco te condeno. Ve en paz y no peques más.

     Al punto llegó hasta Él Juan, el hijo de Zebedeo, y éste le preguntó:

     -Maestro, ¿qué has escrito? Pues él no sabía aún leer.

     Jesús le dijo:

     -He dejado el manifiesto para el día postrero señalando el punto donde se obra salvación. La tierra cubre y destapa; los árboles crecen y dan fruto pero he aquí que lo escrito  por la mano del Hijo del hombre se resume en este escrito porque en él, Yo te lo digo, queda el testimonio de la salvación. Nadie puede matar a lo que no fue capaz de dar vida. Quien acusa y condena tiene tiempo de perdón, mas quien perdona obtuvo la salvación. Venid, pues, en pos de Mí porque mi yugo es excelente y mi carga liviana.

 

TESTIMONIO DE MARÍA, HERMANA DE LÁZARO

     Había llegado Jesús muy cansado a casa de Simón (este Simón había sido curado por el Maestro), en la cual Él había concertado a algunos de sus discípulos. Era el fin ya. Estaba muy próxima la Pascua y su pasión a punto de consumarse. Allí estaban Juan, Pedro, Santiago y el otro Santiago, Felipe, Judas el de Santiago, Natanael, algunas mujeres, también estaba Judas el Iscariote. Jesús llevaba una túnica hecha de una sola pieza.

     Había llegado de Jerusalén y todos andaban ya, me refiero a los magistrados, a los fariseos, buscando la forma de perderle. Entonces Él reclinó su cabeza sobre sus rodillas, quiero decir que se encorvó, estaba sentado, y pronunció unas palabras en esta postura. Él dijo: “La carne es muy débil, mas no el espíritu. Entonces, sin levantarse, incorporó su cuerpo y quedó mirando a todos con una mirada muy triste, una mirada que nos decía: “¿Qué vais a hacer conmigo?”. Yo entonces corrí y me lancé a sus pies y me puse a besarle mientras lloraba. Luego me levanté y fui a por lo necesario para lavarle los pies y así lo hice. No había allí, en casa de este Simón en aquel momento, ningún paño de lino blanco para secarle los pies así que, como yo tenía un cabello muy abundante, con él le sequé los pies. Le ungí la cabeza mientras le besaba y puse un ungüento, al parecer de elevado precio, sobre Jesús. Mientras tanto el ánimo de alguno de aquellos hombres, entre los cuales ya he dicho que estaban sus elegidos, se indispuso contra mí. Él dijo: “Os he mirado a todos por igual y sólo esta mujer ha hecho lo que podía hacer. Así pues, Yo os digo, dondequiera fuera predicado el Evangelio que os he traído, se contará esto que ha hecho conmigo para memoria suya”.

     Esto sucedió en Betania, no en Jerusalén ni en ningún otro sitio ni con ninguna otra circunstancia.

     El mismo Simón el leproso dijo:

     -Jesús, Maestro, ¿por qué consientes tanto a las mujeres?

     Él le contestó:

     -El Hijo del hombre hace esto porque los hombres hacéis de ellas motivo de desprecio y a su amor le llamáis pecado. Yo no hago así sino que sé que su amor es verdadero, y perdonando vuestra falta, también a vosotros os justifico porque si en verdad en verdad entendierais también vosotros consentiríais el amor de la mujer. Por esto, todo hombre que obre como Yo lo hago será amado por ellas eternamente, pues es por vosotros por quienes ellas sienten culpa de pecado en su corazón. Y Yo os digo que sólo quien ama mucho es capaz de pecar mucho, mas también que todo aquel que recibe el perdón de los pecados ama para siempre sin este sentimiento de culpa. Todo aquel, pues, que se diga ser discípulo mío consienta a las mujeres su amor porque ellas son para ello obra natural del Padre. El amor es, pues, entre vosotros, unión entre hombre y mujer.

     A estas palabras hubo un escándalo terrible. Empezaron a decir que qué era aquello, que dónde quedaba ese amor que Él había predicado entre todos para todos en igualdad. Les hizo callar bruscamente, y es que estaba muy cansado, y les dijo:

     -Aún ni vosotros entendéis cual es la condición humana y estáis llamados a enseñar la divina. Entended, pues una cosa: nadie hable del Hijo del hombre, ni del Padre, ni del Espíritu antes de llegar a la condición de haber aceptado en plenitud su humanidad.

     También alguien le preguntó, ya excusándose porque Él les había mandado callar bruscamente, que aquel perfume se hubiera podido vender y dar a los pobres. Entonces Él dijo estas palabras y no otras:

     -A los pobres los tendréis siempre entre vosotros pero a Mí no me tenéis siempre en vosotros, no por Mí sino que vosotros no queréis muchas veces, como ahora. Y Yo os digo que esta mujer ha ungido mi cuerpo para la sepultura porque me ha visto triste, y sabiendo ella que no hay mayor pobreza que la tristeza, me ha socorrido. He aquí pues, que el Hijo del hombre por ser el primero en todo, también es el primero entre los pobres.

     Juan era muy impetuoso, muy joven; era un sentimiento puro, irreflexivo. Judas Iscariote era todo lo contrario; era un hombre pensador, calculador, posiblemente junto con Mateo y Tomás el más culto de los discípulos elegidos por el Maestro. Y cuando ocurrió lo del perfume y Judas Iscariote había dicho con su habitual sutileza aquello de la venta y la repartición entre los pobres, el joven Juan se encolerizó de tal manera, porque ya hacía tiempo que no le quería,  que quiso abalanzarse sobre él y golpearle. Esto lo hizo Juan porque el Maestro Jesús me había defendido y él también quiso defenderme. Y es que sucedía que Juan amaba mucho a aquellos que Jesús en apariencia amaba, pero a veces hasta odiaba a aquellos que por cualquier causa Jesús amonestaba. Entonces Jesús dijo a Juan:

     -Tente quieto, hijo del Trueno. Tu espíritu debe enseñarte, ese espíritu tuyo que ha recibido todos los momentos de mi gracia sobre la Tierra. Tú Juan, hijo del Trueno, tente quieto que aún soy Yo el Maestro.

     Todas estas cosas pasaron allí, en Betania.

     Este es mi testimonio para vosotros. Sabéis que yo soy hermana de Lázaro y de Marta, y vuestra.

DEL EVANGELIO ETERNO A LUZBEL

     Me acusa Luzbel levemente y sin estrépito. Dice que no soy lo que pretendo: bueno, nuevo y eterno para vosotros. Y os comenta que soy el mismo perro de la antigua historia con un ladrido diferente, pero que a nadie llevo a engaño.

     -No creáis, pues, -dice- que Dios ha hablado a los hombres ni creáis a éstos que dicen creer que han recibido la Palabra del Espíritu. No hay Dios fuera de vosotros. Sólo nuestra capacidad de conocer por medio de la voluntad y la fe en nosotros mismos nos hace llegar a alcanzar toda felicidad, todo placer y todo bienestar, porque, ¿qué es el espíritu?. El hombre desde los tiempos de la Antigüedad viene perdiéndose en la misma zarandaja y he aquí la historia de los pueblos que es la historia del hombre mismo y su evolución. Sólo los hombres que han entendido que el espíritu es hacer la voluntad propia y no la ajena han conseguido establecer la razón que lleva al progreso y a la consecución de todas aquellas cosas que son nuestras por derecho propio y natural. Pues, ¿qué otra cosa puede ser el espíritu? Y estos hombres que así han entendido la única verdad que es la aceptación de su especie, han hecho que este mundo tenga pleno sentido de ser. Y los pueblos se han distinguido los unos de los otros según han entendido esto que os digo. Ahora veis cómo son de infelices todos aquellos que aún andan buscando esa espiritualidad abstracta, ininteligible y absurda que es creer en otro mundo extrauniversal  donde la materia no es, la ley no tiene sentido y todos gozan a saber de qué. Así pues, Dios somos todos y cada uno de nosotros y nuestra propia historia. No hay nada más allá porque nada puede ser más completo que el orden natural de todas las cosas. Siendo, pues, como es tan rica nuestra existencia, tan plena, cuando tenemos una infinitud de matices, ¿por qué vamos a vivir de la fantasía cuando esta no es más que un producto de una más de nuestras necesidades? No podemos, pues, trasgredir y violar nuestro propio yo. Desde él debemos aprender a disfrutar de todas nuestras diferencias. Y desde el hombre más inteligente al más neófito está entendiendo esto que yo digo sin dificultad y sin angustia porque le es natural. Así pues, rechazad el miedo que os hace creer en pecados y remisiones de pecados. La muerte es lo más natural y por tanto no hay que temer. Ningún hombre que tiene, como digo, conciencia de sí mismo, teme a la muerte. Estos hombres son en los cuales debéis miraros, en los que aceptan la vida como es y saben gozarla hasta su último aliento. No andéis, pues, perdiendo vuestro tiempo yendo tras fantasmas, ilusiones locas y otras distracciones con las cuales, esperando vivir eternamente, pasáis vuestra vida despreciablemente. No creáis que este libro es ni nuevo ni eterno.

