El Evangelio Eterno

  1. Introducción

Queridos hermanos, a todos vosotros que tenéis la gracia del entendimiento de este libro, que sois todos y cada uno de vosotros, os digo: he aquí el Evangelio Eterno. Este libro es en verdad la Palabra del Espíritu. Así pues, desde la virtud de éste debéis entender, cuando vuestros ojos lean estas líneas o vuestros oídos escuchen lo que en ellas hay escrito, que este Espíritu es el poseedor de todo lo bueno y esta bondad hace en todo aquel que así recibe el mensaje, la felicidad en su comprensión. Vais a introduciros, viviendo como estáis en el tiempo y su circunstancia, en la comprensión de la existencia de todo cuanto es.

El Evangelio Eterno se hace universal en la Humanidad. Él dice: todos sois para mí una igualdad de valor, ya que, quienquiera alcance el beneficio de mi virtud se halla a sí mismo y, en su encuentro, goza la pureza de su principio. Y hallando la existencia en él mismo, viene a ser poseedor del ser absoluto. Y así, viviendo en el tiempo y su circunstancia, la Humanidad alcanza al Espíritu. Y en esta espiritualización del sentir humano, todos los valores establecidos y que hacen a la historia su consecuencia, quedan abrogados en el sentimiento de todos y cada uno de aquellos que comprenden mi destino, al ser yo uno en ellos y en mí ellos uno.

No hay pues, más ley, no hay más profecía. Porque todo aquel que ha venido a ser en la consecuencia de este beso bueno y eterno se halla en el conocimiento de lo eternamente bueno. Y así sabréis todos y cada uno de vosotros que ya no estáis sujetos al imperio de la conservación.

A los pueblos de Israel les digo: ha pasado tu ley. Hermanos que leéis mi palabra quienes os preguntáis quiénes son los pueblos de Israel: sabeos que sois todos y cada uno de vosotros quienes me habéis recibido.

También os digo para que halléis la alegría, que en mi palabra no hay condena ni castigo, no hay dolor ni quebranto, no hay duda ni angustia, ya que no hay tiempo, ni ley, ni profecía. Todos tenéis en vosotros el conocimiento de la existencia. El espíritu de este mensaje que os llega es el Espíritu de Aquel que todo lo contiene y os dice que, siendo vosotros igual a Él, estáis en el Paraíso gozando de la plenitud de la libertad y en la ausencia del sacrificio. Ni una sola condición se hace. Sólo, pues, es la vida, el amor, el estado de este principio.

A todos aquellos que tenéis la gracia de haberme recibido, yo os recibo. Ahora iniciáis la lectura de mi espíritu desde el cual os pido, para vuestro inmediato gozo, que hagáis esto desde el vuestro. Y así conoceréis por qué sois y diréis: bueno es esto.

Y en la revelación de Juan a los hombres hecha por Jesucristo se dice que una mujer, con tremendo dolor de parto, da a luz un hijo varón el cual está en peligro de ser devorado por el dragón. Pero éste, el dragón, no ha llegado a tiempo porque el tiempo fue velado a sus ojos.

Porque todos los moradores de la tierra desconocían el espíritu de la mujer que con dolor de conciencia alumbraba a quien es, para salvación de todos, el Evangelio Eterno.

Esta mujer, cuyo espíritu tiene por nombre Miriam, es coronada con una diadema de doce estrellas porque su triunfo ha sido por Dios establecido, no por hombres juzgado.

2. El libro de la Vida

Y el Verbo era el Espíritu de Dios. Y éste es el misterio perdurable de la eternidad. Y este Espíritu es el Todopoderoso que guarda celosamente para razón de la existencia la existencia de su razón.

Y el Verbo creó el individuo. Y era su número siete, que son los espíritus de Dios creados de su pureza y nacidos para dar vida. Y siendo ellos solos en el principio, la “Nada” era su compañía. Y eran sus nombres Luzbel, en quien todos se complacían admirando su belleza.

Y allí era el sintiempo, siendo de éste el fin cuando el verbo de Luzbel dijo: “¿Quién como yo?” La razón de sus palabras son la vida del individuo.

Y aquí tuvo nombre el que sin saberlo era para Justicia. Y sabiendo éste su virtud dijo: “¿Quién como Dios?”.

He aquí que otro de los siete espíritus de Dios era en su vigor útil al tiempo y dijo: “Dios en mí sana la ignorancia aparecida”.

Allí habló el cuarto espíritu cuyo nombre es Crosel y le había sido dado crear el

tiempo.

Se alzó ante el tiempo el verbo del quinto espíritu cuyo nombre es Raismael y es su virtud recibir en sí mismo todo el conocimiento de lo sucedido en el tiempo.

Allí se oyó el verbo del espíritu llamado Ninfatael y dijo: “Por Luzbel hemos conocido de donde hemos sido creados, mas por Luzbel conocemos lo que somos”.

Allí se oyó la voz del espíritu de Yahvé cuyo nombre es Gabriel, que dijo: “Así como en el legado que el Padre deja en mí, he de devolver al Padre el préstamo de su poder”.

Fue allí, pues, cuando el Verbo habló por sí mismo a aquellos espíritus nacidos de Él y dijo: “Pedidme y Yo os daré”.

Y fue el primero en hablar Luzbel y dijo: “Haz de mí salir para vida criaturas de mí mismo, para que así tenga yo donde encontrarme en Ti mismo”. Y así lo hizo el que es Dios. E hizo una legión de espíritus los cuales son llamados hijos de Luzbel.

Habló Miguel y dijo: “Tú que eres, te pido que hagas para tu gloria una legión de luz tuya en la cual sea el gozo y el agradecimiento”. Y así lo hizo. Y fue puesto junto a Miguel la luz de Él, cuyo individuo se llama Uriel.

Allí habló Crosel, Raismael y Ninfatael diciendo: “No hagas de nosotros semejantes sino guárdanos para el sintiempo”.

Allí habló Gabriel y, habiéndole sido dado el poder, anunció la presencia del Unigénito del Padre en la forma visible del espíritu, el cual tiene por nombre el Verdadero, el Salvador, Yechsúa. Y éste mismo, desde sí mismo, dijo a Rafael: “Pídeme lo que te pluga porque ello te es concedido”.

Dijo así el que es como la Salud: “El perdón te pido, Padre creador mío”.

Allí habló el que es el Verídico: “He aquí que os muestro quien soy”.

Y creó las siete moradas que desde el principio son en su existencia. E hizo Tronos, Potestades y Principados. Y al número de los siete les fue dado tener poder y mandato sobre aquello que de ellos y por ellos había sido creado. Y a Miguel le dijo: “ Tú eres el príncipe de este ejército”.

Y eran Luzbel y sus hijos bellos en sumo grado. Mas he aquí que todo tenía sentido y sentimiento de ser.

Y habló el Santo Espíritu y dijo: “He aquí que voy a crear una forma de existencia contrapuesta a la vuestra”. Y llamó por su nombre a Uriel y le dijo: “Hágase la luz”. Y la luz iluminó. Y he aquí que vieron todos los espíritus el Universo.

Habló Crosel y dijo: “He aquí que han pasado miríadas de tiempo y nuestra existencia es antigua”. Mas el que es el Omnipotente no cesaba de crear.

En esto llegó Luzbel y habló a Dios diciendo: “Haces esta creación para causa mía y ventura porque veo en ella hermosura. Pero falta vida de la Vida”.

Llegó el que es Gabriel y congregando a los espíritus les anunció esta revelación: “He aquí que el Padre pondrá vida sobre la tierra (Universo) y sacando de la misma hijos de ella misma les dará espíritu hecho a nuestra imagen, según nuestra semejanza, al tiempo que Él mismo morará entre ellos en carne y nosotros le adoraremos”.

Súbitamente nació la soberbia en Luzbel y dijo: “Sólo al Padre adoraré, jamás al Hijo, puesto que éste es como uno de nosotros”. Y anunciado esto se retiró de su presencia Gabriel. Y fue llamado por el Espíritu que es Dios el Arcángel Miguel y le fue dado arrojar de su morada a Luzbel y sus hijos dándoles por cobijo el Universo. Y dijo Yechsúa: “He aquí que en el fin del tiempo, no solo serás escarnio de arrepentimiento ante el Unigénito del Padre, sino que por tu error das lugar a que el espíritu de hembra nazca y ella sea madre de la vida y aplaste tu sinrazón con el calcañar de su pie. Y sea su espíritu quien ocupe tu morada donde nunca volverás a ser, porque si tú eres la luz más bella, ella la luz más bella será”.

He aquí, pues, que Yechsúa había creado la forma de la materia. Con ella apareció el espacio y, donde antes del tiempo no había existencia, he aquí que ella se expandía sin cesar. Mas por esta virtud apareció el trabajo, siendo su primer obrero el único esclavo de la Creación, el cual por su causa era poseedor de esta morada y cuyo nombre vino a ser Beelcebul, que se traduce: engañador del Universo. Y he aquí que el Príncipe de este mundo dijo para sí: “Moraré en este ápice de creación esperando por la virtud de Crosel el efecto de toda esta causa”. Y llevó consigo a todas sus partes cuyos individuos son hijos de este príncipe. Y moraron por espacio de mil años como encadenados ya que sufrían la impotencia de su soledad. Y he aquí que el ápice de creación que tomaron por morada fue conocida en el tiempo venidero con el nombre de Gea.

Y en Gea todo era confusión y tinieblas, mas el Espíritu de Dios flotaba sobre

ellas.

Mientras esto sucedía a Luzbel y su legión, he aquí que el ministerio de Dios era instruido por aquel que le había sido dado todo el conocimiento de lo que debía ser a través de los tiempos. Entonces dijo Yechsúa a Miguel: “Di a Uriel que ilumine miríadas y miríadas de cuerpos del Universo con luz del espíritu”. Y viendo Luzbel la luz de Él puesta sobre el mundo que le había sido dado por morada, desde su libertad cometió el error cuyo nombre es agresión y, rápido cual su pensamiento, quiso borrar con tiniebla la luz de los cuerpos materiales, siendo el resultado de esta causa la aparición del “fuego” que es la luz de la materia y creador de toda energía del Universo: porque ello es hijo del bien y del mal.

Y dijo Dios: “Haya luz”. Y hubo luz. Primer tiempo.

Y aquel que le había sido dado recoger en sí todo lo acontecido dijo: “He aquí que la luz de la materia es buena”. Y pasó el siglo. Y Luzbel y sus ángeles proseguían su obra.

Y nació en la tierra, por el hálito de las energías que en principio eran del espíritu, la vida orgánica. Y como todo desde sí mismo no se alimenta por sí mismo sino que está necesitado de su semejanza que es el conjunto de las cosas, hizo esta necesidad nacer la evolución. Y he aquí que había vida contrapuesta al espíritu en su naturaleza. Y hubo tarde y hubo mañana. Segundo tiempo.

Y así la paz era del espíritu y su aliciente era la materia. Y pulularon sobre las tierras toda especie de imágenes vivientes, poseedoras de alma pero faltas de espíritu porque ellas eran insemejantes a la forma primera de toda la vida. Y fue su causa la existencia de un gozo en Luzbel pues sintióse en su libertad príncipe de las potestades del Universo. Y dijo en su razón: "He aquí, pues, que aquel anuncio que se nos hizo no veo su cumplimiento ya que todo cuanto hay carece de eternidad". Y exclamando dijo: "¡No solo en mí puso el Padre el engaño sino también en aquel Gabriel el cual anunció lo que era vano. Sabemos, pues, que no fuimos desposeídos de nuestra morada para ceguera sino para ser vigilantes del falso anuncio, puesto que, a sentir ya ha mucho tiempo en todo nuestro conocimiento, no se cumple tal anuncio".

Y dijo Yechsúa: "Hagamos al hombre según nuestra imagen, como nuestra semejanza". Y he aquí la voz de Miguel que decía: "Justo, justo, justo es el Señor Yahvé Adonai Creador".

Y viendo esto Luzbel, el cual tenía potestad sobre todas las criaturas de la Tierra, sintióse herido, naciendo así el sufrimiento. Y quiso por este sentimiento herir al hombre. Pero le había sido dado a Miguel la llave del abismo en el cual habían sido depositadas las tinieblas del espíritu. Y le fue dado llevar a esta morada a Luzbel y sus ángeles por espacio de mil años. Y así lo hizo.

Y he aquí que esta raza de espíritus era creada por la necesidad que tenía la materia para ser viva en armonía con Dios. Y les había sido dado reproducirse. Y dominaban por decreto de justicia sobre toda criatura material. Y ellos eran poseedores de todos los atributos congénitos de la materia y del espíritu.

Y dijo Yechsúa: “Elijamos de entre ellos la estirpe que en sí será de mi Encarnación”. Y fueron pareja. Y por voluntad del que Es los primeros en recibir el bautismo del espíritu. Y sus nombres fueron Adán y Eva. Y en sí fueron los primeros en todo porque en todo, en sí, se les daba venido de Dios, siendo para los ojos de los vivientes que gozan del sintiempo, la pura semejanza de estos en el tiempo.

Y Adán y Eva habitaban en la tierra de Edén -que se traduce elección-. Y Dios les dijo: "Vosotros sois los padres de los hombres porque de vosotros y por vuestra descendencia llegará el "Hijo del hombre" que es mi Hijo, el Verdadero, el Unigénito... Yo mismo desde mi Espíritu".

3. Gabriel lega el Evangelio Eterno

"Amad a Dios y dadle gloria a Él porque ha llegado la hora de su juicio" Yo soy Gabriel, el ángel de Yahvé, y he sido enviado para traerte en el tiempo del fin lo anunciado para el fin de los tiempos. He aquí, pues, que lego a tu espíritu el Evangelio Eterno, el cual es para que todo pueblo, y lengua, y tribu, y nación tomen su parte del conocimiento y vengan a ser como Uno: Aquel que Es y que era nuestro Principio Eterno. Y vivan así para siempre en Él. Y de este modo los postreros sean como los primeros copartícipes de la Verdad, Justicia, Salud, Poder, Conciencia, Luz y Belleza, todo lo cual ha sido consumado en el tiempo por el Amor, cuyo nombre es Salvación, haciéndose Él sentido y sentimiento de ser. Pues he aquí su valor: que siendo Él el que Es, viene a darnos a todos los que hemos sido una comunicación en su Único Hijo, el cual es en Él, y su Verbo, y por Éste encarnado y hecho hombre para que todos estos sean, conforme a sus preceptos, dignos de su Gracia.

He aquí pues, Miriam, que yo, Gabriel, doy cumplimiento a mi ministerio con este legado que viene, que es y que era Evangelio Eterno para que todo Aquel que creyere no venga a juicio, pues en su cumplimiento el Hijo del hombre es manifiesto a toda criatura y el misterio de Dios es consumado. Y para que todos sean santificados en la Verdad os anuncio su nombre: Yeshúa.

"Yo soy la resurrección y la vida: quien cree en Mí aunque muera revivirá. Y todo viviente y creyente en Mí no morirá jamás. ¿Lo crees tú?".

Legado de Gabriel

4. Anunciación y nacimiento de Juan

Bajo el Imperio Romano, siendo Octavio emperador y Herodes el Grande rey de Judea, en la ciudad de Nazaret de Galilea vivía una joven del linaje de David cuyo nombre era María. María estaba prometida en matrimonio a un joven de su mismo linaje de oficio artesano, era carpintero, el cual respondía al nombre de José. Y sucedió que tres meses antes de que ambos contrajesen matrimonio, he aquí que el ángel Gabriel fue enviado por Dios a visitar a María, quien al verle quedó llena de asombro pues no sabía de donde le venía este portento. Entonces Gabriel le dijo:

- No temas, María, llena de gracia; el Señor es contigo. He aquí que vas a concebir en tu seno y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús.

Entonces María dijo al Ángel de Yahvé:

- ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?

El Ángel de Yahvé respondió y dijo:

- El Espíritu Santo vendrá sobre ti y su virtud se encarnará en ti. Por eso el Santo ser que nacerá es el Hijo de Dios.

Entonces María dijo:

- Soy la sierva del Señor; séame hecho según tu palabra.

Y el ángel Gabriel la dejó. Apenas hubo recobrado el ánimo María quiso contar lo sucedido a sus padres y parientes pero la voz del Ángel de Yahvé le dijo: "No hagas esto pues aún no conviene que nadie lo sepa sino tu parienta Isabel, la cual te está esperando. Ella está en este conocimiento. Ella, la llamada estéril, en su vejez ha concebido un hijo y está ya en el sexto mes. Así pues, en los próximos días irás a visitarla con motivo de este evento. Una vez allí te quedarás hasta que su hijo haya nacido. Luego regresarás y contraerás matrimonio con José". Y María hizo todo lo que el Enviado le había dicho.

Así fue como transcurridos siete días María se llegó, acompañada por unos pocos parientes y amigos, a la ciudad donde por aquel tiempo vivía Isabel y su esposo el sacerdote Zacarías. Esta ciudad era Ain-Karim, situada al Oeste de Jerusalén. Una vez allí, entrando María en la casa de Isabel y estando las dos solas, María saludó a Isabel, la cual respondió en voz alta y dijo: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno!". Y añadió: "Dichosa tú por haber creído porque tendrá cumplimiento lo que se te dijo de parte del Señor". Y María dijo: "Glorifica mi alma al Señor porque ha mirado la pequeñez de su sierva. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque en mí se hace conforme lo que dijera a nuestros padres en favor de Abraham y posteridad para siempre".

Siete días antes de que Isabel diera a luz, el Ángel de Yahvé les mandó que se trasladasen a Jerusalem pues allí debía nacer el hijo de Zacarías. Éste e Isabel así lo hicieron y una vez en Jerusalem y estando con ellos María, al séptimo día nació el que debía preparar al pueblo de Israel la llegada del Hijo del hombre. Así le fue dicho al sacerdote Zacarías por el Ángel de Yahvé cuyo nombre es Gabriel, cuyo espíritu se le hizo manifiesto nueve meses antes un día en que Zacarías estaba de servicio en el turno de su clase. Pues entrando en el Santuario del Señor fue cuando tuvo esta revelación: "No temas -le dijo el Ángel-. Tu mujer te dará un hijo al que pondrás por nombre Juan. Él será grande delante del Señor. Jamás beberá vino ni bebida embriagante pues será colmado del Espíritu desde el seno de su madre. Y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios. Caminará delante de Él para convertir al pueblo y tenerlo bien dispuesto para recibir al Señor". Como quiera que fuese Zacarías dudó de la palabra del Enviado y éste le dijo: "Por haber dudado quedarás mudo hasta el nacimiento de Juan".

Una vez hubo nacido Juan en Jerusalem, al octavo día y siguiendo el precepto se reunieron en casa de Zacarías parientes y amigos para circuncidar al niño y querían darle el nombre de su padre, pero entonces la madre dijo: "No, su nombre ha de ser Juan". Ellos se extrañaron pues no había nadie entre sus familiares que llevara este nombre al punto que decidieron consultar a Zacarías tal decisión. Éste permanecía mudo y escribiendo en una tablilla puso: "Juan es su nombre". Al punto pudo hablar y bendijo al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. E hizo manifiesto a todos los presentes todo cuanto a él le había acontecido de parte de Dios. Luego que hubo acontecido todo esto, María se volvió a Nazaret pues era llegado el tiempo de contraer matrimonio con José.

Se celebraron las bodas y una vez solos María y José, ésta le narró su estado. José no daba crédito a lo que oía y turbado por aquel hecho y no queriendo delatarlo se dispuso a despedirla en secreto, pues la amaba desde la niñez y no le deseaba el oprobio de las gentes. José salió al campo siete noches seguidas tratando de ver cual sería la mejor solución a su problema, pues estaba grandemente apesadumbrado. Y en la séptima noche, un ángel de Dios se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa porque su concepción es en verdad del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús porque Él es el salvador del mundo”. Cuando José despertó del sueño hizo como el ángel de Dios le había mandado y recibiendo a su esposa habitó con ella sin que la conociera. Esto hizo el joven José que a la sazón contaba con veintitrés años, siendo los de su esposa María diecisiete.

5. Levantamiento de Judas “El Galileo”

En aquel tiempo se promulgó un edicto de César Augusto para que se hiciera el censo de todas las tierras sometidas y tuteladas por el Imperio Romano. Esto se hizo notorio en toda Galilea y en Judea. Aprovechando este motivo se alzó en sublevación un tal Judas "el Galileo", el cual llegó a formar un pequeño ejército con el que llegóse hasta Jerusalem y puso "sitio" al Templo. Los romanos no quisieron intervenir en el asunto hasta ver qué resolvían los propios judíos. Entre estos había un joven rabino llamado Gamaliel, de la secta de los fariseos, de extraordinaria inteligencia, el cual logró dialogar con el líder galileo. Ambos hombres hablaron en soledad y fue misterio su conversación mas el efecto resultante de la misma fue que Judas "el Galileo" murió crucificado en unión de ciento cuarenta y cuatro de sus seguidores a manos de los romanos, ya que a éstos les convenía tener en buena disposición a los jerarcas judíos. Pasado esto muchos trataron de saber cual había sido su conversación con el malogrado galileo pero Gamaliel sólo dio una respuesta a sus inquisidores: "El poder de Dios obra en los hombres según lo establecido por su designio. Así pues, sabeos que todo hombre que a sí mismo se hace dispensador de las grandezas de Dios, Él desbaratará todos sus planes". Y todos los doctores de la Ley y las gentes que le oyeron decir esto asentían de conformidad.

6. Nacimiento de Jesús

Y mientras todas estas cosas ocurrían en Jerusalem, en Betlehén de Judá había nacido el Hijo del hombre. Pues habiendo subido con motivo del empadronamiento José y María, ambos de la casa y linaje de David, desde su ciudad natal Nazaret de Galilea a su ciudad de estirpe para hacerse inscribir en el censo, llegó para ella el tiempo de su alumbramiento. Éste tuvo lugar en un pesebre pues no hallaron hostería, ya que la ciudad estaba repleta de peregrinos que al igual que ellos se habían congregado allí por el sabido motivo del edicto romano. Así pues, en el mes decimosegundo, en el día dieciocho del cómputo romano y entrada la tercera hora del día, nació el Hijo del hombre siendo hijo de Dios y de María.

El ángel Uriel fue enviado por Dios a dar esta buena nueva a los hombres. Estos estaban representados por un grupo de pastores que en aquella noche acamparon al raso. Uriel se hizo visible a sus ojos y les dijo: "Alegraos, pues el Primogénito de Dios ha sido encarnado y nacido de mujer en el día de hoy". Los pastores quedaron fascinados de tener esta visión pues para ellos era como si el sol alumbrara con todo su esplendor. Al punto se unieron a Uriel una centuria de ángeles, los que son llamados serajfín, que se traduce luces de la Luz de Dios. Habiéndoles sido indicado a los pastores el lugar exacto donde se hallaban el Niño con su madre María y José, éstos resolvieron ir. Y llegados que fueron encontraron el establo. Una vez dentro adoraron al recién nacido. Entre los pastores uno, por nombre Salatiel, ofreció un presente: éste era un corderillo que al igual que el Niño contaba con pocas horas. Salatiel quedó mirando la faz de aquel Niño y al instante Éste esbozó una sonrisa.

Siguiendo la tradición mosaica José y María cumplieron todo lo establecido en ella, desde la circuncisión del Niño hasta la purificación de la madre. Una vez cumplido esto el niño Jesús fue presentado en el Templo de Jerusalem. Y he aquí que había en esta ciudad un hombre anciano llamado Simeón sobre el cual era el Espíritu. Este Espíritu le había profetizado que él no vería la muerte antes de haber visto al Ungido del Señor. Así que se llegó hasta el Niño y lo tomó en sus brazos y sin dudar un instante lo alzó sobre su cabeza al tiempo que decía: "El que viene de lo alto está sobre todos pues todo le es sujeto". Y llamando a grandes voces a las gentes que por allí estaban los congregó en derredor suyo y dijo: "Este Niño es el Enviado de Dios. Él es señal de contradicción, mas ante El todos se humillan, mas por Él todos son ensalzados al tiempo". Simeón devolviendo el Niño a su madre y mirando fijamente a ésta le dijo: "Tu corazón vive gozoso mas en verdad te digo: la espada del dolor te lo hará pedazos y tu hijo es el motivo". María quedó perpleja pues no comprendía por qué le decía esto. Así pues dijo María a Simeón: "Anciano, el gozo del Señor no ha de conocer dolor, mas si he de sufrir por Él, no será en vano". Luego de esto la Familia regresó a Betlehén de Judá ya que allí José había conseguido el favor de un hombre llamado Ahasvero, el cual era también artesano carpintero. Este les acogió en su casa y allí permanecieron como seis meses.

7. Llegada de los Magos. La familia regresa a Nazaret

Por este tiempo llegaron a Jerusalem unos Magos con su correspondiente séquito. Estos buscaban al Rey de los Judíos, a Aquel que era anunciado a través de la Ley y los Profetas, diciendo que a ellos les había sido manifestado que el Mesías esperado por el pueblo judío ya moraba en el mundo. Estos magos eran procedentes de la Media y el que los encabezaba tenía por nombre Schddjar y con él otros dos cuyos nombres son Malquior y Resman. Esto sucedió a los tres meses de haber nacido el Hijo del hombre. Estos hombres fueron recibidos por Herodes el Grande el cual se hizo instruir en dónde debía ser nacido el anunciado. Sus doctos le informaron diciendo que según la profecía era en Betlehén de Judá. Así pues mandó a los magos que una vez hallaran al muchacho se lo comunicaran sin tardanza a fin de ir él también a adorarlo. Y los hombres que llegaban del Oriente se encaminaron en pos del Hijo del hombre y llegados que fueron a la ciudad de Betlehén de Judá una luz del cielo se posó sobre la casa donde estaban Jesús y María su madre. La mujer llamada María quedóse admirada de lo que allí acontecía pues Schddjar, Malquior y Resman, prosternándose ofrecieron oro, incienso y mirra. Luego partieron en silencio. Y en la noche de aquel día un ángel de Dios se apareció en sueños a estos tres hombres y les dijo: "No volváis a Herodes pues quiere matar al Niño". De esta manera, confirmando la veracidad del mensaje los unos con los otros, resolvieron regresar a su lugar de origen y así lo hicieron llenos de gozo.

Pasaron tres meses y viendo Herodes que los magos de Oriente no volvían a él se enfureció sobremanera y a espaldas del pueblo dio esta orden: "Matad a todos los niños de Betlehén y de las aldeas limítrofes comprendidos hasta la edad de dos años".

Apenas dada esta orden un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo. "Coge al Niño y a su madre y llévalos a la tierra de Egipto y permaneced allí hasta que yo os avise". Y así lo hizo José. Pasado un año de esto el rey Herodes el Grande murió. De nuevo el ángel del Señor habló a José, el cual permanecía en la tierra de Egipto con María su esposa y Jesús el hijo de ésta, y le dijo: "Prepara tu vuelta al país de Israel pues el que buscaba la vida del Niño ha muerto". Mas en el tiempo en que José, María y Jesús habían permanecido en Egipto, el Hijo de Dios había hecho pie en tierra y aprendido a caminar, con lo que se cumplía la palabra del profeta: "Del país de Egipto llamaré a mi Hijo, el cual camina sobre esta tierra". Y en todo se cumplía justicia pues al igual que el Pueblo de Dios su Hijo era llamado del país extranjero. Volvieron, pues, a Israel y temiendo ir a Judea fueron a Galilea, a la ciudad de Nazaret en la cual eran nacidos José y María.

8. Jesús cumple siete años

Una vez en Nazaret José, María y Jesús fueron bien acogidos entre parientes y amigos. Pronto José se hizo notable ante sus conciudadanos por el alto grado de su benevolencia. José era hombre de pocas palabras y, con él, María daba ejemplo de virtud y se cuidaba con esmero de su Hijo, en tanto que Éste aparentemente mostraba una predilección por José. Por lo demás, todo era común en ellos en el orden ciudadano y nada hacían que diera a entender a los nazarenos que entre ellos estaba el Reino de Dios. Pero hubo un día, cuando Jesús contaba tres años de vida sobre la tierra, en el que Éste dio una respuesta pública. Era día de sábado y José y María habían ido a la sinagoga. Jesús no entró y quedó fuera esperándoles en la puerta de la sinagoga. Y en pie, mayestáticamente serio, se hallaba Jesús. Alguien al verle en esta postura solemne le llamó la atención y acercándose al Niño le preguntó quién era. Jesús hizo un silencio. Esto llamó más poderosamente la atención del preguntante quien llamó a cuantos pasaban por allí con el fin de hacerles notar la postura de aquel niño. Cuando delante de ellos y rodeando a Jesús le volvió a inquirir: "¿De quién eres? Entonces Jesús delante del gentío y viendo venir a José, alzó el brazo y con la mano extendida señalando a José dijo: "Yo soy el Hijo del hombre". Al punto Jesús corrió hacia José y recogiose entre sus brazos. Aquel acto se hizo digno de mención entre los vecinos de Nazaret. Y no pocos fueron los que desde entonces al referirse a Jesús le llamaban cariñosamente el Hijo del hombre. Por este motivo María le preguntó a Jesús por qué había hecho esto. Jesús le dijo: "Madre, deja que Yo haga. ¿No sabes tú de dónde soy? Así pues, ¿qué preguntas?". María al oír hablar al Niño en estos términos cual si de un hombre se tratara quedó ponderando esto en su corazón, y le dijo: "¿Eres Tú o el Espíritu quien así me habla?" Jesús le contestó: "Madre, madre, ¿no sabes aún que Él y Yo somos uno?". Hubo que dicho esto salió corriendo de casa y fuese a reunirse con los demás niños. Ellos tenían la costumbre de jugar a los doctores y se ponían a narrar historias o a discutir sobre aquello que oían a sus mayores. Los primos y amigos de Jesús eran casi todos mayores que Él en edad pero Jesús les entretenía mucho pues, para sus años, disfrutaba de gran elocuencia y siempre les intrigaba con algún por qué. Y así transcurrieron dos años con lo que Jesús alcanzaba su quinto aniversario. Desde aquel día y en lo sucesivo Jesús todos los días al despuntar el alba salía de su casa e iba a orar. Y así lo hacía: "Padre, alimenta mi alma". Dicho esto un ángel del Señor se le aparecía y el Hijo del hombre adquiría todo conocimiento humano necesario para el día.

En Nazaret los días transcurrían tranquilos y apacibles. Y Jesús cumplió siete años. En este tiempo falleció la madre de Ismael, un niño de la misma edad de Jesús y amigo de éste. Ismael lloraba sin consuelo la pérdida de su madre. Luego que fueron cumplidos los ritos funerales y de regreso a casa Jesús cogió a Ismael y acercándole a su hombro le dijo: "Enjuga tus lágrimas en mis ropas y no volverás a llorar pues Yo soy un consuelo para aquellos que me quieren". Pero Ismael sólo decía: "¡Quiero a mi madre, quiero a mi madre!". Y Jesús añadió: "No llores porque tu madre sólo ha ido aderezarte una casa mejor. Si tú lloras, ella llora. O. ¿acaso no te decía tu madre siempre cosas para reír? Ven amigo, vamos a tu casa mientras reímos en el camino". E Ismael sintió felicidad pues había hallado en Jesús el descanso en la amistad, el consuelo al dolor y la esperanza de vida, pues el dolor y el placer no conocen edad.

9. Jesús con los doctos en el Templo

Todos los años por la celebración de la Pascua venían a Jerusalem peregrinos de todos los puntos del país y organizados en caravanas hacían el viaje agrupados por familias según la tribu y el linaje a que correspondían. Un año, y después que había pasado la celebración de la Pascua, Jesús permaneció en Jerusalem. Había pasado Él la noche orando y en la mañana del día se acercó a los doctores de la Ley, los cuales se hallaban en el Templo y entre ellos discutían la forma de entender los misterios de Yahvé. Y Jesús llegando donde ellos estaban les dijo: "Paz a vosotros pues entre vosotros mora la Paz". Ellos se sobrecogieron en el interior de su pensamiento al ver que quien así les hablaba no era más que un niño como de doce años, de esbelto porte y mirada piadosa. Y uno de ellos, llamado Isasí, agarrando al Niño por las ropas lo acercó hacia él con intención de acariciarle y despedirle, mas Jesús no le hizo fuerza y sabiendo qué pensaba Isasí le dijo a éste: "De cierto te digo que a ti me atraes para luego despedirme, mas no está en el hombre la potestad de atraerse la Paz, la Vida y la Sabiduría y aceptándola como de él nacida, despedirla a voluntad. Te digo en verdad, amigo, que es Dios quien acerca el Reino a sus hijos y entre vosotros permanece sin que podáis despedirlo. Porque os digo que no hizo Dios el Reino por causa de los hijos sino a los hijos por causa del Reino". El doctor de la Ley cuyo nombre es Isasí quedó admirado y dijo a Jesús: "Y dime, ¿De dónde sales tú y de quién eres? ¿Dónde están sus padres?" Jesús, mirando en derredor, dijo: "Yo vengo de un sitio donde tú buscas. Yo soy Jesús y salgo de un lugar del cual los hombres como vosotros quieren entrar y por Mí entrarán". Al oír estas palabras alzóse entre los doctores griterío y estupor y uno cuyo nombre es Nahel le dijo: "No debieras andar solo, no sea que te acontezca alguna desgracia, pues pronuncias palabras de escándalo siendo aún como eres un niño". Jesús le miró y repuso: "De cierto y en verdad te digo que Yo soy dos y es así que no ando solo porque morando en Mí está mi Padre: en Él me protejo". Al punto todos miraron buscando al padre del niño y no hallando a nadie le dijeron: "¿Dónde está tu padre?". Y El contestó: "Yo soy". Entonces uno que allí había le aseveró: "En verdad que eres extraño, mas si pretendes escandalizarnos, en cuanto a mí, lo has conseguido". Y Jesús le dijo: "A esto salí, a ser motivo de escándalo: más ¡ay de aquel que se escandaliza de Mí!".

Y el sentir de los doctores, pensadores de oficio, fue uno y dijeron a Jesús: “Si aún estás mañana entre nosotros, ven, porque queremos saber de ti”. El dijo: “Vendré, mas mañana sabréis más de vosotros”.

Y he aquí que en el día siguiente Jesús acudió al Templo y reunido con los doctores de la Ley les dijo: "Venerables pensadores, vuestra meditación es ella falta de amor y ésta es la causa de que no halléis respuesta. Cuando leáis las Escrituras hacedlo desde la ignorancia, pues bien sabéis que en vuestro estudio buscáis la aplicación de vuestra conveniencia. Y no entendéis porque negáis el entendimiento. Pues decidme, ¿quién de entre vosotros llama Padre a Yahvé?" Los doctores no comprendían el significado de esta pregunta, mas el llamado Isasí dijo al muchacho: "Dime, ¿sufres algún tormento del demonio? ¿Cómo eres tan extraño? Te declaro que jamás conocí a nadie como Tú". Jesús le dijo: "Si supieras lo que es para justicia no admitirías poder alguno fuera de Dios. Pues, ¿sabes tú discernir la luz de la oscuridad? Si tu razón te dice sí, ¿cómo te explicas ver en Mí un adversario y una necesidad? En verdad te digo: Satanás no puede vencer al Hombre pues el Hombre vive la verdad. No soy poseso del mal, del error o la tiniebla. Yo soy la Luz que vigila el camino... y éste Soy". Nuevamente hubo grande griterío entre los doctores pues sus pensamientos estaban confusos a causa de las palabras de Jesús, mas Éste les dijo: "Medid mi estatura" Ellos no comprendieron a qué les decía esto, de suerte que estaban perplejos pero no obstante uno fue y midió el cuerpo del Niño. Jesús le preguntó: "¿Cuánto da esta medida?". Dijeron: "Tres codos y un palmo". Él les dijo: "Erráis pues no conocéis que Dios da el Espíritu sin medida. Si somos, pues, hechos a su imagen, según Su semejanza, decidme, ¿cómo ponéis distancia y fin a su semblanza? Vosotros que buscáis en las Escrituras la realidad del Espíritu, ¡cómo caéis en la facilidad del engaño de la apariencia? Y ahora os digo: si alguno de vosotros desea saber de Mí, empiece por buscarme en sí mismo". Con esto los doctores de la Ley quisieron retenerle mas Él, conociendo sus intenciones, huyó de entre ellos rápido mientras les decía : "Mañana vendré a veros".

Y al siguiente día volvió Jesús al Templo. Allí estaban como de costumbre los doctores de la Ley discutiendo entre ellos. Viendo, pues, a Jesús acercarse lo recibieron con buen ánimo y con halagos. Habían acordado no escandalizar al muchacho y así le preguntaron: "¿Dónde te alojaste? Pues alguno de nosotros te hemos buscado y nadie ha sabido decirnos nada sobre ti". Jesús contestó: "Quienes son de este mundo no me conocen pues mirándome no me ven. Y vosotros sois su ejemplo pues oyéndome no me entendéis. Así pues, quienes son de este mundo me niegan". Ellos le inquirieron: "¿Qué quieres decir con esto?". Él les dijo: "Vosotros enseñáis a discernir, según la Ley, que hay Espíritu. Este es, pues, el mundo que da testimonio de Mí, el mundo que me alberga y me cobija. Si a alguno viereis de este mundo, preguntadle donde moro pues os declaro que me conoce el Espíritu". Al oír los doctores estas palabras de Jesús quedaron en asombro y meditación. Uno de ellos preguntó a Jesús y dijo: "Tú, según la edad que tienes, ya debes saber que nuestro pueblo vive en la espera del cumplimiento de una promesa de Yahvé Dios, ¿qué nos dices a esto?". Jesús miró fijamente a este doctor de la Ley y no dijo nada, pero Gamaliel, que así se llamaba este fariseo rabino, no necesitó más respuesta y en aquel mismo momento abandonó el Templo. Fuera Gamaliel se encontró con María y José. Éstos andaban angustiados buscando a Jesús. Gamaliel les indicó donde estaba y María y José encontraron a Jesús rodeado de doctores en la Ley. Entonces María dijo a Jesús: "¿Por qué has hecho así con nosotros? Tu padre y yo hemos vivido en la angustia al no hallarte entre nosotros". Jesús dijo: "Cierto es lo que dices, madre. Donde mi presencia no es advertida, toda angustia es declarada. Mas, ¿no sabías tú que conviene que Yo ande en lo de mi Padre?".

De regreso a Nazaret Jesús les narró a María y José todo lo que Él había estado haciendo durante los tres días en los que no se halló con ellos. José quiso saber de Jesús qué respuesta daba con lo hecho en el Templo de Jerusalem. Jesús le dijo: "Ves que ahora tengo doce años, uno por cada hijo de Israel. Éstos son la herencia de Abraham, al cual tienen por padre, y la Ley, aprendida de Moisés, desde la cual ejecutan sus arbitrios. Así pues, he hecho el manifiesto de mi presencia entre éstos que guardan los legados de Yahvé a través de la Ley y los Profetas. Esta jerarquía de doctos ha recibido la Palabra de la misma boca del Hijo del hombre, con lo cual quedan justificados, pues han recibido al Reino en la casa que ellos le prepararon. Siendo ellos, pues, fieles cumplidores de la tradición, también ésta debía cumplirse a su tiempo, ya que les dijo el profeta: " El Señor visitará su casa y no sabrán que es Él". Y así es lo que cumple hacer, pues toda la obra del Hijo del hombre es para que los hombres vengan a ser en el Reino del Padre Celestial. El Hijo ha entrado en casa del Padre; los que la habitaban no han sabido como. De la misma manera ellos entrarán en el Reino de la mano de Aquel que han ignorado. Entonces será su dicha pues ahora no han conocido el tiempo en que son visitados". José dijo: "Esto me confunde ... pues por una parte dices que son buenos al guardar la tradición y por otro lado que no conocen el valor de su obra ni el Espíritu por quien son sustentados. ¿Cómo es esto?" Jesús dio esta respuesta: "Digo que hasta este tiempo han sido fieles depositarios de la Palabra de Dios, pero Ésta es ahora entre ellos y viene a serles testimonio de la Verdad y esta Verdad se cumple en Mí. Por esto el valor de su obra es el fiel custodio del Legado antiguo, pero ahora Yo soy el fiel que recoge el testigo y cargo sobre mis espaldas el sobrante de sus excesos de forma que nada se pierde y sin embargo, quedan relevados, pues hasta Mí han cumplido, mas en Mí son cumplimentados. Pues hay aquí más que Abraham, Isaac y Jacob. Y esto es lo que les he mostrado a su posteridad: que el Espíritu que guardan ha tomado asiento y morada como hijo de hombre de manera que puedan escuchar la Palabra y obrando su evangelio sean salvos". Dicho esto Jesús, José quedó pensativo y manifestó abiertamente el inmenso placer que sentía al oír las cosas que Jesús le decía.

10. Gabriel visita a José en sueños

A partir de entonces Jesús daba constantes muestras de su sabiduría a cuantos por alguna razón tenían la ocasión de hablarle. Y durante aquel año que siguió, decimotercero de la vida de Jesús, José, abrumado por la gran inteligencia de su pupilo estuvo necesitado de la fuerza de Dios. Y fue que cayó un profundo sueño sobre José en el cual éste vio a Gabriel quien le dijo en estos términos: "Que la paz del Altísimo sea contigo. Yo soy desde el principio Gabriel, como el Poder de Dios. Llego a ti en virtud de obra y por voluntad de quien nos es conocido. Se ha hecho notorio ante el Espíritu tu necesidad y por esto llego a satisfacer tu deseo. Sé que andas en horas de desasosiego y que éste está producido por la Palabra la cual mora contigo de cotidiano, y, siendo como eres un hombre, el mejor entre los buenos, no alcanzas más allá porque te impones sin tú saberlo un límite y éste es el pensamiento que aflige tu espíritu. Ahora pues debes saber: la confianza viene de Dios. Por lo mismo la desconfianza solo viene dada por la mano de la ignorancia. De lo que se sigue: todo hombre desconfiado es y se hace a sí mismo esclavo del miedo, pues temiendo conocer no conoce. Así pues, confía. Nadie en virtud de la verdad se atreve a hacer juicio de sentencia, pues conociendo la sentencia del Juicio que a todos nos alcanza, los justos, y tú eres uno, son imagen viviente del perdón. Así, quien conoce la Verdad todo lo perdona y de esta manera vuelve sin tacha allí de donde salió inmaculado. Pues el tránsito en la carne y la sangre, soplo fugaz de la existencia, viene a serle liviano, pues desde el conocimiento de lo eterno la paz es alcanzada en el espíritu. Así, de esta manera, descansa José, hijo de David. El tiempo es medida de sentido pero el sentimiento es medido en valor según dure su tiempo. Así pues, si es fiado en Dios viene a ser eterno, como el amor que te hago manifiesto". Dicho que hubo esto Gabriel a José éste se despertó y, he aquí, una gran paz se apoderó de él.