     -A mí me ha acusado Luzbel de no ser lo que soy y pretendo, pero he aquí el hecho que son más aquellos que sufren que aquellos que gozan, y siendo así soy para ellos bueno, nuevo y eterno, porque las obras tienen su justificación según su naturaleza. Y siendo que en vosotros produzco la felicidad, con vuestra felicidad y en ella me justifico. Mi espíritu es un espíritu de verdad y dice levemente a Luzbel: no.

MUERTE DE JOSÉ

     Era por entonces que se cumplía el tiempo en que Jesús debía bajar a Jerusalén para la última Pascua.  Todos los poderes establecidos andaban buscando la manera de darle muerte y Él, en aquel entonces, se había ocultado de la vista de los hombres en un lugar no frecuentado por nadie. Sólo Juan, Santiago el Mayor y Pedro sabían su paradero. Y fue Juan quien le trajo una nueva. Fue esta que en la ciudad de Nazaret José, el esposo de María, hallábase enfermo y en agonía de muerte. Jesús díjole a Juan:

     -Ven conmigo. Vayamos a ver la muerte del hombre.

     Y se llegaron hasta la casa en un instante. Así fue que Juan no sabía bien donde estaba. Jesús le dijo:

     -Entra conmigo al aposento y sella por siempre lo que vas a ver porque esto es para el fin de los tiempos. Esto, Juan, es para el tiempo del fin.

     Estaba junto a José María, su esposa, la madre de Jesús. Allí eran solos los cuatro. José alzó su mirada y púsola en Jesús. Jesús alzó los ojos al Cielo y dijo:

     -Escuchad, hijos del principio, lo que dice el hombre antes de ser recogido en el seno de Abraham, Isaac y Jacob.

     Estas son las palabras de José:

     -A todo cuanto eres un amor yo le debo; a todo cuanto encierras en la Tierra y en el Cielo. No ha habido para mí nada que yo quisiera: Tú lo has sido todo. Yo sólo tierra, tierra que me diste como heredero de mi raza, de mi tiempo; testimonio vivo para las generaciones venideras. Soy como tierra sin semilla y he producido lo que en mí nunca ha habido: Vida de Vida. Ninguno tuvo lo que yo. Nadie ha sido más tenido. En tu fuego me consumo, en tu fuego, Dios mío. Ahora llego a dormirme esperando tu venida. Miradme todos vosotros, Gabriel, Miguel, Rafael; mírame tú, María: nunca os he tenido y siempre os doy la vida, la vida de un hombre que nada vale. Sólo en vosotros es vivida. Y tú, Señor, Jesús, he ahí a tu madre. Y tú, señora, María, he ahí a tu hijo. Ved al hombre que expira con vuestra paz y un testigo.

     Dejó el espíritu José y por Gabriel, Miguel, Rafael y la Luz de Uriel fue recibido. Jesús miraba a María; ésta a Juan, el testigo; éste miraba a José y dijo:

     -Esto es un hombre, Dios mío.

ENSEÑANZA SOBRE LA FIDELIDAD

     Judas Iscariote le pidió que definiera la fidelidad. Jesús lo hizo así:

     -La fidelidad solo es posible desde la plenitud del convencimiento.

     Judas quedó pensativo por un instante y agregó:

     -Maestro, bajo este principio se refugian errores graves para con la Ley y aún ante los preceptos humanos. Según lo que dices el hombre fiel está al margen de todo lo establecido. En consecuencia, ¿quién puede ser fiel y justo al mismo tiempo?

     Todos los presentes quedaron en suspenso esperando oír la respuesta del Maestro. Éste no vaciló y dijo:

     -Para los hombres esto es imposible hasta el tiempo en que aprendan que la voluntad ajena no les está subordinada, pues es precisamente el afán de dominación el que hace que estas dos virtudes no se conjuguen en esta raza. Pero Yo os digo: todo hombre que obra según los dictados de su corazón es más próximo al perdón que el hipócrita que, ante la duda, opta por el falso sacrificio de la apariencia y la comodidad que supone seguir el camino de la mentira. Y más os digo: no miente el que oculta sus sentimientos sino aquel que dice ser incapaz de compartirlos. Por tanto, para ser fiel hay que estar convencido y para ser justo hay que compartir este convencimiento.

     Entonces se apoderó de ellos como un temor pues se preguntaban entre sí cómo harían desde entonces para seguir al Maestro en esta enseñanza nueva, en la que todo el orden de cosas conocido no era mayor que compartir un trozo de pan.

     Él, empero, sabiendo qué era lo que les angustiaba, resolvió en seguir instruyéndoles y les dijo:

     -Quien hace la voluntad de Dios gana ciento por uno. Quien hace la voluntad propia nada pierde pero vive en la insatisfacción que produce lo premeditado. Así, pues, quien a Mí me sigue oirá y no entenderá, verá y no creerá hasta que no haya expulsado de sí mismo el orgullo de su vanidad. Una vez hecho esto el hombre habrá liberado en él el sentido de la aceptación y cualquier cosa podrá hacer morada en su sentimiento, siendo buena para él. Pues aceptando la voluntad de Dios, el creado viene a ser en el Creador y es salvo de todo error. Abrid, pues, una nueva puerta en vuestro corazón para que entre por ella este evangelio de amor.

SOBRE LOS ESCRIBAS Y LOS FARISEOS

     En la ciudad de Jerusalén y habiendo congregado en el Templo a muchas gentes, Él se puso a enseñarles así:

     -Vuestra reunión se hace en Mí un presente como dádiva al Espíritu de mi Padre. Mi Padre es vuestro Padre. De Él, Yo os lo digo, todos tenéis, a saber, la virtud de la vida y en ella está el conocimiento exacto de cuanto es. Así pues, vuestra reunión os está manifestando, uno por uno, la necesidad que tenéis los unos de los otros. Y entre vosotros está definida la diferencia que cumple la ley de la igualdad porque sois muchos y distintos según vuestra procedencia, según vuestro linaje, mas todos tenéis vida singular.

     He aquí que fijo mi mirada en vosotros y distingo de cada uno y en cada cual su facultad, y sabiendo como os he dicho que tenéis, a saber, todos el mismo origen de espíritu, el Hijo del hombre ve en los hombres su alma y en ella la diversidad. Y así, como sois diversos os hago para todos una enseñanza y os digo:  he aquí esta clase, escribas y fariseos, saduceos y herodianos, quienes se han sentado en la cátedra de Moisés y ejecutan según su conveniencia sobre los desheredados de la Ley, la Ley. Mandan preceptos, que son preceptos de hombre, en el nombre del Espíritu de Yahvé obligando al sacrificio de la norma y ellos ni aún al índice de su mano le obligan a cumplir la normalidad de la Justicia, pues ni lo escrito por ellos tiene cumplimiento en sus actos cotidianos. Dicen y no hacen. Son, pues, hipócritas; hipócritas que utilizan el nombre del Señor cuando ellos ni aún en su nombre creen. Dicen ser hijos de Abraham y discípulos de Moisés, fieles custodios de la Profecía y la Ley. Buitres que comen de su propia carroña su mentira insaciablemente generación tras generación.

     Escribas, fariseos, saduceos y herodianos: sed pues, por vuestra mentira, malditos, ya que en vosotros se cumple vuestra profecía. La sangre que clama al espíritu desde Abel el justo hasta Zacarías, dice: todos aquellos que imparten al resto la norma del orden por la fuerza de su facultad según la capacidad del alma, obran el error de la mentira porque niegan en verdad aquel principio en el cual todo es según el orden ejercido desde la voluntad libre de ser como el espíritu, donde nadie hace opresión, donde nadie faculta camino, donde nadie confunde el concepto de su espíritu porque él es en cada cual y uno en cada uno. Así pues, os digo a quienes tenéis el alma semejante al espíritu: no haced oposición a quienes tienen el alma dificultando a su espíritu y así pasará de vosotros su error. Si os dicen guardad la Ley, hacedlo según la Ley de vuestro principio mas no sigáis su ejemplo porque ellos ya sufren la pena de su vacío.

     ¡Ay! pues, de estos escribas, fariseos, saduceos y herodianos que sufren en su carne y en su sangre la esclavitud y aún os la imponen. Hipócritas, necios, que creéis que haciendo desgraciados al resto que os rodea aliviáis vuestra carga. Si hubieseis entendido el ejemplo de aquellos que os oprimen, no oprimiríais a estos.