11. José pide a Jesús que le hable

Pasó un año de esto y un día en el que José estaba faenando junto con Jesús en la construcción de unos reposos, tornó su mirada hacia el Hijo del hombre y le dijo: "Te pido, hijo mío, que me digas para qué has venido, pues ya tienes catorce años y nada nos muestras a tu madre ni a mí de todo aquello que he ido sabiendo de Ti". Jesús miró fijamente la faz de José emitiendo en su mirada la autoridad, el vigor y la comprensión de su Espíritu. José turbóse y quedó al momento sin fuerzas de manera que no acertaba a coordinar la palabra con el pensamiento pero todo en él era ya gozo pues había visto en aquella mirada la plenitud de Aquel que estaba confiado a sus cuidados. Y recobrando el aliento, José preguntó de nuevo: "¿Por qué no me hablas, Jesús? Pues siento hoy que tengo ansia de tu Palabra". Entonces Jesús dijo: "Bien sabía Yo a quien elegí de entre los hombres para cubrir mi Presencia en la tierra hasta el tiempo en que la Luz deba alumbrarla. Antes que tú me conocieras, Yo a ti te conocía, mas ahora, para que todo tenga justicia y cumplimiento te instruiré en la Vida. Mira José, tú cumpliste lo que mi mensajero te ordenó y creíste su palabra, mas el mérito de este valor es en ti ya que por sueños recibiste siempre al mensajero. Por esto eres grande en mi Reino. María mi madre me recibió con sumisión y gozo pero tú, José, en verdad te digo, eres el ejemplo en el cual se mirarán las generaciones pues eres la fe perfecta. Creíste a mi madre por la palabra, diciendo sí a mi mensajero cuando tú lo recibías en sueños. Eres el ejemplo y el espejo en el que se mirarán las generaciones pues en ti está la perfecta bondad del Padre, la cual es virtud en la obra de sentir amor por todo hijo. Pues no siendo tú padre en la carne y en la sangre me amas más que ningún hombre. Así debiera sentir cada ser el amor al semejante pues no me amas tú como los demás padres a sus hijos, los cuales sienten una predilección hacia ellos pues son su carne y su sangre, de manera que no hacen nada de extraordinario pues a sí mismos se aman. Tú, empero, tienes el verdadero sentimiento de amor al hijo pues, como el buen Padre, sabes que el hijo es libre de toda culpa de la carne y de la sangre. Así pues, José, tú serás llamado manso y apacible porque nada amas con ánimo de posesión sino que das amor y el que da es señor y no mendigo. Yo soy la luz del mundo y he venido a la Tierra para que ella sea iluminada. Y con esta luz sus hombres tengan la potestad de conocer el sabor de la respuesta que ilumina su ignorancia y siendo llenos de sabiduría aprendan a aprender que la Luz soy Yo y que Yo soy la Vida". Cerró su boca Jesús y apartó su mirada de José. Su cuerpo delgado y esbelto se encorvó para faenar y una sonrisa de amor afloró en sus labios. José estremecido y sin abrir su boca continuó trabajando.

12. Tiberio sucede a Octavio

En aquel año llegaron noticias de Roma y era que Tiberio había sucedido en el cetro imperial a Octavio. Galilea contaba con gran número de extranjeros por lo que los judíos miraban con malos ojos a todos los habitantes de esta región así como a los samaritanos, pues decían de ellos estar corrompidos por las influencias paganas. Por lo que el Sumo Sacerdote Anás hizo mandar emisarios a toda esta zona con el fin de ver hasta donde llegaba de hecho la apostasía entre aquellas gentes. Anás estaba en el final de su pontificado siendo el hombre más poderoso entre todos los judíos pues no solo tenía la adhesión de los fariseos, cuyo número era de siete mil, sino que además contaba con el apoyo de los saduceos que, aunque en número eran menos que los fariseos y rivales de éstos, detentaban las mayores riquezas entre los judíos. Y este no era todo el poder de Anás el cual, asimismo, se había ganado la confianza del gobernador Valerio Grato, quien veía con buenos ojos las decisiones de Anás.

13. Jesús con dieciseis años viaja por Galilea. El Tabor.

Cumplidos los diez y seis años, Jesús anunció a María su madre y a José que Él iba a emprender un viaje por toda la Galilea. Ellos, María y José, se contristaron pues hasta entonces les había permanecido sujeto. Pero Jesús dijo que era necesario que Él comenzara la preparación de su ministerio. Así se encaminó al monte Tabor que dista unos siete kilómetros al Este de Nazaret. Una vez allí y en completa soledad, Jesús oró de esta manera: "Atraigo sobre Mi la negación de toda voluntad de carne y sangre. Es voluntad de Espíritu y en Él la Verdad. Venid a mi presencia quienes sois desde el principio obra de Mi Palabra. Tú, Miguel, Juez de los hijos de Israel. Tú, Gabriel, Poder de Yahvé. Tú, Rafael, Salud del Santo Espíritu. He aquí que Yo os reclamo pues según la virtud de que os hice tomo de ella la parte de la unidad. De la Justicia un entero. Del Poder un entero. De la Salud un entero. Así el juicio del Hijo del hombre es absoluto en el ejercicio de su poder el cual es salud de salvación para todos. Venid a mi presencia Moisés y Elías, vosotros que sois el manifiesto de la Ley y los Profetas, pues he de tomar como hijo de hombre toda potestad sobre esta Tierra y los hijos de ella. Venid a mi presencia tú Abraham, fiel depositario de la Palabra de Yahvé que en Mí se cumple; tú, Isaac, ejemplo de la obediencia y tú, Jacob, padre de Judá, Rubén, Simeón, Leví, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón y Benjamín, así como de José el cual llevó mi Palabra al pueblo de Egipto de forma que conocieran mi Nombre. Pues Yo soy el que soy". Dicho esto llegóse hasta el monte Tabor Uriel y todo el lugar quedó iluminado como si el mismo Sol se hubiese aposentado sobre él. Y fue que todas las ciudades ubicadas en un radio de unos quince kilómetros percibieran este esplendor: Naím, Nazaret, Caná, Tiberíades y Magdala. Todas ellas y sus habitantes contemplaron esto por espacio de una hora. Y así fue. Luego Jesús se encaminó a Naím y entrando en la ciudad cayó la noche. Él iba buscando dónde albergarse y encontrando a una mujer le preguntó si ella conocía algún lugar. La mujer, al ver que era un joven galileo, le ofreció pernoctar en su casa diciéndole que a su marido y sus hijos les gustaría tener con quien platicar. Una vez hubieron cenado le comentaron si Él también había sido testigo de la luz vista sobre el Tabor. Jesús les dijo: "De cierto y en verdad os digo que esta luz es el presagio de una buena nueva de parte de Yahvé. Si queréis creerlo, Yo mismo me hallaba allí en esa hora. Es por esto que ando hoy aquí, mañana visitaré Caná, luego marcharé a Magdala y Tiberíades para regresar a Nazaret de donde salí. Pues al igual que a vosotros, debo anunciar que muy pronto se alzará en el Pueblo de Israel un gran profeta el cual tiene que esperar mi día, porque mío es el Día del Juicio. Ahora un poco de tiempo y llega la hora en que todo lo anunciado en la Ley y los Profetas es verificado por el Hijo del hombre". A estas palabras de Jesús aquella gente quedó en suspenso esperando oírle decir algo más. Jesús por su parte, les preguntó: "¿Qué decís a esto que acabo de narraros?" Jair, que así se llamaba el dueño de la casa, dijo: "Desde mi juventud he cumplido los mandamientos de Yahvé mi Dios y siempre he tenido la esperanza de ver manifestado su Reino sobre esta tierra. Y no sé qué pero mientras escuchaba tus palabras algo dentro de mi corazón estaba ardiendo. Te digo que no entiendo bien qué es lo que me dices pero experimento una alegría como nunca sentí hasta que tú, joven nazareno, abriste tu boca anunciando estas cosas". Luego que dijo esto Jair felicitó a su mujer por haber convidado al joven Jesús a compartir sus bienes. Por la mañana del siguiente día Jesús, después de despedirse de Jair y su familia deseándoles la paz, partió hacia Caná. La mujer de Jair abasteció a Jesús de alimentos y agua para el viaje y después de besarle las manos le dijo: "Que Dios te acompañe". A lo que Jesús contesto: "Él y Yo somos juntos, mujer. No temas por Mi pues no soy caminante que busca el camino sino el Camino en busca de caminantes. Te digo mujer que tú estás cerca del Reino pues has conocido el Camino". Luego que Jesús se hubo ido Jair y su familia se decían: "Quién será este Jesús que nos ha hecho sentir tanta dicha?" Ellos narraron a sus vecinos todo lo que aquel joven les había dicho a lo que éstos respondieron que por qué no le habían retenido más tiempo con el fin de conocerle y oír por ellos mismos las palabras y el anuncio que Él les había comunicado, a lo que Jair dijo: "Amigos, pronto un libertador se alzará entre nosotros. Tengamos, pues, fe en nuestro Dios el cual se nos ha mostrado con su luz desde el monte Tabor. Tengamos, pues, paciencia y confianza en el Señor, Dios de Abraham, Isaac y Jacob".

De camino a Caná y casi llegando a la ciudad, había allí una frondosa higuera bajo la cual se encontraba un joven, de la edad de Jesús, durmiendo apaciblemente. Durante el sueño un ángel del Señor se le apareció y le dijo: "Natanael, hijo de Tolmai, aún un poco de tiempo y serás llamado junto al Ungido de Dios". Dicho esto el ángel desapareció y Natanael despertóse sobresaltado. Luego se puso a orar al pie mismo de la higuera. Jesús estaba apostado lejos observándole sin ser visto y conociendo Él lo acontecido a Natanael se sonrió pues este vendría con el tiempo a ser uno de sus discípulos, cuando el tiempo fuera llegado. Así pues, Jesús entró en Caná de Galilea y allí también constató que todas sus gentes andaban en comentarios sobre lo sucedido pues no se hablaba de otra cosa que no fuera la gran luz que habían divisado al Mediodía de su ciudad. Jesús anunció a unos pocos que el tiempo de la plenitud era llegado y que en breve el más grande de los profetas se alzaría sobre Israel. Los que le oyeron dieron crédito a sus palabras, mas aquellos que las oían de éstos, no las alcanzaban. Pero, como quiera que fuese, en toda la ciudad se sentía el sentimiento de que algo nuevo estaba aconteciendo. Y Jesús se encaminó hacia el Levante, a la ciudad de Magdala, situada junto al Mar de Galilea. Allí recorrió toda la ciudad saludando a sus gentes. Luego fue al pequeño embarcadero y encontró un grupo de pescadores. Estos habían obtenido una buena pesca por lo que estaban de un ánimo excelente de manera que se dispusieron a almorzar. Ellos hicieron fuego en el que asaron gran cantidad de lo pescado. Al punto y cuando los pescadores se disponían a degustar su alimento, Jesús se acercó al grupo que sentados y en círculo sumaban el número de veinte y cuatro hombres. Él les dio el saludo de paz al que éstos contestaron con agrado. Jesús les manifestó tener hambre. Entonces le hicieron un hueco entre ellos y le ofrecieron de comer. Ni uno solo le puso reparos y viendo que Jesús comía con gran apetito reían jocosos. Pero nadie le preguntaba nada aunque algunos de ellos se hacían guiños y otras muecas y bromeando se lanzaban piedrecillas unos a otros. Bebieron vino y como si un pensamiento común se hubiese apoderado de ellos, hacían que por cada medida que ellos ingerían, Jesús bebiese dos, a lo que Jesús respondía alzando su vaso y diciendo: "Con una medida rebosante habéis colmado al forastero, saciando su hambre y apaciguando su sed. Dignos hijos sois del Padre Celestial el cual también colma a todo el que le pide, como vosotros habéis hechos conmigo, sin preguntar de dónde vienen ni a dónde van. Vosotros, de cierto, sois semejantes a los hijos del Reino de Dios, los cuales son nacidos para dar vida. Estos, cuando llegue el día grande de Yahvé, obrarán de suerte según vuestro hecho de gracia. Ved: Esto es igual a lo ocurrido hoy entre Mí y vosotros. Los hombres llegarán uno y cada uno, solos y separados, ante el gran Consejo de Dios cuyos miembros nadan en la abundancia del Espíritu. Y a todo aquel que les pida, ellos le darán hasta la saciedad. A saber: quitarán su soledad, le darán a comer un manjar cuyo nombre es Felicidad y una bebida que es néctar de alegría y todo ello gratuitamente, pues no preguntando ni siquiera el nombre que traen les obsequiarán con uno nuevo que es bautismo de espíritu y eternidad. Esto es lo que quiero anunciaros a vosotros que sois generosos y no os afanáis en conservar lo que se pudre sino que lo consumís mientras aún está fresco. Así pues, quiero poner en vuestro conocimiento que un aire nuevo pronto se alzará sobre toda la casa de Israel, ¡y ya ha empezado a soplar su brisa que ahora es de bonanza! Así, cuando vosotros oigáis silbar sobre la proa esta nueva, id hacia la popa pues lo primero es confirmado en lo postrero de manera que el último estado de las cosas es el verdadero, pues siendo último no puede ser alterado pues nada le sucede. Y así es en lo tocante al Espíritu en el cual todo es culminado". Dicho esto por Jesús se puso entonces en pie y les dijo: "Por cuanto habéis hecho conmigo os he dicho esto. Ahora sois testigos de esta primicia que viene de parte de Dios. Comed, bebed y alegraos porque viene el día en que el Hijo del hombre ya no será un forastero en su casa sino que en ésta albergará a todos sus hermanos con el mismo sentimiento con que hoy me habéis acogido a Mí". Con esto quiso despedirse pero ellos, estupefactos que estaban por sus palabras, le hicieron fuerza a fin de que se quedase entre ellos pues les había hecho sentir necesidad de Él. Pero Jesús les dijo: "Amigos, quedad en paz. En verdad os digo, los hombres como vosotros son los que menos me necesitan pues vuestras obras son el más fiel manifiesto de mi presencia". Y con esto les dejó y fuese caminando por la costa hacia Tiberíades. Mientras, los pescadores, despertando de su asombro cayeron en la cuenta de que ni siquiera sabían su nombre, a lo que uno de ellos dijo: "¿No dijo este joven que en el Reino de Dios no nos preguntarán ni el nombre sino que nos darán uno nuevo? Pues bien, siendo hoy nosotros como Él dijo semejantes al Consejo del Espíritu, démosle el nombre que mejor nos parezca". Y así fue que acordaron en llamarle Felicidad pues éste era el sentimiento que Él les había inspirado.

Por aquel tiempo la ciudad estaba aún construyéndose pues Herodes Antipas, hijo del fenecido Herodes el Grande, quería complacer al nuevo emperador romano y así es que a la ciudad le dio su nombre y vino a llamarse Tiberíades la que antes era llamada Genesareth. La ciudad estaba plagada de romanos que junto con los herodianos dominaban sin oposición judía toda aquella zona y en especial esta ciudad. En ella las costumbres eran mucho más licenciosas que en el resto de Palestina. Llegó Jesús a Genesareth y llegado entró en la ciudad la cual contaba con cuatro mil almas. Era ella la más populosa de cuantas habían junto al mar de Galilea. Anduvo sobre ella y viola en detalle. Había allí un grupo de ocho soldados romanos, con ellos unos pocos griegos y era su conversación sobre deudas del Imperio. Los griegos decíanles a los romanos ser mayores deudores que ellos a éstos, pues todo el saber y la gracia del Imperio era debida a la aportación de su ciencia y conocimiento. Y ufanábanse de ser los más verdaderos entre los hombres pues ellos habíanle dado al mundo el principio del pensamiento, la búsqueda de la verdad en la cual andaban. Estaban ellos entretenidos en esta conversación cuando al punto llegó Jesús y les dijo: "Salud y paz a vosotros; salve a todos". Ellos le miraron y uno de los soldados preguntándole le dijo: "¿Qué se te ofrece, judío?" Él contestó y dijo: "No ser causa de molestia a vosotros. Sin embargo, habiéndoos oído he quedado en interés en todo cuanto habéis dicho. Así pues, me gusta a mí también decir lo que sé a quienes quieren saber y si es vuestra complacencia me permito hablaros". Al oírle hablar en estos términos, dos de los soldados, riendo, dijeron: "Habla joven, he aquí pues que el Imperio te escucha". Él, fijando su mirada sobre ellos les enseñó esto: "Vosotros habláis de la verdad; vosotros del derecho, del poder y de la gloria. Y yo os digo que andáis en la confusión porque nada de ello tenéis. ¿Qué es la verdad?" -les preguntó. Uno de los griegos atrevióse a contestar diciendo: "Todo es verdad". Otro dijo: "Entonces, ¿qué es mentira?, ¿es lo falso verdadero?, ¿es lo desconocido verdadero?". Otro dijo: "Verdad es todo lo que la razón nos dice sí sin que ésta sienta repulsa". En esto uno de los soldados romanos mostró su espada y esgrimiéndola en el viento dijo: "Esta es la verdad, capaz de dar muerte o de preservarme la vida". Habló Jesús y afirmando: "Yo soy la verdad porque vosotros confundís el concierto de lo cierto pero no prevalecéis. Los unos perdisteis vuestro Imperio por creer que la verdad era el poder de la inteligencia. Vosotros perderéis el Imperio por creer en el poder del derecho. Y no es ni lo uno ni lo otro lo que prevalece sino el misterio, porque todo cuanto es, viene hecho, mas la verdad siempre es". En esto quedaron llenos de confusión y tal era el propósito al cual Jesús quería llevarles: al mismo despropósito. Entonces continuó hablándoles y les dijo esta parábola: "He aquí que un señor poderoso en extremo quiso complacerse y a todos sus siervos les puso en una ciudad. Ella era construida de tal forma que fue llamada Laberinto. Y el señor dijo a sus siervos: "Quien me encuentre, compartirá mi señorío". Y todos se pusieron a buscarle y unos se encontraban con otros y preguntábanse ¿dónde está el señor? pues ardían en deseos de hallarle y es que eran ambiciosos. Entre ellos hubo uno que parecía no buscarle. Quieto en su encrucijada nadie le preguntaba. El señor que miraba tal desconcierto, reparando en este siervo y llamándole le dijo: "¿por qué tú no me buscas?" Este contestó: "Porque esperaba que Tú me hallaras". Y esto es lo que he hecho hoy con vosotros, gentiles hermanos". Dicho que hubo esto se partió de ellos y fue a descansar llegada la noche junto al mar.

Al siguiente día, los romanos y griegos que habían visto y oído a Jesús, incesantemente narraban todo cuanto Éste les había dicho. Y aglutinando un gran número de gente fueron en su busca y aún estaba Jesús durmiendo cuando le despertaron diciendo: "Joven, joven, diles a todos estos también cosas como las que has dicho". El se despertó y viendo aquel gentío se sonrió. Alzando los ojos al cielo y en voz queda dijo: "Padre, que aún no es tiempo!" Esto lo dijo para aquel viviente que goza del sintiempo y le fue dado crearlo. No obstante, como viera que la gente se aglutinaba a su alrededor expectante de oírle decir algo, Él, alzando la voz en grito les mandó sentarse y así lo hicieron. Él quedóse de pie y empezó a hablarles: "Una sola cosa he de deciros: pronto entre vosotros y a todas las tribus de Israel se alzará la voz de un profeta que viene a anunciar lo que ya es llegado. Éste es de quien hablé ayer mismo, el que está sentado en la encrucijada esperando la voz del Señor. Porque él es hallado y viene para dar testimonio de la Verdad pues la Verdad es el que Es y halla todas las cosas. Ella está entre vosotros pero vosotros no podéis alcanzarla. Esto os enseño: sed durante este tiempo quedos y en la espera de éste que es como un puente que une al que halla y a los hallados, al tiempo que él es hallador y hallado. Cuando oigáis que una voz poderosa, como de señor, se ha alzado en el desierto, id en su busca pues quien le hallare hallará el testimonio de la Verdad y la Verdad hallará a todos quienes la deseen". Se alzaron rumores, gritos, preguntas, gran algarabía; todos querían saber y le agobiaron. El miró en derredor y reconociendo a uno de los romanos soldados le pidió que le abriera camino para poder salir de entre el gentío. Éste era centurión. Pronto reunió a unos pocos de sus hombres e hizo como Jesús le había pedido. Y así fue con ellos hasta fuera de la ciudad. Allí se despidió diciéndoles: "Os doy la gracia por vuestro servicio. Me vuelvo a mi patria. “Sabeos que moro en Nazaret". Y así emprendió en soledad el retorno.

En el camino vio gentes míseras, algunos leprosos, y les miraba con compasión. Entró en Nazaret y llegando a su casa vio a José y a María, su madre, junto con algunos parientes. Todos ellos al verle de nuevo llenáronse de alegría y decidieron hacer una fiesta en honor de su vuelta y así lo prepararon todo y convidaron a cuantos parientes y amigos tenían en la ciudad para luego de haber cenado que Jesús les narrase su viaje. Allí eran reunidas unas veinte personas. José estaba sentado en un extremo de la mesa, a su derecha estaba Jesús y María a su izquierda. Jesús les narró todo cuanto le había sucedido y luego de esto se puso a decirles: "El Hijo del hombre ha visto un país afligido, desolado, que espera ansioso ser liberado. Y es pues que el camino para esta salvación ha llegado". Salomé, la hermana de su madre, le dijo: "¿Dónde está e iremos en su busca?” El le contestó: "Dentro del corazón de cada uno está el principio de este hallazgo. Os hablo del amor. Hoy habéis, con motivo de mi vuelta, hecho un festín extraordinario pues la alegría se hace presente y es compartida por todo lo que nos es común. Ora sea el hijo, el hermano, el padre o el amigo, en él se congracia la unión del sentimiento y este es un gozo. Si el corazón lo tenéis abierto para los tales, esto manifiesta una libertad, pero si en verdad fueseis capaces de mantener este contento para con todos sin distinción, vosotros mismos no tendríais necesidad de un camino de salvación pues obrando esta virtud en vuestro corazón no os haría falta ir en busca de lo que ya poseéis, a saber, la plena aceptación del amor, siendo éste en verdad que no distingue entre lo propio y lo ajeno, siendo el camino común ya que nadie es objeto de desprecio sino sujeto de anhelante deseo. Así pues, sabed esto: el Padre Celestial desea que todos sus hijos le amen y para que ello sea conforme a su voluntad ha puesto en ellos el valor de la libertad y en medio de ellos la Verdad de Su Ser. Y así, por medio de Éste, lleguen a Él en la aceptación de tal plenitud. Con esto os digo que la única cosa que debe entristeceros es la ausencia de este amor. Y más os digo: todos tenéis la potestad de hacerlo florecer en vuestra obra de vida. Sólo con querer al forastero como al vecino, al hijo como al extraño, al sano como al enfermo lo habréis obtenido porque nadie es culpable por ser, a lo que está obligado. Así, el Hijo del hombre es inocente pues todo lo puede menos dejar de ser. Y a esto ha venido el Espíritu, a ser salvación, pues si por virtud de la libertad todo tiene sentido, por ésta misma voluntad todos tendrán plenitud de tal conciencia y desde ella salvación. Y ésta desde el amor el cual es el camino de toda justificación. Así pues, si esto practicáis ya sois salvos pues nadie es capaz de condenar a quien ama".

Acabada la reunión todos se regresaron a sus casas no sin antes haber sido reconvenidos por Jesús que guardasen como un secreto todo lo que Él les había dicho, pues este conocimiento del que les hizo partícipes no debía ser explayado al resto de la ciudad a fin de no precipitar ningún acontecimiento que fuera inconveniente y alterara el orden de lo cotidiano. Y así fue que no transcendió más allá de aquellos pocos lo expuesto por Jesús, no sólo porque cumplieron su deseo, sino que ellos mismos temían que esto les acarrease desavenencias con el resto de sus conciudadanos, pues entre ellos se decían: "Mejor nos irá callando lo que hemos creído entender que hablar a otros sobre aquello que de cierto no sabemos".

14. Juan cumple veinte años. Muerte de Zacarías.

Pasó aquel año y el siguiente y otro más. Durante estos tres años Jesús alcanzó su pleno desarrollo corporal siendo su aspecto físico agradable en sumo grado. Muchas empezaron por aquel entonces a fijarse en Él y procurar su amistad y Él no les hacía oposición. Pero era que Él siempre les hablaba de forma parabólica y esto hacía que las mujeres sintiesen mayor atracción por Él y por esto muchos varones le retiraron el saludo.

En este mismo tiempo, en Jerusalem, Juan, el hijo del sacerdote Zacarías, cumplía su vigésimo aniversario. En aquel día Juan fue al templo e hizo oración: "Heme aquí, Señor, en tu presencia a la espera de tu llegada. No desfallece mi corazón y mis espaldas están recias y mis lomos ceñidos para la batalla. Mi boca, vacía de mentira, es fiel cumplidora de tu designio. Presto estoy en esperanza de todo cumplimiento. Nada saldrá de mí que no sea depósito de tu Espíritu. Llamaré cuando Tú llames. Daré cuando Tú des. Ni un solo aliento soy fuera de tu Virtud. ¡Oh, Santo de los santos! Heme aquí en tu presencia con la fuerza del león esperando tu voz, dispuesto a devorar toda mentira. Nada haré fuera de tu deseo. Hombre soy que nada pide. Hombre soy que nada doy. Hombre soy que de Ti recibe lo que soy". Terminada la oración, Juan oyó una voz que decía: "Éste es el amigo del Santo de Dios. Él es el incorrupto cuya alma es la más fuerte y noble de cuantas son entre todos los moradores de la Tierra desde su fundación hasta su fin. Éste es el amigo del Santo de Dios. El que nunca pregunta a nadie que no sea el mismo Dios. En él la mentira no cabe. Por esto convidará de parte de Dios a que todo aquel que le pida obtenga, a saber, un fruto limpio lavado en agua de arrepentimiento. Pues sólo el que no tiene de qué arrepentirse puede llamar a los pecadores a ser preparados para la salvación". Entonces Juan dijo en su pensamiento: "¿Quién es este amigo de Dios?". Y al punto la voz que él había oído le dijo: "Tú lo eres, Juan".

Juan había sido instruido desde su más tierna infancia, según el decreto divino, por su padre Zacarías, en todo lo justo. Conocía pues la Ley de Yahvé mejor que nadie y mejor que todos la cumplía. No conocía el miedo ya que en su conciencia sólo era la verdad. Todos cuantos le conocían le respetaban al tiempo que eran cautelosos en su presencia. Pues todos los que en alguna ocasión le habían hablado oyeron de su boca esto: "Antes de dirigirme la palabra estad seguros de no mentir porque si tal hacéis yo os declaro como hijos de Satanás, y como él, no seréis oídos por mí y por tanto no existís para mí".

Volvía Juan a su casa cuando en el camino fue abordado por unos conocidos que le anunciaron la muerte de su padre Zacarías. Él, Juan, llegó junto al cadáver al que estaban preparando para la sepultura según el ritual. Juan mandó a todos los allí presentes que le dejasen solo con el muerto y aún a su propia madre la hizo desalojar del habitáculo donde yacía el viejo sacerdote. Una vez sólo clamó a Dios de esta manera: "¡Oh, Yahvé, recoge en el seno de Abraham al espíritu de tu siervo Zacarías!. Ahora permite que mi alma se aflija pues solo un hijo sin entrañas no siente el dolor del alejamiento de su honrado. Tomo del óleo de su cuerpo, que es muerte, la parte de bendición como testimonio de esta verdad inapelable que a todos llega. He aquí, pues, que me unjo en presencia de lo innegable para los hombres". Hecho esto, Juan permitió que se celebrasen los ritos funerales pero no consintió que ni una sola plañidera de oficio se sumara al cortejo fúnebre. Luego que Zacarías fue sepultado, Juan ayunó durante una semana. Terminado el ayuno habló a su madre diciéndole: "Mujer, tú que estás en el secreto sabes que jamás pregunto a nadie que no sea Yahvé y a Éste en oración. Para el fiel cumplimiento de sus Mandamientos es necesario que me digas si te es necesaria mi presencia". Isabel, su madre, le contestó: "En mi seno te concebí, mis pechos te amamantaron, en mi regazo dormiste tus sueños y en la verdad fuiste criado. Eres la alegría de mis días y en la gracia de Yahvé el descanso a mis desvelos. En ti ha quedado cubierta toda mi necesidad. Así pues, no te aflijas, hijo mío; no es mía la voluntad de tus cuidados. Mis años están cumplidos en favor de Dios y los tuyos contados en obra de su voluntad. A ésta le es necesaria tu presencia. Así, tu madre es el Pueblo de Yahvé al cual eres enviado. Prepara pues el camino a Aquel sin cuya presencia nada es. El viene en pos de ti y se te ha adelantado y al cual tú no eres digno ni de besar sus pies. Anda y cumple lo tuyo, conmigo estás cumplido". Estas palabras fueron dichas por Isabel desde el Espíritu. Y Juan, besando la faz de su madre, dijo: "Liberado soy de la obligación de tu cuidado. Voy, pues, en el cuidado de aquellos que le esperan".

Pasado un mes de la muerte de Zacarías Juan entró en la sinagoga de Aim- Karim en día de sábado y tomando la palabra les dijo: "Todos me conocéis. Sabeos, pues, que hoy hago por última vez presencia de acto en una sinagoga. Desde ahora os anuncio que el hombre debe salir al desierto, allí donde víboras y escorpiones hacen oración porque llegue el Ungido de Dios. Voy, pues, yo al desierto para exhortar a todos los ponzoñosos a librarse de su veneno y una vez lavados de su inmundicia sean dignos de recibir el Reino de Dios, el cual fue predicho por el profeta Isaías". Dicho esto les dejó y se retiró al desierto.

15. Jesús en casa de Mardoqueo

Pasó un año desde que Juan se había pronunciado por última vez públicamente en la sinagoga de Ain-Karim. Mientras, en Nazaret de Galilea ocurrió que Jesús fue a casa de Mardoqueo, comerciante en telas, con motivo de escoger para sí una con la cual hacerse un vestido. Y llegándose al lugar vio a Mardoqueo que no fiaba a unas pobres mujeres que estaban necesitadas de ropa para abrigo. Jesús se acercó y le dijo: "¿Qué te piden?". Mardoqueo contestó: "Salud, carpintero, ¿qué te trae por mi casa?". Jesús le dijo: "Un asunto de justicia por razón de tu ignorancia. ¿No oíste que todo aquel que niega auxilio al necesitado será negado ante Dios? Así pues, Mardoqueo, Mardoqueo, ¿Por qué niegas caridad a quienes a ti la piden?" Dijo Mardoqueo: "Mira carpintero que yo también como y bebo" Jesús le dijo: "Si usares tu conveniencia desde el verdadero saber, no solo hubieras dado a éstas lo que te piden sino que, en verdad, habrías hecho negocio pues hubieses recibido el céntuplo en virtud del bien. No entiendes que el alimento viene dado del favor y este favor que piden éstas también te lo pido Yo: da y recibirás, Mardoqueo". Mardoqueo comprendió la palabra de Jesús y regaló de sus bienes lo necesario. Las mujeres quedaron poseídas de admiración ante la serenidad del joven carpintero que, a la sazón, contaba con veinte años, y fueronse alegres y llenas de esperanza. Quedó solo Mardoqueo con Jesús. Preguntando Mardoqueo dijo. "¿Qué deseas, hijo de José?" El contestó: "Deseo pagar tu favor". Y tocando Jesús el brazo derecho de Mardoqueo lo repuso al instante de una parálisis que venía sufriendo desde hacía dos años. Cayó despavorido el comerciante mas cuando se repuso Jesús le dijo: "Mira, no digas a nadie cómo hallaste curación". Y así lo hizo Mardoqueo y desde aquel día se propuso firmemente atender a todo necesitado. Y regaló a Jesús tela rayada en franjas blancas y rojas y con ellas se vistió Jesús. Su símbolo era la pureza de la sangre.

16. Jesús talla un pez en sábado

Era día de Sábado y como de costumbre fue Jesús a la sinagoga para hacer oración en la común unión del sentimiento de aquellos nazarenos. Y acabado el rito establecido salió Él y los demás afuera. Era día de precepto, de descanso, mas Jesús talló en una madera la forma de un pez. Y viendo esto los demás le dijeron: "Qué haces, hijo de José?, ¿no acabas de oír que prohibe la Ley hacer toda clase de trabajo en día sabático?". Jesús miró en derredor y a cada uno de los que allí estaban y les preguntó a su vez: "¿Sabéis qué es esto?" -mostrándoles la figura del pez. Unos dijeron: "¡Aberración ilícita!". Otros: "Provocación a la santidad". Jesús les dijo. "Llegará un tiempo en que el pez no existirá pues él en su medio de vida no vive sino para comer o ser devorado. Yo os digo que vosotros sois su símbolo pues apenas hace un momento os ofrecíais en penitencia y en oración pidiendo a Yahvé que os acoja en su reino y, al punto, cuando os volvéis al mundo devoráis con vuestro celo sin perdonar un desliz para con la Ley. Mas Yo os digo que si vuestro sentimiento fuese fiel a la Ley, no hubieseis visto en esta obra una aberración ni escándalo". Y las gentes que allí estaban, expectantes e iracundas, dijeron: !Este carpintero es un ignorante, pues ¿qué nos quiere decir con esto?". Jesús alzó su semblante al cielo y dijo: "¿Veis esta infinidad? Pues os digo que toda la conocéis pues también ella es como vosotros incapaz de ofenderme. Decidme ahora, ¿por qué Yo os ofendo?" Entonces entre ellos resolvieron dejarle sin atención pues Jesús desde hacía ya tiempo no les era grato, mas por favor a José consentían en hablarle.

17. Jesús va a Betfagé: Jairo. Cántico de Jesús.

Aquel día de sábado el joven Jesús partió a Betfagé. Yendo de camino Jesús hacia Betfagé encontró a un hombre que padecía lepra mas nadie lo sabía pues este mal aún estaba en su principio evolutivo. Así pues, este hombre lo ocultaba. Jesús posó su mirada en los ojos de este hombre y le dijo: "Amigo, sábete que hay dos cosas que por más que el hombre se esfuerce no pueden permanecer ocultas. Ellas son el bien y el mal". El leproso le contestó: "¿A qué me dices esto? y, ¿quién eres Tú que así me hablas?" Jesús le respondió: "Yo soy quien te ha visto llegar y te digo esto por razón de tu temor. Sé que padeces de lepra". En el acto aquel hombre se derrumbó y cayó falto de sentido a los pies del nazareno. El joven Jesús despojó de sus ropas al leproso y sanándole le dejó. Cuando el leproso recobró el sentido viose desnudo y las ropas que junto a él estaban. Su desconcierto solo tuvo parangón en su alegría al ver que su carne había sido sanada. Y desde aquel mismo instante se propuso una sola cosa: encontrar al joven hombre que estas cosas le había hecho.

Camino de Betfagé entró Jesús en Jerusalem y en la tarde de aquel día decidió ir al zoco. Allí observó el comercio y cómo los mercaderes negociaban. Acercándose a uno de ellos le preguntó en qué precio había tasado lo que allí poseía. Ello eran hermosas telas y tapices de la Media. El mercader quedóse mirando a Jesús con extrañeza pues éste ofrecía un aspecto de hombre pobre: iba descalzo. Y le dijo: "¿Qué te importan a ti mis haberes? ¿Ni siquiera andas calzado y preguntas por éstos valores?

No eres sino un mendigo, ¿y quieres aparentar poder?" Jesús le dijo: "Mira mis pies, están sangrando pues he hecho un largo camino para llegar a ti y comprarte. Esta sangre son los denarios que yo ofrezco a cambio de lo que posees". El mercader quedó aturdido porque nada comprendía, mas Jesús le dijo: "He aquí, amigo, que yo he preguntado tu precio pues no he venido aquí a robar ni a ultrajar tus bienes. He venido a comprarte el sentimiento, mas te digo: toma conciencia y entendimiento de lo que haces". Y sacando Jesús la bolsa del dinero dio al mercader siete denarios uno a uno, diciendo: "Estos son testimonio de pago a la sinrazón de los hombres". Con todo, tomó Jesús unas telas de aquel mercader y a la vista de éste diola a unos pobres. En aquel día la extrañeza se apoderó de unos pocos pues se había dado pago a la incomprensión. Y sucedió que cuando Jesús abandonaba el zoco, dos saduceos que le habían visto obrar así parándole le preguntaron: "Dinos joven, ¿hacia dónde vas?". El dijo: "A Betfagé, pues yo soy Jesús, vengo de Nazaret como peregrino y voy en cumplimiento de un designio". Los saduceos que no salían de su asombro y los cuales son inquisidores de principio, invitaron a Jesús a que pasase la noche con ellos. Jesús aceptó y les acompañó hasta su casa. Estos le dieron a Jesús sandalias para el camino pues Él en aquella noche les había enseñado a vencer el celo diciéndoles: "He sabido de vosotros que negáis que existan ángeles, mas os digo: todo lo que se ve, se puede negar, pero lo que no se ve, eso es innegable. Sabed, pues, que nadie puede negar a Dios; tan solo aquellos que le ven esto hacen".

Y en la mañana siguiente partió y llegó a Betfagé. Aquel día, tercero de la semana, Jesús conoció Betfagé. El había ido allí a darse a conocer a un hombre llamado Jairo. Este hombre era un magistrado, jefe de sinagoga, que en aquel tiempo residía en este lugar. Jesús llegándose a su presencia le dijo: "Salud. Yo soy Jesús y vengo a ti en el nombre de mi Padre". Jairo le preguntó: "¿Quién es tu padre? ¿Le conozco?". Jesús le dijo: "Desde este momento le estás viendo. Yo soy el rey de Israel". Jairo se indignó y pensó en rasgar sus vestiduras, mas cuando iba a hacerlo Jesús le tomó las manos e increpándole con autoridad le dijo: "Escucha, hombre. Hoy mismo tu mujer, la cual está encinta, parirá una niña y con el tiempo tú me pedirás por su vida. No te aterres y ten confianza pues tú eres el primero de la casa de Israel a quien es mostrada la Luz desde la autoridad del Padre". Jairo fue conmovido en el espíritu y aceptó la palabra del joven nazareno. En la tarde de aquel día nació la hija de Jairo y Jairo supo que el Mesías moraba en la tierra. Él a nadie dijo nada de lo acontecido pues Jesús le había dicho que guardase este secreto. Ello fue para que se cumpliese la palabra dicha por el profeta: "Con mi autoridad mostraré quien Soy a quien Yo quiera, pues en todo soy el primero y el primero en ser libre":

Jesús oró en la mañana del siguiente día diciendo: "Padre, tu Luz ha sido revelada. Tu presencia ha sido admitida. El hombre ha sido justificado pues ha creído la

Palabra del Hombre. Cúmplase tu designio".

Después de esto Jesús emprendió el camino de vuelta a Nazaret y de regreso, Jesús pasó por Jerusalem. Allí se unió a una caravana que iba a Damasco y emprendieron el camino unas cien personas. Llegada la noche acamparon al raso e hicieron fuego para calentarse y formando un círculo se sentaron alrededor de la hoguera, y Jesús entre ellos. Súbitamente se puso en pie Jesús y entonó un cántico nuevo no conocido por nadie. En él se decía: "El fuego es el principio de la vida en la tierra. Aún las aguas y las nieves son partos del fuego. Y todo cuanto alienta y las piedras, del fuego se alimentan. Él es producto de la luz y de la sombra pues es luz y sombra y por él es vista la creación entera que los hombres pueden ver". Tres veces dijo Jesús este cántico. Uno de los que allí estaban le preguntó: "¿Qué nos muestras con esto?" Jesús le miró y le dijo: "Os muestro que todo lo visible lo justifica el hombre rindiéndole culto de aprobación, mas os digo que es en lo invisible donde está la verdad de la creación. Pues quienes de vosotros hayáis leído y oído las Escrituras, sabéis que Dios declara su esencia invisible pero su existencia la promete a los hombres con una existencia propia entre ellos. El fuego pues, es símbolo de Dios en estas dos naturalezas que os declaro: invisible y visible, espiritual y material. Como el fuego que es crisol que funde y purifica, que es luz que ilumina la sombra y la descubre. Así pues, sabeos que el Hijo del hombre es como el fuego, luz y sombra". Una de las mujeres que andaba en el grupo exclamó llena de gozo: "¡Bienaventurada sea la madre que te alumbró!" El la miró y sonrió y dijo: "Bienaventuradas aquellas que, como tú, entienden sin entender y saben gozar de un momento". Y alzando la voz dijo Jesús: "Escuchadme, pues por el don de la palabra hoy nos entendemos. Cantad conmigo un cántico al Señor". Y Jesús les enseñó este gozo: "Ved cuán hermoso es la común unión del sentimiento pues a éste no obliga la necesidad, mas a todos nos es necesario. Este fuego nos ha venido en la sombra de la noche. Las estrellas son testigos fieles de este contento. A muchos de vosotros os unen lazos de carne y sangre mas Yo os declaro que a todos nos une un lazo de espíritu y el Espíritu mora en vosotros y os hace en el respeto. Yo os digo, ¿a qué la envidia? ¿a qué el temor? ¿a qué el odio o la malicia o el rencor? ¿a qué producir en vuestros corazones celos de tentación?, cuando es manifiesto en este momento que es viva la comprensión en la felicidad de esta común unión en la que todos somos resueltos en alcanzar un destino juntos. Pues si somos capaces de andar en el respeto en virtud de un egoísmo, esforcémonos en la obra de vida para ser lo que somos, entendiendo que la vida es igual que el camino. Si partimos de un lugar para alcanzar un lugar, ¿a qué padecer? ¿a qué sufrir?... ¡basta amigos! seamos como ahora en la común unión de este motivo. El fuego hace luz en la sombra; el corazón ilumina la palabra. Yo camino en vosotros y vosotros en Mí. Y el destino es en nosotros pues fuera de nosotros ya no existe el camino sino la plenitud. Plenitud del Dios que es Padre y creador de todo. ¡Aleluya!".

Dicho esto pasaron la noche en un sueño apacible y en la mañana siguiente prosiguieron camino a Damasco y llegaron a la ciudad cuyo nombre es Gadara, y Jesús con ellos. Allí se puso a decir: "Acercaos todos a Mí. Haced círculo, acomodaos y escuchad". Y así lo hicieron todos aquellos que iban camino de Damasco. El abrió su boca y se puso a decirles: "Hijos de Siria e Israel, de Judá y de todas las ciudades circunvecinas: me habéis oído decir que del fuego nace la vida. Yo ahora os dejo pues he aquí que voy a reunirme con mis parientes, mas quiero que recordéis que he andado con vosotros. Vosotros no me conocíais y Yo a todos os conozco. Jamás hubo un espíritu extranjero el cual, en obra de bien fuese mal recibido por aquellos que no le conocían porque todo lo que viene de fuera, todo lo que es desconocido, es recibido con ansia de conocimiento. Y por esto os declaro que aquellos que afirman conocer el prójimo porque su convivencia es cotidiana, en nada le conocen. Mas son aquellos de los países extranjeros los que hacen un juicio de conocimiento cierto y veraz sobre sus prójimos pues son movidos por el espíritu de la necesidad de comunicación para mayor entendimiento. Vosotros me recordaréis mas Yo no os olvido. Compartisteis mi pan y el camino. Abrí mi boca y fui escuchado, y os digo: Bienaventurado todo aquel que escucha al Hijo del hombre, sea de casa o forastero. Vosotros no me conocíais y ahora me habéis visto. Id, pues, en la paz y en la luz de Dios". Un anciano le preguntó: "¿A dónde te diriges?, pues no teniendo yo hacienda propia y siendo peregrino de por vida, veo que mis fuerzas se agotan y algo dentro de mí me dice que en Ti hay vigor y calma. Dime pues dónde moras para establecerme junto a Ti". Jesús respondió al anciano: "Voy a Nazaret. Si quieres, ven conmigo. Yo te mostraré que la hacienda propia no existe sino en Uno". El anciano dijo: "¿Quién es éste?" Jesús dijo: "Alza tus ojos y mira. Todo cuanto ves y aún lo que es negado a tus ojos tiene sólo un Señor: Yo que te hablo". Esto lo dijo Jesús en voz queda de suerte que sólo aquel anciano pudo saber lo que decía. Quedó sumamente turbado el anciano. Sus juicios sobre el joven hombre cambiaron súbitamente y, sin mediar palabra, le abandonó. Jesús se despidió y fue a Nazaret.

18. En sábado Jesús y José salen al campo.

Un día de sábado era cuando me dijo Jesús: "Hombre, ven y te mostraré qué ha de ser para la paz: el Reino que os tengo preparado". Y salimos al campo juntos a pasear.

A no mucha distancia de donde solíamos vivir había un sembrado de trigo y Jesús cortando una espiga la comió y dijo: "Todo cuanto ha hecho el hombre es para su beneficio. Tuvo hambre y sembró trigo y lo comió, él y sus hijos y los hijos de sus hijos. Pero dime, el hombre por sí mismo, ¿podrá prevalecer para siempre? Cuando era solitario de él mismo cuidaba, no sembraba trigo. Mas vio que así se perdía para siempre porque él se alimentaba bien de aquello que los campos y lo que estos contienen, le deban, más su descendencia no prevalecía. Entonces sembró campos, edificó casas y ocupó lugar. Pero siempre lo mismo le faltaba: la paz. Has visto como Yo me he servido una espiga y la he comido, pero dime, hombre, ¿podrá el hombre prevalecer por sí mismo?". Yo le dije: "Mientras haya una espiga que comer, prevalecerá". Entonces Jesús mirándome dijo: "No así, sino que sólo puede prevalecer cuando no tenga necesidad". Yo le dije: "¿Cómo será esto?". Y Él contestó: "Cuando sea como el Señor que lo creó, en su paz, porque toda la necesidad viene dada de la guerra y la guerra es un parto del temor y el temor sólo vive en la ignorancia. Así pues, hombre, cuando todos conozcan el valor que en ellos hay, cuando ellos se conozcan se amarán y así prevalecerán. Es a esto que he salido, como contigo, al campo. Para esto, para mostrarles que el camino que andan buscando no se halla comiendo sino dando paz .

En aquel tiempo Él contaba 23 años. Era el día en el que yo cumplía 46.

19. Juan empieza su ministerio.

Entonces Juan fue resueltamente a lo suyo, a preparar al pueblo en el conocimiento de la verdad. E iba por todas las aldeas y ciudades que están en el camino que conduce a Betania, la cual está situada pasado el río Jordán. Él iba sólo y a cuantos encontraba les enseñaba que pronto la Luz de Salvación se hacía manifiesta al pueblo de Israel. Muchos se escandalizaban de él porque no consentía hospedarse en casa alguna, ni aún en aquellas en las que él mismo sabía que le eran ofrendadas sin interés. Y les decía: "No he salido a ser cobijado por el favor de los hombres sino a declararos que Aquel que es el dueño de la Casa me ha dicho: ve a invítales al arrepentimiento para que una vez hecho esto pueda Yo cobijarlos. Así pues, no estando yo en otra disposición, no puedo admitir nada que venga de los hombres que vaya más allá del arrepentirse".

También les enseñaba: "Este es el tiempo en el que la Palabra de Dios da testimonio por ella misma, sin necesidad de ángel o profeta. Por tanto estamos en el tiempo de la plenitud".

Y a todos cuantos le escuchaban les exhortaba a que ellos mismos divulgasen este anuncio con el fin de que las gentes se enterasen que la Palabra de Dios había hecho morada entre los hombres. Y así día tras día, mes tras mes, Juan obraba su ministerio.

Pasado el primer año de su iniciación Juan había ganado gran número de adeptos, los cuales querían constituirle en maestro suyo y que él les dejase ser sus discípulos, a lo que Juan dio una respuesta: "Esto que me pedís es imposible, mas todo aquel que no dude que mi anuncio es verdadero yo no soy quien para despedirlo. Permanezca, pues, junto a mí todo lo verdadero". Ellos no entendían qué quería decirles con esto, a lo que Juan les dijo: "No siendo yo la Verdad, doy testimonio de ella. Así pues, quien no dude de mi testimonio se hace digno de ser recibido por Ella".

Y era que Juan no dejaba de instruir a todos acerca del Reino de Dios. Y esta es la forma en que lo hacía: "Yo os declaro en el nombre de Yahvé que aquel que es el Mesías está caminando sobre esta tierra. Él es la luz y ha venido al mundo para que todo sea iluminado. Él lleva sobre su espalda el pecado del mundo. Ha venido como libertador. Así pues, es de justicia que sean salvos y libres en Él todos aquellos que libremente obren su semejanza. El espíritu de Dios es sobre Él y Él sobre nosotros. Yo, por mi parte, os digo: "¿Arrepentios y estad prestos a su palabra pues es salvación! Viene a rescatar lo perdido. Es como el fuego que todo lo purifica, como el aire que todo lo envuelve, como la tierra que todo lo sostiene, como el agua que todo lo lava. Nosotros no podemos ir a Él sin que Él antes venga a nosotros. Por esto os digo: hagámonos dignos de su llegada".

Todas estas cosas hablaba Juan a las gentes sin distinción. Y su conocimiento de la Ley y los Profetas era tal que no había entre todos los doctos de Israel nadie semejante a él. Y era que Juan hacía hermenéutica sin necesidad de escritura alguna sobre todo lo concerniente al Mesías prometido y aseguraba con gran autoridad que Éste ya era entre los hombres.

Y día tras día, mes tras mes, Juan iba creciendo en el ánimo de las gentes. Y su fama se extendía por doquier de manera que eran miles las personas que venían a él con el fin de verle y escucharle. Por aquel entonces, y eran tres los años que pasados había desde que Juan se iniciara, él se retiró al desierto por espacio de un mes. Fue a orar en soledad y así lo hizo: "Señor, ¿qué he de hacer más hasta conocer tu rostro? ¡Clamo a ti, Señor, en el desierto!" Y he aquí que la voz del Ángel de Yahvé le respondió: "Ahora todos andan buscando a Aquel que tú has anunciado. Y unos a otros se atropellan por encontrarlo. Tú ve junto al río Jordán y a todo aquel que venga a ti dale un baustimo de agua como símbolo de Buena Nueva. Y así les dirás: Yo os bautizo con agua pues es necesario a todo hombre nacer por sí mismo para encontrarse a sí mismo". A estas palabras Juan dijo: "Te ruego Señor me desveles este misterio". Entonces le fue explicado: "Es de justicia, Juan, que habiéndose hecho el Verbo carne toda carne venga a ser en el Verbo en la plena conciencia de la unión con el Espíritu del cual todos somos salidos. Pues esta es la salvación: nacer desde la libre voluntad del individuo. Y la plenitud de la justicia. ¿Quién podrá entonces mentir? ... Es pues que son en la Verdad. Y éste es el valor de tu bautismo". Juan concluyó su oración diciendo. "Amén".

A partir de entonces Juan se cubrió con un vestido hecho de pelos de camello y un cinto de piel ceñía su cintura. Y su comida fue a raíz de aquello langostas y miel silvestre.

Volvió Juan al río Jordán y daba el bautismo a todos según le era lícito de parte de Dios. Y no cesaba de enseñar que Éste era sobre la tierra. Y todos los que recibían el bautismo de agua se regresaban a sus casas llenos de esperanza. Y como quiera que a su vez repetían en los campos, aldeas y ciudades todo lo que Juan les decía acerca del Mesías, todo el pueblo estaba en suspenso pues él les había dicho: "No creáis a nadie que diga de sí mismo ser alguien; así no seréis confundidos. Porque os declaro que sólo Satanás y sus hijos dan testimonio de sí mismos. No creáis pues a quienes dicen ser y no son. Os digo: Aquel que viene del Espíritu es manifestado por Éste. Y yo mismo cuando le vea os diré: Éste es el Hijo del Dios Altísimo, el único que puede dar. Pues Él es el único que ha recibido, a saber, toda la Justicia, el Poder y la Salud. Así seréis sanados por el poder de su justicia. ¡Creedme!, porque esto se cumple en menor tiempo que tardáis en arrepentiros".

Era tanta la fama de Juan y el fervor que por él sentían las gentes que, apenas pasados sus veinte y cinco años de edad, eran más de veinte mil almas las que habían recibido el bautismo de esperanza.

En este mismo tiempo, en Nazaret de Galilea, Jesús cumplía su veinticinco aniversario desde que naciera en Betlehem de Judá. Él, en este día hizo oración: "Padre de gloria que en carne ya vives, ¡fortifica mi cuerpo!" Y una voz de ángeles dijo: "Padece el cielo fuerza pues el Padre vive en el Hijo en espíritu de obra". Oró Jesús de nuevo: "Pido a mi Padre que en los hijos del principio se obre el decreto para lo cual fueron creados". Y he aquí que el Cielo se estremeció pues todas las potestades de Dios tenían cumplimiento de igualdad en el espíritu, en la carne y en la sangre.

Y la fama de Juan el Bautista llegó también hasta Nazaret, lo que motivó a María la madre de Jesús a preguntar a Éste qué era lo que tenía dispuesto hacer sobre este asunto. Jesús contestó: "Madre, en breve iré a Juan a fin de que todo tenga cumplimiento".

20. Llega el nuevo gobernador Poncio Pilato. Bautismo de Jesús.

En aquellas fechas llegó a Jerusalem un nuevo gobernador. Su nombre era Poncio Pilato. Su llegada fue como un mal viento para los judíos pues este procurador romano llenó la ciudad e incluso el Templo de ésta de imágenes del emperador Tiberio. Ello suscitó la ira colérica de los judíos que destrozaron cuantas imágenes pudieron, lo que a su vez provocó al nuevo gobernador el cual no vaciló en dar muerte a más de cien personas. Esto ocurrió en los primeros días en que Poncio Pilato llegó a Jerusalem. Después de la matanza Pilato hizo llamar al Sumo Sacerdote Caifás con el fin de que éste asumiera en lo sucesivo la responsabilidad de su cargo y evitara cualquier altercado. Caifás, ciertamente, no fue al pretorio pero hizo saber al gobernador que nunca debió, conocedor como era de las costumbres del pueblo que se disponía a tutelar, profanar el Templo.

Todo esto llegó a oídos de Herodes Antipa, el Tetrarca, que por aquel entonces ya residía en su palacio de Maqueronte. Herodes Antipa era perfecto conocedor del derecho romano así que no tardó en enviar una epístola a Roma protestando de la conducta de Poncio Pilato. Pronto el nuevo gobernador tuvo conocimiento de este hecho de Herodes Antipa por lo que sentía hacia él gran desprecio.

Y mientras estas cosas ocurrían, Juan el Bautista se había convertido para todos los desheredados de Israel en su esperanza de salvación pues no cesaba de anunciarla. Esto empezó a preocupar seriamente a todos los potentados que ya le consideraban una amenaza para sus intereses. Y era que el pueblo entero tenía a Juan por profeta. Entonces el Sumo Sacerdote Caifás envió unos emisarios a Juan para que éste diera una respuesta de quién decía ser él, porque a unos cuantos de la secta de los fariseos y no pocos herodianos que habían pretendido recibir el bautismo, Juan les había dicho: "Hasta las víboras tienen derecho al arrepentimiento. Escupid todo el veneno y no volváis a proveeros de más iniquidad".

Así que llegó una comitiva e interrogaron al Bautista. El contestó y no negó, e hizo saber: "No soy el Mesías, ni Elías, ni profeta alguno: mas id y decidle a Caifás y a toda Jerusalem que yo soy Juan, hijo de Zacarías. En mí no cabe la mentira. Por esto, no siendo posible que yo mienta, vendrá a mí la Verdad y yo daré testimonio fiel de ella. Pues conoceré por el Espíritu de Yahvé a su Ungido, el cual es la Luz de los hombres y la Palabra de Dios. Id pues, y decidle a todo Israel que yo, Juan, no soy mas que la voz de uno que clama en el desierto. Y todo aquel que no recibe el bautismo de agua es un siervo inútil que hace sólo aquello a lo que obligado está. Id y decidle a quien os envía que yo, Juan, estoy a mi vez esperando a Aquel que anuncio, que viene y que era y el cual se me ha adelantado pues antes de que yo fuera, El es". Entonces los enviados del Sumo Sacerdote le dijeron: "Bien, pues no siendo tú ni el Mesías, ni Elías, ¿por qué bautizas?" El contestó: "No soy yo propiamente el que bautiza sino que todo aquel que cree en mí sin ser yo ni el Mesías, ni Elías, ni profeta alguno, cree en sí mismo y con su arrepentimiento da testimonio de verdad a quien de la Verdad da testimonio".

Con esto se partieron e informaron de todo detalladamente a Caifás y éste, junto con Anás, resolvió en divulgar por medio de la secta de los fariseos a toda Jerusalem y al resto de Israel que Juan era un poseso del demonio. Pero ocurría que cuanto mayor era la difamación por parte de los fariseos, mayor era también el número de hombres y mujeres que iban al Jordán para ser bautizados e instruidos en el anuncio de Juan. Hasta el punto que el mismo Poncio Pilato mandó algunos espías con el fin de ser informado de qué era en realidad lo que andaba haciendo este hombre. Fueron y vieron a Juan y luego que se informaron bien sobre todo lo que éste hacía y decía se regresaron a Pilato. Éste una vez enterado del asunto, dijo: "Dejémosle en paz pues ¿qué mal hace este hombre? Al menos hay entre los judíos uno que se encarga de despiojar al resto. No le interrumpamos su trabajo pues mientras están ocupados en lavarse no se ocuparán de otros asuntos". Y desde aquel día, aún desde la distancia, Poncio Pilato sentía cierta simpatía por Juan.

Pasó la celebración de la Pascua, la fiesta grande de los judíos, y Pilato quedó en verdad admirado de todo el ceremonial y la fe de Israel. Una semana después de la Pascua, Jesús reuniendo a José y a María su madre, les dijo: "Venid ahora a Mí. Abrazaos a mi cuerpo" Hecho esto salió de la casa con ellos y gritando: "Juan, esta es la hora del Hijo del hombre!" Al instante toda la tierra empezó a cubrirse de espesas nubes y se desató una gran tormenta que duró por espacio de tres días. Durante estos tres días y bajo la tormenta, Jesús caminó de Nazareth hasta Betania. Llegado que fue se hizo el cielo despejado y el sol lucía esplendoroso y radiante.

Juan estaba allí, en el río Jordán, como de costumbre y pronto se aglomeraron en torno suyo muchas gentes a las que Juan les impartía el bautismo. Cuando alzando los ojos vio al Hijo del hombre que caminaba hacia él. Entonces Juan dijo; "¡Miradle, es Él, la luz de salvación. Él es la Palabra de Dios de la cual yo mismo os vengo anunciando la verdad de su ser. Yo he sido enviado delante de Él, pero Él se me ha adelantado, porque Él es primicia de espíritu. Nadie puede ir a Él, por eso Él viene a nosotros. Él es el cordero inmaculado que lleva el pecado del mundo. Vosotros me tenéis por profeta ... ¡y no lo soy!; pero os declaro que Éste que viene es el cumplimiento de la profecía. Miradle pues los siglos se detienen a su paso, pues Él era antes que ellos!". Esto lo dijo Juan gritando desde el éxtasis de la alegría. Mientras, Jesús llegó a la altura de Juan y le dijo: "Calla, Juan, bautízame". Juan le dijo: "Señor, eres Tú quien me ha de bautizar. ¿Yo no soy digno de desatar la correa de tu sandalia y me pides esto?". Jesús le miró con fijeza y le dijo: "Deja, porque ahora nosotros debemos cumplir toda justicia. El Hijo del hombre ha venido a este mundo a cumplir la voluntad del Padre que es mostrar su Espíritu. Así pues, todo hombre tiene que nacer del agua de este bautismo para poder ir por él mismo al Espíritu de dónde salió. Por tanto, siendo yo el Hombre, tomo el bautismo". Entonces Juan le dijo: "Sea como Tú quieres, pues lo que Tú quieres es". Y le bautizó.

Apenas había salido Jesús del agua cuando una voz se oyó (mientras Juan veía cómo el espíritu de Yahvé era sobre Jesús) diciendo: "Éste es mi hijo, el amado, en Él me complazco". Esto lo oyeron todos los allí presentes pero sólo Juan vio al Santo Espíritu. Por esto Jesús le dijo: "Juan, Juan, en verdad te digo: ni Moisés vio lo que tú. Por esto es necesario que el Hijo del hombre nazca del agua, para que vea lo que tú has visto. Quien es verdadero la verdad viene a ser su casa y él como dueño de ella. Así es desde ahora: todo hombre y mujer tiene la potestad de venir a Mí. ¡Esto está cumplido!".

Entonces Jesús empezó a alejarse mientras Juan decía: "He ahí el Hijo de Dios".

Después que hubo pasado esto Jesús permaneció una semana en Betania y todas las mañanas iba donde Juan bautizaba. Y Juan cada día que le veía daba testimonio de Él diciendo: "Él es la palabra de Dios, escuchadle".

21. Jesús en el desierto: las tentaciones.

En aquel tiempo fue al desierto y he aquí que ayunó cuarenta días con sus correspondientes noches. Embargado de flaqueza, la fuerza hizo abandono y notose necesitado de alimento, tuvo hambre. Llegó hasta Él Satanás, quien en el principio es Luzbel, y le dijo:

- Toma, hombre, este pan que te ofrezco pues te veo hambriento.

Él le contestó:

- ¿Quién dices ser tú?

Y éste respondió:

- Yo soy uno bueno que anda los caminos saciando la necesidad y viéndote hambriento este pan te ofrezco.

Él le respondió:

- Buena obra es saciar la necesidad de aquellos que la declaran. ¿Acaso te he pedido tal sustento?

El otro replicó:

- ¿He de esperar, entonces, al hombre que ahogándose pida ser salvado para salvarle?

Jesús le dijo:

- De cierto y en verdad te digo que sólo Uno salva porque Uno sólo sabe lo que está perdido.

- Extenuado y casi muerto de hambre te veo y desprecias mi ofrecimiento.

- Estoy por mi voluntad -dijo Jesús- cumpliendo mi entrega y éste es mi ofrecimiento.

- Luego eres tú el Hijo del hombre. Pues si así es, ante tal desprecio di que estas piedras se conviertan en panes y me daré por satisfecho.

Sin mirarle le dijo:

- No sólo de pan vive el hombre sino de Verbo y sentimiento.

- Así pues, eres el Hijo del hombre a quien se debe adorar.

- No al Hijo sino al Padre en espíritu y en verdad.

Y no le miraba en ningún momento.

Entonces mostrose cual es Satanás diciendo:- ¡Basta! ¡Heme aquí! Si eres quien busco sabes quien soy. ¿Dónde está la adoración la cual te debemos?

Miróle entonces y le dijo:

- ¿Qué ofreces al Hijo del hombre?

Y éste mostróle de cuanto él es rey. Todo placer de lujuria, toda sensación, toda riqueza, y el mundo según la carne y la sangre en un placer continuo. Y hablando con la autoridad que a sí mismo se da uno mismo, le dijo Satán a Jesús:

- Todo esto es tuyo si postrándote me adoras.

Jesús, el Hijo del hombre, le dijo:

- Satanás, apártate de Mí pues sólo a Dios se adora.

Satán volvió a decir:

- Luego eres el Hijo del hombre a quien busco. Ven conmigo en el espíritu y te mostraré Ura Salim desde el pináculo del Templo.

Llegados al momento le hizo esta inquisición:

- ¿Es éste el lugar de la salvación?

Jesús le dijo:

- Éste es el centro, el principio y el fin.

- Lanza pues tu espíritu, pues no sufrirás ningún mal. Escrito está que ángeles te rodearán y te adorarán.

Jesús le dijo:

- ¡Basta ya, Satanás! Aléjate hasta tu tiempo pues el Hijo del hombre vive en el Padre en voluntad de obra y en cumplimiento.

Y se alejó hasta su tiempo acabada toda tentación. Al punto Jesús fue atendido y reconfortado por ángeles del Señor, el que es Dios. Volviose a su casa y empezó a decir públicamente:

- Yo soy el camino. Venid a Mí. Arrepentios pues aún la inocencia de los más es purificada en el crisol de mi luz y en la verdad de mi obra. Andad conmigo pues la sombra ha pasado y no me ha oscurecido.

22. Herodes encarcela a Juan.

Pronto se extendió la noticia: Juan, el hijo de Zacarías, había sido encarcelado por Herodes. Juan había denunciado repetidas veces la unión incestuosa de Herodes con Herodías que era mujer de Filipo, hermano de éste. Herodes, por su parte, había advertido a Juan que si no cesaba de acusarle lo haría arrestar. Pero a todos los emisarios de Herodes Juan los devolvía a su jefe con el siguiente mensaje:

- Id y decidle a ese perro: no te es lícito tomar por mujer a la esposa de tu hermano.

Y de esto se valió Herodes para poner en la cárcel a Juan. Pero la verdad era que tenía miedo de él porque todo el pueblo tenía al Bautista por un enviado de Dios. Y desde que Juan declaró públicamente que Israel tenía rey y éste era el Mesías prometido por Yahvé Dios a través de la Ley y los Profetas, Herodes buscaba cómo apartarle del pueblo ya que, por esta causa, mucha gente andaba agitada y llena de una gran esperanza pues veían en la figura del Bautista el principio de su salvación. Así pues, Herodes quitó a Juan de en medio. Pero el ministerio del Bautista estaba cumplido. Y aquel del cual Juan había dado testimonio diciendo: "Este es el cordero de Dios que lleva el pecado del mundo", se había hecho oír públicamente en la sinagoga de Kafarnaúm. Jesús, ciertamente, conoció la noticia del apresamiento de Juan y por este motivo dijo en Kafarnaúm mientras enseñaba:

- Desde ahora vais a ver al Hijo del hombre caminar de aldea en aldea, de ciudad en ciudad anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios, pues para esto salí, a mostrar a todos los hombres que el Reino de los Cielos se ha acercado. Pues os digo: desde el desierto están clamando mi nombre. Y oigo como soy llamado por el justo que ha sido puesto en la mazmorra del impío por causa mía, por causa de la verdad. Pero Yo haré que esta Verdad prevalezca como la luz sobre la tiniebla. Así, todo aquel que crea que Yo soy la Verdad, las tinieblas no harán morada en él. Y sabiendo que Yo soy, será en Mí. Y también él prevalecerá sobre la mentira, causa de toda perdición.

23. Muerte de Juan.

Habiendo sido puesto en la mazmorra de la fortaleza de Maqueronte, Herodes fue a visitarle. Él trataba de reconvenirle para que Juan no sufriese la falta de libertad porque le tenía respeto. Entró en la celda y despidió a los guardias. Conocía a Juan y sabía que ni aún en el pensamiento podría huir pues Juan era verdadero. Y le interrogaba: -¿Por qué, Juan - le decía - me has obligado a esto? Te he consentido todo cuanto has hecho y tú me has humillado públicamente. Nunca te he molestado. Siempre te he observado de lejos porque esperaba de ti que fueses en verdad mi anhelo. Sabes, Juan, que yo soy un esclavo del Imperio, que vivo según mi placer pero no tengo poder de voluntad. Y tú me has humillado públicamente. ¿Por qué, Juan, por qué? ¿Acaso tiene valor mi unión con Herodías? ¿Acaso es cierto que esto lleva a la muerte? Mira, Juan: te ves preso por una tontería. Entiende, entiende Juan que yo soy Herodes, rey de Judea según el legado que recibí. Tú lo has dicho: no eres siquiera el Profeta, ni Elías y me has humillado públicamente. Mira pues lo que te ofrezco, tan solo has de decir que es legítima mi unión con Herodías. Te lo pido entre ti y mí. Haz esto y saldrás libre a reunirte con la gente que te ama.

Juan, que escuchaba sentado en el suelo, levantóse súbitamente y llegándose a la altura de Herodes le dijo:

- Jamás en la Casa de Israel hubo un perro más rabioso que tú. No solo mientes ante el pueblo al cual te debes. No sólo me mientes a mí. No sólo a ti te mientes sino que ultrajas el nombre de Yahvé. De aquí hasta mi muerte, desde esta mazmorra, gritaré de día y de noche tu infamia. Porque eres en verdad un digno descendiente de Herodes el llamado Grande, del cual es de público conocimiento, de dominio del pueblo, que se dijo de él que era preferible ser su cerdo que su hijo. Mas quien lo dijo, sin saber en verdad lo que decía, acertó plenamente. Porque en verdad te digo: cualquiera que ande a cuatro patas es más digno, más limpio, más justo que tú, miserable. ¿Cómo me pides a mí que diga mentira? Ni siquiera eres un hombre inteligente. Escoria, desperdicio. No eres nada, Herodes. Yo, de aquí a mi muerte te lo digo: no pasará un día ni una noche en que no grite tu injusticia. Y pensar que hay en el mundo Uno que en verdad es Rey y que ha de perdonarte. Miserable, ¡apártate de mi vista pues tu presencia ofende a mi espíritu!

Herodes lloraba de pavor y presto llamó a la guardia.

Dejó a Juan en soledad y aquella noche y la noche siguiente y la otra que a ésta

continuaba, y así desde entonces, no se acercó a Herodías.

Con motivo de su cumpleaños Herodes dio una gran fiesta e invitó a todos los magistrados, altos cargos e incluso a algunos príncipes extranjeros. Desde hacía algún tiempo tenía a Juan el Bautista encarcelado en la mazmorra de aquella fortaleza de Maqueronte. Con la alegría de la fiesta, con el vino en demasía, con la lujuria sin freno ni medida, y cuando todos estaban gozando de los placeres de la carne y la sangre, oyeron aún en la sala alta del palacio donde se hallaba Herodes y sus más ilustres invitados, una voz que decía: "¡Arrepentíos, arrepentíos, arrepentíos!". Todos quedaron en silencio un instante, lo cual provocó un horror colectivo. Todos se decían entre sí qué era aquello. Mientras Herodías había bajado a la mazmorra a ver a Juan. Ella le había dicho: "Hoy tendré tu cabeza sobre una bandeja de plata". Él le contestó. "Yo tendré tu alma en una llama eterna que no se apaga". Esto sucedió en Maqueronte aquel día, y en el instante en que todos estaban en silencio Herodías dijo a Salomé, su hija, que danzase para el rey. Y así lo hizo. Era Salomé como de dieciséis años y en verdad no había desde la Galilea hasta Judea, ni en Samaria ni en la Transjordania, ni en Egipto, ni en Roma, ni en la Grecia, ni en la Media, belleza semejante. Y así, danzó ante el rey. Embriagáronse hasta el éxtasis y concluyendo su danza echóse a los pies de Herodes. Éste prometió por su honor, por su vida, darle cuanto ella pidiera aún la mitad de su reino. Salomé corrió hasta su madre y dijo: "¿Qué he de pedir?". Ésta le dijo: "Di que te traigan en una bandeja de plata la cabeza del Bautista". Ella fue y dijo esto a Herodes. Herodes le reconvino, dijo que pidiese lo que quisiera, mas esto no. No podía darle lo que pedía. Pero ella a instancias de su madre le dijo: "¿Es verdad, pues, rey Herodes, que temes al Bautista? ¿Es cierto cuantos rumores van de boca en boca diciendo de ti que eres lo que Juan de ti dice? ¿Has dicho que por tu honor? ¿Es cierto que no tienes honor como dice el Bautista?". Y con estas y otras palabras le zahería de tal forma que en un momento perdió el juicio y mandó a grandes voces que se hiciera tal y como Salomé pedía. Fueron pues mandados dos verdugos a ejecutar la orden de Herodes Antipa. Sus nombres eran Said y Sael. Cuando llegaron ante Juan le dijeron: "Bautista; antes de darte la muerte danos la vida". Ellos le habían oído durante el tiempo en que él permanecía en aquel encierro y eran pues como discípulos. Sólo les faltaba recibir el bautismo: Y éstos trajeron, no sólo las espadas, sino un ánfora de oro con agua. Él les roció bautizándoles y les dijo: "Así como cumplís la verdad, a partir de hoy buscaréis la Verdad. Haced lo que tenéis que hacer pues, como bien sabéis, no muero aunque la cabeza me cortéis. Esto es necesario que siempre ocurra, pues que la suprema verdad en la paradoja existe. Pues mientras todos crean que la espada del verdugo, que es cual la mentira, mata la vida, es la cabeza de la víctima la que hace caer la espada del verdugo, la mentira. Por esto vosotros sois desde ahora, verdad, buscadores y vida". Púsose en disposición y dijo: "Cortad lo que une pues está escrito, y arrepentíos".

Luego que hubieron decapitado al Bautista algunos de sus discípulos llegaron y lleváronse su cuerpo. También fueron emisarios a llevarle la noticia a Jesús. Entonces éste dijo:

- Desde los tiempos de Juan hasta el día de hoy el Cielo padece fuerza. Hasta aquí la Ley y los Profetas son cumplidos. Él es como el espíritu de Elías y como el agua pura, como el viento, como el fuego, y el principio que anuncia la plenitud. ¿Qué salisteis a ver en el desierto? Una caña sacudida por el viento, quebrada por la mano del impío. Todo ha tenido cumplimiento. Y os digo a propósito de este justo: desde Adán hasta la consumación del siglo no ha habido nadie nacido de mujer mayor que Juan. Pero yo os digo que el menor en el Reino de los Cielos es mayor que él.

Alguien le preguntó a Jesús:

- ¿Quiénes son estos de quienes hablas? ¿Qué es el Reino de los Cielos?

Él contestó y dijo:

- Quienquiera recibe mi palabra y la cumple, éste es mayor que Juan. Pues ha creído en verdad que el Reino de los Cielos es el Hijo del hombre y ha tomado posesión en conciencia del espíritu, pues me ha creído. Todos los profetas hasta Juan son vivificados desde el Espíritu del Padre pero yo os digo que son aquellos que toman la Palabra del Hijo y la creen y la cumplen, mayores que todos los profetas, porque éstos son mensajeros del Padre. Pero quien toma y cree y cumple la Palabra del Hijo, éstos son hijos y han tomado posesión del Reino de los Cielos. Así dijo Juan: "Arrepentíos porque el Reino de los Cielos se ha acercado". Yo también lo digo. Y más, está morando entre vosotros.

Luego que hubo dicho esto se contristó y alzando los ojos al Cielo oró así:

- Padre, recibe a tu enviado a título de enviado. Recibe al Bautista del arrepentimiento: él de nada hubo de arrepentirse. Padre, recibe a Juan, tu siervo, a título de siervo: él sirvió con justicia. Padre, recibe a Juan, mi hermano, a título de hermano: él fue la lealtad. Padre, recibe a Juan a título de hijo, pues me bautizó. Amén. Dicho esto, Jesús tomó junto a sí a cuantos discípulos de Juan quisieron andar con Él, entre ellos aquellos que le habían decapitado.

24. Jesús cumple 30 años y habla sobre el cumplimiento de la profecía.

Jesús de Nazaret contaba con 33 años cuando fue crucificado. Tres años antes, en la ciudad de Cafarnaúm, Él había dicho:

- Vosotros habéis recibido la palabra del espíritu por medio de aquellos que son los profetas quienes hicieron la Ley para conservar hasta este tiempo lo que el hombre tiene sobre todas las cosas. Ahora os digo que todo está cumplido porque esa misma Palabra que os ha hecho mayores que las cosas, mora entre vosotros en cuerpo de carne y sangre. Bien, pues esto es así. La Profecía se ha cumplido y la Ley, en el Hijo del hombre. Vuestros padres murieron en la esperanza de ver la resurrección. Ahora ésta ha llegado. Levantaos todos aquellos que dormís en el sueño del advenimiento del Ungido del Señor pues ha llegado la hora y todos vais a ser levantados junto al Hijo del hombre.

Y así fue. Tres años después Jesús de Nazaret era levantado a la potestad del Ser eterno, y con Él, la salvación de todos los hombres fue hecha. Pues esta es su salvación: que todos tengan, como Él, un cuerpo eterno en el espíritu. Jesús de Nazaret tenía 33 años cuando fue crucificado.

25. Jesús llama a los primeros apóstoles. Las bodas de Caná.

Y se puso a caminar por toda la costa del Mar de Galilea. Allí reparó en unos pescadores uno de los cuales conocía a Jesús. Su nombre era Andrés, natural de Betsaida. Éste tenía un hermano llamado Simón. Andrés era uno de los que estaban con Juan el Bautista cuando Jesús fue bautizado por éste. Andrés, viendo que Jesús les contemplaba mientras ellos faenaban, comentó a Simón:

- Mira, ese hombre es aquel de quien te hablé, el mismo que el Bautista dio testimonio de él en el desierto.

Simón no conocía el bautismo de Juan pero sabía por su hermano que éste preparaba al pueblo en la asunción del Mesías, de modo que estaba muy interesado en conocer qué era todo aquello. Así que dijo a su hermano:

- Vamos y saludemos a este hombre y preguntémosle qué quiere.

Mientras ellos se acercaban Jesús empezó a caminar hacia ellos y llegando a su altura les dijo:

- Andrés, Simón...

Ellos le preguntaron:

- ¿Nos conoces?

Él continuó habiéndoles:

- De cierto y en verdad os digo: desde ahora seréis pescadores de hombres. Seguidme pues en el día de hoy me hospedaré en tu casa, Simón. Pero antes vayamos hasta aquella barca.

Él se refería a la barca de Zebedeo la cual estaba como a un tiro de piedra de la de Andrés y Simón y allí faenaban Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. Éstos eran discípulos del Bautista. Jesús les llamó por sus nombres y ellos le dijeron:

- Y tú, ¿quién eres?

Él les dijo:

- Aquel a quien estáis esperando. Así que seguidme. Y tú, Zebedeo, queda en paz, pues antes de que estos fueran tuyos, son en Mí.

Y ellos dejando las redes y a Zebedeo comenzaron a caminar con Jesús, Andrés y Simón. Aquella noche la pasaron en casa de Simón y mientras Jesús dormía ellos de pura admiración no podían conciliar el sueño. Mientras hablaban entre ellos en voz queda y se decían unos a otros si sería en verdad el que ellos creían que era, pues un profundo sentimiento de bienestar se había apoderado de los cuatro. Y mientras comentaban esto, Jesús, despertando, les dijo:

- Dormid ahora pues tiempo viene en el que tendréis que velar por los hombres. Pero mientras Yo estoy con vosotros no tengáis cuidado. Creed en Mí y no temáis pues Yo he salido venciendo y para vencer.

Dicho que les hubo esto se apoderó de ellos una gran paz y no atreviéndose a preguntarle nada se quedaron dormidos. A la mañana siguiente Andrés, Simón, Jacobo y Juan se encontraron con que Jesús no estaba en la casa y se preguntaban donde podría estar. Así es que salieron en su busca y le encontraron en la playa asando unos peces. Él viéndoles venir les hizo un gesto para que se apresurasen. Ellos entonces corrieron hasta llegar a Él Jesús les dijo:

- Comed y tomad fuerzas pues nos espera una larga jornada de camino.

Juan, que era el más joven, le preguntó dónde se dirigían y Jesús le dijo:

- Allá donde haya un hambriento, un enfermo, un preso, un huérfano o un necesitado de la palabra de Dios, allí estará el Hijo del hombre para cubrir toda necesidad de todos aquellos que están a la espera del Reino de la Cielos. Pues Yo soy la Buena Nueva que viene a este mundo.

Juan vivamente emocionado dijo:

- Vamos, pues, y no perdamos más tiempo. Estoy ardiendo por ver todas estas cosas.

Y luego que hubieron comido el pescado se pusieron en camino y fueron hasta Nazaret y entrando en la casa de José, Jesús preguntó por María su madre. José le dijo que ella estaba en Caná pues allí se celebraban unas bodas a las que María y algunos parientes habían sido invitados. José, viendo que Jesús se hacía acompañar por aquellos cuatro hombres, preguntó a éste que quienes eran. Él le dijo:

- Estos son quienes me reciben.

Y dicho esto pernoctaron allí. Al siguiente día llegaron a Caná. Jesús entró con Andrés, Simón, Jacobo y Juan en la casa donde se celebraba la boda y estaban en la fiesta. Cuando llegando a faltar vino María rogó a su Hijo que hiciera una gracia. Él le dijo:

- ¿Qué nos va a ti y a Mí, mujer?

Pero ella insistió. Había allí unas tinajas llenas de agua y Jesús mandó que se las trajeran. Entonces Él tomando una escudilla sacó y dijo:

- Tomad, probad qué es esto.

Y bebiendo comprobaron que era vino de la mejor calidad. Y llevaron el vino al maestresala que no conocía la procedencia del mismo y viendo que era excelente recriminó al novio por no haber sacado este vino en primer lugar en vez del otro que era de inferior calidad. Ahora bien, entre los que habían visto a Jesús hacer esto se hallaba uno por nombre Simón, natural de Caná. Éste dijo a Jesús:

- Donde quiera que vayas te seguiré.

Jesús le contestó:

- Ven, pues tu celo te devora.

También estaban allí entre los parientes de María, la madre de Jesús, dos hermanos cuyos nombres eran Jacobo y Judas a los que Jesús les dijo:

- Es necesario que vengáis conmigo.

Esto les llenó de alegría pues era mucho el amor que sentían por el Hijo del hombre.

Después de regresar a Nazaret Jesús llevó consigo a estos seis hasta Kafarnaúm y de allí pasaron a Betsaida en cuya sinagoga Jesús se puso a enseñar:

- Vosotros que acudís a escuchar en los días de oficio la lectura de la Ley que os fue legada y vivís en la esperanza del cumplimiento de la Profecía, sabed que este es el tiempo en que sois visitados por Aquel que da cumplimiento a todo lo anunciado. Y os digo que todo el que escuche mi palabra y la ponga en práctica habrá entrado en posesión de un tesoro que nadie podrá arrebatarle. Pues desde ahora el Hijo del hombre tiene el Espíritu de Dios y el poder de darlo a quien le plazca y a todo el que quiera recibirlo. Abrid vuestro corazón y recibid esta Buena Nueva que os traigo.

26. Tomás se incorpora al grupo.

Estando Jesús en la ciudad de Corazín se fijó en un hombre llamado Tomás. Este hombre creía en Jesús por cuanto le había visto hacer con los enfermos y menesterosos. También había escuchado atentamente la Palabra que Él impartía por doquier.

Tomás era un hombre instruido en la cultura helena y como quiera que en aquel tiempo muchos se valían de engaños y artificios para seducir a los incautos, Tomás pasaba gran parte de su tiempo desenmascarando a estos engañadores. Jesús se acercó a él y le dijo:

-  ¿Por qué me sigues?

-    Te sigo porque no he visto en ti, ni en tus obras, ni en tu palabra ansia de lucro. Das cuanto tienes generosamente y no esperas retribución alguna. No haces acepción de persona y lo mismo estás con unos que con otros y a todos miras con igualdad. Te sigo porque he visto en ti cómo haces justicia según yo entiendo la justicia. Te sigo porque me place seguirte, porque no espero nada de ti a cambio de esto mismo, de andar en tu compañía.

Jesús no puso reparo alguno y le permitió estar junto a Él y junto a aquellos que con él andaban. Y así conversaba. Y era su conversación preferentemente sobre lo antiguo y lo nuevo. Tomás le hablaba de las excelencias que había recibido de su maestro, a saber, un anciano griego el cual le había instruido en la ciencia de esta cultura. Y le enumeraba las virtudes que el hombre tiene por sí mismo, y entre ellas era la mayor para Tomás la certidumbre de las cosas temporales y la virtud que es el conocimiento para el disfrute de las mismas. Y entonces Tomás le declaró su carencia diciendo:

-   Entre todas las cosas que te he oído decir, una es la que ha hecho que en mí se estremezca mi espíritu y es la seguridad de vida eterna que ofreces. Hasta tal punto que vale más para mí no perder tu compañía que perder todas las cosas; porque se me da que contigo no me falta nada. Nadie ha explicado como tú el valor de la vida.

Y es que Tomás había oído decir a Jesús estas palabras: "Yo soy la luz y la Vida. Quien cree en mí no verá la muerte".

Esto sucedió cuando Jesús predicaba en la sinagoga de Corazín.