     Y a vosotros que vivís cada día desde que nace el sol hasta que se oculta sólo la esperanza de un día nuevo, os anuncio desde ahora que hay para vosotros un sol eterno, ése mismo que lleváis en vuestra fe que es creencia plena de saber que todo es siempre nuevo. Alegraos porque el tiempo es llegado en que el vacío que hace la desesperación y la falta de armonía, es quitado, pues para esto he sido puesto en medio de vosotros y de estos hipócritas, para unir en un solo acto su tierra y vuestro cielo y así cese el sacrificio que produce la mentira y es perpetuo.

LA PLENITUD DE LA JUSTICIA

     Todos debéis conocer el valor de vuestra existencia pues he aquí que os he creado a todos y cada uno de vosotros libres desde mi libertad. Ahora es el Tiempo quien os habla; ahora es su Conocimiento quien os habla; ahora es su Sentimiento quien os habla, porque todos y cada uno de vosotros, nacidos libres, tenéis en justicia el derecho de gritar vuestra queja.

     Y así alzan su voz y su palabra ante la Justicia y dicen: En todo somos perfectos igual al Espíritu mas he aquí que habiendo tenido en nosotros cumplimiento todo lo deseado por Ti, y así somos justos, te pedimos nos digas por qué no tuvimos elección de nacimiento.

     Dice la Justicia: He aquí que se os da la potestad de no haber sido.

     Ni uno solo acepta la equivalencia.

     Hablan  Crosel, Raismael y Ninfatael, quienes no tienen descendencia y dicen: Mirad al Hijo del hombre, en Él vosotros tenéis la respuesta. Él es el principio y el fin. Él os ha elevado a la dignidad de su Eterno. Vosotros, pues, sois desde Él nacidos por vuestra propia voluntad. Desde Él podéis elegir vuestro nacimiento pues desde Él la existencia no es sino para aquellos que son en Él. He ahí al Hijo de Dios que os da la potestad de su bautismo.

     Hablan Crosel, Raismael y Ninfatael y dicen: Señor, Hijo del hombre y Dios eterno, para Ti desde siempre el Tiempo, su Conocimiento, su Sentimiento; no seamos, pues, más espíritus de tu esencia y así somos en tu existencia.

     Y habiéndose cumplido toda justicia, Crosel, Raismael y Ninfatael ya no son cual individuos.

     He aquí pues que habla el Hijo del hombre y dice: El Evangelio Eterno se ha cumplido y a la voz del Arcángel cada uno de todos los seres que son por voluntad propia nacidos nuevos y eternos, se han constituido de carne, de sangre y espíritu; no carne, ni sangre, ni alma sino de carne, sangre de espíritu, y así son en el Reino como los espíritus del principio. Y hay hombre, y hay mujer, y hay libertad de querer mas he aquí que todos quieren a un solo ser: el Amor. El placer es infinito, el gozo ilimitado, la armonía sentido para todos los amados. Cada cual hace su voluntad y el deseo es mantenido; la pasión de espíritu encendida. Todo está permitido. A tal estadio nos lleva Aquel que no tuvo fe pues Él todo lo era, todo lo será, todo lo es. Él, Dios del género y la generación, Jesús de Nazaret, nos convida a compartir su pan, su vino y su pez. Quien quiera venga al festín.

     Y cominos su pan; y bebimos su vino; y comimos su pez.

CON SUS DISCÍPULOS EN GETSEMANÍ

     Se puso a enseñarles a sus discípulos:

     -Conoceréis lo bueno por su eternidad. Quien halla el espíritu viene a ser en él para siempre y sus obras son aquellas que el espíritu le muestra. El espíritu se manifiesta desde su sentimiento y su sentir es el amor, y éste obra creación de vida. Los hombres a través de los tiempos han construido, edificado, monumentos para la posteridad de sus días con el fin de perpetuarse en ellos y que su memoria sea su ser de historia y hecho. Saben de su tiempo que es fugaz y pasajero y por ello hacen de todas las cosas un motivo propio. Y bien, pues que veis de los hombres lo bueno en sus obras, sabed que ninguno de ellos quiso memoria de mal. Cuanto pues, más, el Hijo del hombre legará a la Humanidad una obra la cual no pasará. Este edificio para la posteridad no se hace con ladrillo y mortero sino que en cada uno se vive para que cada cual sea eterno. Al contrario, las obras de maldad son como una chispa fugaz que prende, quema y se apaga. Todo aquel que quiera alcanzará el valor de su existencia y sus obras serán su vida, y ésta memoria para Dios eterno. Y pasará un día y otro día, y un año y otro año, y el siglo, y su edificio permanecerá para siempre porque ése es su querer, su obrar bueno. Y quien hace en vida esto, ya es en el Reino del Cielo. Mas ¡Ay! de aquellos que no quieren y en un momento, como el malo, prenden, queman y pasan quitando lo bueno.

     Dicho que hubo estas palabras, Judas Iscariote le dijo:

     -Dinos, pues, cual es el juicio y en qué consiste el error y el acierto.

     A este propósito Jesús contestó:

     -Escuchadme bien; oíd lo que os digo: Un hombre vive obrando iniquidad año tras año y llega el instante en que tiene voluntad de arrepentimiento y se dice: “No haré más el daño a mi semejante y obraré con él según como conmigo para siempre”. Y si en verdad su obrar es en ese siempre bueno, todo el error le es quitado y en esto está lo bueno. He aquí, pues, otro hombre que desde siempre obra lo bueno y llega el instante de su orgullo y se dice: “Haré lo contrario para conocer de las cosas el resto”. Y hace lo que no es cierto. Éste es, en verdad, el malo porque en un instante prendió, quemó y pasó de aquello que era eterno. Por esto, sabeos todos: el bien es constante; el mal inconstante. Por vosotros mismos sabréis si buenos o malos sois. Todo el que no obra la verdad, por su boca se condena. Quien la obra, Dios y los hombres dan testimonio de él y, viviéndole, lo elevan a la gloria. Vivid todos según el bien que os anuncio y no sed como el malo que muere a cada instante.

     Judas insistió:

     -Entonces, Maestro, ninguno de los hombres es bueno pues a ninguno conozco que no mude el ánimo según su conveniencia.

     Jesús le miró y le dijo:

     -Sólo es necesario para el hombre tener una conciencia de que todo error le es perdonado si se arrepiente, y haciendo esto, en el mismo error no yerra. Por tanto, se expían las culpas en el conocimiento por la voluntad de no volver a cometerlas. Siendo el alma ignorante como es y el espíritu conocedor y sabio, mientras alma descubre a espíritu y se igualan en vida, los hombres tienen la virtud de ir perfeccionando su estado. Y así, en verdad te digo, hay aquí un Hombre que tiene valor de ser uno y solo para el espíritu. Y si éste hace la obra para la que ha venido, los hombres todos serán salvos. Porque la obra esta no es de ladrillo y mortero sino de palabra, de amor eterno para todos, constante, sin cambio, sin celo, sin muerte. Así pues, sábete y sabeos esto: nadie que diga ser bueno nuble su conocimiento en un instante de miedo pues, Yo os lo declaro, quien anda cinco pasos y retrocede medio, no anduvo jamás. Mas quien en verdad supo que estaba quieto y avanzó un paso, éste hizo en verdad camino eterno. Tiempo de error es tiempo de olvido; tiempo de amor es tiempo vivo. Haced, pues, como Yo: todos los días para Mí son el mismo porque Yo no mudo, soy.

     Dicho esto, dijo Andrés:

     -¿Qué valor, pues, deben tener para nosotros los tiempos, Maestro?

     -El valor de los tiempos para los hombres es el beneficio de la conciencia del género en su generación. Del primer hombre al último todos son en el género un mismo hombre y la generación, que sois todos vosotros, hace a través de los tiempos la historia de todo cuanto es para Dios. Así pues, lo que vosotros estáis recibiendo en este tiempo que sois visitados, tiene valor de ser a través de los tiempos. Lo que hoy os es confirmado, lo confirmaréis.

     También el valor de los tiempos en los hombres es el distingo en la observación de todo lo que ha sido puesto para hacer de los hombres distinción. Cada cosa es un instante, un sentimiento, un tiempo. Recibiendo cada cosa, sabéis el tiempo.

     Dicho esto, dijo Andrés:

     -Quiero saber, señor Jesús, si la muerte del hombre es un instante sin cosas, si la muerte del hombre es la muerte del tiempo, si la muerte del hombre es un valor.

     Jesús contestó:

     -No así, Andrés, sino que son las cosas, distintas al hombre, las que llegan a la muerte para que el hombre viva constante y eterno, pues pasarán todas ellas, las que son distintas al hombre, y no serán su necesidad. Sin embargo, lo que le es propio al hombre, aquello que da nombre a las cosas, hará que el hombre sea una eternidad. Por esto, el Cielo y la Tierra pasarán pero la Palabra, que es el hombre, en él permanecerá.  Y así vivirán todas las cosas para él y de él serán para siempre jamás amén.