27. En la sinagoga de Cafarnaúm, diálogo con Judas de Kariot.

En la sinagoga de Kafarnaúm Él les enseñaba la Buena Nueva. Uno le preguntó:

-     ¿Qué es esto de que hablas, Rabí? ¿Acaso cuanto dices es mayor que los Profetas? Porque todos ellos han anunciado hasta el fin pero tú dices que cuando todo sea cumplido seguiremos viviendo la palabra de esta Buena Nueva siempre. ¿Cómo es esto? ¿Acaso Yahvé no ha de estar con nosotros y nosotros con Él cuando llegue su Reino? Pues tú dices que el Hijo del hombre es este Reino.

Éste que estas cosas preguntaba era hombre forastero en aquella ciudad. Judío de Kariot, por nombre Judas.

Jesús le miró fijamente y le habló así:

-    Todas las cosas han sido hechas por Dios para sus criaturas. Ellas son en la mudanza, ellas son perecederas pues han tenido un principio y están destinadas a un fin. Y todas son hechas por Dios. Sin embargo, tú y cualquiera de cuantos sois aquí estáis hechos de Dios. En Él vivís eternamente. Por tanto, siendo como Él, no tenéis principio ni fin. Esta es la Buena Nueva. Yo os lo digo.

Judas entendió y dijo al Maestro Jesús:

-     Maestro, veo que eres hombre de gran sabiduría pero, ¿cómo puede un hombre decir esto, así, como tú lo dices? Pensar en tal cosa me produce miedo. No en lo que has dicho sino que un hombre pueda decir esto.

Mirándole de nuevo Jesús le dijo:

-   Sólo quien es hombre puede decir esto.

Judas le contestó:

-  ¿Acaso, pues, Dios puede ser hombre?

Jesús sonriendo le dijo:

-   En verdad te digo: sólo así puede cumplirse lo que yo digo. Sólo así puede el hombre ser Dios.

Hubo allí como de costumbre un gran revuelo porque nunca nadie dijo esto. Y la concepción de la vida se hizo en su perfecta y justa medida manifiesta.

Judas dijo a Jesús:

-   Si te place, tómame contigo, pues he aquí que yo quiero ser lo que tú dices.

Jesús le dijo:

-   Sólo así, hombre, podrás ser lo que yo digo.

Y desde entonces le llevó consigo.

28. Incorporación de Felipe, Natanael y Mateo. La fiesta. Muerte de Isabel.

Entre los que habían escuchado a Jesús uno era Felipe. Éste conocía a Natanael, hijo de Tolmai. El tal Bartolomé tiempo ha que hacía que buscaba con ansia al Mesías. Felipe le comunicó:

-  He hallado al Mesías, al prometido por Yahvé a través de los profetas.

-  ¿Y quién es? - díjole Natanael.

-  Es Jesús de Nazaret.

Esto hizo exclamar al hijo de Tolmai:

-   ¿De Nazaret puede salir algo bueno? ¿Cuándo se ha levantado un profeta en esa tierra?

Felipe le dijo:

-  Ven y ve por ti mismo.

Le llevó pues junto a Jesús y el Maestro, viéndole venir, dijo en voz alta a cuantos con Él estaban:

-  He ahí un israelita sin doblez.

Natanael sorprendido le preguntó:

-  ¿De dónde me conoces?

Jesús le dijo:

-   Cuando estabas junto a la higuera te vi porque antes de que tú fueras yo soy.

Natanael dijo para sí: "Este es el Hijo de Dios".

Viendo Jesús su pensamiento se acercó a él diciéndole:

-    ¿Porque te dije esto crees? Verás aún más a los ángeles del Cielo cómo descienden en favor de los hombres pues el Cielo se abre para estos con mi Palabra.

De allí fueron hasta la plaza de Kafarnaúm. Había un hombre sentado recaudando impuestos. Su nombre es Leví. Éste había escuchado a Jesús en la sinagoga. Viéndole venir a él se alzó para interrogarle pero Jesús le hizo ademán de silencio y le dijo: "Sigúeme". Al punto le siguió.

-  Mateo, Mateo. Así te llamarás.

Y  Leví dijo a Jesús:

-    Mira rabí: desde que te oí hablar he sido ladrón pues la mitad de lo que recaudo no lo declaro.

Jesús le dijo:

-   ¿Y qué haces con ello?

-    Tú lo sabes, Maestro. Hago aquello que tú dices que se ha de hacer: restituyo a cuantos aquellos necesitados hay en Kafarnaúm.

Y   sacando una bolsa repleta de denarios, dijo Leví:

-    Mira Maestro: este resto lo gastaremos banqueteando juntos en mi casa e invitaremos a cuantos quieran pues tú has dicho que todos los bienes son para ser gozados.

Jesús no le hizo fuerza y aceptando la invitación de Mateo, Leví el publicano, llegóse Él y cuantos le acompañaban al sitio indicado.

Era pues avanzada la fiesta cuando muchos, alegres por el vino, decíanse improperios. Había allí algunos fariseos y escribas que también conocían algunas palabras de Jesús. Dirigiéndose a éste le advirtieron:

-   ¿Cómo es que permites esto? ¿Cómo banqueteas con pecadores?

Él respondió:

-   ¿Quiénes son los pecadores: aquellos que comparten su alegría o aquellos que niegan a ésta? En verdad en verdad os digo: vosotros estáis enfermos. Escuchad pues la Palabra de Salud que os traigo.

Y les dijo una parábola:

-   Escuchad: sucede entre las fieras una ley natural pues todas, según su especie, se protegen entre sí. Y es que en su necesidad de vida hacen caza: primero come el poderoso, luego el resto. Y nadie fuera de ellos viene a molestarles sin recibir escarmiento. Pero he aquí que entre los hombres no ha de suceder así sino que, habiendo cazado la presa el poderoso, ha de darles de ella en primer lugar a todos los inferiores. Es así como si el león antes de saciarse él dejase comer a la hiena y a todos los que comen carroña. Por esto es que cuantos hay en la creencia del poder viven en el error pues, en verdad, creen tener y no tienen y lo que creen tener lo desprecian. Y es que no encuentran satisfacción ni en lo propio ni en lo ajeno. Mendigos sin necesidad. Mendigos de salud, de fe, de felicidad, de alegría. Y así es como obran pues mendigan queriendo dar.

Él cerró su boca. Ellos quedaron perplejos pues no sabían qué quería decir esto. Y le preguntaron:

-  ¿Qué dices? ¿Tú también estás borracho?

Entonces Jesús les dijo a este propósito:

-    Vosotros sois unos hipócritas. No creéis ni en vosotros mismos. Vino Juan que ni comía ni bebía cosas mundanas e impuras y le llamasteis endemoniado. Viene el Hijo del hombre que come y bebe y le llamáis glotón y borracho. Juan es el león que habiendo cazado la pieza más preciosa os dio a comer su propia virtud: la justicia y la verdad que era su testimonio y le habéis matado. Llega el Hijo del hombre con la luz y la Vida, el Poder y la Salud y vosotros decís que es injusto. ¿Qué diréis, pues, de vuestros jefes y magistrados? Ellos que creen tener la llave que abre la puerta del misterio y son tan vacíos que no tienen ni aún en sí mismos un misterio. Venid, pues, y sentaos con nosotros pues yo soy como el león de la tribu de Judá. Yo os he cazado con vuestro propio lazo. Comed pues del cuerpo de la verdad. Saciaos y luego id y contad lo que habéis oído y es que nadie tiene derecho, si no le es dado por Dios, de decir a su hermano: no hagas esto.

Ellos no se atrevieron a compartir el festín y marcharon prestos diciendo entre ellos: "Este hombre es extraño, paradójico y nuevo".

Jesús acabada la fiesta que habían celebrado les dijo a aquellos que Él había mirado:

-   Yo os digo que si el Hombre no fuese mayor que los ángeles mismos, vosotros no conocéis el Reino de los Cielos. Pero siendo mayor, ya estáis en él. Por tanto, venid, vamos.

Y de allí partió hacia la ciudad de Ain Karim con un solo propósito: llegarse hasta la anciana Isabel llevándole la paz.

Tomó junto a sí a Juan y Santiago, los hijos del Trueno, y habló a Isabel:

-   Mujer, el profeta de Israel, aquel de quien tú tienes conocimiento, está en el seno de Abraham, Isaac y Jacob.

Ella le contestó:

-  Mi alma, mi espíritu y mi cuerpo son en el gozo y en el contento, pues todo lo que es, es en cumplimiento y en verdad. Ahora sólo deseo ir a visitar a María.

-   No te tomes la molestia pues ya eres muy anciana y son duros tus huesos. Yo mismo soy como ella para ti, mujer. Y te digo: desde el día que supiste de la vida el misterio te llenaste de gracia y virtud. Esa misma gracia y virtud que nació de ti es por siempre tu compañía. Él anduvo en la soledad de su ministerio perfecto. Yo he orado al Padre para que en todo fuese recibido. Y así como hijo del Padre, lo es tuyo. Es, pues, Isabel, que tu hora ha llegado.

Isabel oró así:

- Padre celestial, mira mi hora, pues en ella veo en los ojos de tu Hijo la gracia de mi placer. Tú quitaste el oprobio mío delante de los hombres bendiciendo mi seno. Y fui colmada. Y ahora, aún esto. Cierro mis ojos viendo los tuyos siempre abiertos por los siglos. Amén.

Y el espíritu la abandonó en ese momento. A eso fue Jesús con Juan y Santiago: a dar sepultura al cuerpo de Isabel que yacía muerto tres días antes de que ellos llegaran a Ain Karim. Quien tenga entendimiento, entienda esto.

29. Jesús manda a 72 discípulos a predicar la Buena Nueva. Conversación con los discípulos.

Entonces mandó a setenta y dos de sus discípulos para que anunciasen esta buena nueva: "La Palabra de Dios está morando entre nosotros y es ella que nos revela nuestro espíritu al cual nos hace llegar este mensaje de salvación y es que todos tenemos vida eterna. Tan solo con creer que somos en El seremos por siempre vivos y nuestros días serán un solo día que no tendrá fin pues viene de Aquel que no conocemos su principio. En este día en que habrá sido obrada la salvación no tendremos necesidad ni angustia. Todo nuestro oprobio habrá pasado. Nadie nos dominará y a nadie dominaremos. Habrá paz y nuestra única lucha será un ansia infinita de gozar la vida y el gozo será hecho en nosotros".

Y así enseñaban ciudad por ciudad, de aldea en aldea y casa a casa estos discípulos enviados por Jesús a todos los hijos de Israel. Él les había dicho: "Cuando entréis en una ciudad, aldea o casa, dad el saludo de paz de mi parte diciendo así: la paz del que Es sea en vosotros en el nombre de Aquel que ha sido enviado para nuestra salvación. Si alguien recibe esta paz, quedaos allí y ella con vosotros. Mas allí donde no os reciban en mi nombre no les llegará la paz que Yo he venido a darles en el nombre del Padre. Salid de allí y sacudid el polvo de vuestras sandalias para darles testimonio de su falta de comunión. Así, cuando Yo vaya personalmente a todos y cada uno de los sitios que ahora a vosotros os envío, les daré a cada uno según a vosotros os han hecho".

Esto sucedió luego que Jesús hubo apartado a doce de ellos, a aquellos que El había fijado con su autoridad para que fuesen el símbolo de Israel y así este resto diese cumplimiento a su tiempo a todo lo establecido por el Espíritu.

Pasado un tiempo, aquellos que Jesús había enviado de dos en dos a anunciar la Buena Nueva, volvieron a Él y reunidos que fueron le dijeron uno por uno y cada uno de ellos, esta cosa común:

-  Maestro, el pueblo te espera.

Él contestó:

-    Si este pueblo hubiera conocido su hora no tendría esta necesidad pero es que no conocieron a Moisés, ni a los profetas, ni a nadie que venga de lo alto porque es un pueblo de dura cerviz. Pero ahora ha llegado su juicio y va a recibir su sentencia, aquella misma sentencia que a sí mismo se dieron desde el principio de ser un pueblo. Pues os digo que de los judíos viene la salvación. Vayamos, pues, a reunir a este pueblo disperso para que nada en él sea perdido.

Judas Iscariote le dijo:

-    ¿Cómo vas ha hacer esto? - pues era su gran pasión la unidad de todo el pueblo de Israel.

Jesús le miró y le dijo:

-   Tú no verás esto.

-  ¿Por qué, Maestro?

-  Cuando esto suceda tu obra estará cumplida.

-  ¿De qué obra me hablas?

-  De aquella para la cual no fuiste nunca nacido.

Entonces Jesús alzando la voz les dijo al resto:

-   Todos los hijos de Israel van a oír mi voz y a escuchar mi palabra.

Todos ellos van a conocer mi rostro pues Yo les conozco a todos. Y os anuncio desde ahora que el Hijo del hombre va a sufrir mucho por parte de los hombres, que morirá a sus manos, mas al tercer día será levantado de entre los muertos.

Muchos de ellos le dijeron:

-  ¿Quién es este Hijo del hombre? ¿Cómo sucederá todo esto?

Entonces Él mirando a Judas dijo:

-   Vosotros lo veréis y viéndolo no sabréis bien, mas hay quien no lo verá y sabe bien lo que Yo he dicho.

Esto lo dijo Jesús para significar que es el Espíritu el conocedor de la Verdad, de esta Verdad que es sin tiempo y sin lugar en el espacio.

Judas miró con asombro a Jesús y le rogó:

-   Si tú quieres puedes hacer que yo vea esta salvación.

Él le dijo:

-  No puede ver la salvación quien jamás ha estado perdido.

Desde aquel momento Judas sólo tuvo un propósito: perderse para ver esto. Con todo, cayó la noche sobre ellos y Jesús les despidió. Quedaron solo con Él aquellos que habían sido apartados para Él. Y de regreso a Kafarnaúm, donde Jesús tenía su morada, y a propósito de lo que Él les había hablado sobre la salvación, entre ellos discutían de quién sería el mayor en esta hora. Jesús les enseñó que en la hora de la salvación nadie habrá mayor ni menor pues el tiempo de esta ansia habrá pasado y que todos serán como los hijos del principio, con un solo Señor.

Llegaron, pues, a casa de Jesús.

Tomó la palabra Tomás, el llamado Dídimo:

-    "Maestro, en mi más tierna mocedad conocí a un hombre, un griego, el cual me enseñó a creer sólo en aquello que es confirmado por los sentidos y hasta llegar a Ti he practicado esta enseñanza. Y en verdad puedo decir que me ha ido bien pues ella ha librado a mi persona de muchos engaños. Tú, sin embargo, nos enseñas que el hombre posee un valor mayor y que si en verdad cree es capaz de ver sin ojos, tocar sin manos, oír sin oídos e incluso hacer cosas mayores a estas. Tú sabes, porque me conoces bien, que yo te sigo sin ninguna ambición pues no deseo alcanzar ninguna de estas cosas prodigiosas por las que muchos te siguen. Ahora bien, Maestro, ¿qué se puede hacer por aquellos hombres que queriendo obtener las virtudes que en ti obran decaen pronto en el ánimo si en ellos no se realizan?

Jesús le dijo:

-   "Muchos creen tener la necesidad de vivir y esto les causa gran preocupación, de manera que pasan sus días inmersos en ellos mismos, de forma que apenas si conocen la vida pues ésta sólo tiene sentido en los hombres cuando éstos se niegan por los demás. Cada hombre vive, en verdad, en el pensamiento de los demás. Por esto os declaro que lo absoluto es múltiple y la soledad una mentira. Te digo, Tomás, y a todos lo digo, que para hallar la plenitud del ser hay que gratificarse con la felicidad ajena y para conseguir esto hay que obrar de acuerdo a Ley. Más os digo: si alguno de vosotros siente su ánimo desfallecer por cualquier causa, acuérdese que no está solo aún cuando nada tenga de lo deseable. Esto le hará sentir el gozo de los desheredados de la Tierra de manera que comprenderá que ni él mismo se pertenece. Y alcanzado este sentimiento hará las obras que yo hago pues en él no habrá ni un ápice de malicia ya que su anhelo viene a ser el gozo ajeno y éste es el mayor placer que puede llegar a sentir el hombre en su espíritu. Nadie, pues, pierda la alegría por conocerse e imbuirse en su conocimiento. Antes bien, reconózcase en los demás. Éste es el sendero de la salvación pues haciendo esto aprenderéis a perdonar toda cosa ya que os reconoceréis capaces de cualquier culpa. En cuanto a los que creen, no destrocéis su fe, pues quien en verdad cree alcanza a su creencia y ella le demuestra la Verdad.

También os digo que es mejor andar descalzo que con las sandalias de la hipocresía. Cierto que quién anda descalzo viene a clavarse las piedras del camino, pero el que anda evitando las piedras pasa por el camino sin haberlo conocido y esto le hace necio e insulso, ya que la hipocresía es hija de la cobardía y ésta a su vez es hija de la ignorancia. Quien conoce no teme, pero es mucho mayor quien no teme sin conocer".

Dicho esto se pusieron a comentar los unos con los otros la respuesta que Jesús de Nazaret les había dado. Él permanecía en silencio.

Entonces Andrés, el pescador, preguntó:

-   "Maestro, ¿qué es aquello que debemos desear?"

Entonces Jesús expuso:

-   "El deseo es la fuerza que hace que todo tenga sentido pues es el principio de la necesidad. Y es la necesidad precisamente la que hace que todo esté justificado en la existencia. Por el deseo vivimos el gozo de la esperanza y ésta nos hace sentir la libertad. En cuanto qué es lo deseable, te digo: el respeto a lo ajeno. Pues digo que practicando esto encontraréis una satisfacción mayor. También se debe desear ser fiel a los propios sentimientos pues, aunque éstos puedan ser malos por estar en contraposición a la Ley, se justifican en su autenticidad. Así pues, todo lo auténtico es deseable. Sólo lo indefinido es despreciable por su ausencia de ser".

          Habló Mateo, el cual hacía siete días que Jesús había llamado junto a sí, y dijo:

-  "¿Dices que hay cosas sólo aparentes e incluso que la apariencia es el distingo entre el bien y el mal? ¿Nos declaras abiertamente que sólo la falsedad, la mentira, es lo sobrante, lo no deseable, lo que hay que vencer? ¿Y al tiempo nos enseñas que por motivo de esta "inexistencia" estamos todos los hombres debatiéndonos en nuestro interior?".

Jesús dio esta respuesta:

-   "Digo que todo tiene valor de ser menos la mentira, que no es". Y añadió: "Cuando el hombre miente lo hace por alguna razón, pero ¡jamás tiene razón la mentira!, ya que con ella el hombre puede hacer creer a los demás en cualquier cosa que él mismo jamás creerá, pues sabe en su interior que tal cosa no existe. Por tanto, ésta (la mentira) viene a demostrar su adversidad de vida  No es ni el cadáver de la Creación sino la negación de ésta y del Verbo".

Felipe, que estaba expectante, se puso inquieto sobremanera porque él estaba convencido de que el nazareno era un enviado de Dios. Y se esforzaba por entender la palabra que éste decía. De modo que le dijo:

-   "Maestro, ésta es pues la única distancia que nos separa de Dios".

Jesús le miró complacido y sonriéndole aseveró:

-  "Tú lo has dicho, Felipe".

Simón, el llamado Kefas, preguntó:

-  "Maestro, ¿cuál es el sentimiento más despreciable?".

Él afirmó:

"La indiferencia".

30. Jesús habla sobre el amor.

"Amar, desear, querer la vida eterna es querer, desear y amar la Eterna Vida". Estas palabras también las dijo Jesús a propósito de una pregunta hecha por el mismo Dídimo cuando todos con Él conversaban.

"No hay mejor amor, mejor deseo ni mejor querer que aquel que se ofrece sin necesidad de recibir a cambio nada, porque ¿qué se puede recibir cuando ya todo se tiene?". Esto también lo dijo Jesús a una pregunta de Judas Iscariote, el cual le había dicho:

-   ¿Qué obtendremos, Maestro, a cambio de todo cuanto damos?

Él, previamente a lo antes dicho le dijo:

-  Nada puede dar el hombre porque nada le es propio, sino que ya le ha sido a él dado por Aquel que Es.

31. En Kafarnaúm, reunido con sus discípulos.

Reunidos los discípulos con su Maestro en casa de éste, en Kafarnaúm, le acosaban con preguntas porque Él les había dicho que ellos eran llamados al Reino del Padre celestial y sobre ellos Él edificaría una torre eterna hasta la consumación del siglo, cuya cúspide sería atalaya y destino por la cual vivirían en ansias muchos de las generaciones venideras. También les enseñó cual era la forma en la que Él cimentaría este principio. Y con tal motivo les dijo: "Ahora vosotros sois una primicia de la hora final. Cuando llegue ésta seréis los postreros en alcanzar su beneficio. Al igual que vuestros precursores los profetas, vosotros y los hijos de Israel completaréis el número de los que son como jueces. Pues os es dado por voluntad de Dios que cumpláis su designio. Éste es que el Espíritu de Verdad os preserve de toda acusación del Maligno. Por tanto, hasta que el espíritu del error sea vencido ninguno de vosotros así como los ángeles de mi Padre no hallaréis descanso de obra. En esto se justifica la existencia del individuo y el valor de la vida.

Yo no he venido a destruir la obra hecha por Moisés. Antes bien, a sellar con la verdad el pacto establecido desde los tiempos de la antigüedad entre mi Padre celestial y vuestro padre Abraham. Por eso, cuando sea cumplido el tiempo, mis discípulos serán como su maestro: cada uno una verdad imperecedera y triunfante y de los cuales Yo soy el estandarte fiel y veraz. Os digo desde siempre que ni uno solo de los que andan en Mí será perdido. Aún cuando alguno piense que no se halla en el camino por no vivir en el conocimiento de lo preceptuado por mi Padre, llegará a Mí a su tiempo. Pues Yo salí a eso: a ser en los hombres un motivo de contradicción para su escándalo y beneficio. Pero, ¡ojo!, quien se escandalizare de Mí no verá su dicha cumplida en este siglo ni en el venidero pues ello es negar el Espíritu de Verdad. Por lo cual os declaro desde este momento que todo es perdonable menos la conciencia.

Dicho esto, Judas el Iscariote interrogó a Jesús: "¿Cómo, pues, es esto, rabí? Con esta proclama nos haces inútiles a los hombres ya que somos privados de responsabilidad". Jesús le contestó: "Tú estás en un gran error, Judas, ya que no sabes en conciencia lo que Yo digo. Si en ti hubiese tal virtud no tendrías necesidad de ser perdonado pues la conciencia carece de todo error. Por consiguiente, cuando ésta sea alcanzada por los creados éstos vendrán a ser dignos de su Creador. ¿Cómo podremos perdonar al perdón?".

Judas quedó estremecido por la respuesta de Él y decidió permanecer en silencio. Jesús continuó su plática: "Así, pues, sabed que este es el fin para el cual habéis sido creados: alcanzar la plenitud de la conciencia".

Entonces Juan, el hermano de Santiago, interrogó al Maestro: "Rabí, ¿quieres decir con esto que llegará un tiempo en el que todos seamos en el Padre y Él en nosotros y ya no tengamos necesidad de maestro pues en nosotros mismos encontraremos la verdad? Replicóle Jesús y dijo: "Ciertamente, en verdad te digo que esta es la esencia del Verbo. Mas es en la existencia eterna del creado donde se justifica la razón del Creador, pues Él mismo no sería Uno sin ésta su obra". Esto lo dijo señalando a todos y añadió: "El misterio del Padre es consumado en los hijos a través de su Espíritu". Juan volvió a preguntar: "¿Cómo sabremos discernir con acierto entre lo que nos es dado por el Padre y aquello que nos ofrece el Maligno? Él le instruyó así: "Todo lo que viene de lo alto no exige sacrificio pues para el último sacrificio ha venido el Hijo del hombre. Lo que llega del Maligno siempre demanda tributo y sometimiento. Mas no os llevéis a engaño. Juan el Bautista declaró: "Por el arrepentimiento escaparéis de la cárcel de Satanás". Por tanto, éste es vuestro valor. No es culpable el que peca sino el que no se arrepiente".

32. En la sinagoga de Kafarnaúm. Habla sobre la Belleza.

En Kafarnaúm Jesús habló en la sinagoga diciendo:

-   Hombres y mujeres, escuchad. Andáis buscando la libertad, aquella que en este tiempo no tenéis y la cual gozaron vuestros padres. En verdad os digo: sólo es libre el hombre y la mujer que hacen de su vida una obra de amor para todas y cada una de las cosas. Quien mira el árbol y no ve más allá de su hermosura. Pues en verdad quien le mira y piensa en su corazón que de su tronco sale la madera que hace la barca, éste no es libre pues todo su afán se hace en subordinar las cosas a su necesidad y ésta declara. Es libre el hombre y la mujer que miran el mar sin ver en él más allá de su belleza. Porque quien mira el mar pensando en su corazón que él alberga riquezas y echa su red para arrebatárselas hace de esta misma red su esclavitud. No tengáis, pues, más ambición que el gozo de la belleza pues lo demás ella os lo da por añadidura. La belleza, ciertamente, tiene todas las formas y para cada uno es una sola. Por esto, Yo os lo digo en verdad, quien la ama y la goza por ella misma le es en sumo grado generosa. Y así es el principio de la vida, Yo os lo declaro. Amó Dios la belleza y nacieron todas las cosas. Por ello es que todas andan amando lo que es más bello para su historia. Su historia es la memoria que guardan de su madre hermosa. Ved, pues, que todo aquel que quiere para sí algo más que este placer puro se ve en el sentimiento que ahora sufre el pueblo de Israel, sentimiento de esclavitud. Sin embargo Yo estoy entre vosotros para quitaros este oprobio. Veis que ando de un sitio para otro y en ninguno de ellos me apropio de nada ni de nadie porque he salido a contemplar y a gozar del paisaje. Haced vosotros lo propio y no os sentiréis esclavos de nadie.

Cuando Él hablaba de esto llegó su madre. Él la vio y le dijo:

-  Ven, mujer.

Ella se acercó hasta Él y Él mostrándola a cuantos allí habían, dijo:

-   Veis a esta mujer: ella sabe de cuanto Yo digo porque dijo sí a la Belleza, la que se hizo eterna en su destino.

Luego la rodeó con su brazo y salió con ella de aquella sinagoga y de aquella ciudad. Una vez que estuvieron solos ellos, María, la madre de Jesús, le dijo:

-  Hijo mío, ¿qué les has mostrado con esto?

Él, besándole, le dijo:

-   Que sólo aquellos que como tú hagan verán tu faz preciosa.

Ella se conmovió en toda su alma, en todo su espíritu y en todo su cuerpo, y

dijo:

-   No hay madre, ni mujer, más feliz que yo. Yo sí veo la belleza eterna en tus

ojos, esa misma mirada que trajo el ángel cuando me dijo que Dios me había visto.

33. La Transfiguración.

Dice Jesús: "La Ley y los Profetas son hasta el Hijo del hombre el cual cumple el espíritu de la profecía de esta ley. Tú, Moisés, símbolo de la Ley, y tú Elías, de los Profetas, conservad vuestra unidad hasta el tiempo del fin y en este tiempo en el cual apareceréis para legar por vosotros mismos testimonio de fin y de principio de Evangelio Eterno. Así pues, he aquí el tiempo de la plenitud. La Ley de la Profecía es cumplida. El cumplimiento de la Profecía es la Ley, la cual dice: Yo soy Moisés, Yo soy Elías. El tiempo ha pasado pues la salvación del hombre es ésta: que Juan, el Bautista del arrepentimiento, es para los hombres su cumplimiento, el cual da testimonio fiel y veraz del Hijo del hombre, Aquel que desde el principio es el Verbo de Vida Eterna. Yo mismo desde mí mismo por siempre jamás, amén".

Y así pasó la nube. Pedro, Santiago y Juan vieron la gloria y sintiéndolo dijeron: "¿Qué es esto, Señor? Él les dijo: "No hagáis monumento de memoria a aquello que es eterno. Ved, Yo soy como uno de vosotros, carne de carne y sangre, alma de alma y ser, espíritu. Así pues, no os mortifiquéis en el recuerdo cuando el ser en vosotros es".

Y  partiendo de allí fueron a reunirse con el resto. Y en verdad era esta enseñanza para el tiempo del fin. La Ley y los Profetas son en Jesús el Espíritu, mas Jesús es sobre ellos, amén.

34. Jesús en Magdala con María Magdalena.

Llegóse Jesús a la ciudad de Magdala situada en la parte occidental del Mar de Tiberíades. Él iba a lo suyo porque tenía conocimiento de que en dicha ciudad habitaba una mujer que habiendo amado mucho no conocía el amor. Ella desde su más tierna mocedad habíase entregado al vicio y al desenfreno. Era conocida por muchos hombres pues su belleza no tenía parangón en toda aquella zona y cuando alguien trataba de reprocharle su conducta, Mariam, que así la llamaban, siempre respondía con las mismas palabras:

-   ¿No es justo que habiendo recibido el don de la belleza ésta sea compartida y disfrutada por quienes yo quiera? Pues bien, ¿qué te importa a ti mi conciencia?

Y    muchos eran los que estaban molestos con ella de modo que de día en día crecía su intolerancia. Y algunos resolvieron cómo matarla pues se decían que Satanás la tenía posesa por siete de sus peores demonios. Y fue acusada de blasfemia, prostitución y hurto. También la acusaban de otros muchos pecados.

Y   era que estaban a punto de darle muerte a Mariam un grupo de siete hombres celosos de ella pues jamás consiguieron gozarla. Era ya la noche y sorprendiéndola la violaron los siete pero no consumaron el propósito de darle muerte pues pensaron que ella sufriría más con esta humillación ya que antes nadie coartó su libertad. Y dejándola le repetían:

-   ¿No es justo, vil ramera, que tu belleza sea compartida y disfrutada? ¿Qué nos importa a nosotros tu conciencia?

Y   se burlaban de ella pues habían satisfecho su venganza.

Pasó como una hora y la joven Mariam, después de haber permanecido en silencio durante este tiempo, prorrumpió en fuertes alaridos blasfemando del Dios de Abraham, Isaac y Jacob el cual había permitido que tal ultraje se hiciera con ella.

Iba Mariam llorando de desesperación e impotencia cuando le salió al paso el Hijo del hombre. Éste le dijo:

-   ¿Dónde vas, mujer?

Ella le contestó:

-   ¿Eres tú el último, el que ha de darme la muerte?

Jesús la miró con bondad y extendiendo sus manos le mandó que se acercase a Él. Mariam lo hizo de suerte que no sabía como. Jesús la tomó entre sus brazos y le habló en estos términos:

-   Mujer, mucho has amado el placer y no lo has conocido. Descansa sobre Mí porque Yo soy la negación de la muerte y el perdón de los pecados. Desde ahora conoces el Amor. Él es como el fuego que purifica toda corrupción. Yo, en verdad te digo, soy este fuego. Ya jamás serás objeto del poder de la fuerza pues la fuerza del Poder abraza tu cuerpo sin que tú lo hayas deseado y, sin embargo, no lo has rechazado. En esto se cumple justicia, mujer, pues la voluntad de los hombres es vana e inútil para todo bien que excede de uno mismo. Mas la voluntad de Dios es la que en ti se cumple sin que tú debas amarla. Yo soy como Él y Él soy Yo. Ahora ven y sígueme pues, lejos de darte muerte, tú verás como ésta es vencida. Pero hasta que llegue el momento en el que el Hijo del hombre sea glorificado, tú Mariam, no tocarás ni la franja de mi vestido.

Mariam se llenó de Espíritu y conoció el Amor. Y era que ella había sido abrazada por la Verdad. Y se decía a sí misma:

-    Este hombre parece no necesitar nada y sin embargo me hace sentir sólo necesidad de Él.

35. Jesús habla de su “soledad”.

He venido a ser entre vosotros un apoyo eterno, un refugio. Así como Yo no tengo donde reclinar la cabeza, en Mí todos encontraréis descanso, consuelo y paz. Venid, seguidme. Vayamos juntos al Espíritu de mi Padre, Aquel que me envió a vosotros a ser un norte fiel en el cual ninguna de mis ovejas llegue a perderse. Venid junto al Espíritu, el que ha fijado con su potestad vuestra potestad. El que ha dicho: "Sois verdad como verdad misma del Espíritu pues sois en el camino que es mi Hijo, y siendo en Él todos adquirís mi herencia, pues como Él venís a ser hijos de la Luz de Vida Eterna". Venid, pues, conmigo. Yo, que soy la  Palabra del Padre en el Hijo según su Espíritu. Este Espíritu infinito, el que os muestro y el que os doy, vuestro espíritu, el que vive en Mí por el cual sois vivos.

Ved que no tengo donde reclinar la cabeza porque es todo lo que os doy y no medida ni parte, sino uno de su entero para uno y cada uno de vosotros. Desde la virtud del amor todo os lo doy. Y vosotros en este Espíritu, desde el mayor hasta el menor, halláis vuestra parte y no tenéis vicio ni razón de él para decir: "¿Dónde estás, Señor?" Pues he aquí que siendo vivo en el Hijo del hombre el espíritu que os muestro y os doy, todos halláis en virtud mi nombre. Y teniendo éste persona, vosotros sois salvos y Yo no tengo donde reclinar la cabeza. Seguidme, pues, porque, hallaréis que mi yugo es excelente.

A esto, uno le dijo:

-    Maestro, ¿cómo puede vivir el hombre siendo tanto que no tiene donde reclinar la cabeza? Porque todos entenderán al oírte que haces ostentación de pobreza. Pero siendo Tú como eres, quien eres, ¿por qué no explicas claramente por qué no puedes encontrar reposo en ninguna semejanza?

Jesús, mirando a éste le dijo:

-  He venido a mostraros el camino de la salvación que es la Verdad. En ella soy en plenitud y ella soy, mas la Verdad no tiene donde reclinar la cabeza porque todo le es inferior. Así pues, nadie entienda mi palabra como pobre y desvalida sino como poder de salvación. Bienaventurado, pues, todo aquel que venga a regalarse en Mí descanso y placer. Pero nadie se equivoque si alguien cree que puede añadir algo a la Verdad pues esto no es posible. Venid, pues, junto al Espíritu de mi Padre.

Y así les llevaba Jesús a sus discípulos, a aquellos que le amaban, camino de Samaría.

36. Con sus discípulos en Samaria.

Uno de ellos viéndolo dormir le se preguntó:

-   ¿Cómo es que duerme así sin importarle nada lo que nos pueda acontecer en este sitio?

Se hallaban en la tierra de Samaría, lugar preferido por las gentes de rapiña. Y muchos de ellos no podían conciliar el sueño. Se miraban unos a otros con inquietud pues el lugar era desierto y ellos no tenían con qué defenderse. Cuando pasó la noche y se hizo el día le preguntaron a Jesús:

-   Maestro, ¿por qué durante la noche no te cuidas de nosotros? Tú sabes que si estuvieras despierto quedaríamos tranquilos y podríamos descansar.

Él entonces les dijo:

-   Tenéis angustia sin duda, miedo a la muerte porque tenéis ansia de vida. Si en verdad creyerais lo que os digo dormiríais como Yo y como Yo velaríais. Y esto que os pasa no es otra cosa que ausencia de fe en el Reino de los Cielos. Tenéis esperanza sí, de que todo cuanto os digo y os muestro se verifique en vosotros pero no os basta con verme a Mí como duermo, como velo. ¿No creéis, acaso, que vosotros sois iguales a Mí? Pues creedlo. ¿Cómo creéis que Yo soy igual a vosotros? Hago exactamente todo para testimoniaros a Aquel que dio testimonio de Mí y así sepáis ciertamente que hay un mundo que no es de aquí. Este mundo se ha hecho en Mí para que Yo lo haga en vosotros y vosotros, teniéndolo, podáis vivir. Porque Yo os digo, ¿quién es aquel que vive sino el Hijo del hombre que lleva sobre sí todas las flaquezas que no os dejan vivir? Mostrándoos la vida las arroja a la gehenna para que no sean más y vosotros seáis como el Hijo del hombre vivos de eternidad. Los muertos son aquellos que se esfuerzan en vivir cada instante en la angustia del miedo. Aquellos que andan en la preocupación constante de alentar. Los que no son capaces de amar. Los que viven solo en el odio. A éstos les aguarda la luz que Yo les he venido a mostrar. Si vosotros que andáis conmigo teméis la muerte de los muertos, ¿qué haréis por los mismos muertos si con vuestro miedo hacéis de ellos un poder? ¿qué haréis para vencerlos? Escuchad pues: mientras es de día se camina a la luz y en ella todo lo veis y el temor os parece menos. Cuando llega la noche y la oscuridad os invade el temor os parece más porque nada veis. Sólo pues, aquel que tiene en sí un eterno día carece de oscuridad y viéndolo todo, todo lo conoce, y conociendo nada teme porque el temor está en lo desconocido. Si supierais que nada muere dormiríais en paz. Uno de ellos le preguntó:

-  ¿Cómo es, pues, que aún el más valeroso de los hombres tiene temor a algo?     Jesús entonces contestó:

-  Porque aún el más valeroso de los hombres cree tener algo. Teme perderse a sí mismo y en su temor verdaderamente se pierde.

Le dijeron:

-   ¿De qué manera?

El contestó:

-   Se pierde para el tiempo de la felicidad. Ese mismo tiempo que habéis perdido esta misma noche mientras Yo era en él y vosotros no erais conmigo porque vuestro corazón se hallaba diciendo: "podemos morir a manos de forajidos y Él sin embargo duerme". ¿Acaso está el hombre a salvo por esto? ¡Hombres de poca fe! Dejaos de miedos y ved como aquel que nada teme goza de cada instante su momento, sabiendo que un momento eterno es la vida.

Luego que Jesús les hubo enseñado esto se pusieron a caminar. El les dijo:

-   Voy a adelantarme a vosotros pues es necesario que me dejéis solo.

Y así avivó el paso hasta perderse de la vista de ellos. Y llegó junto al pozo de Jacob. Cansado por la caminata Jesús tenía sed. Entonces, viendo a una mujer que allí estaba la saludó y le pidió de beber. Ella se extrañó  que aquel forastero se dirigiese a ella con un saludo de paz.

-   ¿Cómo tú -le dijo- me pides a mí que te dé de beber? Pues a las mujeres de aquí los judíos no les hablan.

Él le contestó:

-    Si supieras tú quién es quien te habla sin duda antes de darle agua le hubieras pedido.

Ella le dijo como era esto pues ni siquiera llevaba él con qué cogerla.

-  Mi agua nace de un manantial del cual todo el que bebe no vuelve a tener sed porque sacia todas las ansias. Ahora bien, si tú no quieres beber de este agua ve al menos y di a tu marido que venga y así él pueda saciarse.

-   ¿Qué marido, hombre? Yo no tengo marido.

Él contestando:

-   Cierto, porque cinco maridos has tenido y el hombre que ahora tienes no lo es.

-   ¿Quién eres tú que sabes esto? ¿Acaso eres uno de esos profetas judíos que viven de adivinaciones?

-  No. Yo soy Jesús de Nazaret.

Ella al oír este nombre se conmovió porque había oído decir que el tal Jesús de Nazaret obraba prodigios, con lo que le dijo:

-    Tú eres un varón famoso del que dicen que tiene conocimiento, que sabe las Escrituras. Pues que me hablas, permíteme que te diga, ¿dónde debemos adorar a Dios? Porque unos dicen que es aquí, otros en el Templo, en Jerusalén.

Él le enseñó así:

-   En verdad te digo, ni aquí ni en el Templo sino en el espíritu, porque quienes dicen eso hablan de aquello que no conocen. Yo, como ves, hablo de lo que conozco.

La mujer dijo entonces:

-    Veo señor, que conoces mi vida. Yo sin embargo solo conozco tu nombre. ¿Quién eres tú?

-  Yo soy el que todos están esperando para conocerse. Él que trae la salvación a este mundo.

-   ¿Eres tú, pues, el Mesías?

-   Yo, que te hablo.

La mujer entonces le dijo:

-   Dame pues de esa agua para no tener jamás sed.

Jesús entonces mirándola fijamente la cogió por las manos y acercándola a su cuerpo la besó. Entonces llegaron sus apóstoles y viendo esto se extrañaron sobremanera pero nadie se atrevió a preguntarle qué hacía. La mujer al ver a estos hombres se partió corriendo hacia su ciudad y contó a todos cuantos encontraba que ella conocía al Mesías, que era Jesús de Nazaret al cual había dado agua y Él le había dicho cuanto ella era. Muchos entonces salieron a su encuentro y hallándole con sus apóstoles le invitaron a visitar su ciudad.

Entró Jesús en la ciudad y a todos cuantos se les acercaron les dijo por medio de sus apóstoles que cuando hubieran pasado tres horas se reunieran en el lugar más espacioso para escucharle a Él. Y así lo hicieron.

Eran, pues, casi la totalidad de los habitantes de aquel sitio los que se concentraron para ver y oír a Jesús de Nazaret. Se puso a decirles:

-   También los samaritanos sois hijos de Dios. Por esto debéis conocer la Palabra de mi Padre celestial, la que se hace en Mí para vosotros y permanecerá para siempre. En el principio la Palabra era, y la Palabra era junto a Dios, y Ella era el Poder de Dios. Dios creó todas las cosas por medio de esta Palabra, las que eran antes que vosotros, las que están ahora y las que han de venir. Antes de vosotros sólo eran los espíritus, los cuales, al llegar vuestro tiempo se hicieron ángeles para anunciar a vuestros padres las cosas que les eran propias. Y así les anunciaron cómo los hombres tenían un sentido pleno de vida pues eran la justificación de la existencia. Pero a estos hombres les faltaba la Verdad lo mismo que a aquellos espíritus y era que la Palabra que todo lo había creado tomase cuerpo de la misma condición. Y la Palabra se ha hecho carne. Y todos aquellos que crean que esto es así por obra del espíritu, tendrán el poder de alcanzar el Reino de los Cielos de la misma manera que la Palabra ha acercado el Reino del Espíritu a la Tierra. Sin embargo, hay entre los hombres quienes nunca han creído que esto que Yo os anuncio sea cierto. ¿Qué será, pues, de estos hombres? ¿Acaso el privilegio del Reino de los Cielos, que es estar en la Verdad, por su testarudez pasará de ellos? No, Yo os lo declaro pues a esto he venido, a llevar sobre Mí toda la sinrazón que obliga la ignorancia.