     Había allí uno llamado Cleofás, el cual hablando dijo:

     -¿Cuándo será el tiempo en el cual las cosas que tú dices que son ajenas al hombre, pues no son como éste, serán quitadas de su necesidad? ¿Será en un instante y para todos o esto le sucede a cada uno cuando muere?

     Jesús le dijo:

     -De cierto y en verdad te digo que llegará la hora en que todos los moradores  de la Tierra verán  el fin del mundo, mas cuando esto llegue erguíos, porque la eternidad es hecha. Mientras, todo debe cumplirse y la historia. Los últimos no tendrán memoria de los primeros, mas los primeros sí de los últimos.

     Entonces, quienes han sido poco serán en todo, y aquellos muchos, para siempre.

     Se alzó la voz de Mateo que dijo:

     -Te ruego, Maestro, expliques esto para que lleguemos a alcanzar su sentido.

     Él le contestó:

     -Nada más sencillo. Todos los hombres que han sido desde el primero hasta este último día, han constituido la esperanza pues han nacido, vivido, hasta llegar al sueño deseando ver la igualdad que desde siempre han sabido del espíritu. Y éstos serán en todo él. Mientras los que estén en pie en aquel día último, los cuales su alma ya no creerá que esto se cumple, viendo lo que todos aquellos desearon ver, serán en un instante para siempre. Y juntos unos y otros habrán cumplido el valor de ser de los tiempos.

     Mateo dijo:

     -¿Hay alguno entre nosotros que alcance ese último día?

     Jesús contestó:

     -Uno solo: Yo, que te hablo.

CON SUS APÓSTOLES EN CASA DE NICODEMO

     Palabras de Jesús a sus apóstoles en la ciudad de Jerusalén cuando estos estaban con Él reunidos en casa de Nicodemo.

     -Vosotros habéis seguido en mi camino y perseverado en mis pruebas. Vuestro ánimo ha estado firme y vuestra condición resuelta. Todos vosotros me habéis amado y sabéis de donde vengo mas ahora sabréis a donde voy porque voy a ser quitado y puesto de nuevo. Mis días expiran y con ellos los días de la plenitud de la generación. Todos los hombres van a vivir el ansia del tiempo del fin en el cual la angustia va a ser manifestada hasta el extremo de su poder. Los pueblos y las naciones van a desfallecer y su ánimo se va a quebrar como una caña.  Todos van a andar buscando a Éste que ahora se les quita hasta que de nuevo sea puesto. Y por ellos mismos no podrán hallarle más allá de su propio sentimiento, este mismo sentimiento que vosotros habéis heredado de Mí y los hombres van a heredar de vosotros. Así pues, Yo os confiero dignidad de Espíritu Santo  como el Padre celestial me ha dado a Mí. Un poco de tiempo y vosotros no me veréis; otro poco y me volveréis a ver, porque donde voy vosotros no podéis venir. Yo voy, precisamente, para que ninguno de los hombres tenga poder de ir ni conozca jamás este sitio.

     Y le preguntaron dónde era esto. Y Él dijo:                                                                    

     -A la muerte.

     Ellos todos entendieron que podrían ir con Él pues no entendían que les hablaba de la verdadera muerte, de la ausencia de ser, donde sólo el Hijo del hombre podía ir ya que,  no siendo hijo del deseo de la carne y de la sangre sino del Espíritu Creador, sólo este mismo Espíritu podría devolverlo al ser, y una vez puesto de nuevo para vida eterna, Él, el Hijo de Dios, el Hijo del hombre, haría la salvación para todos los seres que no es otra cosa que éstos no conozcan la muerte. Así les explicó Jesús qué era aquello a lo que había venido. Y dijo más:

     -Aún los ángeles del Cielo no alcanzan este misterio. Mas bien aceptan en oración que quien es el Creador se haya hecho como hombre y en el Rey de los Cielos.

     Nicodemo que estaba allí dijo:

     -Entonces ya entiendo lo que un día dijiste de cómo hay que nacer de nuevo.

EN EL TEMPLO DOS DÍAS ANTES DE SER CRUCIFICADO

     Esto dijo Jesús en el Templo de Jerusalén dos días antes de ser crucificado:

     -Toda la necesidad está manifestando en vosotros un desequilibrio, mas esta necesidad que tenéis de mi Espíritu ha de ser por siempre pues ella es que colma todas las demás. Por esto, la paz es del espíritu y alienta en el alma y vivifica el cuerpo. Quien ha entendido esto obrará su consecuencia y ella le hará alcanzar el principio eterno.

     Es preciso que en el mundo hasta el fin del tiempo sea viva la adversidad mas esto no justifica que el hombre ande en ella porque cada uno es uno y uno solo, y esto os enseño. No he venido a decir y no hacer como hacen los hipócritas. He venido a descargaros de la culpa de la generación. Yo obro amor porque soy del Amor. Soy el Amor, hijo del Amor, el que os doy para que vosotros os lo deis. Así no habrá más necesidad y todos andaréis en Mí por vosotros mismos.

     Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés y dicen y no hacen. Vendrá un tiempo en que también sobre la Palabra habrá apariencia de poder establecido por ella. Y estos postreros serán aún peores que los primeros y prostituirán la Palabra del Hijo del hombre. Y removerán tierra con tierra, agua con agua, aire con aire, fuego con fuego para imponer su impostura mas su ruina ha sido establecida por ellos mismos pues quien dice “tenemos por asiento la Palabra”, con ello ellos mismos declaran su mentira. Yo os lo digo: nadie puede estar sobre el Verbo sino que Él es sobre todo. Así pues, quienes quieran tener sobre ellos la Palabra, no digan estar sentados sobre ella.

     Hablad lo justo y obrad lo necesario, Yo os lo digo, y todo aquel que haga esto vendrá a ser primicia de espíritu para el Espíritu, y cumplimiento de la Profecía. No oigáis, pues, a nadie fuera de vosotros que diga ser sobre vosotros. Y vosotros no estéis sobre nadie y así alcanzaréis el equilibrio que es la falta de necesidad. Mas Yo os digo: mantened viva la necesidad del espíritu y sois en la eternidad.

ORACIÓN DE LOS HIJOS Y ORACIÓN DEL PADRE

 

     Así enseña el espíritu de Miriam que su oración al Padre celestial es la que todos dicen en el día eterno:

     Mi Padre que estás en el Cielo,

     Santo es tu nombre,

     en mí tu Reino,

     hecha es tu voluntad.

     Mi pan es tu Espíritu,

     perdóname como yo perdono,

     no me introduzcas en tentación

     y presérvame del Maligno. Amén.

Hijos míos que sois en mi Reino, Yo os doy un nombre santo. Venid a ser en Mí eternos. Haced vuestra voluntad en el sintiempo como en el tiempo. Yo soy vuestro pan, vuestro alimento constante. Perdonad mi misterio como Yo perdono. Y sabeos que en Mí no hay tentación de error y en vosotros no es el miedo. Sois fuera de todo mal para siempre jamás, amén.

ORACIÓN EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ

Dice Jesús de Nazaret:

     -Venid junto a Mí tú Pedro, tú Juan, tú Santiago, tú Felipe, tú Natanael Bartolmai, tú Jacobo, tú Simón y Leví, tú Judas Iscariote y tú Tadeo, y tú que fuiste el primero en verme Andrés; acercaos a Mí. Acércate tú también pequeño Juan. Acercaos vosotras Mariam, Salomé. Acércate tú Marta. Acércate tú María. Venid y compartid mi pan. Ven, ven Juan Boanerges amado, reclina tu cerviz sobre mi pecho mientras acaricio tus cabellos. He aquí la mesa de la celebración de la Pascua, del paso del Señor.

     -Señor, Tú no has pasado- dice Juan Boanerges.

     -Tú no estabas, mi amado, en el tiempo del principio. Estás ahora a mi lado oyendo el corazón de quien es antes que el tiempo, en el tiempo y después eternamente. Aquel quien tú dices que no ha pasado. Yo os lo he dicho: el Cielo y la Tierra pasarán … pero como tú dices, amado Juan, Yo no habré pasado.

     -Maestro, Maestro amado, plenitud de mis sentidos, dónde Tú vayas yo iré a tu lado, en la vida, en la muerte, siempre Señor estaré a tu lado.

     -¡Ay Simón, Simón! Antes que el gallo al alba cante, tú, Simón, tres veces me habrás negado. Y ahora venid y tomad las hierbas amargas y comed conmigo este pan ácimo y bebed conmigo este vino porque Yo os digo que uno de vosotros es diablo.

     -¿Yo, Señor?

     -¿Yo, Maestro? –decían Juan y Pedro.