Bastante es para todos que Yo visite en un tiempo todos los tiempos, de modo que vosotros que ahora me veis y me oís estáis cumpliendo el pasado, el presente y el porvenir. Pues bien, para que se cumpla en vosotros lo que he dicho, óbrese aquí, en la tierra prohibida por la Ley y a la que Yo mismo no mandaré a mis discípulos, el poder de la Palabra. Sed sanos desde ahora todos los que estéis enfermos.

Y en aquel instante se obró la Salud. Luego continuó diciendo:

-   He hecho esto entre vosotros porque vuestro testimonio no va a ser creído y a la verdad es que ahora todos creéis que la Luz de Dios os ha visitado. Vosotros, samaritanos, rodeados de desprecio, habéis recibido la gracia de saber que este mismo

Jesús, varón de Nazaret de Galilea, es el Hijo del hombre, el salvador del mundo y la Palabra de Dios.

Esto lo oyeron todos los samaritanos y el júbilo se hizo entre ellos, y se decían:

-    Ahora no debemos esperar lo que ya ha venido. Sabemos que está entre nosotros el Mesías prometido.

Y    a la verdad en aquel día aquellos hombres vieron y oyeron la Palabra, la que Jesús les había dicho pues a Él habían visto. No así sus apóstoles los cuales oyeron:

Paz a vosotros de parte de Dios, samaritanos. La gracia sea en vosotros. Yo soy Jesús de Nazaret y os anuncio que pronto seréis amados por judíos y galileos pues todos los hombres vendrán a ser vuestros hermanos. Porque siendo Yo judío y galileo me hago entre vosotros samaritano. Orad a Dios en espíritu pues así le gusta a Él que sean los hombres. Estamos reunidos para adorar a Aquel que todo lo ha creado. Alcemos nuestra voz para decir: Padre nuestro que estás en el Cielo, Santo es tu hombre., venga a nosotros tu Reino., y hágase tu voluntad así en la Tierra como es en el Cielo. El sustento diario sea con nosotros., y perdónanos como nosotros perdonamos., no nos dejes en el abandono y líbranos del mal.

Y   así, luego que ellos hubieron escuchado esto se dijeron:

-   Ciertamente si Él les enseña y les habla éstos también son nuestros hermanos.

Y   de allí fueron hacia Galilea.

37. En Kafarnaúm habla con cuatro mujeres.

Era día de viernes. Jesús había decidido pasar el día en soledad. Se hallaba en Kafarnaúm en el primer año de su magisterio. Siendo ya de muchos conocido, en el ágora de la ciudad estaba sentado. Se acercaron hasta Él cuatro mujeres. Ellas le conocían pues le habían visto enseñar los días de sábado en la sinagoga. Sus nombres eran Roa, Selfa, Uriem y María. Uriem fue quien le habló diciéndole:

- Rabí, hemos oído tu palabra en la sinagoga, cómo hablabas de la vida eterna y de la libertad, de los salmos, de los Profetas; cómo explicabas que todas las cosas han sido hechas para que el hombre venga a dominarlas con equidad, rectitud y justicia,

Maestro, pero, ¿qué dices tú de nosotras? ¿Quiénes somos para ti y según tú, Maestro, para nuestro Dios? ¿Qué hemos de hacer?

Jesús tendióle la mano y aprehendiendo la suya invitóla a sentarse junto a El, y así a las demás. Y se puso a hablarles:

-     Ved ahora que estáis junto a Mí que nada os oprime. Este debe ser el sentimiento vivo que ha de llenaros siempre pues el hombre dominará por decreto la faz de la Tierra pero el hombre no es sólo varón sino hembra. Porque éstas son madres de los hombres también el Hijo del hombre es nacido de mujer y de Espíritu. Por tanto, Yo os lo digo: ningún hombre varón puede oprimiros. Y así como vosotras vivís en la obediencia, esta virtud se hace manifiesta desde ahora y eternamente en el Hijo del hombre que lleva sobre sí todas las cosas que han de ser quitadas. Estad pues en Mí como Yo en vosotras y ved, entended, hijitas: no existe alguna diferencia en el espíritu de varón o hembra. En cuanto a la carne o la sangre, Yo os lo declaro, unos sin las otras, éstas sin aquellos no harán creación pues entre ambos cumplen la dignidad de ser como Yo hijos de Dios, pues así cumplen el amor y de él nace la vida. Venid, pues, en pos de Mí. No os sintáis oprimidas.

Él les besó en los ojos enjugando sus lágrimas emotivas.

38. Habla en la sinagoga de Kafarnaúm. Obra gran salud.

En la sinagoga de Kafarnaúm hubo en aquel sábado una aglomeración tal que las gentes estaban aún fuera de la sinagoga expectantes para oír el mensaje de Buena Nueva del joven rabino Jesús de Nazaret.

Él les habló en estos términos:

-    “Hijos de Israel y cuantos sois fieles a la Ley y los Profetas: me habéis oído decir que el hombre es más que su palabra porque él, el hombre, es hijo nacido del Verbo. Ahora pues, quien tiene oídos, oiga. Abrid el entendimiento. No he venido a abolir ni la Ley ni a los Profetas sino a dar justo cumplimiento. He aquí que todos desde el principio han profetizado según el espíritu y han llegado hasta Juan, y todos ellos anunciaron que el Reino de los Cielos se acercaba. Y Juan dio testimonio. Y su testimonio es verdadero cuando dice: "Éste es el cordero que lleva el pecado del mundo". Este cordero no es otro que el Hijo del hombre a quien debéis escuchar, creer y seguir. Porque el Hijo del hombre es el camino y la verdad.

Vosotros, hijos de Abraham, fieles de Moisés, decís: "Nunca estaremos huérfanos porque Yahvé Dios nos ha elegido", y decís bien pues es Dios quien elige al hombre. Y esto ha sido así desde el principio. Pero yo os digo más: desde ahora el Hijo de hombre camina sobre la tierra y es visto por los hombres. Por tanto Dios os ha legado la facultad de poder elegirle. Si la obra del Hijo del hombre es en todo según el Padre que le envía, aquel que no le elija se habrá perdido. Pues en verdad os digo: hoy se cumple esto ante vosotros. Y desde ahora os lo declaro: quien escucha mi palabra y la desoye viene a ser un necio pues es palabra viva y para vida. Quien tenga oídos, oiga. Abrid el entendimiento.

Abraham, Isaac, Jacob y Moisés y hasta el fin de los tiempos claman el nombre de Dios, del único Dios y en su nombre os digo: ésta es la plenitud del tiempo. Ved, pues, que quien a mí me recibe está recibiendo la Buena Nueva que es el conocimiento eterno y así acumuláis toda virtud. Pero quien a mí me niega desparrama la vida, pues a esto he venido, a daros a conocer el valor de los tiempos. Todos ellos son como nada si no se me ama como yo amo al Padre y a vosotros”.

Y a partir de aquel día Jesús, acompañado de los doce, empezó en Kafarnaúm a obrar salud. Y curaba toda dolencia. Y así se extendió su fama por toda la Galilea. De todas las ciudades acudían a Él para ser sanados. Y recorrieron juntos todo aquel territorio. Su fama se acrecentó llegando hasta Jerusalén y le seguían grandes multitudes porque todos buscaban la gracia que de Él salía. Pero Él insistía diciendo:

-  Es necesario que entendáis que es más importante para el hombre la salud del alma que la salud del cuerpo. Así pues, arrepentíos según el mandamiento que Juan os dio.

Juan había mandado emisarios a Jesús porque estos le habían dicho: "¿Es éste a quien debemos esperar, o no?". Entonces Jesús respondió a todos ellos:

-  La Palabra se justifica ante vosotros por la obra y es por esto que ciegos ven, sordos oyen y todo tullido es restablecido de su dolencia. Más bien creed en el poder de la Palabra que os anuncia la vida eterna, donde no hay ciegos, ni sordos, ni nadie con carencia pues en ella se cumple la plenitud en verdad de esto que os proclamo.

Pero todos buscaban a Jesús por su obra de salud porque Él restablecía inmediatamente todo quebranto tornándolo en salud.

-    Esta es la ambición del género humano: la ceguera y la sordera de las almas inquietas. Esta es la falsa caridad. Esta es la falsa fe. Esta es la peor de las falsedades - les decía- porque viendo no veis y oyendo no oís. En vosotros se cumple la profecía. Y yo no os niego la salud temporal pero os digo como Juan que aquel que no llegue al arrepentimiento no conocerá la luz del espíritu.

Y así de ciudad en ciudad, de aldea en aldea, de región en región Jesús crecía en notoriedad ante el pueblo. He hizo grandes cosas en Kafarnaúm.

Un día fueron siguiéndole tan grandes números de gentes que vióse en la necesidad de subir sobre una colina. Llamó junto a sí a los doce para que ellos oyesen todo cuanto Él decía sin desperdicio de palabra alguna. Alzando los ojos al cielo, gritó:

-   ¡Padre, hazte escuchar!

Una voz dijo:

-  Éste es mi amado Hijo: escuchadle a Él.

39. Mateo 5,6 y 7

Al ver estas multitudes subió a la montaña y habiéndose sentado se le acercaron sus discípulos. Entonces abrió su boca y se puso a enseñarles así: Bienaventurados los pobres en el espíritu porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos. Bienaventurados los afligidos porque serán consolados. Bienaventurados los mansos porque heredarán la Tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia porque serán hartados. Bienaventurados los que tienen misericordia porque para ellos habrá misericordia. Bienaventurados los de corazón puro porque verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos. Dichosos seréis cuando os insultaren, cuando os persiguieren, cuando dijeren mintiendo todo mal contra vosotros por causa mía. Gozaos y alegraos porque vuestra recompensa es grande en los cielos pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Vosotros sois la sal de la Tierra. Mas si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? Para nada vale ya sino para que tirada fuera la pisen los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede esconderse una ciudad situada sobre una montaña. Y no se enciende una candela para ponerla debajo del celemín sino sobre el candelero y así alumbra a todos los que están en la casa. Así brille vuestra luz ante los hombres de modo tal que viendo vuestras obras buenas glorifiquen a vuestro Padre en el Cielo. No vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley y los Profetas. Yo no he venido para abolir sino para dar cumplimiento. En verdad os digo, hasta que pasen el Cielo y la Tierra ni una gota ni un ápice de la Ley pasará sin que todo se haya cumplido. Por lo tanto, quien violare uno de estos mandamientos, aún los más pequeños y así enseñare a los hombres, será llamado el mínimo en el Reino de los Cielos. Mas quien los observare y los enseñare éste será llamado grande en el Reino de los Cielos. Os digo, pues, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos no entraréis en el Reino de los Cielos.

Oísteis que fue dicho a los antepasados: "No matarás., el que matare será reo de condenación". Mas Yo os digo: todo aquel que se encoleriza contra su hermano merece la condenación, quien dice a su hermano racá merece el sanhedrín., quien le dice necio merece la gehenna del fuego. Si, pues, estás presentando tu ofrenda sobre el altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo que reprocharte, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte en paz sin tardar con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que él te entregue al juez y el juez al alguacil y te pongan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Oísteis que fue dicho: "No cometerás adulterio". Mas Yo os digo: quienquiera mire a una mujer codiciándola ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te hace tropezar arráncalo y arrójalo lejos de ti. Más te vale que se pierda uno de tus miembros y no que sea echado todo tu cuerpo en la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de tropiezo, córtala y arrójala lejos de ti. Más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que sea echado todo tu cuerpo en la gehenna.

También ha sido dicho: "Si alguien repudia a su mujer que le dé un acta de repudio". Mas Yo os digo: quienquiera repudie a su mujer, si no es por causa de fornicación, se hace causa de que se cometa adulterio con ella, y el que toma a una mujer repudiada comete adulterio.

Oísteis también a los antepasados: "No perjurarás sino que cumplirás al Señor lo que has jurado". Mas Yo os digo: no juréis de ningún modo, ni por el Cielo porque es el trono de Dios, ni por la Tierra porque es el escabel de sus pies, ni por Jerusalén porque es la ciudad del gran rey. Ni jures tampoco por tu cabeza porque eres incapaz de hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Diréis sólo: sí, sí., no, no. Todo lo que excede de esto viene del Maligno.

Oísteis que fue dicho: "Ojo por ojo y diente por diente". Mas Yo os digo: no resistid al que es malo. Antes bien, si alguien te abofeteare en la mejilla derecha preséntale también la otra. Y si alguien te quiere citar ante el juez para quitarte la túnica abandónale también tu manto. Y si alguno te quiere llevar por fuerza una milla ve con él dos. Da a quien te pida y no vuelvas la espalda a quien quiera tomar prestado de ti.

Oísteis que fue dicho: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo". Mas Yo os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen a fin de que seáis hijos de vuestro Padre celestial que hace levantar su sol sobre malos y buenos y descender su lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman., ¿qué recompensa tendréis? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis vosotros de particular? ¿No hacen otro tanto los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Cuidad de no practicar vuestra justicia a la vista de los hombres con el objeto de ser mirados por ellos, de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Cuando, pues, hagas limosna, no toques la bocina delante de ti como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser glorificados por los hombres. En verdad os digo, ya tienen su paga. Tú, al contrario, cuando hagas limosna que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha para que tu limosna quede oculta. Y tu Padre, que está y ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando oréis no seáis como los hipócritas que gustan orar de pie en las sinagogas y en las plazas públicas para ser vistos de los hombres. En verdad os digo, ya tienen su paga. Tú, al contrario, cuando quieras orar entra en tu aposento, corre el cerrojo de la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Y cuando oréis no abundéis en palabras como los paganos que se figuran que por mucho hablar serán oídos. Por lo tanto no los imitéis porque vuestro Padre sabe qué cosas necesitáis antes de que vosotros le pidáis. Así pues oraréis vosotros: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre., venga tu Reino., hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan y perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos introduzcas en tentación, antes bien líbranos del Maligno. Si, pues, vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas vuestro Padre celestial os perdonará también. Pero si vosotros no perdonáis a los hombres vuestro Padre tampoco perdonará vuestros pecados.

Cuando ayunéis no pongáis cara triste como los hipócritas que fingen un rostro escuálido para que las gentes noten que ellos ayunan. En verdad os digo, ya tienen su paga. Mas tú cuando ayunes perfuma tu cabeza y lava tu rostro a fin de que tu ayuno sea visto, no de las gentes sino de tu Padre que está en lo secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.

No amontonéis tesoros en la Tierra donde polilla y herrumbre los destruyen y donde los ladrones horadan los muros y roban. Amontonaos tesoros en el Cielo donde ni polilla ni herrumbre destruyen y donde ladrones no horadan ni roban. Porque allí donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón.

La lámpara de tu cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sencillo todo tu cuerpo gozará de la luz, pero si tu ojo está inservible todo tu cuerpo estará en tinieblas. Luego, si la luz que hay en ti es tiniebla, las tinieblas mismas ¿Cuán grandes serán?

Nadie puede servir a dos señores porque odiará a uno y amará a otro, o se adherirá al uno y despreciará al otro. Vosotros no podéis servir a Dios y Madmón.

Por esto os digo: no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis, ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo que no siembran ni siegan ni juntan en granero y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros puede por mucho que se afane añadir un codo a su estatura? Y por el vestido, ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo cómo crecen., no trabajan ni hilan, mas Yo os digo que ni Salomón en toda su magnificencia se vistió como uno de ellos. Si, pues, la hierba del campo que hoy aparece y mañana es echaba al horno Dios así la engalana, ¿no hará Él mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os preocupéis, por consiguiente, diciendo, ¿qué tendremos para comer?, ¿qué tendremos para beber?, ¿qué tendremos para vestirnos? porque estas cosas las codician los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe que tenéis necesidad de todo eso. Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia y todo eso se os dará por añadidura. Nos os preocupéis entonces del mañana. El mañana se preocupará de sí mismo. A cada día le baste su propia pena.

No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque el juicio que vosotros hacéis se aplicará a vosotros y la medida que usáis se usará para vosotros. ¿Por qué ves la pajuela que está en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que está en tu ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: "Déjame quitar la pajuela que está en tu ojo", mientras hay una viga en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo y entonces verás bien para sacar la pajuela que está en el ojo de tu hermano.

No deis a los perros lo que es santo y no echéis vuestras perlas ante los puercos, no sea que las pisoteen con sus pies y después volviéndose os despedacen.

Pedid y se os dará., buscad y encontraréis., golpead y se os abrirá. Porque todo el que pide obtiene y el que busca encuentra y al que golpea se le abre. ¿O hay acaso entre vosotros algún hombre que al hijo que le pide pan le dé una serpiente? Si, pues, vosotros que sois malos sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a los que le pidan! Así, pues, todo cuanto queréis que los hombres os hagan, hacedlo también vosotros a ellos. Ésta es la Ley y los Profetas.

Entrad por la puerta estrecha porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y muchos son los que entran por él. Porque angosta es la puerta y estrecho el camino que lleva a la vida y pocos son los que lo encuentran.

Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros disfrazados de ovejas mas por dentro son lobos rapaces. Los conoceréis por sus frutos. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Asimismo todo árbol bueno da frutos sanos y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede llevar frutos malos ni un árbol malo frutos buenos. Todo árbol que no produce buen fruto es cortado y echado al fuego. De modo que por sus frutos los conoceréis.

No todo el que me dice, ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y lanzamos demonios y en tu nombre hicimos cantidad de prodigios?". Entonces les declararé: ¡Jamás os conocí: alejaos de Mí obradores de iniquidad".

Así, pues, el que oye estas palabras mías y las pone en práctica se asemejará a un varón sensato que ha edificado su casa sobre la roca: las lluvias cayeron, los vientos soplaron, los torrentes vinieron y se arrojaron contra aquella casa pero ella no cayó porque estaba fundada sobre roca. Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica se asemejará a un varón insensato que ha edificado su casa sobre la arena: las lluvias cayeron, los torrentes vinieron, los vientos soplaron y se arrojaron contra aquella casa y cayó, y su ruina fue grande.

Y sucedió que cuando Jesús hubo acabado este discurso las multitudes estaban poseídas de admiración por su doctrina porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas de ellos.

40. Entraba en las sinagogas, les enseñaba y obraba salud.

Él entraba en sus sinagogas y levantándose entre ellos les enseñaba así:

"El que tenga oídos, oiga, y el que tenga entendimiento, entienda. Permanecéis reunidos con la viva esperanza de un cumplimiento que viene de parte de Dios, vosotros que sois los que habéis de heredar la salvación que es la vida eterna. Venís a orar, venís a pedir y Yo os digo, ¿quién de entre vosotros viene a dar de su parte un entero? Este es, pues, el principio de la obra de todo aquel que quiera ser verdaderamente heredero. Tenéis, pues, que dar. Sólo así podréis recibir de parte de Aquel que viene y que es vuestra esperanza. Esto hicieron todos los profetas, dieron todo para todos, la Palabra que habían recibido y la obra. Quien de vosotros no tenga el sentimiento de este principio no espere recibir nada. Así, pues, quien de vosotros no dé hasta el alma, la perderá, pero si estáis dispuestos a dar el alma por amor a Dios y a vuestra semejanza, que son todas las cosas que por vosotros y para vosotros fueron hechas, Yo os lo digo, recibiréis completo vuestro deseo. Y el tiempo de vuestra vida no tendrá fin y hallaréis el paraíso. No hay en él enfermedad ni dolor, no tendréis más hambre ni sed pues vosotros si hacéis de este principio una obra tendréis la justicia del Señor en vosotros. Vuestra obra habrá dignificado la razón de vuestro ser. Dad, pues, cuanto sois sin reserva. No hagáis de vuestra alma un granero donde guardar la cosecha de la vida porque no sois dueños de otro principio que no sea el de la entrega. Entregaos, pues, a la obra buena de esta nueva que es el amor. Socorreos en vuestra necesidad. Ayudaos en vuestro menester. Vivid en la alegría de ser útiles a los demás. Aprended a no pedir sino a dar porque Yo os lo digo, el que es Dios os ha colmado. Por tanto no paséis vuestro tiempo llorando a la impotencia: el culto que rendís es inútil. Salid a los campos. Visitad vuestro entorno. Alzad los ojos y sentid el espacio abierto. Veréis que en todo hay un sonido y hay un silencio. Y así como vosotros ni preguntáis a la espiga, ni al agua del río, ni a las nubes qué os pueden dar porque de todo ello no esperáis respuesta, igual, Yo os lo digo, no debéis preguntar a los hombres cuáles son las repuestas de Dios porque sois hombres vosotros y en vosotros las tenéis.

Y desde ahora os declaro que el Hijo del hombre ha venido a esto, a poner sello a la profecía y a traer la salvación que es elevar al hombre a la dignidad de sí mismo ante Dios. Por esto, todos aquellos que quieran alcanzar el beneficio de esta Buena Nueva empiecen por dar el alma a la obra buena del amor. Quien tiene oídos, oiga, y entendimiento, entienda.

Muchos son los que se hacen llamar maestro y no lo son. Uno solo es el Maestro, Yo que os hablo, porque no doy testimonio de Mí ni dicto ley ni sentencia. Sólo os digo una cosa: la caridad, la misericordia y el amor se han de hacer en cada aliento. Y no para sí sino uno para el resto de su generación. Y os digo que con esto habréis andado mucho más el camino que lleva a la vida eterna que viviendo la esperanza de ella. Bien está que seáis reunidos para adquirir todo conocimiento y si ello lo hacéis por un sentimiento común que hacia Dios se eleva, pasa por bueno. Pero es mejor, Yo os lo digo, dar un solo vaso de agua a un sediento que toda la esperanza que estáis viviendo".

Así les enseñaba Jesús de sinagoga en sinagoga y curaba sus enfermedades y todos sentían hacia El admiración y respeto.

La casta de los fariseos le discutían su forma de enseñar pero el pueblo crecía en el sentimiento y se decían que aquel hombre tenía autoridad. A nada les obligaba. Y decían de Él: Es un hombre justo, bueno y recto.

 

41. Celebra la Pascua en Nazaret junto a María y José.

Fue Jesús a su ciudad y allí, en Nazaret, celebró junto a José y su madre la Pascua. Él no quiso en aquel día que nadie que no fuese espíritu puro estuviese en casa. Y así estaban con Él, José y María, su madre. Él les dijo:

-    Vosotros hoy vais a vivir un momento para la eternidad. Y así en vuestro recuerdo van a vivir aquellos de cuya semejanza sois nacidos.

Él, Jesús, estaba vestido en aquella ocasión con una túnica a franjas rojas y blancas.

-   ¿Ves, José, mi túnica? ¿Y tú, mujer? Pues sabeos que aquí, en el valor que Yo mismo doy a esta imagen, sois vosotros. La sangre es roja y nada habla mejor de la pureza que este blanco sin mácula. ¿Veis?

Ellos cogieron y unieron sus manos, José con María, María con José y Jesús puesto en pie posó las suyas sobre las cabezas de su honrados. En un instante el aposento se llenó de luz del espíritu en la forma que es vista por el sentido humano. María y José vieron como Jesús se transfiguraba radiante de luz propia. Pasado un instante, cuando Él estaba de nuevo sentado, María dijo:

-  Hijo mío, ¡cómo es que tu túnica se ha vestido totalmente de sangre?

José dijo:

-  ¿Qué dices, mujer? Bien al contrario: se ha vestido totalmente de blanco.

Jesús les dijo:

-    Ambas cosas son una en vosotros. Para ti, José, carne de sangre y espíritu. Para ti, mujer, carne de sangre y sangre.

Ellos le rogaron que les desvelara este misterio y Él dijo:

-   Quien ama al Espíritu de Dios me ama en espíritu. Quien ha sido amado por el Espíritu de Dios me ama en plenitud. Y así os declaro que en vosotros se ha obrado el amor perfecto porque José, a ti y a Mi, a Mi y a ti mujer, nos ha amado como a Dios y nosotros como Dios le hemos amado. Yo soy carne de tu carne, mujer, sangre de tu sangre. Él, José, es varón como mi Espíritu. Por esto se ha obrado en vosotros la perfección.

María le dijo:

-  Hijo, recuerdo bien a aquel varón Gabriel cuando me dijo que iba a concebir y que eras varón.

Él contestó:

-   Sí, mujer. Ven y acaríciame. Ves, es tu mismo pelo, tu misma piel, tus mismos ojos.

José entonces se acercó y abrazando fuertemente a María, su mujer, dijo:

-   Sin embargo, a pesar de todo, Él es hombre y tú mujer.

Jesús se sonrió mirando a José fijamente como Él acostumbraba a mirarle y le dijo:

-    ¡Ay, José, José! Que en el Reino de mi Padre son desde el principio en su ser, varón y mujer.

Y  así celebraron aquel día la Pascua en Nazaret Jesús, José y María. Mientras el Cielo se conmovía, pues, por un instante quien es Dios se compartía.

42. De camino a Betania con sus discípulos. El Reino de los Cielos.

Iban, pues, de camino a Betania, Jesús y aquellos que con Él andaban. E iban andando. Mientras, Él les enseñaba el Reino de los Cielos. Y así le preguntó el primero:

-  ¿Cómo es para que nosotros conozcamos este gobierno?

Y  Él contestando:

-     Así como el profeta Isaías habló de la armonía entre las cosas para que entendiereis cómo la paz es vida, y el león vive con la gacela sin necesidad de comerla, y ésta con la hierba del campo sin necesidad de comerla, y ésta con el sol y el agua y el aire sin necesidad de los elementos, Yo os digo que el Reino de los cielos es esto, la falta y la ausencia de necesidad por motivo de posesión. No hay en el Reino de los

Cielos quien ordene, ni mande, ni imponga porque todos son como el rey que gobierna sin necesidad de súbdito que le sirva: Todos son en el Reino como un rey poderoso que en él mismo tiene su imperio y su satisfacción porque nada le es ajeno y ni él mismo se es propio.

Y   el segundo le dijo:

-  ¿Cómo es el Reino de los Cielos?

Jesús contestó:

-    Para cada uno, una pregunta constante con una respuesta permanente. La pregunta es amén. La respuesta es amén. Y en cada uno un vacío. Y en cada uno una plenitud. Es el Reino de los Cielos un Espíritu más que uno y en él eres tú.

Preguntó un tercero.

-   ¿Cómo, pues, se llega uno a ser Reino de los Cielos?

Y Él también le contestó:

-     Creyendo, amando y viviendo todo cuanto Yo hago pues así os lo he anunciado para vuestro ser en mi Reino.

Y andado que hubieron un trecho algunos sintiéronse cansados y rogaron al Maestro hacer un alto para el reposo. A este propósito Él dijo:

-   Acercaos y escuchad. Veis por vosotros mismos como el tiempo es mudable, ora está nublado ora hace sol. Veis por vosotros mismos como el árbol reverdece y el campo muda de color. Discernís, sin duda, que todo se mueve y cambia sin cesar. Vosotros mismos de moveros adquirís cansancio y me pedís parar y así recuperar aliento en pro de continuar. Yo, sin embargo, hago por vosotros toda la necesidad para que llegue el día grande en que nada cambiará porque la mudanza del tiempo habrá pasado y el cansancio de su movimiento no será. Y así, todo lo que es el placer que ahora experimentáis en el cambio, será una eternidad. Gozaréis andando y parados, gozaréis sin descanso y en paz porque el instante será presente y él será vivo de eternidad. Mas Yo os digo que en vosotros hay ya un momento de cuanto os hablo: mi Palabra que no mudará.

Y así que hubieron descansado pusiéronse a caminar y entre ellos hablaban del gozo de esta verdad. Decíanse, pues, unos a otros, por nombre citaremos a Juan que con su hermano Santiago dialogaban con Felipe, Judas y Simón Bar Joná, diciendo:

-   ¿Imagináis cuando llegue el momento de estar viviendo todo esto que nos acaba de anunciar?

-  Será perfecto -contestaba otro- pues que ahora, a la verdad, no nos damos cuenta de lo que es el gozo porque creíamos que al descansar gozábamos del descanso y de cierto no es así. En el instante de descansar gozábamos del cansancio y una vez pasado éste, al volver a caminar, gozábamos del instante del pasado reposo.

Otro contestaba:

-  Entonces, en verdad, el Reino de los Cielos es gozar mientras se descansa del descanso, del camino mientras por él se camina, y de todo en su momento. Sin duda, así es como lo hace el Maestro. Le hemos visto dormir y en verdad que en su rostro no se adivina ni un ápice de temor. No como nosotros cuando dormimos al raso que más que dormimos, velamos. Le hemos visto curar a los enfermos y en sus obras todas nada hay fuera de ellas pues en cada cosa pone la vida.

Y así andaban diciendo lo que el Reino de los Cielos les parecía.

Jesús que andaba delante de estos algunos pasos, detuvo su marcha y volviéndose hacia ellos les dijo:

-   ¿Veis lo que he hecho?

-   Qué, Maestro, ¡venir hacia nosotros?

Él les dijo:

-   No, que ya he venido, sino volver. Porque también el Hijo del hombre os dará

esto: el poder de volver a ser, cuando cada cual lo desee, en el Reino de los Cielos.

43. Jesús les enseña sobre el comportamiento de unos con los otros.

Él les enseñaba así:

"El padre deber ser con el hijo como el hijo con el padre. La madre con la hija como la hija con la madre. Todos, como hermanos, llenos de confianza, de respeto, unidos en una misma comprensión. No debe el padre alzar la voz por encima de la madre, ni ésta por encima del hijo, ni éste tomar la autoridad del padre para con su hermana porque esta jerarquía es de carne y de sangre y es, por tanto, de natural generación. Así es que nadie está obligado al otro por motivo de este lazo del cual todos los hombres son inocentes. Nadie tiene motivo de ser hijo y sin embargo todos los son. Nos os hagáis, pues, entre vosotros extorsión por esta causa sino más bien daos el respeto por el amor agradecido de haber venido al mundo por este motivo de amor, y sed hermanos en la obra de este sentimiento común.

Os ha sido dicho: "Honrarás a tu padre y a tu madre". Y Yo os digo: no hay mayor honra que la de sentirse hijo. Por esto el Hijo del hombre ha venido a vosotros para que por Él sea honrado el Padre que lo ha enviado cuando todos vosotros, por el lazo de la hermandad con el Hijo, os sintáis honrados de ser hijos. Uno es, pues, solo, vuestro Padre: el del Cielo. Y quienquiera haga su obra como la hace el Hijo del hombre éste viene a ser madre, hija, hermana, hermano y cualquier parentesco ante Él. Porque es su obra de espíritu y esta obra que es precisamente la que Yo hago, es Él".

Y así les enseñaba lo que unos a otros se deben por el hecho de ser. Y les dijo:

"Bienaventurado todo aquel que no maldice el día en que nació aún cuando tenga toda clase de quebrantos, de fatiga, de angustia o dolor porque éste, si bendice su nacimiento está bendiciendo a su Hacedor. Éste es el respeto que se deben los padres a los hijos y éstos a aquellos".

Esto les enseñaba Jesús a aquellos doce que Él había apartado para sí y con ellos las mujeres que les acompañaban y les proveían de su propio sustento. Él, el Hijo del hombre, Jesús, ciertamente no tenía una mujer para sí propio por lo cual uno de sus discípulos, el llamado Lázaro, le dijo:

-   Maestro, yo tengo dos hermanas y me hace que tomaras por mujer a una de ellas pues al tiempo no tienes para ti mujer alguna:

Él le miró y sonriendo le dijo:

-   ¿Puede acaso el poseedor de todo ser poseído? Y si esto no es así, ¿cómo podría dar con medida una parte sólo del entero? No pudiendo, pues, dar mi Espíritu enteramente a un solo ser, es que lo doy a todos. Porque te digo en verdad que sí tengo ese amor pero lo tengo Yo. He aquí Lázaro que el Espíritu se ha hecho carne.

Él calló y no habló. No había comprendido pero dentro de sí el espíritu había hallado una paz.

Ciertamente ni los doce, ni Lázaro, ni las hermanas de éste, ni las mujeres de aquellos alcanzaron a entender lo que Jesús les había dicho en relación a la propuesta de Lázaro. Había sin embargo allí una mujer que sí entendía. Su nombre era María, madre de este Jesús que les enseñaba estas y otras cosas.

44. La Ley del Espíritu y las leyes de los hombres.

La ley del Espíritu es igual para todos los habitantes de la Tierra. Las leyes de los hombres son distintas para cada caso porque están hechas según la propia conveniencia. Los más fuertes oprimen a los débiles y les hacen sentir su imperio. Así pues, quienquiera me siga sepa esto desde ahora: nadie sienta el más mínimo desprecio por el prójimo, sea éste grande o pequeño, señor o vasallo. En cuanto a los que tienen defectos corporales dadles el mismo trato que a los que no los tienen y no penséis que sufren castigo del Cielo. Porque en boca de Moisés se han puesto muchos preceptos que jamás le fueron dados tales como aquel que dice: "Yahvé castigará la iniquidad de los padres en los hijos". Esto es falso. Yo por mi parte os digo: los verdaderos y buenos hijos de Dios se les conoce por hacer las obras del Padre y estos, os lo declaro, carecen de espíritu de venganza. La venganza es un sentimiento propio de Satanás. Así pues, a través de este sentimiento de venganza conoceréis que clase de ralea sois.

Yo os he dicho que no he venido a abolir la Ley ni a los profetas sino a dar cumplimiento a la Escritura hecha por mi Padre antes de la fundación del mundo. Esto es, a mostraros como se es verdad.

45. Les enseña dónde fundamentar la vida propia.

Jesús les enseñaba así:

"Me habéis oído decir: haced a los demás todo aquello que queréis para vosotros porque esta forma de obrar es la medida justa de vuestra potestad. Haciendo esto, ante vosotros mismos estáis justificados de modo tal que nadie en justicia levantará un dedo para acusaros. Pero os digo más: quienquiera de vosotros exceda desde la ignorancia esta medida se hace a sí mismo reo de condenación porque nadie puede amar lo ajeno más que lo propio y vosotros me sois testigos de que Yo he dicho "sólo tenéis una cosa que os pertenece en propiedad, el espíritu que os ha sido dado por el Padre Celestial". Así, pues, ninguna otra cosa amaréis más que a Dios, que a este Espíritu que viene del Padre por medio del Hijo para santificaros. Una vez tengáis este espíritu en obra eterna lo haréis conocer así como Yo os lo he enseñado y diréis a todos los hombres el fundamento de la Verdad para que ninguno de ellos exceda por ignorancia la medida de esta justicia y venga a extraviarse por amar más lo ajeno que lo propio. Desde ahora os lo digo: quienquiera fundamente su vida fuera del Espíritu que viene del Padre por medio del Hijo, lo hace falsamente pues está basando el principio de su amor sobre un espíritu de ignorancia y error. Por esto a sí mismo se condena. En verdad en verdad os digo: enseñad al mundo que nadie puede llegar a sentir el gozo de la gracia eterna si ama más lo ajeno que lo propio. Una sola cosa tenéis, amadla sobre todas. Por esto os dije que aquel que tiene se le dará y al que no tiene, aún lo que cree tener, esto le será quitado. Y ello por misericordia porque nada puede estar eternamente perdido. Yo he venido al mundo para que todo el que crea que Yo soy, me reciba. Así como Yo tengo la Vida, él me tendrá y amándome a mí, amará sobre todas las cosas. Y nada le será ajeno sino que todo le será propio porque el Hijo del hombre ha sido levantado a la dignidad del Padre y habiéndolo recibido todo de Él lo da a quienes le han querido hasta el extremo de la negación de todo. Así, pues, esto debéis enseñar a los hombres para que ninguno de ellos llegue a amar más lo ajeno que lo propio".

Esto sucedió en aquel tiempo.

46. Jesús resucita a un hijo de viuda.

Entrando Jesús en cierta aldea y yendo Él solo, sucedió que acababa de fallecer un niño como de seis años. Era éste hijo único y era grande la pena y el desconsuelo que había en la madre. Ésta, que era viuda, no tenía más alegría. Sus amigos, sus parientes, vecinos de aquella aldea, querían darle consuelo pero no lo hallaba.

Llegóse Jesús y se puso en medio de ellos. Fijó sus ojos sobre la mujer y le dijo:

-  ¿Qué es esto?                                                                                                                               

Ella contestó:

-   Dios me ha herido, señor. Ha quitado mi vida y sigo viviendo. Yo todo lo tenía en mi hijo y ahora ya no le tengo.

Él le dijo:

-  No llores y despide a éstos.

Ella así lo hizo. Luego quedaron solos con el niño que yacía muerto. Él le dijo:

-   ¿Qué quieres que haga por ti, mujer? Ella le contestó:

-   Señor, si puedes quítame la vida para que yo no siga sufriendo esta herida del Cielo.

Él le dijo:

-  Fuera de ti esto, mujer. Mira ... Cogiendo al niño de la mano dijo:

-  Padre, éste es un amor único, éste es un bienamado.

Y volviéndole al espíritu, levantó al niño y púsolo en los brazos de aquella que tanto le quería. Y así le dio la vida. Al tiempo, Él imponía su mano sobre ella y la virtud de la paz se hizo. Ella le dijo:

-   ¿Quién eres, señor, y qué es esto? Pues es que no sé si aún vivo o he muerto.        

 Él cogió al niño entre sus brazos y le dijo a esta mujer:

-   ¿Quieres que le lleve conmigo?

Ella contestó:

-  En verdad, me lo has devuelto.

Dejó el niño con su madre diciéndole que a todos quienes le preguntaran cómo esto había sido hecho debía de enseñarles que según la medida con que damos, recibimos. Mas ella quiso saber qué medida había dado para recibir tanto. Él le enseñó así:

- Cuando Yo te dije "qué quieres que te haga" tú pediste morir y con ello dabas fe de vida eterna y sentimiento vivo, pero uno es el Señor que da la vida y para este testimonio he venido. Y así como por tu amor te ha sido devuelto tu hijo, por este mismo amor que el Padre ha puesto en el Hijo éste devolverá al Padre la resurrección de todos sus hijos.

Con esto la dejó. Eran en aquella aldea como cincuenta personas. Todas ellas creyeron desde aquel día que la virtud de Dios y su Reino eran entre ellos.

47. De camino a Esdrelón con sus discípulos.

De camino a la ciudad de Esdrelón díjole Santiago el Menor:

-   Maestro, tengo una querencia que me acucia por las noches y en el día no hallo el sosiego pues cayendo éste vuelvo a la misma necesidad. Y es que quiero que me digas, sabiendo de ti la verdad, por qué no sabemos lo cierto. Pues sí, Jesús, -decía Santiago- que las cosas me parecen como muertas todas ellas y voy contigo porque me haces sentir vivo.

Jesús le miró sabiendo Él que no era en sí el hombre Santiago quien hablaba sino aquel cuyo único nombre Dios conocía, el espíritu de Santiago hablaba, y contestó:

-    Todo es, Santiago, vivo eterno y nada hay que a algo llegue, porque no es camino de vida sentir lo muerto sino que la vida es negar la muerte y éste es el sabor y el valor del espíritu. Ve las cosas todas como son en armonía pues nada se desdice ni nada se estorba. Míralas, flores, piedras ... todas ellas son y ninguna guarda conciencia ajena porque entre ellas son y no se estorban. De cierto y en verdad te digo que el espíritu preguntando halla respuesta y verdad y en esto es que andamos juntos. La muerte, Santiago, no existe ni aún en el recuerdo pues nadie la vio nunca jamás. Y el ser cual tú y como yo que anda el camino y en él es la verdad se pregunta por esto mismo. Pero te digo en verdad que no puede hallar la muerte pues no es. No es más que la sinrazón.

Entonces dijo Santiago, desde el espíritu hablaba:

-   Maestro, entonces ¿a qué este miedo, a qué esta inquietud, estas noches sin luz y estos días con sombra? Porque, Maestro, me ocurre tal.

Díjole Jesús:

-  Es así porque no hay necesidad. Porque así como el Padre no está necesitado, los hijos han de hallarle por su misma igualdad. Los verdaderos hijos, los que llegan a creer como tú, Santiago, que tanto le necesitan, éstos por sí mismo son justificados.

Y era que andaban juntos en compañía de los demás a Esdrelón, ciudad que se hallaba junto al mar. Era el año dos, segundo año desde que Jesús iniciara su magisterio.

48. Les enseña cómo hacer el descanso.

Jesús les enseñó el placer del descanso y hablándoles les dijo a sus discípulos:

-   Vacíos de los sentidos de la carne y de la sangre estáis junto a Mí y junto a mi Padre. No tenéis necesidad de respuesta, nada debéis preguntar. Sois completos pues vivís la contemplación del vacío de la necesidad infinita. No hay en vosotros sentimiento. El dolor ha pasado, no existe recuerdo de él. No tenéis anhelo ni esperanza mas estáis vivos. Este es el sueño del descanso eterno en donde nunca fuisteis. Y todo discípulo mío sabe desde ahora descansar en la plenitud del vacío infinito, donde nunca ha sido.

Y en aquella hora ellos durmieron el sueño de la eternidad y despertando dijeron:

-   Maestro, tenemos miedo.

Él les dijo:

-   No temed pues Yo he venido para que esto no sea nunca en vosotros jamás. Ved que también Yo soy hombre de carne y sangre. Por esto, porque soy como uno de vosotros, venceré el descanso del sueño eterno para que vosotros no digáis más "tengo miedo". Ahora sí, descansad junto a Mí en la eterna conciencia de saberse despiertos.

Y así les enseñó la utilidad del descanso. Y así les enseñó la utilidad del trabajo porque todo discípulo en Jesús debe saber esto: que antes del principio del individuo, para el individuo fue el sueño eterno.

Esto les enseñó Jesús a sus discípulos mientras reposaban en el campo un día de sábado. Y añadió:

-    ¿Qué es, pues, para vosotros justo y lícito, descansar según el precepto u obrar constantemente?

Pedro dijo:

-   ¡Fuera de mí todo descanso que haga sentirme muerto!

49. En Tiro Y Sidón con sus discípulos.

En la ciudad de Tiro dijo Jesús:

-   He llegado hasta vosotros no solo, pues estos doce son para Mí mi compañía. Tú Mateo, habla y di la Buena Nueva.

Dice Mateo:

-   Hermanos, la profecía hecha al pueblo de Israel es cumplida pues el hombre se ha hecho a sí mismo y guía de los hombres. Es este, pues, nuestro seguimiento. La Buena Nueva es éste nuestro Maestro que os muestro. Él es, en verdad, bueno y nuevo y no soy yo, Mateo, quien os habla desde mí mismo sino este espíritu que Él me ha dicho y siento que tengo. Y así como Él me ha hecho a mí sentirme a mí mismo, yo os lo digo, quienquiera crea en Él y en su obra halla la Buena Nueva que en su nombre os anuncio.