     -¿Yo que te entiendo?

     Se oyeron dos golpes en la puerta y el Maestro dijo:

     -Abrid a la sabiduría de los hombres,  abrid a la necedad del entendimiento, abrid a Tomás.

     Y entrando se sentó junto a ellos. El Maestro tomando el pan lo alzó y antes de partirlo oró así:

     -Pan de los hombres de cada hambre, sáciale hoy.

     Y partiendo el pan dijo:

     -Haced esto en memoria del Hijo del hombre pues la traición entre los hombres es consumada para que sea hecha su salvación.

     -Maestro, ¿cómo es esto? –dijeron, preguntaron y pensaron cuantos con Él estaban. Y Jesús dijo:

     -He aquí, pues, que para que esta hostia sea consagrada eternamente en los hombres, por la traición del hombre es en su bautismo consumada. Así pues, quienquiera moje en mi plato el pan de la salvación, éste es el diablo.

     No hace falta narrar lo que hubo y se oyó. El silencio más silencioso que jamás existió. Y aquel Judas Iscariote mojó su pan en el plato y mirando al Maestro y comiendo dijo:

     -Me voy.

     Él entonces le dijo en voz queda:

     -Lo que tengas que hacer, hazlo pronto.

     Y se marchó. He aquí que aquellos que quedaron junto al Maestro comieron, bebieron y celebraron la Pascua. Cantaron el cántico de Moisés y el cántico de Jesús, aquel que Él enseñó cuando contaba con veinte años de edad a otros hombres y en otra Pascua junto al fuego. Y celebraron el bien y pasaron la bondad.

     Luego de esto fueron al huerto de olivos. Jesús llamó a Juan, a Pedro y a Santiago y les dijo:

     -Venid, apartémonos de estos un poco.

     Y ellos le acompañaron. Él, Jesús, una vez a solas con ellos, con Juan, Pedro y Santiago les dijo:

     -A vosotros os es dado velar. Velad por el resto mientras Yo hago oración.

     Y se alejó de ellos como a un tiro de piedra. Juan, Pedro y Santiago se acomodaron en el suelo. Mientras, Jesús alzando los ojos decía:

     -Padre, Padre, oye la voz del Hijo del hombre cómo clama justicia. Oye Padre cómo gime mi alma porque conoce el fin. El peso de la muerte ha hecho presa en el sentimiento porque el amor que me has dado Yo lo he dado a todos. Mi alma está herida de muerte. La flaqueza de Mí se apodera. El amor que me has dado, Padre, uno desde el principio, lo he hecho principio de todos. Viene sobre Mí la sombra de la muerte. Todo ha sido cumplido en el Espíritu, Padre, tan solo resta ya dar igualdad de vida, de fuerza, de espíritu a la carne y la sangre por la sangre, porque Tú así lo quieres. Cúmplase tu voluntad.

     Y así entraba en agonía. Perdió fuerza y cayendo sobre sus rodillas siguió orando:

     -Padre, la carne es débil mas el espíritu está presto. Venza el principio a lo postrero para que así todo venga a ser principio, como Yo en Ti, como Tú en Mí. Heme aquí, Padre, hombre hecho de carne, de hueso y sangre.

     Al punto caían gotas de sudor empapadas en sangre y, cayendo sobre su rostro siguió orando, arañó la tierra y dijo:

     -Padre, si quieres aparta de Mí este cáliz, mas no como Yo quiero sino como Tú.

     Y sucedió que en el éxtasis de la agonía, alzando los ojos al Cielo, gritó el nombre de Justicia y el Cielo se conmovió. Llegó Miguel y le dijo:

     -Aún es tiempo de renuncia.

     Jesús contestó:

     -Si Yo renuncio, ¿cómo pues aquellos que me dio el Padre podrán alcanzar su gloria? La obra está ya acabada mas si esta queda sin sello, ¿quién podrá reconocer a su Hacedor?

     Miguel le dijo:

     -Helos allí durmiendo. No son dignos de alcanzar tu beneficio. Son testigos de tu obra y no te han conocido. ¡Aún es tiempo de renuncia!

     Jesús le contestó:

     -Yo me consumo en la carne y la sangre y doy todo lo que a ser he venido. Su sueño, ciertamente, es un carisma inmerecido mas también es necesario que duerman para luego despertar. Ellos son el mundo heredero de la Verdad y Yo soy la Verdad de los hombres, ¿cómo renunciar de la misericordia.

     Miguel confortaba a Jesús exhortando al hombre a favor de su placer, mas la virtud del Espíritu obraba en el hombre. Jesús dijo:

     -Cuando todo esté cumplido, en el último aliento, los hombres despertarán y vivirán en la justicia y serán llenos de misericordia y dispuestos en el amor. Mi vida es luz que ilumina a todo deseo. En Mí se justifica toda la capacidad que tiene el hombre. Si Yo renuncio, el hombre habrá renunciado para siempre. Mi ejemplo y el valor de mi muerte es este: que todo hombre tenga en justicia el derecho a renunciar, mas tenga en virtud la potestad de demostrar que es capaz de amar a Dios a pesar de la muerte.

     Miguel dijo:

     -Presto a recoger el Espíritu llego delante de Ti el último día. Ellos verán la salvación que en Ti se cumple. Y he aquí que el Cielo recobra fuerza pues así plugo al Padre nuestro que toda obra lleve su sello veraz e inconfundible. Nadie podrá decir en el último día que obró mal por ignorancia pues he aquí que queda escrito: El hombre no renuncia y es salvo por el hombre.

     Jesús dijo:

     -Cierto es. Quienquiera diga desde ahora yo amo a Dios, está sellado y confirmado y su obra será medida según su amor al semejante. Ellos duermen y Yo velo, así cuando despierten de su sueño hallarán que jamás renuncié de ellos.

     Partió Miguel de su lado y Jesús caminó hacia Santiago, Juan y Pedro, y les dijo:

     -¡Despertad!... Pues llega el que me entrega.

PALABRAS DE JESÚS A PONCIO PILATO

     Palabras de Jesús al gobernador Poncio Pilato:

 

     -La paz sea contigo; ante ella estás.

     - …

     -Ningún poder hay sobre la Tierra que no venga del Espíritu. Tú no tienes ningún poder sobre Mí, no puedes darme ni quitarme. Soy Yo el que pongo y quito. Ahora la potestad se hace para que la salvación sea consumada.

     - …

     -Sí, Yo soy rey y salvador de los hombres.

     - …

     -Yo soy la Luz, la Vida y la Verdad.

     - …

     -Ante Mí son ahora los hombres porque Yo soy ante mi Padre. Él me ha ungido para que Yo os unja a todos con mi sangre, la cual va a ser derramada para remisión de pecado y vida eterna.

     - …

     -Ningún hombre sería nada, ni nada es, si la Verdad no fuese un hombre; mas siendo el Hijo del hombre, Yo que te hablo, la Verdad, todos tenéis comunión con esta Buena Nueva.

     - …

     -Tú lo dices.

     - …

     -Yo soy como Él y Él soy Yo.

     - …

     -Yo te perdono. Lo que tengas que hacer, hazlo. En Mí se cumple el espíritu de la Profecía.

RESURRECCIÓN DE JESÚS

     Luego que Él hubo muerto, José de Arimatea fue a ver al gobernador Poncio Pilato con el fin de conseguir permiso de éste para llevarse el cuerpo de Jesús y darle sepultura. Poncio Pilato preguntó a José si Él, Jesús, había muerto. José dijo:

     -Ha muerto el Rey de los judíos. Ha muerto el Rey de Israel.

     Informado pues Poncio Pilato de cuanto había acontecido en el Gólgota, mandó que se le diese el cuerpo de Jesús de Nazaret a José de Arimatea para que éste le diese sepultura según el ritual de los judíos. Pues dijo Pilato:

     -Justo es que aquel que ha muerto por la necesidad de este pueblo, cumpla en todo el designio de su deseo.

     Y así, volvió José de Arimatea acompañado por cuatro soldados romanos los cuales desclavaron el cuerpo de Jesús de aquella cruz en la cual  se había consumado el tiempo de la plenitud.

     Su cuerpo, el cuerpo del Hijo del hombre, estaba dispuesto en la muerte. Lleváronlo a casa de José de Arimatea cubierto por un lienzo. Este lienzo envolvía el cuerpo del Hijo del hombre en su totalidad y, llevado por los romanos hasta la casa de José, allí le descubrieron  y dejándole solo entre aquellos que eran de su casa se volvieron los soldados.

     Prepararon el cuerpo de Jesús para la sepultura según el ritual judío y lo pusieron en un sepulcro donde nadie antes había sido puesto. Rodaron una gran piedra y sellaron el sepulcro. Y todos ellos tristes se fueron a sus casas esperando que pasara el siguiente día el cual era de precepto, sábado, para llegarse al siguiente día a rezar junto al sepulcro.