Todo es posible en Él. En Él todo se cumple. Traed, pues, pueblo de Tiro toda vuestra necesidad para que este Jesús, nuestro Maestro, os la sacie. Traed vuestros enfermos pues yo os lo digo que éste es el Verdadero, el que anuncia y cumple la Vida Eterna.

Ved su semblante, ved su rostro. Llegaos y dejaos por Él ser pues va a quitar de todos vosotros el sobrante y así quedaréis siendo, como nosotros en Él, una primicia de espíritu que es la Buena Nueva que Él me manda que os anuncie.

Y   en todo Tiro hizo salud, y en Sidón, y allí la conversión de los más fue una. Y no hizo milagro alguno ni en Tiro ni en Sidón pues sus gentes decían: hombre bueno es éste por el cual dan testimonio doce.

Ellos, los doce, hicieron amor y salud, justicia, poder y vida, y dijo Jesús:

-   Tiro y Sidón, sed bienvenidas al Reino.

Él, Jesús, les había llevado la Buena Nueva, su presencia, y confirmado su existencia en aquellos que por Él habían sido elegidos. Y dijo en la ciudad de Sidón:

-   Juan, diles la Buena Nueva.

Entonces abrió Juan su boca y les dijo:

-  Hermanos, este gozo que me llena no es cosa ajena ni propia. Es por él mismo una nueva tan buena que a mi ser acomoda de tal forma, hermanos míos, que las palabras me sobran. Ved mi Maestro. Yo no soy ahora, Él es. Y vosotros ahora no sois. Mas en verdad os digo que a mi espíritu acomoda.

La Buena Nueva que os traigo es la fidelidad que le rindo. Éste es Jesús, y Él es para mí y yo soy para Él lo que vosotros sois para Yahvé. Es, pues, Él la Buena Nueva pues en verdad en verdad os digo: Él no es solo uno sino en Él más que uno somos y es que en Él ya no somos solos eternamente hermanos, amén.

Esto dijo Juan en la ciudad de Sidón y creyeron en él, en el tiempo en que Él andaba con los doce y los doce en Él.

Y así, Jesús de Nazaret, el Hijo del hombre, lamentó como hombre sobre Corazín y Kafarnaúm:

"Si en Tiro y Sidón sin oír la Palabra del Hijo del hombre fue conmovido su espíritu por los hijos de la Palabra, ¿qué no hubiese sido de Tiro y Sidón para la gloria?. Mas tú ¡ay Corazín y Kafarnaúm donde todo fue hecho y nada quedó! Quien tienda el lazo del entendimiento para apresar esta convicción entienda, pues Corazín, pues Kafarnaúm, sois nombres de ser que teniendo no tenéis. Y es la salvación de Tiro y Sidón vuestra carencia".

50. Tras haber resucitado a un joven en Naím.

Luego que Jesús hubo resucitado en la ciudad de Naím a cierto joven, sus discípulos le preguntaron aparte:

-   Maestro, ¿es así para el fin lo que nos ha de acontecer a todos?

Él les dijo:

-   No así para el fin sino que esto que veis es el principio pues es hecho que lo vivo es el espíritu. Para que veáis y entendáis hago esto pues os es necesario a todos aceptar el poder de Dios que es vida. Todos, en el fin, verán la resurrección de la carne. Entended que es el cuerpo el espíritu de vida. Esto ha sido obrado en el tiempo de la plenitud por vuestra necesidad, no por la mía.

Muchos se aterraban ante Él pero otros le seguían porque el hombre necesita estar junto al hombre que da la vida y hace de ella un principio eterno.

51. Jesús con Jairo. Resurrección de Raquel.

Entonces el magistrado llamado Jairo, viendo a Jesús, se fue hacia Él y le suplicó por la vida de su hija. Había en ese momento una gran multitud de gente y los mismos discípulos rodeaban a Jesús para impedir que esta multitud de gente le dañase. Mas Jesús, viendo venir a Jairo les ordenó que  dejasen llegar a Él a este hombre. Él le miró y le dijo:

-  ¿Dónde vives?

Jairo le respondió:

-   Señor, Tú lo sabes, ¿por qué, pues, preguntas esto?

Jesús calló y tomando consigo a los hijos del Trueno y a Simón, el llamado Pedro, fue hasta la casa de Jairo. La casa estaba llena de gentes que lloraban porque la hija del magistrado había muerto. Llegando Jesús mandó que desalojaran a toda aquella gente al tiempo que les decía: "La niña no ha muerto sino que duerme". Pero nadie le creía sino sólo Jairo. Entró con éste y con los hijos del Trueno y con Simón el llamado Pedro en el aposento donde se encontraba la niña. Esta niña tenía doce años, su nombre era Raquel y era ella una primicia de conocimiento para salud de fe. Y en la fe se hizo la salud de Jairo.

Jesús tomó a la niña por la mano y gritando con tal fuerza que todos pudieron oír su voz aún estando fuera de la casa, dijo: "Talita cum". Estas palabras quieren decir: ven espíritu.

Vuelto que le fue el espíritu al cuerpo de la niña, Él entonces en voz queda dijo a Raquel:

-  Niñita, levántate, despierta.

La niña se incorporó y viendo a Jesús le dijo:

-    ¡Hola rabí! He tenido un sueño en el que Tú estabas junto a mí y yo caminaba contigo por ríos de cristal y Tú me decías que toda aquella luz era para bien de los míos, porque Tú así lo habías establecido, porque Tú así lo habías querido.

Él dijo entonces:

-   Esto que habéis oído de la boca de Raquel no es un sueño ni un delirio sino para que creáis que el Hijo del hombre tiene la Vida y en Él siempre están vivos los hijos del espíritu. Y tú, Jairo, sé desde ahora creyente.

Con esto les mandó que diesen de comer a la niña pues les dijo: "Viene de un viaje del cual sólo sabe el Hijo del hombre".

Esta niña con el tiempo vino a ser desposada con Juan, el hijo del Trueno.

52. En Jerusalén con cuatro de sus discípulos. En Gadara.

En el segundo año del magisterio de Jesús éste bajó a Jerusalén con cuatro de sus discípulos, con los llamados Pedro, Santiago, Juan y Judas el Iscariote. Él, Jesús, les enseñó toda la ciudad de Jerusalén, les narró la historia que esta ciudad había sufrido y les anunció el día en que ella sería, en el Reino de Dios, habitada por el Hijo del hombre y por aquellos que con Él gozarían la recompensa de su obra de fe en este Hijo del hombre.

Y así fue como les instruyó. Y era que Juan, Santiago y Pedro comprendieron aquella palabra, mas Iscariote, el llamado Judas, no la entendió.

Jesús les había dicho: "Toda la historia de esta generación llega hasta el Hijo del hombre porque ella nació de la necesidad que tiene esta raza, de Dios. Y con la venida del Hijo del hombre la Palabra dada por el Espíritu Creador desde el principio se cumple. Y esta ciudad de Jerusalén es el símbolo de esta generación, de su historia y del cumplimiento de la profecía. Pero ved y entended que cuando ésta sea destruida, en tres días el Hijo del hombre la levantará de nuevo para eterna vida porque es necesario que todo guste de la muerte para hallar la vida. Y así es que esta Jerusalén ha de fenecer para ser de nuevo construida y nunca más deje de ser".

Judas no le entendió y le dijo:

-   ¿Por qué, Maestro, no nos dices claramente las cosas? ¿Por qué tantas veces como hablas de lo vivo y de lo muerto, de lo que fue, de lo que es y de lo que será, tantas veces como estoy al cabo de la comprensión me quedo sin ella porque tú te empeñas en envolverlo todo en el misterio? ¿Por qué no nos dices si en el Reino de Dios todo es como aquí o no?

Jesús no le dio respuesta y calló. Y habiendo entendido Pedro, Santiago y Juan lo que Jesús decía se pusieron a recriminar a Judas. Entonces Jesús abrió su boca y les dijo a éstos:

-   Sabeos desde ahora que quienquiera se llame del Cristo no obrará violencia y menos desde el conocimiento de las cosas porque vosotros habéis entendido no por vosotros sino por el Espíritu.

Entonces miró a Judas, se hizo un silencio y partieron de Jerusalén camino de Gadara.

Llegados que fueron a Gadara, muchos les reconocieron y salieron a su encuentro para pedir de Él una gracia. Y habiendo sanado a muchos de sus dolencias le pidieron por un hombre que a juicio de ellos estaba endemoniado, es decir, poseído por un espíritu de maldad que le hacía peligroso para los demás. A este hombre le tenían atado y encadenado la mayor parte del tiempo del día pues decían que era feroz hasta el extremo.

Jesús se acercó a él. Ni aún aquellos discípulos que le acompañaban se atrevieron a seguirle. Él, sin embargo, no les echó en cara esto. Y llegando donde estaba este hombre le dijo:

-  ¿Quién dicen que eres?

El hombre le contestó:

-    Dicen que soy legión porque hay muchos en mí, y es que no recuerdo las cosas que dicen que hago. Mas he oído hablar de ti y nadie que no seas tú se atreve a venir solo ante mí. Si tú eres el Hijo de Dios sálvame de este tormento de no saber quien soy.

Jesús le dijo:

-   Sé sano y no peques más.

Y así bajó con Jesús y llegando donde estaban los hombres y mujeres de Gadara, aquel a quien llamaban legión se puso a gritar diciendo:

-   ¡Éste es el Hijo del Dios Altísimo!

Entonces Jesús le increpó y le hizo callar por lo que todos entendieron que aún los demonios le estaban sujetos y le conocían.

53. El discípulo oculto de Jesús.

Era un hombre que desde el principio había seguido a Jesús a distancia. Y eran ya dos años los que pasado habían desde que Jesús iniciase su magisterio. En cuantas ocasiones había podido oírle y verle, así lo hizo. Y era grande su fe, su convicción plena, pero no se atrevía a llegarse al Maestro. Este hombre entendía la Palabra como ningún otro. Tanto fue así que él mismo predicaba, instruía y curaba enfermos y hacía cosas grandes en el espíritu, mas siempre lo hacía a gentes solitarias o en número reducido. Y ni una sola obra hizo en su nombre sino en nombre de Jesús. Éste fue visto por los hijos del Trueno. Ellos vieron cómo él obraba y pronto, cual era su carácter vehemente, le reprendieron. Él no se inmutó, sólo les dijo su nombre. Se llamaba Juan. Ellos, los hijos del Trueno, advirtieron a Jesús de todo esto a lo que el Maestro dio una respuesta diciendo:

-   Quien no está contra mí, por mí está. Dejadle, pues, y no le impidáis porque así como éste deben llegar a ser todos. Cuando cada cual obre así el Reino de los Cielos habrá llegado a la Tierra.

54. Reunido con sus discípulos.

Él estaba reunido con sus discípulos. Uno de ellos le preguntó:

-  Maestro, ¿cómo puede hacerme daño Satanás?

Él le dijo:

-     Ocurre que el hombre sólo alcanza el discernimiento del mal cuando su corazón es conocedor de las cosas buenas. Entonces siente la angustia del guerrero que combate en pro de una conquista y habiéndola alcanzado se dice: ahora haré valer mi buena ley. Y cree con ello hacer un beneficio a sí propio y a su prójimo porque su corazón vive animoso por la victoria. Es, pues, en ese momento cuando ha alcanzado creer que tiene justicia cuando yerra. En esto llega a incurrir en el error del cual creía ser salvo pues obra de nuevo lo que ya en él era viejo y caduco. Así, todo aquel que en sí mismo basa la creencia de su poder  porque ha conocido lo bueno reconociendo lo malo, Satanás toma partida en él pues por su causa otros llegan a cometer su falta, la que él cree tener justificada por su conocimiento. Y él mismo comete el error una y otra vez. Y su estado postrero viene a ser peor que el primero. Vosotros, pues, orad a Dios para que esto no os suceda porque vino Juan y enseñó el valor que es el bautismo del arrepentimiento y es a estos arrepentidos a quienes Satanás acosa con mayor celo para que así, como este que os ha hecho de ejemplo, vengan a perderse siempre en el mismo error. Así es como obra Satanás sobre vosotros haciendo que no alcancéis el bautismo del espíritu, éste que Yo os traigo del Reino de los Cielos. Porque el Hijo del hombre perdona hasta el infinito porque todos tenéis de qué arrepentiros. Pero aquel que cree en esta salvación que Yo os traigo se arrepiente en verdad y siendo perdonado no vuelve a pecar. Entonces por más que sea llamado a la tentación por Satán no incurre en el acto de su error. Por esto, el tiempo fue creado para vuestra salvación y el tiempo que tardéis en alcanzar la dicha eterna está en vuestro poder. Nada puede Satanás con aquellos arrepentidos que no pecan más.

A esto otro de sus discípulos le interrogó:

-   Maestro, ¿así pues, es obligado renunciar a muchas cosas?

Él le miró y le dijo:

-  Todas las cosas son como nada si uno no tiene en sí la verdad. Alcanzad pues su virtud y, Yo os lo digo, nada os faltará.

También había allí una mujer la cual le dijo:

-    Maestro, ¿qué es, pues, mejor, obrar de corazón con nuestros semejantes o hacer esto sólo con Dios? Te lo pregunto porque tengo miedo de la maldad de los hombres.

Él le dijo:

-   Así como ves en tu interior que Dios acepta tu oración, así debes hacer por los hombres. No temas a quienes nada pueden contra ti. No temas a quienes nada pueden contra Dios. Más bien ten temor de ti que puedes contra los hombres y apartarte de Dios.

También otro discípulo, éste uno de los doce, el llamado Juan, le dijo:

-     Maestro, así pues no permitamos que entre los nuestros haya obra de adversidad. Démosles aquello que de Ti hemos recibido.

-  Él le miró y le dijo:

-  ¿Qué es esto que de Mi habéis recibido, Juan?

Juan le dijo:

-  La Palabra de Vida Eterna, La Verdad.

Él contestó a Juan:

-   Haz obra de ella de esta manera, Juan: no odies, no guardes rencor y olvida la ofensa del pecador.

Él dijo:

-    Sí, Maestro. Sólo así lograremos que en el corazón de nuestros hermanos no exista dos veces el error.

55. El batanero.

Lleváronle al batanero las ropas manchadas de sangre, manchadas de tierra, podredumbre y hambre. Llenas de injurias, de dolor, de inmundicia. Rasgadas estaban ellas por las penas del mundo. Y dijéronle al batanero: blanquea, limpia, enmienda. Y el hombre cogiendo las ropas metiólas en agua y cal e hizo hervir esta agua y allí quedaron desteñidas y limpias. Y una vez remendadas las devolvió a los hombres. Ellos, al instante, al tocarlas vieron, olieron, sintieron cómo de nuevo de sangre, de dolor, de penas, de inmundicia, de hambre se llenaban. Y es que antes de dar a lavar y remendar las ropas del alma es el alma misma la que ha de lavarse y remendarse para así no ensuciar nuevamente su vestidura.

56. El Sol y la Luna.

"El sol y la luna son para vosotros tiempo de sentimiento distinto, como dos mundos. No haya para vosotros luna o sol en el ánimo de ser siempre siendo sino un solo espíritu, el mío que a todos os doy en un mismo tiempo, haya luna, haya sol".

Esto también dijo Jesús a sus discípulos.

57. “Tú, Padre, eres amable”.

Tú, Padre, eres amable. En Ti la existencia me ama. Todas las cosas, una por una, me aman en Ti pues en Ti se aman. Todas las cosas, una por una, a Ti te llaman y Tú contestas: éste es mi Hijo amado en quien Yo me amo. Así, pues, todos en Mí se aman porque amándome a Mí, en Ti se hallan todas las cosas, una por una. Y así con el Amor que soy en Ti desde siempre y antes de todas y cada una de las cosas, las hago a todas y cada una amables para que ellas se amen las unas a las otras, como Tú y como Yo. Y amándose así, todas y cada una de las cosas hallen nuestro principio, aquel que es en Mí por Ti y por Mí en ellas. Y así cada una de ellas, todas y cada una de las cosas que de Ti y por Mí existen, al sentirse plenas de nuestro principio, que siendo en Mí por Ti se hace en ellas eterno, se reconozcan como Yo en Ti, como Tú en Mí, y digan: esta es mi semejanza. Pues están hechas a mi imagen como Yo a la tuya y por Mí ellas, todas y cada una de las cosas, a la mía. Y el Reino de los Cielos, que es en Ti y en Mí, en Mí y en Ti, por nuestro principio se hace en ellas, en todas y cada una de las cosas, porque Tú, Padre, eres amable y en Mí te amas y Yo en ellas. Y todas y cada una de las cosas amándome a Mí ellas se aman de la misma forma y así entre ellas todas y cada una de las cosas se complacen como Tú en Mí. Y sintiéndolas Yo complacidas y gozosas en ellas todas y cada una de las cosas, me complazco porque son como Yo, Amor.

Y éste es, ¡Oh, Padre celestial!, el Reino de los Cielos.

58. Sobre el Reino de los Cielos, con sus discípulos.

Habiéndoles explicado Jesús a sus discípulos el Reino de los Cielos ellos le preguntaron:

-  ¿Y quien será digno de alcanzar esta dicha, Señor?

Él abrió su boca y les dijo así:

-   Ni uno solo ha salido para perdición eterna. Todos gozarán del poder de su voluntad en el reino de Dios. En cuanto a cuándo alcanza cada cual este beneficio: se halla en el instante en el que cada uno hace sólo lo bueno. Yo os he enseñado todo lo que es bueno y vosotros no habéis tenido necesidad de preguntarme por aquello que no lo es. Pues según entendéis en vuestro corazón mi Palabra se hace la luz en vosotros, y allí donde ella no lucía, por vosotros mismos sabíais qué era lo malo. De la misma manera que sucede con vosotros, sucede con todos. Y es así que el tiempo no tiene en el hombre otra función que hacer sentir en él la distancia que le separa del bien. Todos, pues, gozarán por Mí de aquel gozo que es en Mí desde el principio y ni uno solo quedará fuera de esta eterna morada. Mas cada quien llegará a su tiempo porque el tiempo es de cada uno y vuestra voluntad se cumple en él en la apariencia. Mas aquellos que hacen como Yo, cumplen en verdad el poder de la voluntad que es el de Dios ... Y así alcanzan aquí el valor eterno. Ni uno solo quedará fuera de esta morada en la cual Yo soy el primero y el último. Como vosotros, que siendo los últimos sois los primeros.

Ellos por boca de Tomás le preguntaron:

-   Pero hacer la voluntad de Dios conociendo sólo lo que Tú nos muestras y dices ¿es posible para todos?

Él le contestó y con él a los demás:

-   Con esto que os muestro y digo tenéis superabundancia porque os muestro lo bueno y vosotros no tenéis necesidad de preguntarme por lo malo. Y es que en vosotros se hace la luz y obráis, no según vuestra voluntad sino sobre ella, y así lleváis a los demás el mismo sentimiento que Yo a vosotros... Y ahora os pregunto: mientras andáis conmigo y veis mis obras hechas por la palabra que mora en Mí desde el Eterno ¿cómo os sentís?

Ellos por boca de Pedro dijeron:

-   Nos sentimos como quien no tiene ocupación. Pues nuestro deseo no va más allá de Ti. Y con tus obras, nosotros obramos. Y con tu Palabra nos basta.

Él les dijo:

-    Así, cuando vosotros enseñéis hacedlo según Yo para que todos, viendo vuestras obras y oyendo vuestra palabra, sientan lo que vosotros en Mí. No dejéis, pues, a nadie fuera de vuestra morada.

59. En casa de Pedro dialogando con sus discípulos.

-    ¿Es deseable o indeseable tener sentimiento de vida propia?

-  No lo sé.

-  No lo sé.

-    Pues por el tiempo se llega al conocimiento de todo, de lo deseable, de lo indeseable, y es el deseo la felicidad. Nadie desea otra cosa. Y si ella es, pues, sólo hallable en Dios, es claro que la insatisfacción es propia del individuo. Por tanto, todos estamos necesitados no de poseer sino de ser poseídos. Es la única existencia feliz y estado de verdad. Ya que no podemos poseer la felicidad, ella, que es Dios y por tanto, poder, habiéndonos dado tiempo y libertad, puede hacer que podamos dejarnos poseer. Llenemos pues nuestro espíritu de Dios.

Palabras dichas por Jesús a sus discípulos en Kafarnaúm cuando en casa de Pedro dialogaban con Él.

60. En la sinagoga de Kafarnaúm con los doce.

En la sinagoga de Kafarnaúm llegó Jesús y en su compañía aquellos que hacían el número de los doce. Cuando llegó su turno se levantó en medio de la asamblea y congregando la atención en su persona se puso a enseñarles así:

"Ahora todos veis que mis ojos os miran. Sabeos, pues, qué es aquello que ven: tristeza en el anciano que añora su juventud, tristeza en el poderoso que sabe su carencia, tristeza en la mujer que sufre su condición, tristeza en el joven que vive su ignorancia, tristeza en el enfermo que espera su salud. Ven mis ojos tristeza de opresión y todos decís viendo mis ojos que os miran: ¡Alégranos, señor! Y así os digo: alégrate anciano pues tu carne no es más que el testimonio motivo de alegría para la juventud, alégrate tú de tu ignorancia, joven, porque ella es motivo que alegra al poderoso que conoce su impotencia. Que sufre la mujer por su condición, alégrate pues mujer, porque siendo desde la juventud hasta la ancianidad el motivo por el cual la impotencia es anulada y el conocimiento hecho, la tristeza pasó.

Todos vosotros que mirándome a los ojos me decís: ¡Alégranos, señor!, sabéis desde este momento que el anciano, el poderoso, el joven y la mujer sois una única razón: el tiempo y la condición.

Lo que en mis ojos no veis esa es vuestra alegría. No hay en ellos opresión, ni tristeza, ni condición. No hay vejez, no hay ignorancia, no hay impotencia y así, no hay dolor.

Tú, enfermo que esperas salud, ve que ella es tu esperanza. Ven, acércate.

Y he allí que hasta Él llegó quien era en la enfermedad y en el dolor. Le asió por los hombros abrazándole y así dijo:

"Ves que estás enfermo y sufres por cuanto hay: ancianos, jóvenes, poderosos y en la mujer la distinta condición. Todos congregados en una única unión, ésta que es tu enfermedad: la duda que hace tristeza y división de eternidad. Ahora ves que te tengo asido, abrazado, cogido. Tus ojos ven la asamblea y su congregación. Miran tu rostro y el mío y más que pensar sienten ¡alégranos, señor!, como a ese que tienes cogido, asido, abrazado, unido a tu pecho y que mirándonos nos dice: la tristeza de mí pasó porque no veo ancianos, ni jóvenes, ni poderosos, ni impotentes, ni en la mujer su condición. Veo en cada uno unos brazos que hacen sentir la unión de mi ser con el Eterno, motivo de todo bien hecho de amor".

Eran en la sinagoga de Kafarnaúm como unas doscientas almas. Entre ellas hubo una que alzó la voz diciendo:

i "Abrázame, abrázame a mi también, Señor"!

Y Jesús le dijo:

-  ¿Aún estás solo, Simón?

Simón contestó:

-   No es que yo ande solo por falta de comprensión. Es, Señor, que mientras estos viven el instante absortos en tu mirada y su fascinación, yo entre ellos no me hallo comprendido, Señor. Yo te he entendido y sé que para Ti todo es un motivo de absoluto valor, desde el joven al anciano, desde el poderoso hasta de la mujer su condición. Pero yo no soy en ellos si no siento como ése que era enfermo, tu abrazo, Señor. Escúchame pues, te lo ruego, y diles por mí en tu voz que no hay tristeza sin consuelo ni solo que no tenga unión. Diles por mí en tu voz que solo es la alegría entre tus brazos, Señor.

Los doce estaban expectantes mirando al cierto Simón. La asamblea congregó su atención en aquel hombre que así habló. Entonces alzando la voz en grito dijo Jesús a la congregación:

- Escuchad, hijos de hombre, no haya para vosotros paz mientras no hagáis como éste que sabiendo comprender toda vuestra tristeza me ha pedido para vosotros la alegría de ser.

Dicho esto separó de su cuerpo aquel que era enfermo y le dijo:

-  Ve con Simón y juntos dad un abrazo uno por uno desde el anciano al joven y al poderoso y a la mujer en su condición para que sepan que aquello que han pedido mirándome a los ojos, lo obtienen, pues es Amor, y en él está la alegría ausencia de la tristeza. Pues no hay mujer, ni anciano, ni joven, ni impotencia del poderoso, pues es hecho unión de cuerpo, alma y espíritu por voluntad de esperanza, de deseo, de razón.

Dicho que hubo esto apartó su mirada de ellos y les dejó.

Luego que hubo acabado de dar esta enseñanza se llegó a la casa donde moraba de cotidiano y con Él los doce. Fue Santiago quien le dijo:

-    Maestro, ¿a quién te refieres cuando nombras al anciano, al poderoso, al joven, a la mujer y al enfermo? Te pido que me digas si estoy en lo cierto al creer que el anciano es un sentimiento de cansancio. Que el poderoso, del cual declaras su impotencia, es ella la ausencia del sentimiento del cansancio del anciano y que ella manifiesta la ignorancia del joven. Y la falta de este conocimiento es la que declara la diferente condición que has hecho manifiesta en la mujer. Y que todo ello es para que sepamos vencer la única enfermedad que puede acaecemos que es esa tristeza de sentirnos como en principio nos pareció el tal Simón, solos por poseer en nosotros la comprensión de lo ajeno y la falta de su consentimiento. ¿Estoy, pues, en lo cierto cuando digo que se gusta más uno en el saberse querido que en el queriéndolo todo?

Oyendo hablar así los once, con Jesús, a este Santiago, dijeron unos a otros sin contar a Jesús:

-   ¿De dónde le viene a éste estas palabras?, y, ¿qué forma es esta de interrogar al Maestro? ¿Será que obra en él este espíritu que nos está anunciando cada día el Maestro?

Estos eran los comentarios que entre ellos hacían. Jesús mirando a Santiago le dijo:

-   En verdad en verdad te digo, la carne y la sangre viven en su condición y ella es dual: el amor y el odio, el bien y el mal, el placer y el dolor. Mas tienen todos los hombres una sola y única voluntad. Cuando ejercen el poder de ésta sobre el ajeno lo hacen por necesidad y en la forma en que esta necesidad se ejecuta está su valor de ser. Si es, pues, que tantas son las formas como infinito el espíritu, cuanto más se semejen en su acto a su principio de ser, mejor es cada uno. Por tanto, no te extrañe esta enseñanza porque en ella digo sólo una y única sola cosa y es que, siendo todas las formas en la apariencia distintas, conociendo el origen de su principio se harán tolerancia y así, amables, y la tristeza que produce la duda habrá pasado porque sabrán que todas son de un mismo origen. Es por esto que Yo he abrazado la enfermedad en aquel enfermo y he atendido al sano y a ambos les he dicho: haced un único signo. Y en el abrazo todos han sentido que unos y solos en Uno eran. Y así, aún siendo distintos, iguales, y siendo iguales, hermanos, así como nosotros, Santiago. Porque muchos son los que se reúnen sin saber por qué pero cuando dos se abrazan sintiendo su unión ya nada les falta, si es en la forma como en su principio, abrazo de amor. Vosotros lo sabéis que en el instante del saludo fraterno no hay edad, ni condición, ni enfermedad pues no hay duda ni tristeza sino alegría de sentirse más que uno, y esto es hallar a Dios. Por esto, Santiago, he dicho: no haya paz mientras no se obre el hecho del cierto Simón que comprendiendo todas las formas no hallaba la unión pero pedía el abrazo. Pedía ser más que uno, Dios. Obrad pues, así, tú Santiago y vosotros y la tristeza no será en vosotros jamás.

Entonces habló Mateo diciendo:

-  ¿Hemos de obrar así con todos sin distinción?

Y   el Maestro contestó:

-   No imponed vuestro abrazo sino haced como Yo que he llamado al necesitado cubriendo su condición. Por esto os digo: quien os reciba a título de espíritu sea el espíritu con ellos, mas quien os rechace no hacedle oposición. Ofreced sí todo vuestro bien que es vuestra verdad, mas no ejerced nunca vuestra voluntad como poder.

Entendieron esto todos y dijo Juan:

-    Cierto es, maestro. Nadie fuera de Ti debe hacer esto pues tuya es toda la facultad.

Jesús le miró y le dijo:

-   Juan, Juan, ¿cuándo me has visto a Mí hacer sin consentimiento? Cuanto hice lo hice porque me fue pedido y así es como hago pidiendo al Padre celestial. Y así Él me da y Yo doy a quien me pide cuanto de Él recibo.

Y así les enseñaba a conocer el espíritu. Y en el día siguiente cada uno acudió a su trabajo que en aquel tiempo era el de enseñar a los hombres, cada uno en la medida de su conocimiento, el valor de lo eterno, de aquello que en todos y cada uno existía sin

medida: el espíritu. He hicieron los doce con Él viaje hacia Damasco.

61. Con los doce en Damasco.

Llegado que fueron a Damasco visitaron la ciudad anunciando a sus gentes la Buena Nueva. Así lo hicieron Jesús y aquellos doce a los cuales Él les había dado el título de apóstoles.

Solo estos doce le acompañaban en aquel lugar porque Él les había dicho: "A nadie de la casa de Israel daréis conocimiento de este hecho. Él es para que conozcáis que en todo lugar se hace viva la esperanza y así entre estos como en aquellos de la casa de Judá vive de igual manera la Palabra de mi Padre, la que Yo os digo y que vosotros hacéis".

Y es que estuvieron allí tres días con sus correspondientes noches. El primero de los días enseñaron como a unas doscientas personas el motivo del espíritu, aquel que es el principio de la vida. Y las gentes de esta ciudad supieron que la Luz, que da razón de ser, les había visitado.

En el día segundo fueron como cuatrocientas personas las que habían adquirido la comprensión de la Buena Nueva, la que dice: "El principio de todo es el Amor. Por esto hay que preferirlo sobre las cosas que de Él se derivan".

Y en el día tercero fueron como ochocientas las personas, las cuales decían: "Hoy hemos nacido de nuevo porque sabemos como hacer la vida". Pues todas ellas habían oído por la misma boca de Jesús la Buena Nueva que enseña a ser, y así les dijo: "Si hacéis como Yo os digo vuestras obras se hacen semejantes a las de mi Padre celestial pues siendo Él el principio inconocido hacéis de Él conocimiento del principio, de este Amor que siendo en todo pleno no pide otra cosa que todos mantengan su unidad del hecho primero. Y así por vosotros mismos sabéis de donde sois, quienes sois y por qué sois: del Amor, amor, por amor. Y haciendo unos en otros el acepto de la semejanza se os hace manifiesto el sentimiento de estar siendo lo que sois, hijos del Amor. Y así como Yo no haréis fuerza, al contrario, al adverso sino que en todo sentiréis el buen afecto pues nada hay que os sea extraño conociendo, como conocéis ya, al Hijo del hombre, este hijo del hombre que se ha hecho aquí en todos y cada uno de vosotros".

Estas ochocientas personas estaban en suspenso escuchando la palabra buena y nueva que en ellos se hacía conocimiento de su eternidad. Él les decía. "Vosotros estabais como ciegos y ahora veis, como sordos y ahora oís, como muertos y vivís ahora porque habéis tomado posesión en la medida justa de Aquel único que os posee. Este Espíritu que os he enseñado, principio inconocido y conocimiento del principio, que es Evangelio Eterno. Desde ahora, pues, quienquiera diga de vosotros "tengo Padre" y no haga su obra, sentirá la orfandad y en sí mismo conocerá, más allá de su razón de ser, ésta misma sinrazón que es saberse y no quererse saber como hijo de este principio que todo lo es".

Como quiera que había sido interrogado por muchos de ellos acerca de cómo puede alcanzarse la virtud de ser en el Padre celestial y en su Reino según Él les explicaba, les enseñó el medio de la fe. Entonces puso a su derecha a seis de aquellos que le eran como propios para que ejercieran su ministerio y a su izquierda a otros seis. Dijo entonces al pueblo: "Hombres y mujeres, escuchad: cada uno de éstos lo ha dejado todo para permanecer a mi lado pues que dicen y hacen cuanto creen y ahora es que creen en Mí. Yo también por mi parte hago todo porque sé creer que el Hijo del hombre, siendo Hijo de Dios, tiene la potestad que da la luz del conocimiento de lo justo y saludable, que es todo acto de amor. Y por esto es que os digo: quienquiera crea que en él vive este principio todo lo podrá pues a este principio nadie le antecede y siéndole todo postrero le es todo conocido. Así, sabeos que éste es el verdadero poder, el Amor, del que todo fue salido para un solo designio: permanecer en él. Nadie puede escapar de sí mismo porque uno mismo es él".

Y así les enseñaba y era nueva y buena su palabra.

En aquel momento Él supo lo que tenía que hacer para que plenamente se realizara en aquellos hombres y mujeres el acepto de su enseñanza. Entonces se acercó a ellos y a cuantos hubo necesitados les dio según su merecimiento de las virtudes del espíritu. He hizo salud en los enfermos y entre ellos hubo alegría.

Luego que hubo hecho esto y de regreso a Kafarnaúm, en el camino Él les explicaba a sus apóstoles diciéndoles:

"Habéis visto por vosotros mismos cómo en la ciudad de Damasco ha sido puesta la semilla del Reino de los Cielos entre aquellos que no son de la casa de Israel, porque en verdad os digo que es llegado el tiempo en el que todos alcanzan la facultad de ser como los hijos del principio, un hecho de vida para vida. Han recibido la primicia del espíritu. En consecuencia, quienes nos han visto y oído a su vez darán de lo recibido según saben. Mas vosotros guardaos de decir a la casa de Israel qué es lo que hemos hecho porque los hijos de esta casa son celosos como bien sabéis. No conviene, pues, levantar en ellos un motivo de juicio. Silenciad este viaje pues es llegado el tiempo en que aquellos que no son según la Ley, la cumplan, mientras que los hijos de la casa de Israel quienes son según la Ley, la desmerecen".

Entonces el menor de los Santiagos le dijo este propósito:

-   ¿Qué ley es la que cumplen los que no son de la casa de Israel y desmerecen los que de ella son?

Él le contestó:

-  Esta misma que os vengo haciendo desde el principio. Así como el Padre celestial me ha dado toda potestad de bien y Yo a vosotros, Él ha puesto la vida en Mí para que Yo la ponga por vosotros y así se hace diferencia y división entre lo bueno y lo malo. Porque quien pone todo lo suyo por aquello a que no está obligado, lo hace con verdad pues no hay interés de posesión y cumple la Ley de Dios, pues según Él está obrando. Mas quienes hacen de esta Ley ejercicio de propiedad porque en ella vive su obligación, la están desmereciendo pues nada hay que les sea propio sino que es como heredado. Y bien sabéis que entre los hombres no hay voluntad de repartir la herencia, que cuando lo hacen, contra su propia voluntad lo están haciendo.

Así, pues, os digo ahora a todos: quienquiera de vosotros no dé de su necesidad un entero, no alcanzará el beneficio de la plenitud de lo ajeno. Pues en verdad en verdad os digo: quien da de su propia necesidad un entero declara estar superabundante pues no siéndole ni aún su necesidad necesaria, el espíritu de esta ley que Yo os enseño en sí mismo y en los demás se hace manifiesta. Mas quienquiera no haga esto, desmerece la ley del principio. Y así ocurrirá entre los hijos de la casa de Israel que no darán de su necesidad ni un ápice al resto por lo que los demás les llamarán usureros del espíritu, a quienes ellos rinden culto capcioso. No os extrañéis, pues, que os diga esto. Y así, primeros serán últimos y últimos primeros. Esto en cuanto a las naciones y los pueblos. Y en cuanto a los hombres, uno según cada uno tiene la potestad de su libre voluntad, sea circunciso o gentil, para llegar a ser merecedor de la Ley o de la Ley su hecho.

62. La multiplicación de los panes y los peces.

Se hallaba Jesús con sus apóstoles y sus discípulos anunciando la Buena Nueva y enseñando el Reino de los Cielos cuando llegaron a juntarse hasta cinco mil personas. Habían llegado a Él de todas las partes porque todos buscaban salud. Al caer la tarde Jesús les miró y sabiendo que estaban cansados y hambrientos no quiso despedirlos. Y mandó a sus apóstoles y a sus discípulos que los sentasen sobre la llanura, y así lo hicieron. Luego les dijo:

-   Dadles de comer.

Sus apóstoles en particular se asombraron por esto que Él les decía. Entonces le dijeron:

-   ¿Qué les daremos? No tenemos nada.

Él les ordenó que repartieran de su propio sustento hasta que nada les quedase y ellos, cogiendo sus alforjas, así lo hicieron viendo que estas permanecían siempre llenas. Y los apóstoles y los discípulos dieron de comer en aquella tarde como a cinco mil personas.

Sólo uno se atrevió a preguntar a Jesús cómo era este portento. Entonces Jesús le dijo:

-    Todo cuanto pidáis de bueno al Padre celestial Él os lo dará como a Mí porque no he pedido para Mí sino para éstos.

Insistió Juan en preguntar y así lo hizo:

-   ¿Cómo hay que pedir? Jesús respondió:

-   Quien tiene da a quien no tiene y nada hace para sí mismo. Es, pues, que todo hombre que se sabe como hijo del Padre celestial, se sabe en Él y todo lo posee pues de Él toma sus virtudes y las ejerce y así todo le es posible porque nada hace para Él mismo. Dar es declarar al Padre celestial que ha dado al mundo a su único Hijo, el cual obra en su nombre la verdad de su principio. Esto es, pues, lo que hay que hacer: saberse en Dios y hacer su poder.

Juan le dijo:

-   ¿Por qué, pues, todos nosotros por más que creamos esto no lo conseguimos? Entonces Jesús le mandó ir hacia uno que allí había el cual estaba enfermo pues era un impedido.

-  Ve y dale salud para que él también pueda tomar y comer el pan.

En aquel momento Juan creyó sintiendo en él mismo la autoridad. Se acercó al enfermo y dándole un trozo de pan dijo:

-   Toma, come de este pan y sé sano.

Al instante aquel hombre pudo comer. Entonces, volviéndose a Jesús le dijo:

-  Lo he hecho, Maestro.

-   ¿Qué has hecho? - contestó Jesús.

-   Lo que Tú, dar.

-   ¿Y qué has recibido?

-   He recibido la alegría, he recibido felicidad, he recibido vida y el bien de ver como lo bueno se hace.

-   Así pues, - contestó Jesús- deberás hacer en lo sucesivo porque en verdad te digo: quienquiera obre con un mínimo de interés propio con su semejante, no espere recibir nada del Padre Celestial. Se te ha dado generosamente, da la misma medida. Entonces podréis pedir, cuando nada haya en vosotros propio.

Pasado esto, todas aquellas gentes que hubieron comido del pan se dispersaron y entre ellos había muchos que entendieron en aquel día que Dios estaba entre ellos. Y por aldeas, pueblos y ciudades comentaban el prodigio y decían:

"Toda el hambre nos ha saciado. Ha curado nuestra enfermedad. Se llama Jesús, es de Nazaret de Galilea. Él es mucho más que un profeta, sin duda que es poderoso".

Y la fama de Jesús llegó hasta Jerusalén. Todos sabían que un hombre extraordinario se había levantado en la tierra de Israel. Y desde aquel día, desde Caifás hasta Herodes, magistrados, doctores de la Ley, jefes de sinagoga, fariseos y saduceos buscaban acabar con la vida de quien era ya para los hombres y mujeres de aquel pueblo la Palabra del Espíritu de Dios.

Esto sucedió faltando un mes para la Pascua, aquella que sería la última.

63. Jesús habla a un ciego.

Decía el Señor a un ciego:

-    Ves, amigo, aquí en el camino hay un árbol. Él es grande para los hombres. Tiene color y cuando el sol brilla da sombra y frescor. Y en sus ramas se cobijan pajarillos y gusanos y toda clase de vida. Aquí en el camino está, ¿ves?

-   Sí, Señor, -dijo el ciego- en tus palabras lo veo. No sé en verdad cómo es todo eso que me dices mas si Tú lo dices, Señor, yo creo.

Y  Jesús le dijo:

-  Mira y ve, por creer, lo que te dije.

Él vio aquel camino, aquel árbol y cuanta vida había en él, y dijo:

-   Señor, era más bello creer.

Jesús le dijo:

-  No, amigo, no hay nada más bello que conocer.

Y desde entonces aquel que había sido ciego vio y no tuvo necesidad de creer. Y vio muchos caminos, muchos árboles, mas siempre vivió sintiendo la belleza de su fe porque un hombre le había dicho "ves este árbol que está en el camino el cual da sombra cuando brilla el sol... ".

64. El último día de Jesús en Nazaret.

Y   sucedió que era el último día en el que Jesús fue visto en Nazaret. En ese día Él se despidió de la ciudad con estas palabras:

-    jAy Nazaret! De ti dirán a partir de Mí, ser la ciudad de los ojos ciegos; la que albergó la Luz y no la vio, ser la ciudad de los oídos sordos: la que albergó la Palabra y no la oyó. Mas, en verdad, tú Nazaret de Galilea serás la ciudad más deseada por los hombres de la buena voluntad. Y llegarán a ti para sentirse albergados por la Luz que moró en ti y la Palabra que en ti ha dejado. Patria de la mujer, patria del hombre, Nazaret de Galilea.

65. El último día de Jesús en Kafarnaúm.

Y  sucedió el último día que Jesús estuvo en Kafarnaúm que abandonando la ciudad dijo de ella:

-    ¡Ay Kafarnaúm!, donde se ha obrado el prodigio que para los hombres es la salud, ¡qué enferma quedas! Si en cualquier otro lugar se hubiera hecho lo que en ti, el Reino de los Cielos sería en aquel sitio. Ahora el Reino de los Cielos te deja. Huérfana quedas tú, Kafarnaúm.

Y descendió a Betania para obrar la resurrección de la carne.