     Aquella noche el cuerpo del Nazareno quedó sin vida. Y en el tercer tiempo de la muerte sucedió que el Poder, la Justicia, la Salud, la Luz y la Belleza se llegaron plenos de virtud, según cada cual, hasta el cuerpo de Jesús, cuerpo del Hijo del hombre, muerto. Y he aquí que alzándolo sobre el tiempo y el espacio, el Poder, la Justicia, la Salud y la Luz se hicieron en su Belleza la resurrección de la carne y la sangre alma de espíritu. Y allí la adoración de todos los que son desde el principio:

     -Jesús, Hijo de Dios, Hijo del hombre: a Ti te adoramos porque así nosotros mismos somos tu eterna adoración.

     Y todo era bueno, nuevo y eterno. Cumplido para el espíritu, la carne y la sangre y el Verbo se hizo Vida, y la Vida Poder, Justicia, Salud, Luz , Belleza por amor del Hijo del hombre a los hombres y a Dios.

     Y el testimonio se hizo en el siguiente día cuando sus discípulos vieron y oyeron al ángel que les decía:

     -No busquéis entre los muertos a Aquel que es el viviente sino id y creed, porque Él ha hecho por vosotros la salvación de toda naturaleza. Vosotros, ciertamente, no alcanzáis su misterio mas id pues su misterio ya no existe, pues el Padre es en el Hijo eternamente y así vosotros en el Hijo eternamente en el Padre. El principio inconocido y conocimiento del principio, la razón primera de la Vida, el misterio perdurable ya no tiene para el hombre ni para el espíritu razón de ser porque vive en el Hijo del hombre, en este Jesús que ha cumplido y puesto sello a la Profecía. Quienquiera, pues, desde ahora diga “creo en Dios”, sepa que Él se halla en su Hijo y Éste en los hombres que en Él crean pues creyendo en Él el hombre cree en sí mismo y por Jesús es en Dios.

     Dicho que les hubo esto se partió de ellos, y a la verdad que del pavor no acertaron a entender pues apenas si escuchaban. Pero les quedó la memoria de este hecho a Pedro y Juan. Luego ellos fueron a reunirse con el resto.

     Y en ese tiempo estaba el Hijo del hombre, en su instante, yaciendo. Muerto su pelo; su frente rasgada; sus ojos de vida, cerrados; su nariz, quebrada; su faz, magullada; su boca, hinchada; su cuello, quieto.

     Jesús –clamaron los espíritus todos tres ayes de agonía- nuestro rostro deshecho.

     Su pecho y su espalda también eran muertos, y sus brazos y sus manos, y sus piernas y sus pies. Tres ayes de agonía se hicieron sentir en el espíritu diciendo:

     -Nuestros pies y nuestras manos, nuestras piernas y nuestro pecho, nuestra espalda, todo nuestro cuerpo, muerto. Ya no somos bellos. Nuestra vida ya no es pues ha muerto nuestro cuerpo.

     Y la fuerza del misterio que cesó cuando el gozo fue hecho en la mujer, y de su belleza tomó el cuerpo, se hizo sentir en lo eterno diciendo:

     -Y será puesta eternamente la belleza de mi cuerpo donde nunca más será quien no adoró el misterio.

     Y cada uno de los espíritus, del primero que hizo sentir al tiempo hasta el último que en él vive, fueron a besar en el espacio el cuerpo del Nazareno. Y bebieron su sangre, y sorbieron su agua, y limpiaron sus cabellos, y todos tomaron parte de la resurrección de su cuerpo. Y su pelo se hizo vivo; y sus ojos, abiertos; y su nariz, recta; y sus labios de nuevo jugosos para el amor y perfectos; y su cuello , vigoroso; y su pecho y su espalda se irguieron; y se levantaron sus brazos con sus manos y sus dedos; y sus piernas y sus pies caminaron de nuevo. Y todos los espíritus dijeron:

     -El Señor es con nosotros. Él es el Verdadero.

     Y en aquella misma cueva donde el Hijo del hombre había sido puesto, llegó la Luz con un vestido de tela de espíritu nuevo, con la que cubrió el cuerpo desnudo de quien es para todos Dios eterno. Y le dijo:

     -Yo, Señor, soy Uriel. Si de mí quieres tomar esta porción de lino, póntela, porque en verdad la he traído desde siempre para este momento vivo.

     Jesús, que así es el nombre de Dios, dijo:

     -Bien es lo que haces y con tu Luz me cubro.

     Y cubrió su cuerpo desnudo con la Luz que guía al mundo, la misma que es su camino. Y era tela de tela de blanco lino. Y dijo Uriel:

     -Señor, quiero saber si el mundo conocerá, como yo, tu cuerpo desnudo.

     Jesús dijo:

     -En verdad, Luz de mi Luz, Espíritu de mi Espíritu, cuando sean como tú en Mí todos y en mi Padre uno, Yo rasgaré este lino y verán mi cuerpo desnudo.

     Puesto que se hubo puesto el lino blanco sobre su cuerpo, se halló Jesús en la Tierra para que todo tuviese cumplimiento. Al instante que la vida se hizo eterna para todos los que son su imagen y semejanza, llegó a la presencia misma de Jesús aquel espíritu que es desde el principio el perdón inmaculado, en el cual no cabe error, diciendo:

     -Dios mío, ¿por qué has conocido el sufrimiento? Porque Tú, Hijo de Dios, único y solo, has llevado todas las cosas al conocimiento. ¿Por qué, Hijo de Dios único y solo, nos has hecho conocer nuestra nada? Tu nombre es Jesús y el mío Rafael. ¿No éramos Tú y yo una Salud para el resto?

     Dijo Jesús:

     -Rafael, Rafael. Ven junto a Mí y mira mis manos, mis pies, mi costado y dime, ¿qué es esto?

     Rafael tocó sus manos, sus pies y su costado con sus dedos de Salud eterna y dijo:

     -¡Ay Jesús! Aquí obro mi virtud para siempre pues estas heridas por mí en Ti son sanadas para el resto. El testimonio son de que llevas sobre Ti el error de todos.

     Y Rafael, dejando a Jesús, dijo:

     -Queden para testimonio tus manos, tus pies y tu costado con las úlceras de la incomprensión.

     Y así se llegó Miguel diciendo:

     -Hijo del hombre, Jesús, Dios y Señor nuestro, ¿hasta cuando me tienes siendo tu Justicia en el tiempo?

     Y Jesús, contestando:

     -Gran príncipe y señor de mi Reino: cuando estas manos y estos pies y este costado no sean  el hecho cierto de los hombres, en ese momento acaba tu obra en el tiempo.

     Miguel dijo a Jesús:

     -Sabiendo yo, sabes Tú, que si esto no hubieras hecho muriendo jamás hubiera sido la salvación para mi hecho. Ahora bien, Señor Jesús, tuyo es el Reino.

     Y se fue de su lado y al instante, pues todo sucedía en el tiempo, llegó Gabriel quien dijo con voz de imperio:

     -¡Desarráigate piedra y deja paso libre al Señor que sale para vivir todos los tiempos!

     Salió Jesús del sepulcro caminando con su vestido nuevo. Su pelo seguía negro; sus ojos de paz, amor y fuego, y la Belleza se hizo eterna.

     Y allí contra el sepulcro había un huerto, y en el huerto un pequeño jardín, y en el jardín una gran piedra que sirvió para que Jesús esperase la salida del sol.

DE MIGUEL PARA CADA UNO

     Todos los días han sido para vosotros un solo y único día, un solo y único tiempo en el cual ha sido la vida una constante esperanza. Se han sucedido los momentos, los instantes para significar la diferencia que es precisa para vivir el sentimiento. Y conocisteis todas y cada una de las cosas que por vosotros y para vosotros fueron hechas. Y comprendisteis que uno es solo y en Dios una buena nueva eterna. Vuestra necesidad de justificación pasó. En un día solo fueron cumplidos todos los días al ser hallados por Quien es buscado constantemente, momento a momento y cada instante. El hombre se ha hallado a sí mismo en la conciencia del amor.  Todos sus días fueron vividos para un solo día. Este día donde es el fin de la sucesión, y en él seréis así. Y allí donde no hay sucesión de tiempo porque éste no es más, toman cuerpo espiritual todos los deseos que fueron concebidos en aquel tiempo. Estos deseos, vivos de existencia, son los buenos, los que no nacieron para dolor y son en este espíritu manifiestos. Así, pues, sabéis todos desde ahora cómo sois para siempre: una constante de realidad. Y aún más tendréis de todo aquello que vuestra facultad pensante alcanzó en su deseo pues, por añadidura, Aquel que siempre tiene uno más que el resto, nos dará a saber a vosotros y a nosotros de su propio misterio un hecho. Y así seréis todos creadores por vuestro propio poder. Decidme, si a esto estáis llamados a ser, ¿qué hacéis en vuestra vida de esa sucesión constante en el tiempo? Un ápice de reflexión os llevará al entendimiento y éste a la virtud de la comprensión de lo que es de vuestro merecimiento la verdad. Haced, pues, este mérito para que toda incomodidad pase de vosotros. Y es que cuando el hombre vive su sueño bueno a sí mismo feliz se hace, mas no trasciende maldad a lo ajeno. Y si esta propia felicidad es a lo que estáis llamados a ser, quien alcance a este principio, que obre su mérito en la Tierra. Es posible para vosotros ser así durante muchos momentos, durante muchos instantes, durante muchos días en la constante de ese día vuestro. Y si el hombre tiene un único poder, que es hacer que en él se cumpla la voluntad de Dios… ¡hágase!, y hallaréis que no hay renuncia en ninguna conquista. Así degustaréis por un instante, un momento en el día de vuestro tiempo, lo que estáis llamados a ser en aquel día donde no hay sucesión de tiempo porque éste no es.