66. Parábola de Jesús a un grupo de extranjeros en la puerta del Templo.

He aquí, pues, el hombre que sale de su casa sin norte de ilusión de vida. Y en el único camino conoce todos sus senderos porque tiene ansia de conocer y es su impulso primero éste de conocer. Y conoce el número y su infinito. Y ve que el uno es todos más Uno. Y cuando alcanza este conocimiento no maldice el tiempo, bendice el momento y sabe que la casa su propiedad es él en el Uno primero, en el Único. Y le dice: "Del camino conocí los senderos y anduve con gusto y disgusto, con placer y dolor, con alegría y pena. Con todo anduve, Señor, menos contigo apenas. Tan dentro de Ti me hallaba que no llegaba a entender. Mira, pues, que éste es mi vivir: poderte hablar a Ti de cuanto en Ti hallé sin conocerte a Ti. Y ahora, Señor, siempre con tiempo y sin él Tú, ahora ya no hay más para mí porque Tú, Tú has sido quien te has llegado a mí queriendo y sin querer. Dejé la casa y anduve. Tiempo de vivir, tiempo de ser".

Parábola de Jesús al pueblo de Israel en tiempo de Tiberio, cuando el tiempo no era de Tiberio sino Tiberio de él. Esto dijo Jesús a un grupo de extranjeros en la puerta del Templo, en Jerusalén.

67. Conversación sobre el Hijo del Hombre. José de Arimatea.

Entonces uno le dijo:

-      ¿Cómo será el Señor que viene en el nombre de Dios? ¿En qué le conoceremos?

Él se puso a enseñarles así:

-   En el perdón de los pecados está su sello porque toda ofensa será perdonada por el Hijo del hombre. Veréis como en este tiempo salen a su encuentro todos los necesitados de su virtud primera, el amor, y como Él da a todos una medida abundante: Le conoceréis por sus obras buenas como conocéis al árbol por su fruto. Él no levantará su mano contra nadie sino que la ascenderá en favor de todos. He aquí que aquellos que queden asidos por su voluntad a esta mano, vendrán a conocerle en ellos mismos pues en todos se hará el conocimiento de su causa un presente y para vida eterna una esperanza. También para todos aquellos que por su dureza de corazón repelen su palabra hará justicia, y ésta será la misma eternidad de cuyo sentimiento nace el arrepentimiento por el mismo principio de voluntad que aquella por la cual los que asieron su mano sintieron el principio de su ser verdadero. La obstinación de los más se hace notable y así como muchos permanecen en su espera, llegará el día, como hoy mismo, que Él estará entre vosotros y no sabréis que ha venido. No puede ser de otra manera reconocido entre los hombres que por la propia voluntad de éstos. Él no fuerza a nadie a la creencia. Su palabra es viva porque viene de la Verdad y teniéndola toda, obra su facultad que son las virtudes todas. Y como ejerce su valor según la justicia del amor, le conoceréis en poder de obra. Sordos oirán, ciegos verán, cojos andarán, leprosos serán curados y aún a los muertos les devolverá la vida. Y en esto conoceréis que la misma Vida ha llegado para establecerse entre vosotros con su sello: el perdón de los pecados.

Y así que hubo acabado de enseñarles esto se levantó otra voz que dijo:

-   ¿Y tú, quién eres?

Él entonces le miró fijamente y dijo:

-   Yo soy éste de quien os he hablado.

Todas aquellas gentes se pusieron a decir qué había dicho con exactitud por lo que Él añadió:

-    Yo soy el que viene a vosotros para mostraros quienes sois. Y si hablara por Mí mismo, ni lo que Yo digo ni lo que vosotros decís tendría valor alguno, pero es que Yo hablo de lo que conozco y el que me conoce ha dado testimonio de Mí. Por esto Yo soy su testimonio.

Esto lo dijo un día de sábado en el campo abierto.

Entonces avanzó hacia aquel que le había preguntado por su conocimiento. Éste era un tal José, oriundo de Arimatea, hombre docto. En aquel tiempo residía en Jerusalén.

José de Arimatea le dijo:

-    Si eres Tú el que esperamos, ¿por qué hablas de ti mismo como si de otro se tratase?

Él dijo:

-    Yo soy Jesús y he venido a cumplir todo lo establecido desde la voluntad del Padre celestial. Y ésta es la que Yo cumplo. Si Yo hablo como Hijo de hombre mi palabra es la verdad de los hombres. Pero hablando por el espíritu la Verdad se hace eterna para todos los hombres. Por esto he hablado de lo mío según el Padre para que todos los que han escuchado no se sientan obligados por el Hijo sino que sean copartícipes con Él de esto que les anuncio. Lo mismo que, viendo en ti el conocimiento de la historia de este pueblo, fue anunciado a través de los tiempos. Así pues, sólo en la medida de lo justo, que es dar a cada uno en el tiempo según su capacidad, Yo me anuncio. Y a ti que tienes el sobrante de la ignorancia de estos te digo desde ahora para tu conocimiento: Yo soy.

Entonces José de Arimatea dijo:

-   Ardo en deseos de estar en lo cierto de aquello que ahora siento porque algo como un fuego hay dentro de mí que me quema y me hace sentir que es verdad lo que me dices. Mucho había oído hablar de ti. Tanta ha sido mi curiosidad que he salido a tu encuentro para conocerte y ahora que te conozco desearía andar a tu lado.

Él le dijo:

-   Tú ocupa el lugar que te corresponde y vela por el interés de la casa de Israel porque pocos son los obreros dispuestos de buen corazón para edificar en la Tierra el Reino que os anuncio. Cuídate, pues, de quienes devoran con su celo los preceptos que el Padre celestial legó al pueblo de Israel. Pues en verdad te digo que llega el día en que harás tu obra buena para con el Hijo del hombre. Así, pues, mira ahora cómo este Hijo del hombre hace el bien a todos. A Jesús le acompañaban sus apóstoles a los cuales, luego de hablar con José de Arimatea, les dijo que dispusieran aquella gente de forma que Él pudiera imponer su mano sobre ellos para hacerles su favor. Y en aquel día hizo gran salud. Y muchos fueron los sanados los cuales se volvieron a sus casas llenos de esperanza pues decían: este hombre no sólo habla como nadie sino que hace lo que nadie. ¿Será, Él, pues, el que todo el pueblo está esperando?

68. Fariseos discutiendo con discípulos.

Es pues que se hallaban algunos fariseos discutiendo vehementemente con algunos discípulos de Jesús. Decían los fariseos: "¿Qué doctrina es ésta que andáis impartiendo donde al parecer nada se sujeta a nada y paradójicamente todo tiene un lazo común? ¿Cómo podéis andar diciéndole al pueblo que el Reino de los Cielos se acerca al tiempo que no respetáis los preceptos de Dios?".

Los discípulos de Jesús sostenían con firmeza no haber transgredido ni un solo mandamiento de la Ley porque su maestro les pedía que nada de cuanto había sido preceptuado debía ser abrogado por sus palabras. Y así era que sólo seguían con obras la Palabra de aquel que era su maestro porque igual que ellos no impedían, no querían ser impedidos.

Y  así, llegó Jesús hasta ellos y les dijo:

-  ¿Qué es lo que discutís? - Bien sabía Él lo que allí se trataba.

Les dijo a unos y a otros:

Mirad, dais ejemplo de ignorancia. Vosotros fariseos porque no hacéis lo que decís y estos que andan conmigo porque han venido a caer en vuestro lazo. Así, pues, se conoce a los que andan en la tiniebla, que hablan y hablan, discuten y pelean por un solo propósito: dominar a su prójimo haciéndole su adversario. No es así, sino que quienquiera conoce y cumple los mandamientos que vosotros decís, jamás los hace cumplir a su prójimo. Y vosotros que andáis con el espíritu enervado, teneos quietos, porque un placer es para el adversario ver como os deshacéis sin que él tenga siquiera necesidad de tocaros. Porque habláis y habláis de todo cuanto quisierais hacer y, luego, no habiendo medido vuestras fuerzas, éstas os abandonan a mitad del camino que habéis trazado con la palabra. Así pues, a unos y a otros os digo: no habléis nada que no hayáis hecho antes porque, Yo os lo digo, de toda palabra ociosa se os pedirá cuenta. Allí será el llanto y el rechinar de dientes ya que diréis: "¿Por qué dijimos lo que no éramos?". Yo os lo digo: sólo Satanás hace esto.

69. Conversación con fariseos. Testimonio de Pedro.

Él dio una respuesta y no calló pues alguno de entre los fariseos le había dicho:

-    ¿Debemos, pues, dar libelo de repudio a nuestras mujeres, sí o no? Porque Moisés nos lo permite. ¿Qué dices tú?

Él, abriendo su boca se puso a decirles:

-   A causa de vuestra dureza de corazón Moisés permitió esto pero Yo os digo que en un principio fueron varón y varona, hombre y mujer una misma cosa. Así, pues, quienquiera en este siglo tome para sí mujer, o para sí tome marido, siendo una sola carne lleguen a un mismo espíritu, el espíritu que precisamente Yo os muestro, único y verdadero. Por tanto, lo que Dios ha unido el hombre no lo separe.

Esto en aquel momento no llegó a entenderlo bien nadie, a lo que yo mismo le contesté:

-   Así, pues, no conviene casarse.

Él miró en derredor y dijo:

-   Lo que Dios ha unido que el hombre no lo separe.

Y era que Él se refería a lo que en Él se daba como ejemplo vivo: el espíritu y el cuerpo de carne y sangre eran unos en una sola voluntad. Él era el matrimonio. Pero el hombre y la mujer que son almas distintas, cuando llegan a unirse vienen a ser como el Hijo del hombre, como fue en un principio Adán y Eva. Así, pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.

También les dijo:

-   Cada individuo por sí mismo no está en ninguna parte. Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre e irá en busca de la mujer y llegando a encontrarla se unirá a ella y vendrán a ser como primicia de espíritu. Así, pues, que nadie repudie a su mujer, que ninguna mujer sea tomada por repudio porque en verdad os digo: uno solo es el matrimonio, el de la plenitud que se halla cuando cuerpo y cuerpo, alma y alma son juntos en un solo espíritu.

Y dejando a aquellos fariseos se marchó de allí con sus discípulos. Yo doy testimonio de aquello porque fue así. Mi nombre es Pedro.

70. La mujer adúltera. Jesús escribe en el suelo.

Él llevaba una piedra en la mano e iba ofreciéndola uno por uno. Y empezando por los ancianos hasta los más jóvenes todos rehusaron tomar la piedra y con la cabeza gacha se iban hasta no quedar ninguno.

Él volvió su rostro a la mujer y volviendo a agacharse siguió escribiendo. Y así lo hizo: "La gracia del Espíritu ha sido manifestada por la salvación: ninguno mató en conciencia de Dios. Aleluya".

La mujer se acercó y le dijo:

-  Maestro...

Él contestó:

-  ¿Alguno de ellos te condenó?

Ella dijo:

-  Ninguno.

Jesús le respondió:

-  Yo tampoco te condeno. Ve en paz y no peques más.

Al punto llegó hasta Él Juan, el hijo de Zebedeo, y éste le preguntó:

-  ¿Maestro, qué has escrito? Pues él no sabía aún leer.

Jesús le dijo:

-  He dejado el manifiesto para el día postrero señalando el punto donde se obra salvación. La tierra cubre y destapa, los árboles crecen y dan fruto pero he aquí que lo escrito por la mano del Hijo del hombre se resume en este escrito porque en él, Yo te lo digo, queda el testimonio de la salvación. Nadie puede matar a lo que no fue capaz de dar vida. Quien acusa y condena tiene tiempo de perdón, mas quien perdona obtuvo la salvación. Venid, pues, en pos de Mí porque mi yugo es excelente y mi carga liviana.

71. Jesús les anuncia su ausencia por una semana.

 En aquellos días Jesús les dijo a sus apóstoles que Él iba a dejarles el tiempo de una semana pues debía estar solo. Ellos querían impedírselo pues su presencia se les había hecho necesaria. A este propósito Él les habló:

-  No es bueno para el hombre tener dependencia alguna. Cada uno debe bastarse a sí mismo. Sólo así y entonces es cuando puede, en verdad, apreciar en todo su valor a su semejante. Mientras en vosotros haya un ápice de necesidad no estaréis haciendo el amor de Dios. Es Él que no necesita nada pues todo lo es y de su superabundancia han nacido todas las cosas. Así, vosotros debéis sentiros como este Amor. Si Yo os dejo mi ausencia os denuncia vuestra falta de Dios. Os he dicho "Yo soy en el Padre y Él en Mí", y bien, Yo he venido del Padre para estar entre vosotros y en el Cielo no hay angustia. Si yo ahora debo estar apartado de vosotros, no debéis impedirlo.

Con esto que les dijo ellos se observaron unos a otros y decíanse:

-   Sin duda esto es así pero es que nosotros te queremos.

Jesús, mirándoles al rostro, les dijo:

-     ¡Ay! de vosotros que queréis sin saber pues si supierais no tendríais miedo, pues en verdad esto declaráis. Os he dicho muchas veces que siempre me tendréis pero es que no sabéis tenerme.

-  ¿Cómo, pues, no sabemos tenerte? -dijo Judas.

Jesús contestó:

-    No, Judas, porque queréis poseerme y esto, en verdad, sí es un imposible por justicia para cualquiera. Por esto es que sólo aquellos que por su voluntad y su libertad de ser se apartan del Amor de Dios, no haciéndolo según es este Amor, llegan a ser poseídos por su ausencia y vienen a ser como Luzbel. Dejad pues, ahora, que haga el Hijo del hombre su voluntad como cualquiera de vosotros.

Les dio la espalda y se fue caminando. Ninguno de ellos le preguntó donde. Sólo uno, el llamado Andrés, dijo:

-   ¡Ven pronto!

Jesús se volvió y le dijo:

-   Vengo pronto.

En aquellos días que Él no estuvo entre ellos el sentimiento de los doce fue uno: el de la unión que hace la esperanza.

72. Jesús en Betania, en casa de Lázaro.

Se dirigió Jesús a Betania y se hospedó durante siete días en casa de Lázaro. Con Lázaro vivían sus hermanas María y Marta las cuales, junto con su hermano, amaban a Jesús.

Era Lázaro hombre de gran inteligencia el cual gustaba el diálogo con Jesús más que cualquiera otra cosa. Había conocido al Maestro cuando éste aún no había salido a anunciar públicamente el Reino de los Cielos. También conoció a Juan el Bautista y él, a sí mismo, se llamaba amigo del Señor porque Jesús se lo había dicho: "Tú, Lázaro, eres mi amigo".

En casa de Lázaro:

-   Y Tú el mío, Jesús - contestó Lázaro.

Él dijo:

-   Bien. Di, pues, a tus hermanas que nos preparen algo de comer y luego que hayamos comido hablaremos.

Lázaro lo hizo así.

-   ¿Cómo están los que andan contigo?

-   Todos ellos -dijo Jesús- están para ser mis testigos hasta el fin de los tiempos. Pondrán su vida por Mí para dar testimonio de que Yo soy en ellos para siempre. Ellos, de cierto, ahora desconocen el valor de lo que son.

-   ¿Cuál es este valor, Jesús?

-   Es el valor de los hombres: llegar a negarse por la Verdad. Decir que la vida no vale nada si no está llena de un principio inquebrantable que se llama amor. Todos los sentimientos tienen un nombre, aquel que es el de mi Padre celestial. Y el valor de los hombres es el que estos testificarán hasta el desprecio de la vida. Porque te digo, Lázaro, que los hombres que aman su vida más que a la Verdad son como muertos pues en nada llegan a gozar de la gracia de ser vivos. Poner la vida por la Verdad es gozar.

Lázaro entonces añadió:

-   Es muy cierto lo que dices, amigo mío, pues que entiendo cuando estás a mi lado cual es este gozo del que hablas: la ausencia de miedo. Pues sé bien que el miedo es lo que nos lleva a apartarnos del gozo. Bien dices que no merece la pena vivir temiendo.

Jesús contestó:

-   El miedo nació en el individuo cuando éste no se negó por la Verdad. Desde entonces todos les seres, hombres y mujeres, menos los hijos del principio, sienten miedo y esto les hace ser mezquinos pues nada alcanzan de aquello que desean. Quieren ser felices y aún conociendo el camino no entran en él por falta de fe. La fe, Lázaro, es en justicia la potestad para vencer al miedo. Tú ahora me ves y crees en Mí y todo te es agradable pero los hombres viven sin verme. ¿Qué harán, pues, ellos para sentirse como tú?

Lázaro contestando:

-  Tener fe.

Pasaba por allí María la cual vino a sentarse a los pies de Jesús. Tenía por costumbre hacer esto y apoyada en las rodillas del Maestro gustaba de hacer preguntas a Jesús y a Lázaro. Les había oído y dijo:

-    Cuanto decís es bien cierto porque desde hace tiempo que siento miedo por perder lo que tengo.

Jesús le dijo sonriendo:

-  ¿Qué tienes, María?

Ella:

-   Tu compañía, Maestro. Cuando llegas a esta casa todo en ella es distinto pues es como si se hiciera la luz. En cambio cuando nos dejas todo es triste como los días nublados. No debieras, pues, irte nunca. Así yo como mis hermanos podríamos permanecer alegres en tu contento.

-   Verás María -le dijo- como si tal gozas del momento de mi presencia, llega un tiempo para todos que es eterno. Yo, que soy para ti y para tus hermanos el placer de la vida, os lo digo, que así como vosotros, todos vivirán para siempre en Mí. No habrá para nadie tristeza.

Continuando el diálogo Lázaro habló:

-   Es muy cierto lo que dice nuestra hermana, amigo, que con tu sola presencia nos llenas de placer. Cuando te ausentas nos haces sentirnos necesitados y pasamos las horas hablando de Ti. María llora muchas veces porque tú no estás. Yo le digo que aunque faltas permaneces y para ello les recuerdo tus palabras, todo cuanto nos has enseñado de la vida y su misterio, el Reino de los Cielos de que es la felicidad.

Jesús le dijo:

-  ¿Sientes, pues, felicidad, Lázaro?

Dijo:

-   Sí. Cuando te veo.

Jesús entonces se reclinó en el suelo y cerrando los ojos comenzó a orar:

-  Padre celestial, heme aquí entre los amados que me dan felicidad. Ellos no han preguntado tu nombre pues creen que Yo soy. Y en el tiempo son conforme a lo que en lo eterno son. Vivirán los hombres para esto, para sentir el amor, el que Tú me das, el que Yo les doy, el que ellos me dan.

Y así, en aquella noche sobre el suelo durmió Jesús y junto a Él María y Lázaro. Al siguiente día, cuando el sol les despertó, ellos salieron al campo junto con Marta y a la sombra de un árbol frondoso se acomodaron para hablar. Y así lo hicieron:

-   ¿Qué son cada uno de ellos? ¿Por qué a ellos te dirigiste y los apartaste para ti? A estos que les llamas apóstoles.

-    Te contaré, Lázaro: El espíritu de Andrés es un espíritu de Salud que viene para hablar al mundo de esta virtud de Dios. El espíritu de Simón, a quien Yo llamo Roca, es un espíritu de Justicia el cual viene al mundo para que esta se cumpla. Juan y

Santiago son un espíritu de Poder, ellos llegan para dar testimonio de lo que en Mí se obra. Mateo es un hombre de bien, espíritu de conocimiento, que legará a los hombres la Palabra del Hijo del hombre. Y así, todos ellos menos uno son el testimonio de Dios para los hombres y de éstos para el Hijo del hombre. Sin embargo hay uno que es el espíritu de Israel, su símbolo y su testimonio ante Dios.

-   ¿Quién es, quién es éste? -preguntó Lázaro.

-   Pronto lo sabrás. Te digo que todos ellos caminan conmigo y a todos ellos amo igual.

-  Pero dime, Maestro, ¿son ellos venidos del espíritu el cual tú nos has enseñado y no pueden ser otros? ¿Por qué yo siendo tu amigo no soy tu apóstol?

-   Lázaro, Lázaro: el amigo hace por el amigo, el maestro hace por el discípulo. Ellos son y no otros pues desde un principio sus espíritus eran para este tiempo. Tú no puedes ser apóstol mío pero siendo mi amigo no tendrás que dar por Mí la vida sino que Yo la pongo por ti y así nada te falta.

Lázaro quiso saber quién de entre ellos era el mejor.

Jesús contestó:

-   El mejor es aquel que sirve a todos y nadie le sirve.

Marta entonces, oyendo esto dijo:

-   ¿Cómo es así, señor, pues que tú consientes en ser servido por todos y yo misma me plazco en sustentarte?

Él la miró y añadió:

-   El que sirve a todos y nadie puede servirle, ése es el mejor. Solo hay, pues, uno bueno, mi Padre celestial. Y para que vosotros también seáis como Él, para esto Yo he venido pues siendo en Él, cumpliré su designio y venciendo podré servirle y Él consentirá ser servido como Yo ahora consiento. Pues la verdad que todo cuanto hacéis por Mí por vosotros lo hacéis, empero lo que Yo hago por Él, lo hago por vosotros, ¿Entiendes, pues, por qué te digo esto?

Marta dijo:

Sí, señor, porque Tú no eres como los hombres que se placen en tener siervos, tú eres como el Padre celestial que se place sirviéndonos. Lo entiendo pues, Maestro, porque a mí me ocurre que cuando te sirvo me da que soy mejor de lo que soy de cierto.

-   Así es en verdad, Marta, -le dijo el Maestro-, Todo hombre y mujer que deja hacer servicio al resto tiene poder de Dios pues no impide la obra de lo bueno. Y así, pues, el mejor es el que sirve y no puede ser servido.

Con esto se llegaron a la casa y una vez dentro hablaron de las siete virtudes del Celestial Ser y Jesús les narró todo este conocimiento.

Él dijo:

-   Tres son en el Espíritu del Padre celestial las virtudes del conocimiento cuyos individuos se llaman Crosel, Raismael y Ninfatael, seres sin rostro para los hombres de cuyos espíritus no guardan imagen. Lázaro, Yo en ti veo a Crosel de tu nacimiento a tu muerte. Y en ti está Raismael cuando tus sentidos todos me sienten. Y a Ninfatael cuando por el sentimiento me conoces. Conociendo el sentimiento de este tiempo eres como el principio de estas virtudes. Pasaste los días y los años hicieron. En cada instante descubriste el ser. Viviste los cambios, gozaste, sufriste y fuiste queriendo la vida. Y al ver junto a ti la semejanza de las cosas, todas y cada una por otras vivas, alcanzaste el valor de lo propio y el juicio y en él forjaste la norma e hiciste el designio. Y en su distinción hallaste el gozo y el dolor. He aquí, Lázaro, la vida. Y entre las virtudes más allá de la Salud, que en los hombres son, se halla el Poder y la Luz. La Luz es el discernimiento que hace el valor de lo justo en uno. Y todo es en el espíritu. De cierto es en los hombres gran ausencia de lo que te he dicho. Vienen y van sin saber de donde ni a donde y obran iniquidad. Se mueven en el error por ignorancia que hace el miedo a la verdad. Por esto, Lázaro, Yo te anuncio a lo que he venido. Empezó el tiempo a ser en la ignorancia cuando el error fue cometido por la afirmación. Y nació en un instante y con él el primer ¡ay! Allí se hizo el anuncio: no eres tú -dijo el espíritu- lo eterno porque ves tu soledad. Y quien era en el espíritu para siempre hizo nombre a la adversidad. Hubo, pues, Justicia. Aquí la primera negación. Y el individuo tuvo necesidad de ser eterno y dijo: Dios en mí sana la ignorancia. Y vivió para siempre este principio. Mas en aquella hora, Lázaro, la carne y la sangre sólo eran en el misterio. Y el misterio se hizo Tiempo, Conocimiento y Razón de ser del individuo. Y se guardó de éste hasta que por él fuera vencido.

Y pasó un tiempo en el que todo era espíritu. Allí todas las virtudes hicieron su semejanza y, sabiéndose en Dios, su semblanza. Pero nada de cuanto había, Lázaro, tenía sentimiento de ser porque su sentido era sin cambio. He aquí, pues, como un camino que nace para no llegar. Y el ¡ay! segundo se hizo porque en ellos no había sentido propio. El Poder, virtud que es en el misterio y en el conocimiento unión e igualdad, anunció el principio del fin. Y la eternidad tuvo sentido pues todos los individuos estaban para ser cada cual, cada uno, un motivo único en el Tiempo, en el Conocimiento, en la Razón. Y por el hálito de vida del primer error y el primer acierto nació la vida, la que es ahora alma en carne y sangre. La que goza de la Luz que es discernimiento entre el gozo y el dolor. La que hace que cada uno sienta su principio de espíritu y el camino de Dios.

Es pues, Lázaro, que en el nacimiento de los seres se manifiesta el principio del primer error y es la ignorancia de cuanto hay, pues cuando el individuo se descubrió, negó a Dios. Y así, en el valor del tiempo se hace el camino del conocimiento y se alcanza la virtud de la negación y el valor de todo lo creado para disfrute. Y pasan los días, los años se hacen, y el hombre siente necesidad de algo superior.

Lázaro en aquel instante preguntó a Jesús:

-   ¿Qué cosa, Señor? ¿Qué mayor que el hombre mismo que no sea Dios?

Jesús le dijo:

-   La única virtud, el Amor, del cual Yo vengo, el cual Yo soy, el que os tengo, el que os doy. Pues esta es la obra del Hijo del hombre: dar en el Tiempo el Conocimiento de la Razón de ser, manifestar la Justicia, obrar la Salud por este Poder. Y haciendo en todo la negación, alcanzar para todos la Luz de salvación. Así, tú Lázaro y cuantos son nacidos de la carne y de la sangre sabréis que en mi negación se obra vuestra existencia afirmando quien soy.

Lázaro dijo entonces:

-  Tú, Maestro, Jesús amigo, Tú eres un hombre digno de Dios. Yo, sin embargo, ya ves, apenas si sé lo que dices y siento la verdad de tus palabras. Sin duda he de seguirte porque haces que las virtudes todas sean en mí.

Jesús añadió:

-   Ves, Lázaro, cuanto te dije lo hice por voluntad del espíritu y haciendo Yo su voluntad, en el hombre se cumple y el hombre es salvo.

Entonces María se acercó a Jesús y se puso a decirle:

-  ¿Cuándo, pues, Maestro, se obrará el bien en los hombres?

Jesús añadió:

-   El bien de los hombres es la eternidad que en Mí se cumple, María. Yo soy el Hijo del hombre y el que cree en Mí no verá la muerte. La muerte, mujer, es no creer. Así pues te lo digo, cree y tu creencia se hará manifiesta y cuanto es manifiesto para uno, ello es vida. Tú me ves a Mí y vives en Mí. Todas las cosas, pues, en las cuales vives porque te son manifiestas, te son buenas. Así el bien de los hombres es éste: que crean y creyendo se haga toda su creencia. Yo tengo el espíritu y éste se hace manifiesto en Mí y así hago todo en él. Y tú me crees. Y si Yo hago su poder y tú me crees, también el poder se hace en ti y es el bien. Yo soy el camino y la verdad porque creo. Todos los hombres por Mí, creyendo, alcanzarán poder de crear. Y esto es el bien. ¿Qué cosa más buena, María, que hacer la voluntad del espíritu? Ahora es que no creen. La razón del tiempo se justifica en su falta de fe pues alcanzando esta virtud todo su deseo es cumplido en obra de bien. Tú, de cierto, sufres toda incomprensión, ves la diferencia mas Yo he venido para dar testimonio del espíritu y así, según tú me ves, me vean y la diferencia sea quitada.

María interrumpió al Maestro diciendo:

-  ¿Cómo quitada, Jesús, si Tú la haces más notable?

Él dijo:

- Bien, así es, pues si Yo no la manifiesto nadie sabrá que existe y si los hombres no alcanzan este conocimiento, ¿cómo podrán vencerlo? Cuanto Yo hago es bueno y para bien. Ninguno puede decir en verdad que mis obras son malas, ni una sola. Por tanto, conociéndome hallan en ellos la carencia y en mi ejemplo la salvación. El bien, María, se hace en los hombres por el Hombre que viene de Dios.

En aquella hora Marta, la hermana de María y de Lázaro, se hallaba ajetreada faenando por lo cual le dijo a Jesús:

-  ¿No se te da nada verme así mientras mi hermana descansa a tu lado?

Él miró a Marta y le dijo:

-   Ella toma de su parte un momento para Mí y esto es justo. Yo por mi parte tomo un momento para ti. Marta, Marta, te agitas por muchas cosas mas una es necesaria: la Palabra que hace que el resto de las cosas sean vida. Así pues, escucha tú también la Palabra.

Y   mirando a María le dijo:

-   Ve y ayuda a tu hermana.

Entonces María se puso a decirle a Marta, mientras faenaban, cuantas cosas Jesús le movía.

Y   así pasaron aquellos días en que Jesús se hallaba en casa de Lázaro, de Marta y María.

 73. En casa de Simón el leproso. Testimonio de María.

Había llegado Jesús muy cansado a casa de Simón (este Simón había sido curado por el Maestro) en la cual Él había concertado a alguno de sus discípulos. Era el fin ya. Estaba muy próxima la Pascua y su pasión a punto de consumarse. Allí estaban Juan, Pedro, Santiago y el otro Santiago, Felipe, Judas el de Santiago, Natanael, algunas mujeres, también estaba Judas el Iscariote. Jesús llevaba una túnica hecha de una sola pieza.

Había llegado de Jerusalén y todos andaban ya, me refiero a los magistrados, a los fariseos, buscando la forma de perderle. Entonces Él reclinó su cabeza sobre sus rodillas, quiero decir que se encorvó. Estaba sentado y pronunció unas palabras en esta postura. Él dijo: "La carne es muy débil, mas no el espíritu". Entonces, sin levantarse, incorporó su cuerpo y quedó mirando a todos con una mirada muy triste, una mirada que nos decía: "¿Qué vais a hacer conmigo?". Yo entonces corrí y me lancé a sus pies y me puse a besarle mientras lloraba. Luego me levanté y fui a por lo necesario para lavarle los pies y así lo hice. No había allí, en casa de este Simón en aquel momento, ningún paño de lino blanco para secarle los pies, así que, como yo tenía un cabello muy abundante, con él le sequé los pies. Le ungí la cabeza mientras le besaba y puse un ungüento, al parecer de elevado precio, sobre Jesús. Mientras tanto, el ánimo de alguno de aquellos hombres, entre los cuales ya he dicho que estaban sus elegidos, se indispuso contra mí. Él dijo: "Os he mirado a todos por igual y sólo esta mujer ha hecho lo que podía hacer. Así, pues, Yo os digo, dondequiera fuera predicado el Evangelio que os he traído se contará esto que ha hecho conmigo para memoria suya".

Esto sucedió en Betania, no en Jerusalén ni en ningún otro sitio, ni con ninguna otra circunstancia.

El mismo Simón el leproso dijo: "Jesús, Maestro, ¿por qué consientas tanto a las mujeres?".

Él le contestó: "El Hijo del hombre hace esto porque los hombres hacéis de ellas motivo de desprecio y a su amor le llamáis pecado. Yo no hago así sino que sé que su amor es verdadero y perdonando vuestra falta también a vosotros os justifico. Porque si en verdad en verdad entendierais, también vosotros consentiríais el amor de la mujer. Por esto, todo hombre que obre como Yo lo hago será amado por ellas eternamente pues es por vosotros por quienes ellas sienten culpa de pecado en su corazón. Y Yo os digo que sólo quien ama mucho es capaz de pecar mucho, mas también que todo aquel que recibe el perdón de los pecados ama para siempre sin este sentimiento de culpa. Todo aquel, pues, que se diga ser discípulo mío consienta a las mujeres su amor porque ellas son para ello obra natural del Padre. El amor es, pues, entre vosotros, unión entre hombre y mujer".

A estas palabras hubo un escándalo terrible. Empezaron a decir que qué era aquello, que dónde quedaba ese amor que Él había predicado entre todos para todos en igualdad. Les hizo callar bruscamente y es que estaba muy cansado, y les dijo: "Aún ni vosotros entendéis cual es la condición humana y estáis llamados a enseñar la divina. Entended, pues, una cosa: nadie hable del Hijo del hombre, ni del Padre, ni del Espíritu antes de llegar a la condición de haber aceptado en plenitud su humanidad".

También alguien le preguntó, ya excusándose porque Él les había mandado callar bruscamente, que aquel perfume se hubiera podido vender y dar a los pobres. Entonces Él dijo estas palabras y no otras: "A los pobres los tendréis siempre entre vosotros pero a Mí no me tenéis siempre en vosotros, no por Mí sino que vosotros no queréis muchas veces, como ahora. Y Yo os digo que esta mujer ha ungido mi cuerpo para la sepultura porque me ha visto triste. Y sabiendo ella que no hay mayor pobreza que la tristeza, me ha socorrido. He aquí, pues, que el Hijo del hombre, por ser el primero en todo, también es el primero entre los pobres".

Juan era muy impetuoso, muy joven. Era un sentimiento puro, irreflexivo. Judas Iscariote era todo lo contrario: era un hombre pensador, calculador. Posiblemente junto con Mateo y Tomás el más culto de los discípulos elegidos por el Maestro. Y cuando ocurrió lo del perfume y Judas Iscariote había dicho con su habitual sutileza aquello de la venta y la repartición entre los pobres, el joven Juan se encolerizó de tal manera, porque ya hacía tiempo que no le quería, que quiso abalanzarse sobre él y golpearle. Esto lo hizo Juan porque el Maestro Jesús me había defendido y él también quiso defenderme. Y es que sucedía que Juan amaba mucho a aquellos que Jesús en apariencia amaba pero a veces hasta odiaba a aquellos que por cualquier causa Jesús amonestaba. Entonces Jesús dijo a Juan: "Tente quieto, hijo del Trueno. Tu espíritu debe enseñarte. Ese espíritu tuyo que ha recibido todos los momentos de mi gracia sobre la Tierra. Tú Juan, hijo del Trueno, tente quieto que aún soy Yo el Maestro".

Todas estas cosas pasaron allí, en Betania. Este es mi testimonio para vosotros. Sabéis que yo soy hermana de Lázaro y de Marta, y vuestra.

74. Muerte de José.

Era por entonces que se cumplía el tiempo en que Jesús debía bajar a Jerusalén para la última Pascua. Todos los poderes establecidos andaban buscando la manera de darle muerte y El, en aquel entonces, se había ocultado de la vista de los hombres en un lugar no frecuentado por nadie. Sólo Juan, Santiago el Mayor y Pedro sabían su paradero. Y fue Juan quien le trajo una nueva. Fue esta que en la ciudad de Nazaret, José, el esposo de María, hallábase enfermo y en agonía de muerte. Jesús díjole a Juan:

- Ven conmigo. Vayamos a ver la muerte del hombre.

Y se llegaron hasta la casa en un instante. Así fue que Juan no sabía bien donde estaba. Jesús le dijo:

-   Entra conmigo al aposento y sella por siempre lo que vas a ver, porque esto es para el fin de los tiempos. Esto, Juan, es para el tiempo del fin.

Estaba junto a José, María, su esposa, la madre de Jesús. Allí eran solos los cuatro. José alzó su mirada y púsola en Jesús. Jesús alzó los ojos al Cielo y dijo:

-  Escuchad, hijos del principio, lo que dice el hombre antes de ser recogido en el seno de Abraham, Isaac y Jacob.

Estas son las palabras de José:

-   A todo cuanto eres un amor yo le debo, a todo cuanto encierras en la Tierra y en el Cielo. No ha habido para mí nada que yo quisiera: Tú lo has sido todo. Yo sólo tierra, tierra que me diste como heredero de mi raza, de mi tiempo. Testimonio vivo para las generaciones venideras. Soy como tierra sin semilla y he producido lo que nunca en mí ha habido: Vida de Vida. Ninguno tuvo lo que yo. Nadie ha sido más tenido. En tu fuego me consumo, en tu fuego, Dios mío. Ahora llego a dormirme esperando tu venida. Miradme todos vosotros, Gabriel, Miguel, Rafael, mírame tú, María: nunca os he tenido y siempre os doy la vida, la vida de un hombre que nada vale. Sólo en vosotros es vivida. Y tú, Señor, Jesús, he ahí a tu madre. Y tú, señora, María, he ahí a tu hijo. Ved el hombre que expira con vuestra paz y un testigo.

Dejó el espíritu José y por Gabriel, Miguel, Rafael y la Luz de Uriel fue recibido. Jesús miraba a María, ésta a Juan el testigo, éste miraba a José y dijo: "Esto es un hombre, Dios mío".

75. Jesús en Jerusalén para la última Pascua.

Había llegado Jesús a Jerusalén y hablado a muchas gentes de la Buena Nueva que Él era. Con Él sus discípulos enseñaban a todos el comportamiento justo y así muchos alcanzaron en aquella hora la verdad primera. Él, Jesús, les hablaba así en los últimos días del tiempo de la plenitud:

"Muchos quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron, lo que vosotros oís y no lo oyeron. Estos fueron aquellos antes de vosotros, los que vieron y escucharon la Ley y los Profetas desde Abel el justo hasta Zacarías, en la espera del Ungido de Dios Yahvé.

Vendrán días en los cuales todos los hombres desearán ver y escuchar lo que vosotros. Y sus días serán oscuros como la noche porque no sabrán cuando serán visitados. Y no verán ni oirán lo que veis y oís. Escuchad, pues, ahora la palabra que os traigo y ved con los ojos del alma la luz que os está alumbrando.

Hijos de Jerusalén, pueblo de Israel, nación de naciones, erguíos porque el Hijo del hombre os anuncia vuestro valor. Y vuestro orgullo es el del hombre libre, aquel que desde la humildad fortalece su templo y le basta con su conocimiento de saberse llamado para estar cada uno en el Reino deseado.

Vosotros sois heredad perpetua, motivo y enlace de la historia. Conocéis la paciencia y ejercéis su memoria. Vivo es, pues, en vosotros Abraham, Isaac y Jacob. Haced, pues, como os hemos enseñado la voluntad de Aquel por quien os sentís llamados. No se levante voz entre vosotros que desdiga vuestro valor. No os hagáis extorsión ni tropiezo alguno porque en todo, Yo que os hablo, he hecho amor".

Jesús se dirigía a todos los hombres de este valor de la buena voluntad. Y les añadió:

"Cada uno de vosotros que ahora veis y escucháis lo que nadie ni en lo pasado ni en lo porvenir verá y escuchará, sed mis testigos fieles hasta los confines de la Tierra. Y así como Yo hago con vosotros, hacedlo vosotros. Y en verdad os digo: ni uno solo vivirá el tiempo del fin porque haciendo mis obras no hay tiempo pasado ni por venir. Pleno se halla del eterno al eterno. Y quien no hace como Yo por sí mismo va a grande ruina porque ocurre que viéndome no me ven, oyéndome no me escuchan y así todo cuanto es fuera del Hijo del hombre produce carencia y ésta insatisfacción, como la de aquellos que hicieron de la esperanza una angustia, como aquellos que conocen la angustia de la desesperanza. ¡Ay de los hombres que aman su tiempo porque no conocieron la plenitud!".

Dicho esto fueron muchos los que quisieron preguntar a Jesús quién decía ser Él mismo: acaso el profeta aquel que se anunciaba como el último antes del fin, acaso el Ungido con el cual llegaba el fin…

Y les enseñó a todas aquellas gentes qué era:

"Yo soy la luz del mundo y he venido a vosotros para que todo aquel que crea que Yo soy no quede en la tiniebla. Yo soy la Resurrección y la Vida, la Paz, la Salud, y la Justicia del Amor. Todos vosotros sois por Mí todo cuanto Yo soy por vosotros. Quienes ahora me escucháis abrid el entendimiento pues muchos habéis visto mis obras y habéis dicho: son buenas y vuestro testimonio hace de ellas verdad. Así pues, Yo soy por vosotros la Verdad cuando cada uno hace según Yo, y haciendo según Yo, según aquel quien digo ser. Me habéis visto anunciar el Reino del Cielo desde la Galilea hasta Jerusalén, desde Tiro y Sidón a la Transjordania, y aún en Samaría, y todo lo he hecho para la salvación vuestra. Ahora es vuestro tiempo, el tiempo de que anunciéis que la luz de la vida está en vosotros creyendo que Yo soy. Y así quien crea a vosotros vive en Mí como vosotros".

A estas palabras de Jesús algunos les dieron crédito. Otros, sin embargo, dijeron que aquella palabra que tantas veces Él había anunciado era dura e insoportable porque el Evangelio sólo decía: amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a Él mismo. Y así desistieron y abandonando el lugar se decían unos a otros: "¿Cómo podemos hacer esto que éste dice? Primero amar lo desconocido sobre todo, luego amar lo conocido como lo desconocido. En verdad esto es un imposible". Otros, según esta misma razón, añadían: "Nadie podrá hacer esto nunca. Éste mismo Jesús que lo anuncia, ¿acaso lo hace? Porque Él, Él mismo ha dicho que como Hijo del Hombre todo lo conoce y así para Él no hay misterio. Acabamos de oírle decir que es la luz, la verdad, la vida. Entonces, pues, si ya Él mismo declara esta desigualdad, ¿con qué autoridad nos dice que amemos a los demás como a nosotros mismos? Porque esto es lo que dice ya que Él mismo, declarando que no conoce misterio, se hace a sí mismo uno con el misterio que a nosotros nos anuncia, por lo que ya no cumple su propio anuncio.

Otros decían por esta misma causa que su palabra no era verdadera pues si Él mismo era la verdad, ¿cómo pedía a los demás una igualdad de ser?

Y así muchos se fueron. Quedaron, sin embargo, un resto en aquella hora a los que Jesús les dijo:

- ¿Queréis vosotros iros también?

Entonces Pedro recordó que antes de esto Él les había dicho lo mismo en cierta ocasión y le dijo:

-   Maestro, tú lo sabes, no podemos ir ni volver de donde siempre estamos. Tu palabra es verdadera porque es ella vida eterna. ¿Dónde, pues, iríamos que no fuese a la eternidad de la cual venimos, en la cual estamos, a la cual nos llevas?".

Jesús miró a Pedro y le dijo:

-   Bien, Simón, el espíritu es entendido por el espíritu y la carne y la sangre por la carne y la sangre. Ahora Yo voy a hacer pronto que espíritu, carne y sangre se entiendan como el espíritu al espíritu, como la carne y la sangre a la carne y la sangre. Y en verdad te anuncio que éste es el valor del Hijo del hombre para los hombres y el espíritu, que en todo haya igualdad según tú lo has dicho, desde lo eterno, en lo eterno, para lo eterno siempre jamás, amén".

76. Judas Iscariote interpela a Jesús.

Judas Iscariote le pidió que definiera la fidelidad. Jesús lo hizo así:

-  La fidelidad sólo es posible desde la plenitud del convencimiento.