JESÚS RESUCITADO CON SUS APÓSTOLES I

     Palabra de Jesús de Nazaret a sus apóstoles luego que Él hubo resucitado de entre los muertos:

     -He aquí que ahora el número está completo porque cuando Yo estaba con vosotros eráis doce, como las doce tribus de Israel,  y para cumplimiento de toda palabra dicha por el Espíritu de mi Padre celestial a través de sus ángeles a quienes hizo depositarios de su Espíritu. Ahora Yo estoy en vosotros y somos doce porque uno que era del número vuestro y que nunca fue, ha dejado su sitio para hallar el propio, aquel en el que nunca fue, ni era, y es ahora por siempre y eternamente uno por mi resurrección. Porque, ¿quién iba a entregar a los hombres al Hijo del hombre a la muerte siendo alguien? Y así, pues, quien lo hizo, nadie era. Alma, un cuerpo de carne y sangre y con espíritu vomitado de mi boca para alcanzar la justa medida de su acto que en el mío se cumple, pues así como he vivido la única muerte, así como he mortificado la única vida, así doy la plenitud con mi resurrección a quien me deja su puesto. Él, que nunca es, ni era, ni estaba para ser más allá de un vómito de mi Espíritu, lo tiene eternamente en la plenitud junto al Hijo del hombre.

     Somos, pues, el número justo, vosotros conmigo, pues quitada ha sido la mentira y puesta en la Verdad.

Aquel Judas, a quien llamáis traidor, es ahora un motivo para vosotros de ejemplo de cuanto no debéis hacer. Los hombres se traicionan unos a otros y ante el espíritu no tienen mayor pena ni castigo que aquel que el propio le da al ajeno, y en alcanzando el perdón del ofendido se acaba la pena y el castigo del uno y del otro. Mas he aquí que el Hijo del hombre debía ser entregado a los hombres para muerte y desde la traición. Pero siendo el Hijo del hombre el Hijo de Dos, no podía ser entregado por un hombre con espíritu que no fuese por el mismo Dios vomitado y así perderse el alma de un individuo eternamente por esto. Aquel que entregó al Hijo del hombre se entregó en el Espíritu de Dios pues a Éste también entregaba a los hombres. He aquí, pues, la condición de una conciencia de plenitud en el acto: cuando vio el error dijo “Fuera yo para siempre”. Y fue y se ahorcó. Y en justicia el único que lo hizo sin delito porque era un vómito del Espíritu, en el Espíritu que al instante se halló pleno de ser lo que no era. Así pues, vosotros sabéis desde ahora este hecho singular en la historia. Vosotros, los once, que tanto llorabais, ahora sabéis que nada podíais hacer contra lo establecido, porque en verdad os digo que antes del tallo, la flor y el fruto, es necesario que la semilla, principio de todo ello, muera. Y así os lo digo: quienquiera de vosotros haga traición a su semejante con mentira, toda la pena que le causareis se hará por cien en vosotros, porque conocéis la semilla, porque habéis vivido con el tallo, porque habéis degustado el perfume de la flor y ahora vais a comer el fruto que es la vida, como aquel que ahora no está y su sitio ocupo.

JESÚS RESUCITADO CON SUS APÓSTOLES II

     Luego que les hubo dicho esto, ellos, por boca de Pedro y una vez había pasado de ellos el primer asombro, se atrevieron a preguntarle:

     -¿Es pues, Señor, que es ahora cuando llegas en tu Reino y completando el número con nosotros vamos a hacer en los hombres todo aquello que nos has enseñado durante este tiempo?

     Entonces Él les dijo:

     -Yo voy a permanecer entre vosotros para plenificaros de mi compañía durante cuarenta días, así como siendo Hijo del hombre plenifiqué la soledad del hombre en el desierto.

     Entonces Él les narró cómo en aquella soledad toda tentación fue vencida. Y se puso a enseñarles así:

     -El Hijo del hombre vino venciendo y para vencer. Yo ahora he vencido. Mi compañía se hace en vosotros una realidad, pero siendo vosotros mis apóstoles debéis cumplir con vuestras vidas hasta la consumación de la obra que os encomiendo. Y para ello, habiendo Yo vencido toda tentación desde la soledad, a vosotros os lo digo, aún cuando Yo sea quitado de vuestra vista no quedaréis solos, pues he aquí que es necesario que Yo sea en el Padre y el Padre sea en Mí y Yo en vosotros en el Espíritu Santo. Espíritu el cual en vosotros se debe hacer para que sea manifestado a los hombres y ellos vengan a conocerle por vosotros como vosotros le habéis conocido por Mí, como Yo desde el Padre. Este Espíritu que es el Todopoderoso que guarda celosamente para razón de la existencia la existencia de su razón. Debéis enseñar que tiene una razón de ser única y eterna, viva, con principio y fin, pues se ha hecho para ellos, los hombres, Hombre nuevo, bueno y eterno. Y así enseñaréis a todos con verdad. Primero enseñaréis a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a Él mismo. Segundo enseñaréis cómo aceptáis de todos y de todo una parte de su ser y no obraréis antagonismo ni discusión ni haréis guerra. Porque así como el Espíritu Santo no hizo oposición al Maligno, vosotros tampoco. Tercero enseñaréis a los hombres según la Justicia, que dice: Es mi anhelo, la necesidad y la esperanza dejar de ser tal virtud. Y los hombres entenderán por vosotros, según vuestro ejemplo, que no hacéis ni juicio ni sentencia sino que enseñáis que la mayor de las virtudes es hacer la voluntad de Dios.

     Y así, estáis en el mundo para esto y en vuestra ocupación no habrá tiempo para el lamento ni el sollozo pues en vosotros no cabe la incomprensión, pues me habéis visto y éste será vuestro testimonio, el fuerte, el inquebrantable, el veraz. Pues cuando nada tengáis que decir a aquellos que os opriman, diréis: nosotros le vimos. Y así, cuantos creyeren en vosotros me habrán visto porque creyeron a aquellos que en Mí creyeron cuando Yo les dije: Solo el Hijo conoce al Padre y le ha visto. Y así ellos también, viéndoos a vosotros me verán a Mí y en Mí al Padre.

     Y haréis el Evangelio, pues él es como el espíritu dado sin medida, y que no distingue condición de valor más allá del amor. Os digo esto para que sepáis ciertamente qué os espera porque todos habéis permanecido fieles y en vuestra reunión no ha decaído la esperanza. Ahora, Yo os lo digo, haced lo bueno.

     Hizo Él una pausa y entonces preguntó Tomás:

     -¿Cómo haremos lo bueno sin medida? Tú sabes que todas las cosas, por serlo, tienen su medida y su valor y yo te pregunto, Maestro, ¿lograremos vencer como Tú a esa única cosa, que para nosotros es semejante a tu amor, que es el miedo, Maestro, el miedo, el mismo miedo que nos hizo abandonarte, el mismo miedo que nos hace unidos? ¿Cómo, pues, haremos lo bueno temiendo equivocarnos a cada momento?

     Entonces Jesús le dijo:

     -Ninguno de entre los hombres temerá la Verdad porque la Verdad se ha hecho en el Hijo del hombre. Es, pues, que la generación por el género está en la Verdad, y siendo en ella, en ellos es. Este es precisamente el buen mensaje, el conocimiento de la Verdad.

     Como bien dices Tomás, todos los hombres temen aquello que por sí y en sí mismos no les corresponde, pero he aquí que ahora el Hijo del hombre es Verdad porque el Espíritu se ha hecho hombre. Y esto enseñaréis a todos, que, a saber, todos y cada uno de los hombres son espíritus como del Unigénito del Padre para verdad de vida eterna. Y así, quienquiera tome de la Verdad su parte y, estando en ella, goce la felicidad que llega a su plenitud cuando el miedo que produce el vacío de esta Verdad deja de ser. Id, pues, y empezando por vosotros tomad plenitud de fe porque ahora Yo me quito de vuestra vista y unos a otros os diréis al instante, ¿es verdad que ha estado entre nosotros el Maestro?

TESTIMONIO DE JUAN BAUTISTA SOBRE EL ARREPENTIMIENTO

A todos aquellos que en verdad aborrezcan el mal que es la mentira, la que esclaviza al espíritu, yo les convido a que vengan prestos a la libertad que nace de la verdad que es el Espíritu de Dios. Venid, pues, a vivir en la esperanza de esta libertad que os llega que es Verdad y Vida Eterna.

A todos aquellos que quieran alcanzar el bautismo de Espíritu Santo, yo les convido a este acto de amor por medio del arrepentimiento. El arrepentimiento no es un sacrificio. El arrepentimiento no es un acto de dolor. El arrepentimiento es arrojar de uno mismo todo aquello que no le es propio a su espíritu; es liberarse de la podredumbre que queriendo y sin querer ha tomado posesión sobre nosotros. Venid, pues, y arrepentíos. Lavaos y quedad limpios, y siendo limpios gozaos en la esperanza de nunca más ser ensuciados por la pobreza que es la mentira.

A todos aquellos que queréis gozar del placer del Reino de los Cielos, yo os convido al arrepentimiento y así alcanzaréis la primicia de este beneficio sobre la Tierra. Venid todos aquellos que estáis esperando la salvación. Y a todos aquellos que sois motivo de perdición yo os digo: arrepentíos.

Ahora vuestros ojos corren estas líneas y leen su escritura. Otros con vuestra voz las leéis para que aquellos que no saben discernir el lenguaje escrito, escuchen y sepan que la Palabra de Dios es como Él, Una. Esta Palabra ha morado hasta hoy en esta generación y la generación ha pasado, y la Tierra ha pasado, y el Cielo ha pasado pero la Palabra no ha dejado que pasarais y por Ella permanecéis. Ella os ha salvado a todos, a cuantos yo convidé al arrepentimiento porque buena era su voluntad, y aún aquellos necios de perdición también ha venido a salvar.

A todos los que habéis seguido a la encarnación de Luzbel y con él os habéis perdido, yo, Juan, vuelvo a deciros: arrepentíos. Veis, leéis y escucháis el mismo sentimiento del tiempo de la plenitud y es que la eterna Mano de Vida sigue tendida para asiros a todos  y traeros a ser como en un principio buenos, verdaderos y felices.

Yo, el espíritu de Juan, os convido a todos al bautismo del arrepentimiento en este que es el último día.

Pueblo del que es Dios, yo os bautizo en su nombre. Aquel que quiera venga y tome para sí su vestido nuevo. Nadie entrará en el Reino mientras en él haya la más mínima mentira.

En aquel tiempo dijo Jesús:

-Se os ha acercado el Reino de los Cielos. Este Reino es aquel que no está oculto. No os ocultéis vosotros pues, pues mientras tengáis algo que ocultar, no me gozaréis.

Y uno le dijo:

-Entonces pues, Jesús, ¿quién te gozará?

Él señalándome dijo:

-Ese Juan, ése que es mi amigo me goza porque nada tiene que ocultar. Es pues que Yo de él no me oculto. Quienquiera haga como él y como Yo, como Yo y como él ha obrado la ley de la profecía y su justicia. Por esto es que tú también en mi Reino. Yo hago con él lo que él conmigo y le bautizo en Espíritu Santo el primero porque él fue el último de los profetas, y el bautismo es cumplido. Nadie entrará en el Reino de los Cielos con el vestido viejo.

Este es el Evangelio Eterno con el cual sois vestidos todos aquellos que desde siempre habéis sido.

LA ASCENSIÓN DE JESÚS

     Entonces Él llegó a la casa donde se hallaba María, la que es, la que era y está siendo su madre. Con ella estaba María la Magdalena, aquella que había sido la primera en verle resucitado de entre los muertos. Con estas estaba Salomé, Marta, y era el día cuarenta desde que Él hubiese resucitado. Llegose hasta ellas vestido de lino blanco y les dijo:

     -Mujeres, que en vosotras se hizo el hombre sin edad ni condición, venid ahora a recibir sin condición la edad del hombre. Es ella la que da el conocimiento de que en todo sois su principio y su fin. Por esto los hombres sabrán por vosotras que ellos son vuestro complemento y no al revés como se cree. Yo os lo digo a ti que conoces el misterio, a ti que conoces la esperanza, a ti que conoces la fe y a ti que obras la virtud de todo esto. Me habéis tenido entre vosotras y tú, mujer, más que ninguna. Ahora debéis enseñar cómo se ama al Amor, porque solo el espíritu de hembra puede enseñar esto. Yo soy el Amor y he enseñado a amar.

     Todas ellas menos la mujer, la madre de Jesús, quedaron perplejas, embelesadas, llenas de vacío de pensamiento pues su sentimiento todo lo llenaba. Entonces la madre de Jesús, mirándoles a los ojos les dijo:

     -Veis, cuanto os he dicho de Él ahora se ha manifestado. Vosotras, en verdad, no lo creíais pero fue Gabriel, el ángel de Yahvé, quien me anunció la Buena Nueva. Vosotras, de cierto, mucho le amabais pero Él es mucho más que  ese amor vuestro. Él es Dios.

     Entonces Jesús miró la faz de María y  dijo:

     -No, mujer, sino que soy tu hijo.

     Entonces les dio su espalda y caminando unos pasos se volvió para mirarlas por última vez y ellas vieron cómo el Hijo del hombre fue elevado a los Cielos. Y sólo ellas lo vieron, lo cual narraron  a los apóstoles y éstos, por primera vez, dieron crédito a la palabra de mujer.

LA ASUNCIÓN DE MARÍA

     Contaba María noventa y cinco años de edad cuando su cuerpo quedó privado de su espíritu. Esto sucedió en la ciudad de Nazaret. Unos pocos parientes estaban presentes. Sus últimas palabras fueron:

     -¡Hijo mío, toma mi espíritu!

     Y así, los allí presentes tuvieron el gozo de ver al espíritu de María unido al Santo Espíritu de su Hijo. Al punto, el cuerpo anciano de María vio la resurrección de la carne y así, tomando la forma de la juventud que ella tenía cuando le fue anunciado la encarnación del Verbo, Verbo y Encarnación vinieron a ser uno. Y el espíritu de hembra según dice, y es, en el Libro de la Vida, ocupa el lugar de la Belleza eternamente. Amén.

URIEL A LA IGLESIA

     Yo, Uriel, a la Iglesia que está en la Tierra instituida por Jesús, el cual dijo a Pedro: “Sobre ti edifico mi Iglesia y el abismo no prevalecerá sobre ella pues ella es asentada sobre la roca verdadera, y hasta el fin y por los siglos será ella, y con celo guardará el misterio, y tendrá la llave y el poder de abrir y cerrar, de atar y desatar pues el Espíritu Santo está sobre ella”. La iglesia es cada hombre: alma, cuerpo y espíritu. Tierra.  Y en lo nuevo, nueva iglesia: alma y espíritu.  Y en lo nuevo, nueva iglesia: espíritu.  Y en lo eterno: alma, cuerpo y espíritu, es pureza.  Satanás sin iglesia.  Falta de adversidad, única carencia.  Y Dios es el Espíritu Todopoderoso que guarda celosamente para razón de la existencia de la iglesia, la existencia de su razón. Somos una iglesia: vayamos en pos de su razón.

LLEGA EL ÚLTIMO

     Todos son ya purificados, cuerpo vivo en presencia del que es Dios, Yeshúa.  A todos Él les da un nombre nuevo. Entre ellos es Dios. No hay más que el deseo cumplido, la felicidad plena. Los tiempos han concluido, la eternidad es.

     Llega el espíritu de principio por el cual todo tuvo sentimiento y sentido de ser.  Su nombre es Luzbel.  El número de todos los hijos de Dios tornan sus ojos a él, a Luzbel.  Viene de su soledad, viene solo.  Él es la nada, mas es Él.  Todos le niegan, han cerrado filas.  La legión de Yahvé no le reconoce, no le admite, le desprecia.  Todos claman un nombre, este nombre es Mentira.  Todos dicen: “¡Fuera!”.  Pero él dice: “He cumplido. Yo soy Luzbel, ¿quién como yo?”.  Y entre todos los hijos que ya son en Yahvé ninguno, en verdad, es como él.  He aquí, pues, que dice Yeshúa: “¿Quién como Yo?”.  Luzbel afirma: “Solo Tú eres, no yo”.