Judas quedó pensativo por un instante y agregó:

-   Maestro, bajo este principio se refugian errores graves para con la Ley y aun ante los preceptos humanos. Según lo que dices, el hombre fiel está al margen de todo lo establecido. En consecuencia, ¿quién puede ser fiel y justo al mismo tiempo?

Todos los presentes quedaron en suspenso esperando oír la respuesta del Maestro. Éste no vaciló y dijo:

-   Para los hombres esto es imposible hasta el tiempo en que aprendan que la voluntad ajena no les está subordinada. Pues es precisamente el afán de dominación el que hace que estas dos virtudes no se conjuguen en esta raza.

Pero Yo os digo: todo hombre que obra según los dictados de su corazón es más próximo al perdón que el hipócrita que, ante la duda, opta por el falso sacrificio de la apariencia y la comodidad que supone seguir el camino de la mentira. Y más os digo: no miente el que oculta sus sentimientos sino aquel que dice ser incapaz de compartirlos. Por tanto, para ser fiel hay que estar convencido y para ser justo hay que compartir este convencimiento.

Entonces se apoderó de ellos como un temor pues se preguntaban entre si cómo harían desde entonces para seguir al Maestro en esta enseñanza nueva en la que todo el orden de cosas conocido no era mayor que compartir un trozo de pan.

Él, empero, sabiendo qué era lo que les angustiaba resolvió en seguir instruyéndoles y les dijo:

- Quien hace la voluntad de Dios gana ciento por uno. Quien hace la voluntad propia nada pierde pero vive en la insatisfacción que produce lo premeditado. Así pues, quien a Mí me sigue oirá y no entenderá, verá y no creerá hasta que no haya expulsado de sí mismo el orgullo de su vanidad. Una vez hecho esto, el hombre habrá liberado en él el sentido de la aceptación y cualquier cosa podrá hacer morada en su sentimiento siendo buena para él. Pues aceptando la voluntad de Dios, el creado viene a ser en el creador y es salvo de todo error. Abrid, pues, una nueva puerta en vuestro corazón para que entre por ella este evangelio de amor.

 

77. Discurso en Jerusalén. (Incluye Mat, 23-13 al 32)

En la ciudad de Jerusalén y habiendo congregado en el Templo a muchas gentes, Él se puso a enseñarles así:

"Vuestra reunión se hace en Mí un presente como dádiva al Espíritu de mi Padre. Mi Padre es vuestro Padre. De Él, Yo os lo digo, todos tenéis, a saber, la virtud de la vida y en ella está el conocimiento exacto de cuanto es. Así pues, vuestra reunión os está manifestando uno por uno la necesidad que tenéis los unos de los otros. Y entre vosotros está definida la diferencia que cumple la ley de la igualdad porque sois muchos y distintos según vuestra procedencia, según vuestro linaje, mas todos tenéis vida singular.

He aquí que fijo mi mirada en vosotros y distingo de cada uno y en cada cual su facultad. Y sabiendo como os he dicho que tenéis, a saber, todos el mismos origen de espíritu, el Hijo del hombre ve en los hombres su alma y en ella la diversidad. Y así, como sois diversos os hago para todos una enseñanza y os digo: he aquí esta clase, escribas y fariseos, saduceos y herodianos, quienes se han sentado en la cátedra de Moisés y ejecutan según su conveniencia sobre los desheredados de la Ley, la Ley. Mandan preceptos que son preceptos de hombre en el nombre del Espíritu de Yahvé, obligando al sacrificio de la norma y ellos ni aún al índice de su mano le obligan a cumplir la normalidad de la Justicia pues ni lo escrito por ellos tiene cumplimiento en sus actos cotidianos. Dicen y no hacen. Son, pues, hipócritas. Hipócritas que utilizan el nombre del Señor cuando ellos ni aún en su nombre creen. Dicen ser hijos de Abraham y discípulos de Moisés, fieles custodios de la Profecía y la Ley. Buitres que comen de su propia carroña su mentira insaciablemente generación tras generación. .

Escribas, fariseos, saduceos y herodianos: sed pues, por vuestra mentira malditos ya que en vosotros se cumple vuestra profecía. La sangre que clama al Espíritu desde Abel el justo hasta Zacarías, dice: todos aquellos que imparten al resto la norma del orden por la fuerza de su facultad según la capacidad del alma, obran el error de la mentira porque niegan en verdad aquel principio en el cual todo es según el orden ejercido desde la voluntad libre de ser como el espíritu, donde nadie hace opresión, donde nadie faculta camino, donde nadie confunde el concepto de su espíritu porque él es en cada cual y uno en cada uno. Así pues, os digo a quienes tenéis el alma semejante al espíritu: no haced oposición a quienes tienen el alma dificultando a su espíritu y así pasará de vosotros su error. Si os dicen guardad la Ley, hacedlo según la ley de vuestro principio mas no sigáis su ejemplo porque ellos ya sufren la pena de su vacío.

¡Ay!, pues, de estos escribas, fariseos, saduceos y herodianos que sufren en su carne y en su sangre la esclavitud y aún os la imponen. ¡Hipócritas, necios!, que creéis que haciendo desgraciados al resto que os rodea aliviáis vuestra carga. Si hubieseis entendido el ejemplo de aquellos que os oprimen, no oprimiríais a estos.

Y a vosotros que vivís cada día desde que nace el sol hasta que se oculta sólo la esperanza de un día nuevo, os anuncio desde ahora que hay para vosotros un sol eterno, ese mismo que lleváis en vuestra fe que es creencia plena de saber que todo es siempre nuevo. Alegraos porque el tiempo es llegado en que el vacío que hace la desesperación y la falta de armonía es quitado. Pues para esto he sido puesto en medio de vosotros y de estos hipócritas, para unir en un solo acto su tierra y vuestro cielo y así cese el sacrificio que produce la mentira y es perpetuo".

Como quiera que en aquella congregación habían escribas, fariseos, saduceos y herodianos se alzaron en cólera contra Jesús. Entonces Él se puso a decirles: (Mateo 23-13 al 32)

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros ni permitís entrar a los que querrían entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un solo prosélito. Luego de hecho le hacéis hijo de la gehenna dos veces más que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: Si uno jura por el templo, eso no es nada, pero si jura por el oro del templo, queda obligado! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué vale más, el oro o el templo que santifica el oro? Y si alguno jura por el altar, eso no es nada, pero si jura por la ofrenda que está sobre él, ese queda obligado. Ciegos, ¿qué es más, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él y por lo que está encima de él. Y el que jura por el templo, jura por él y por quien lo habita. Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que en él se sienta. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que diezmáis la menta, el anís y el comino y dejáis lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la lealtad! Bien sería hacer aquello pero sin omitir esto. Guías ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que limpiáis por defuera la copa y el plato que por dentro están llenos de rapiñas y codicias! Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa para que también su exterior quede limpio. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que os parecéis a sepulcros encalados, hermosos por fuera mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicia! Así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres mas por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiéramos vivido nosotros en tiempo de nuestros padres, no hubiéramos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas! Ya con esto os dais por hijos de los que mataron a los profetas. Colmad, pues, la medida de vuestros padres. Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de la gehenna?"

78. En Jerusalén, en día de sábado.

Jesús entró en Jerusalén y en día de sábado les habló así:

-   Hijos de Jerusalén, herederos del espíritu, de la Ley y los Profetas: vosotros vais a recibir del Padre celestial la plenitud de los días y en ellos vuestra palabra será la última en oírse hasta los confines del mundo porque la casa de Israel es la de Aquel que vive por siempre. El mundo entero va a ser conmovido por vuestro testimonio, el que se hace desde siempre en vosotros una verdad sin doblez. ¡Oh, casa de Israel! En ti albergas aun a los demonios: mira a estos tus hijos a quienes Yo reúno para que sean la voz de los hombres ante el Padre eterno. Vosotros mismos, hijos de Jerusalén, quienes andáis en el oprobio y vivís en la esperanza de vuestra salvación, quienes sabéis que la sangre ha sido vuestro símbolo desde los días del principio y es hasta el fin, sabeos desde ahora cual es vuestro valor, aquel que declaráis a través de vuestros días: que sólo un Dios tenéis y uno sólo es vuestro Señor. Así pues, ni los pueblos extranjeros que os oprimen tienen el convencimiento de vuestra esclavitud pues ni en los días de la deportación ni en estos de la plenitud, pues días de plenitud son estos, vosotros os sentisteis siervos de nadie. Os han hollado muchas veces mas vuestra cerviz se mantiene erguida pues decís en verdad "Dios nos ha mirado". Y no hay en vuestro ser fingimiento para el espíritu pues decís "ni estatua ni ídolo sino oración y ayuno" para recordar a cada instante la mano del Santo que os libra sin cesar de la opresión del mundo. Un mundo al que vosotros le habéis dado su sentido: ser algo más que tiempo de vida y muerte en la esperanza de la venida del Ungido. Yo os lo digo: vuestra salvación se hace amén.

Él, Jesús, alzó los brazos y los ojos al Cielo y gritando dijo:

-  Padre, glorifica al Hijo.

Y la voz del Espíritu se oyó en Jerusalén diciendo:

-  Éste es mi Placer.

Toda Jerusalén quedó conmovida porque fue como si un terremoto se hubiese producido. Y en aquel mismo día jefes y magistrados, fariseos y saduceos y cuantos eran la alta jerarquía de la casa de Israel, decidieron quitar a aquel hombre de en medio del pueblo porque el pueblo le seguía y creía sus palabras. Él era Jesús de Nazaret, el hombre que había llevado la Palabra de Dios a todos los moradores de la casa de Israel. Y así se acercaron a Él algunos escribas y fariseos y le dijeron:

-  Sin duda, Maestro, que hablas con la verdad. Bien dices que no somos esclavos de nadie. Dinos, pues, si nos es lícito pagar o no tributo al César.

Él les miró y les dijo:

-   Dadme un denario.

Y  tomándolo en su mano les enseñó esto:

-   ¿De quién lleva la figura y la leyenda?

Ellos:

-  Del César.

Y  Él:

-  Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Se maravillaron de su respuesta y callaron. Uno, sin embargo, dijo:

-  Entonces, ¿no es de Dios el poder de los hombres?

Jesús le contestó a éste:

-   Ahora es el tiempo en el que el Poder de Dios se manifiesta en el Hombre. Así, pues, sábete esto: que todo aquel hombre que se apodere de otro por medio de esta falacia -mostrándoles el denario- será presentado ante el tribunal del Padre celestial por su mismo hecho. Y ¿qué dirá entonces para remisión de sus pecados? ¿querrá acaso comprar al Juez de jueces con un denario? Desde ahora te digo que el Hombre está tasado y vendido para muerte mas el Poder da la salvación y con la moneda del espíritu, que tiene por nombre amor, comprará para sí de cada uno su pecado para el olvido. Y pronto verás esto.

Él se abrió paso entre aquella multitud. Había caído la tarde y fue al huerto llamado Getsemaní donde había unos olivos y solían descansar allí con Él sus discípulos.

79. Enseña a sus discípulos lo bueno.

Se puso a enseñarles a sus discípulos:

-   Conoceréis lo bueno por su eternidad. Quien halla el espíritu viene a ser en él para siempre y sus obras son aquellas que el espíritu le muestra. El espíritu se manifiesta desde su sentimiento y su sentir es el amor y éste obra creación de vida. Los hombres a través de los tiempos han construido, edificado monumentos para la posteridad de sus días con el fin de perpetuarse en ellos y que su memoria sea su ser de historia y hecho. Saben de su tiempo que es fugaz y pasajero y por ello hacen de todas las cosas un motivo propio. Y bien, pues que veis de los hombres lo bueno en sus obras, sabed que ninguno de ellos quiso memoria de mal. Cuanto pues, más, el Hijo del hombre legará a la Humanidad una obra la cual no pasará. Este edificio para la posteridad no se hace con ladrillo y mortero sino que en cada uno se vive para que cada cual sea eterno. Al contrario, las obras de maldad son como una chispa fugaz que prende, quema y se apaga. Todo aquel que quiera alcanzará el valor de su existencia y sus obras serán su vida y ésta memoria para Dios eterno. Y pasará un día y otro día, y un año y otro año, y el siglo, y su edificio permanecerá para siempre porque ese es su querer, su obrar bueno. Y quien hace en vida esto ya es en el Reino del Cielo. Mas ¡ay! de aquellos que no quieren y en un momento, como el malo, prenden, queman y pasan quitando lo bueno.

Dicho que hubo estas palabras, Judas Iscariote le dijo:

-   Dinos, pues, cual es el juicio y en qué consiste el error y el acierto.

A este propósito Jesús contestó:

-   Escuchadme bien, oíd lo que os digo: un hombre vive obrando iniquidad año tras año y llega el instante en que tiene voluntad de arrepentimiento y se dice: "no haré más el daño a mi semejante y obraré con él según como conmigo para siempre". Y si en verdad su obrar es en ese siempre bueno, todo el error le es quitado y en esto está lo bueno. He aquí, pues, otro hombre que desde siempre obra lo bueno y llega el instante de su orgullo y se dice: "haré lo contrario para conocer de las cosas el resto". Y hace lo que no es cierto. Este es, en verdad, el malo, porque en un instante prendió, quemó y pasó de aquello que era eterno. Por esto, sabeos todos: el bien es constante, el mal inconstante . . Por vosotros mismos sabréis si buenos o malos sois. Todo el que no obra la verdad, por su boca se condena. Quien la obra, Dios y los hombres dan testimonio de él y viviéndole lo elevan a la gloria. Vivid todos según el bien que os anuncio y no sed como el malo que muere a cada instante.

Judas insistió:

-   Entonces, Maestro, ninguno de los hombres es bueno pues a ninguno conozco que no mude el ánimo según su conveniencia.

Jesús le miró y le dijo:

-    Sólo es necesario para el hombre tener una conciencia de que todo error le es perdonado si se arrepiente, y haciendo esto, en el mismo error no yerra. Por tanto, se expían las culpas en el conocimiento por la voluntad de no volver a cometerlas. Siendo el alma ignorante como es y el espíritu conocedor y sabio, mientras alma descubre a espíritu y se igualan en vida, los hombres tienen la virtud de ir perfeccionando su estado. Y así, en verdad te digo, hay aquí un hombre que tiene valor de ser uno y solo para el espíritu. Y si éste hace la obra para la que ha venido, los hombres todos serán salvos. Porque la obra esta no es de ladrillo y mortero sino de palabra, de amor eterno para todos, constante, sin cambio, sin celo, sin muerte. Así pues, sábete y sabeos esto: nadie que diga ser bueno nuble su conocimiento en un instante de miedo pues Yo os lo declaro, quien anda cinco pasos y retrocede medio no anduvo jamás. Mas quien en verdad supo que estaba quieto y avanzó un paso, éste hizo en verdad camino eterno. Tiempo de error es tiempo de olvido, tiempo de amor es tiempo vivo. Haced, pues, como Yo: todos los días para Mí son el mismo porque Yo no mudo, soy.

Dicho esto, dijo Andrés:

-   ¿Qué valor, pues, deben tener para nosotros los tiempos, Maestro?

-   El valor de los tiempos para los hombres es el beneficio de la conciencia del género en su generación. Del primer hombre al último todos son en el género un mismo hombre y la generación, que sois todos vosotros, hace a través de los tiempos la historia de todo cuanto es para Dios. Así pues, lo que vosotros estáis recibiendo en este tiempo que sois visitados tiene valor de ser a través de los tiempos. Lo que hoy os es confirmado, lo confirmaréis.

También el valor de los tiempos en los hombres es el distingo en la observación de todo lo que ha sido puesto para hacer de los hombres distinción. Cada cosa es un instante, un sentimiento, un tiempo. Recibiendo cada cosa, sabéis el tiempo.

Dicho esto, dijo Andrés:

-   Quiero saber, señor Jesús, si la muerte del hombre es un instante sin cosas, si la muerte del hombre es la muerte del tiempo, si la muerte del hombre es un valor.

Jesús contestó:

-   No así, Andrés, sino que son las cosas, distintas al hombre, las que llegan a la muerte para que el hombre viva constante y eterno. Pues pasarán todas ellas, las que son distintas al hombre, y no serán su necesidad. Sin embargo, lo que le es propio al hombre, aquello que da nombre a las cosas, hará que el hombre sea una eternidad. Por esto, el Cielo y la Tierra pasarán pero la Palabra, que es el hombre, en él permanecerá. Y así vivirán todas las cosas para él y de él serán para siempre jamás amén.

Había allí uno llamado Cleofás, el cual hablando dijo:

-    ¿Cuándo será el tiempo en el cual las cosas que tú dices que son ajenas al hombre, pues no son como éste, serán quitadas de su necesidad? ¿Será en un instante y para todos o esto le sucede a cada uno cuando muere?

Jesús le dijo:

-   De cierto y en verdad te digo que llegará la hora en que todos los moradores de la Tierra verán el fin del mundo, mas cuando esto llegue erguíos porque la eternidad es hecha. Mientras, todo debe cumplirse y la historia. Los últimos no tendrán memoria de los primeros mas los primeros sí de los últimos. Entonces, quienes han sido poco, serán en todo y aquellos muchos, para siempre.

Se alzó la voz de Mateo que dijo:

-   Te ruego, Maestro, expliques esto para que lleguemos a alcanzar su sentido.

El le contestó:

-   Nada más sencillo. Todos los hombres que han sido desde el primero hasta este último día han constituido la esperanza, pues han nacido, vivido, hasta llegar al sueño deseando ver la igualdad que desde siempre han sabido del espíritu. Y éstos serán en todo él. Mientras los que estén en pie en aquel día último, los cuales su alma ya no creerá que esto se cumple, viendo lo que todos aquellos desearon ver serán en un instante para siempre. Y juntos unos y otros habrán cumplido el valor de ser de los tiempos.

Mateo dijo:

-  ¿Hay alguno entre nosotros que alcance ese último día?

Jesús contestó:

-  Uno solo: Yo, que te hablo.

80. Parábola a sus apóstoles.

 Entonces dijo esta palabra parabólicamente:

-   Todas las formas han sido dadas a los hombres para que estos sepan discernir la diferencia y en ella hallen el gusto de su ser.

Uno de ellos le preguntó:

-  ¿Qué dices con esto, qué nos das a entender?

Él contestó y no calló, y respondió:

-   Es, Felipe, que el espíritu viene a ser la forma eterna del ser, mas El que Es ha dado a todos la vida y ella es sin forma. Toda la creación está contenida y la criatura ha venido a ser como el Creador. Por esto, quien a mí me ha visto a visto a quien me creó. Por lo mismo vosotros venís a ser por mí en Dios pues no siendo posible al hombre concebirse por él mismo, sí en Dios.

81. En el templo. Judas Iscariote negocia su perdición.

Jesús en Jerusalén habló así:

-    Vosotros no sabéis lo que tenéis pues si ahora fuereis conocedores de lo que es entre vosotros, no podríais ser más. Y es que todo debe cumplirse. Israelitas que lucháis con Dios todos los días de vuestra vida, aquella que tenéis como cosa mayor de las cosas y por cuyo espíritu decís a los pueblos que vuestro bien es mayor: ciertamente os jactáis con justicia de vuestro propio amor porque en él mantenéis el espíritu de la unidad que os hace libres. Mas no sabéis lo que tenéis entre vosotros. Si lo supierais, no seríais más.

Dicho esto abandonó el Templo y el lugar donde Él solía hablar. Se retiró con sus discípulos al Monte de los Olivos y allí ellos le interrogaron sobre su palabra.

-   ¿Qué es lo que no seríamos más? - dijo Felipe.

-   Escuchad todos y aprended esto: he dicho en la ciudad de Jerusalén, la misma que es la novia de la profecía y su cumplimiento, la razón de los tiempos. En ella, ciertamente, viven aquellos que son el símbolo de la historia de los hombres, y éstos son conocedores del espíritu que le distingue de los pueblos. Y dicen ser los elegidos de Yahvé Dios pero así es que, habiéndose consumado en el Hijo del hombre la Profecía, ellos no le han conocido. Pues, en verdad, si le hubieran conocido nadie llegaría al tiempo del fin porque ellos no serían más en el sentimiento vivo del espíritu que les fue revelado y en el cual hacen su unión. Porque aún debe cumplirse todo lo establecido por mi Padre celestial desde el principio. A vosotros os lo digo con sencillez para que conozcáis que Yo estoy entre vosotros y, sabiendo quien soy, sepáis que el Hijo del hombre es para todos los hombres y todos los hombres para Él un igual. Si ellos conocen esto no podrán ser más el pueblo de Israel que combate con Dios todos los días. Y como es que aún el tiempo de los hombres no cesa con el Hijo del hombre hasta el día de su parusía, ellos no saben lo que tienen hasta ese día.

Esto sucedió los últimos días del hijo del hombre. Aquella misma tarde Judas Iscariote fue a negociar por primera vez la perdición.

82. Jesús con sus apóstoles en casa de Nicodemo.

Palabras de Jesús a sus apóstoles en la ciudad de Jerusalén cuando estos estaban con Él reunidos en casa de Nicodemo.

-  Vosotros habéis seguido en mi camino y perseverado en mis pruebas. Vuestro ánimo ha estado firme y vuestra condición resuelta. Todos vosotros me habéis amado y sabéis de donde vengo. Mas ahora sabréis a donde voy porque voy a ser quitado y puesto de nuevo. Mis días expiran y con ellos los días de la plenitud de la generación. Todos los hombres van a vivir el ansia del tiempo del fin en el cual la angustia va a ser manifestada hasta el extremo de su poder. Los pueblos y las naciones van a desfallecer y su ánimo se va quebrar como una caña. Todos van a andar buscando a Este que ahora se les quita hasta que de nuevo sea puesto. Y por ellos mismos no podrán hallarle más allá de su propio sentimiento, este mismo sentimiento que vosotros habéis heredado de Mí y los hombres van a heredar de vosotros. Así, pues, Yo os confiero dignidad de Espíritu Santo como el Padre celestial me ha dado a Mí. Un poco de tiempo y vosotros no me veréis, otro poco y me volveréis a ver porque donde voy vosotros no podéis venir. Yo voy precisamente para que ninguno de los hombres tenga poder de ir ni conozca jamás este sitio.

Y le preguntaron donde era esto. Y Él dijo:

-   A la muerte.

Ellos todos entendieron que podrían ir con Él pues no entendían que les hablaba de la verdadera muerte, de la ausencia de ser, donde sólo el Hijo del hombre podía ir ya que no siendo hijo del deseo de la carne y de la sangre sino del Espíritu creador, sólo éste mismo Espíritu podría devolverle al ser. Y una vez puesto de nuevo para vida eterna, Él, el Hijo de Dios, el Hijo del hombre, haría la salvación para todos los seres que no es otra cosa que estos no conozcan la muerte. Así les explicó Jesús qué era aquello a lo que había venido. Y dijo más:

-    Aún los ángeles del Cielo no alcanzan este misterio mas bien aceptan en oración que quien es el Creador se haya hecho como hombre y en el Rey de los Cielos.

Nicodemo que estaba allí dijo:

-   Entonces ya entiendo lo que un día dijiste de cómo hay que nacer de nuevo.

83. En Jerusalén con cuatro apóstoles.

Estando en la ciudad de Jerusalén Jesús con Andrés, Juan, Santiago y Pedro, y haciendo éstos admiración por el templo, Jesús les dijo:

-    Veis todo esto y os admiráis de las piedras labradas por las manos de los hombres. Yo os digo que de toda esta suntuosidad no quedará piedra alguna pues todo ello será derribado.

Entonces le interrogaron acerca de cuando debía suceder esto que les había profetizado. Él, tomándoles consigo, les dijo:

-    Mirad, no os engañéis pues no solo al templo de Jerusalén me refiero sino a todo lo hecho por la mano del hombre. Porque los hombres viven los tiempos y en ellos construyen y destruyen sus obras pero he aquí que la obra que Yo hago por ellos la hago por voluntad de mi Padre celestial y es para eternidad. Esta palabra que Yo os digo, luego que todo haya pasado y no quede ninguna obra del hombre, permanecerá en todos y cada uno y así, en aquel día, allí donde está el cuerpo allí se juntarán las almas. Y en este día todos y cada uno ofrecerán desde ellos mismos su obra de vida para remisión. Y uno dirá: yo obré esto. Y otro: y yo también. Y así todos ofrecerán como dádiva aquella parte que les fue quitada en un instante. Entonces, también en un solo instante, pasará ante todos la historia, aquella que es desde el principio hasta el fin, la que ellos hicieron para los hijos del principio y en éstos, por ellos, se hizo. Y todos la conocerán.

Entonces Andrés le preguntó:

-   Maestro, dinos esto con mayor claridad porque creo que así se me hace difícil para el entendimiento. ¿Cómo ha de sucederse todo esto?

Él. Jesús, como quiera que estaban sentados en la escalera del templo, le rodeó con su brazo por la espalda y atrayéndole hacia sí se puso a enseñarle:

-    Mira, pescador, tú has andado conmigo muchos días y muchas noches y sé desde siempre quién eres. Sin embargo tú aún después de tantos días y tantas noches no sabes bien quien soy. Por esto te digo que he de atraerlo todo hacia Mí como ahora te atraigo a ti para que todos se sientan, como tú, rodeados por mi brazo en el favor de la paz que da el sentirse junto a aquel que todo lo sabe. Y así como Yo lo sé todo por mi Padre, os es necesario a vosotros que lo sepáis por el Hijo del hombre. Y ocurre que los hombres para que lleguen a ser en el Reino de Dios han de hacerse conocedores de todo aquello que han sido. Y como quiera que todos son cuales individuos un instante de tiempo dentro del tiempo y para que todo sea en justicia, cada uno debe tener completo conocimiento de todo el tiempo, de todos y cada uno de los individuos, como Yo lo tengo de ti desde siempre. Por esto es que hay dos juicios. Uno, el que os he anunciado al decir: ni una sola piedra labrada por el hombre quedará sin destruir.

Aquella obra que no es para eternidad, pasará. Y éste es el juicio primero, el que no tiene apelación porque sólo es obra para tiempo y así es que viene sucediendo y hasta el fin sucederá. Otro, es el juicio del individuo por el individuo, el que todos y cada uno de vosotros os hacéis y por el cual os lleváis al perdón. Y este viene por el conocimiento de mi palabra, la que se hace en todos vosotros para vida eterna y que el Hijo del hombre cumple. Y así os enseñé como debéis amaros para que todas las obras malas sean por vosotros mismos quitadas de la historia segunda que es la del alma. Y haciéndose el perdón, se hace el olvido y lo bueno permanece. Y así vosotros debéis enseñar a cuantos hay sobre la faz de la Tierra. Porque te digo que a Mí mismo me van a vituperar, a flagelar hasta darme la muerte pero mi palabra ya no podrán quitarla porque se hace en vosotros. De la misma manera que os digo que la haréis en los demás por lo mismo que os harán lo que a Mí por vosotros. Y así sea día tras día hasta el fin del tiempo en el tiempo del fin, perseguidos, flagelados y muertos a causa del Hijo del hombre. Mas mirad, no os llevéis a engaño, muchos vendrán y dirán ser alguien y recorrerán calles y plazas, ciudades y pueblos y las naciones serán sometidas al capricho de estos pocos. Pero en verdad nadie les creerá porque su engaño es mentira. Y habrá como siempre guerras, injusticias, opresión, hambre, sed y destrucción por doquiera. Y muchos que gracias a vosotros vivirá mi palabra, clamarán justicia y dirán: ¿cuándo llega? ¡ven pronto! Mas os lo digo que el día y la hora no es anunciada a nadie porque ella es fijada con la autoridad del Padre. No creáis, pues, a nadie que diga de sí mismo ser alguien porque aún los hijos del principio desconocen el instante de todo esto que te he dicho a ti Andrés y a vosotros, el día y la hora en que todo será puesto nuevo y eterno. En cuanto al fin, cuando ni una sola piedra labrada por el hombre quede para testimonio de éste, sólo el Hijo del hombre lo sabe y a quien Él quiera decirlo. Tú me has preguntado por ello y Yo te contesto. Mas para no dejarte en la inquietud ni a ti ni al resto, os haré una concesión, que es el conocimiento de aquello que os va a acontecer. Por mi causa seréis llevados ante los jueces. Entonces os pedirán aquello que habéis recibido. Vosotros no tengáis preocupación por lo que debéis decir porque en el instante el Espíritu se hará cuerpo en vosotros y Él mismo dirá lo justo. No se turbe, pues, vuestra alma por lo temporal porque todo sucede según su circunstancia. Pero esto que Yo os he dado es eterno.

Soltó entonces a Andrés, el cual había permanecido escuchando junto a Jesús esta enseñanza. Santiago le dijo:

-   ¿Tendremos que decir esto a los demás para que sepan que todo está a punto de consumarse y así tengan mayor espíritu para obrar todo cuanto Tú dices? Pues que no sabemos el instante mas conocemos el tiempo que contigo para nosotros será anulado. En verdad, Rabí, te digo que luego de oírte, cuán insignificante me parece este templo y mi cuerpo y cuantas cosas son para nada. Diré, pues, a mis hermanos mi ánimo de hacer desde ahora una sola obra: tu palabra. Ésa misma que ha dado la vista a los ciegos, el oído a los sordos, el entendimiento a los necios, la misma que a los sabios hace enmudecer y a los dominantes palidecer de miedo. La misma que ha hecho de mí lo que Tú, Maestro, un hombre bueno, nuevo y eterno.

Así habló Santiago, el llamado Menor entre los apóstoles.

Estaban allí hablando cuando llegaron Felipe y Natanael a los cuales les dijo

Jesús:

-   ¿Qué hay de nuevo en la ciudad?

Felipe le contó que habían rumores los cuales decían que los magistrados estaban tramando prender a Jesús el Nazareno. En aquellos días se hallaba en la ciudad Herodes el cual buscaba conocer a Jesús y había dicho que aquel que le llevase a su presencia sería obsequiado con cien denarios. Esto se lo hizo conocer a Jesús Natanael, a lo que Jesús respondió:

-   Llega el día en que soy puesto en su presencia para ignorar la suya y así darle testimonio a él de su malicia. En cien denarios ha tasado mi voluntad. Yo cobraré la suya al ciento por uno y cuando llegue la desesperanza, este zorro viejo entonces alcanzará mi presencia. Mientras tanto no andéis en preocupación alguna vosotros a quienes escogí entre los hombres para dar a éstos mi testimonio.

Cayó la tarde y levantándose se dirigieron a un huerto de olivos en el cual solían reunirse aquellos días.

Cayó la noche y estaba Él reunido con sus apóstoles y con algunas mujeres entre las cuales se hallaba María de Magdala. Mientras ellos conversaban de todas aquellas cosas que Jesús les había narrado en el templo, Él permanecía en silencio y las mujeres y en particular María de Magdala escuchaban más el silencio del Maestro que las palabras de sus apóstoles. María se hallaba sentada cerca de Él observándole como de costumbre y la verdad, no prestaba ninguna atención a lo que allí se estaba hablando. Entonces Jesús le dijo:

-    Mariam, ¿acaso no te importa escuchar lo que ha de ser en lo sucesivo? Porque estos son los que van a quedar para ti y para el resto. Será, pues, bueno que aprendas a escuchar a los hombres de bien.

Ella le dijo:

-    Rabí, yo les escucho y ya ves que hablan de tiempo, instante, de palabras que dicen que las cosas van a ser quitadas todas, puestas de nuevo y a mí se me da lo justo en esto porque me pone triste escuchar las miserias de los hombres. Yo te tengo a Ti y esto me basta para este instante, para todo el tiempo, Déjame, pues, ahora estar así pendiente de lo único que me hace sentir dentro todas esas palabras que dicen estos.

Algunos de aquellos le oyó hablar así y volviéndose hacia ella le dijo:

-   Mujer, si todos hacemos como tú, ¿qué aportaremos al resto?

Entonces ella le contestó:

-   Si todos hicierais como yo no habría necesidad de aportar nada al resto.

Éste que le preguntaba era el mismo Pedro el cual no entendió lo que ella le estaba diciendo y dirigiéndose a Jesús le dijo:

-  Maestro, ¿Qué dice esta mujer?

Él le miró y contestó:

-   Dice lo cierto, pues si todos y cada uno de los hombres y mujeres os hicierais unos a otros según ésta hace conmigo, ya toda vuestra obra sería ociosa porque el Reino de los Cielos sería entre todos un hecho. Mas siendo como es, por no ser todos como ella, una esperanza para cumplimiento, vosotros haced lo que os toca, ella lo está haciendo.

84. Les habla a sus apóstoles.

Entonces se puso a decirles:

-   Habéis andado conmigo, oído mi palabra y visto mis obras. Me he acercado al leproso y al hambriento y a todo aquel hombre o mujer que he encontrado en mi paso y a nadie aparté de cuantos me quisieron. Así haced vosotros porque los necesitados van a ser hasta el fin del tiempo. Mas en verdad os digo que todo aquel hombre o mujer que no cruce su camino con el vuestro, no le obliguéis porque su necesidad no es la vuestra. Yo he venido a manifestar a todo aquel hombre o mujer que haciendo como Yo se es camino vivo y justo. A todo hombre y mujer que os pida de lo vuestro, dadle lo suyo, porque es que tienen necesidad de ser en vosotros. Así habéis hecho vosotros conmigo pues pasé y os elegí y os dije "venid conmigo y os haré conocedores de hombres y de Dios". Y así os lo muestro. Todo cuanto hago vosotros me sois testigos de que es bueno. Vuestra voluntad se hizo en mi camino y desde entonces hasta el amén vosotros sois míos.

Yo soy como el pastor que conoce a sus ovejas y las cuida de toda alimaña para que no sufran la suerte del castigo; y mis ovejas me conocen. Yo soy como el pastor que cuida su rebaño de las alimañas y las salva del castigo. Ved, pues, que os declaro como propios.

También os digo: Yo soy como la luz de una estrella errante que guía en la noche oscura a quien es perdido. Vosotros seguís la estela de mi luz. Sed, pues, para todo hombre y mujer lo mismo porque he aquí que ahora hay un tiempo en que esta luz es quitada y quien es perdido no se halla. He aquí que este pastor es quitado y quedan las ovejas a la suerte del castigo de las alimañas. Un poco de tiempo y no me veréis, un poco de tiempo y me volveréis a ver. Porque ahora quienes andan conmigo no pueden seguirme y su camino va a ser propio.

Dicho esto Jesús hizo un silencio y sus apóstoles se preguntaban qué era aquello "un poco de tiempo y no le veremos, un poco de tiempo y le volveremos a ver. No podemos seguir su camino y tenemos que hacerlo propio".

Entonces Pedro le preguntó:

-   ¿Dónde vas esta vez, Maestro, que no podemos seguirte?

Él le miró y le dijo:

-   Voy a la casa de mi Padre a prepararos hospedaje.

Como se lo dijo en estas palabras Pedro dijo:

-   Otras veces hemos estado en casa de tu padre. ¿Por qué entonces esta vez no podemos ir?

Jesús le habló así y con él al resto:

-    Voy a la morada del espíritu, Simón, donde nadie en carne y sangre estuvo jamás porque de cierto siempre es el espíritu quien llega y hace morada en la carne y la sangre y así hizo Humanidad. Ahora es el tiempo en que Yo hago para los hombres una morada en el espíritu porque mi Padre y vuestro Padre se ha hecho en Mí para que por Mí todos vosotros tengáis un sitio donde la luz de la estrella errante luzca eterna, y donde el pastor no tenga cuidado de sus ovejas ni estas temor de alimaña alguna porque allí, en aquella morada, no entrará ningún mal. Ved, pues, lo que te digo y os digo: no podéis seguirme hasta el tiempo en que vuelva para deciros, como os dije en el tiempo en que mi camino se cruzó con el vuestro, venid y seguidme porque todo está cumplido. Así, pues, sabed que Yo soy la luz del mundo y he venido a esto; para que todo el que crea en Mí viva para siempre y viviendo sepa que es como la luz.

Pedro continuó hablando a Jesús y a los demás:

-    ¿Cómo irás, pues, al espíritu y cómo volverás? ¿Cómo hará esto Jesús? ¿Acaso nos está diciendo que ha de morir?

Todos se turbaron a las palabras de Pedro porque entendieron que esta sería ciertamente la forma en que haría tal hecho el Maestro. Felipe dijo:

-  Para esto, Jesús, hemos aprendido tu palabra y visto tus prodigios. A la verdad que creíamos todos que todo cuanto dijiste se cumplía de este modo. Ya sabemos que en los sentimientos todos se placen, pero la verdad, creíamos que todo este placer se iba a consumar en este siglo. ¿Por qué, pues, dices ahora que vas y no podemos seguirte? ¿Cómo podremos, pues, hacer sin tu presencia la alegría en la vida? Mientras llegas estaremos tristes y, ¿quién podrá soportar tu ausencia?

Jesús les dijo a los demás y a Felipe:

-   El Reino de los Cielos soy Yo, Felipe. Es, pues, que en la casa de mi Padre hay muchas moradas mas mi Padre es en Mí y, siendo Yo hombre, todos los hombres vais a tener por Mí una morada en el espíritu. Es pues claro, Felipe. Un poco de tiempo y me volveréis a ver para siempre amén. No habrá tristeza para todos aquellos que crean que Yo soy y hagan como Yo.

Entonces Simón el Zelote dijo:

-    Siempre hemos hecho como Tú nos has enseñando. Hágase pues así siempre entre nosotros. Si ahora te vas mas dices que vuelvas, yo, Maestro, esperaré.

Jesús continuó diciendo:

-    Todo esto os lo digo para que sepáis que el espíritu tiene pleno cumplimiento en los hombres. Si Yo me quedo para siempre entre vosotros y no voy a la casa de mi Padre, todos los que son en el espíritu se quedarán sin Padre. Vosotros, pues, sabéis esto: ahora Yo voy y toda su potestad me es dada y estando en el Hijo del hombre vosotros la recibiréis.

Y así entendieron en aquel día los apóstoles de Jesús que el Espíritu tenía razón de ser en el Hijo del hombre y que Éste habitaba en Él, por lo que se dijeron:

-  El Señor no nos dejará nunca huérfanos.

85. En el Templo dos días antes de ser crucificado.

Esto dijo Jesús en el Templo de Jerusalén dos días antes de ser crucificado:

"Toda la necesidad está manifestando en vosotros un desequilibrio, mas esta necesidad que tenéis de mi Espíritu ha de ser por siempre pues ella es que colma todas las demás. Por esto, la paz es del espíritu y alienta en el alma y vivifica el cuerpo. Quien ha entendido esto obrará su consecuencia y ella le hará alcanzar el principio eterno.

Es preciso que en el mundo hasta el fin del tiempo sea viva la adversidad, mas esto no justifica que el hombre ande en ella porque cada uno es uno y uno solo, y esto os enseño. No he venido a decir y no hacer como hacen los hipócritas. He venido a descargaros de la culpa de la generación. Yo obro amor porque soy del Amor. Soy el Amor, hijo del Amor, el que os doy para que vosotros os lo deis. Así no habrá más necesidad y todos andaréis en Mí por vosotros mismos.

Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés y dicen y no hacen. Vendrá un tiempo en que también sobre la Palabra habrá apariencia de poder establecido por ella. Y estos postreros serán aún peores que los primeros y prostituirán la Palabra del Hijo del hombre. Y removerán tierra con tierra, agua con agua, aire con aire, fuego con fuego para imponer su impostura, mas su ruina ha sido establecida por ellos mismos pues quien dice "tenemos por asiento la Palabra", con ello ellos mismos declaran su mentira. Yo os lo digo: nadie puede estar sobre el Verbo sino que Él es sobre todos. Así pues, quienes quieran tener sobre ellos la Palabra, no digan estar sentados sobre ella.

Hablad lo justo y obrad lo necesario, Yo os lo digo, y todo aquel que haga esto vendrá a ser primicia de espíritu para el Espíritu y cumplimiento de la profecía. No oigáis, pues, a nadie fuera de vosotros que diga ser sobre vosotros. Y vosotros no estéis sobre nadie y así alcanzaréis el equilibrio que es la falta de necesidad. Mas Yo osdigo: mantened viva la necesidad del espíritu y sois en la eternidad".

86. La Última Cena y la Oración en el Huerto.

Dice Jesús de Nazaret:

-     Venid junto a Mí tú Pedro, tú Juan, tú Santiago, tú Felipe, tú Natanael Bartolmai, tú Jacobo, tú Simón y Leví, tú Judas Iscariote y tú Tadeo, y tú que fuiste el primero en verme Andrés. Acercaos a Mí. Acércate tú también pequeño Juan. Acercaos vosotras Mariam, Salomé. Acércate tú Marta. Acércate tú María. Venid y compartid mi pan. Ven, ven Juan Boanerges amado, reclina tu cerviz sobre mi pecho mientras acaricio tus cabellos. He aquí la mesa de la celebración de la Pascua, del paso del Señor.

-   Señor, Tú no has pasado- dice Juan Boanerges.

-    Tú no estabas, mi amado, en el tiempo del principio. Estás ahora a mi lado oyendo el corazón de quien es antes que el tiempo, en el tiempo y después eternamente. Aquel quien tú dices que no ha pasado. Yo os lo he dicho: "El Cielo y la Tierra pasarán ... ", pero como tú dices, amado Juan, Yo no habré pasado.

-  Maestro, Maestro amado, plenitud de mis sentidos: dónde Tú vayas yo iré a tu lado, en la vida, en la muerte, siempre Señor estaré a tu lado.

-  ¡Ay Simón! Antes que el gallo al alba cante, tú Simón, tres veces me habrás negado. Y ahora venid y tomad las hierbas amargas y comed conmigo este pan ácimo y bebed conmigo este vino porque Yo os digo que uno de vosotros es diablo.

-   ¿Yo Señor?

-   ¿Yo Maestro? - decían Juan y Pedro.

-   ¿Yo que te entiendo?

Se oyeron dos golpes en la puerta y el Maestro dijo:

-    Abrid a la sabiduría de los hombres, abrid a la necedad del entendimiento, abrid a Tomás.

Y   entrando se sentó junto a ellos. El Maestro, tomando el pan lo alzó y antes de partirlo oró así:

-   Pan de los hombres de cada hambre, sáciale hoy.

Y   partiendo el pan dijo:

-  Haced esto en memoria del Hijo del hombre pues la traición entre los hombres es consumada para que sea hecha su salvación.

-    Maestro, ¿cómo es esto?- dijeron, preguntaron y pensaron cuantos con Él estaban. Y Jesús dijo:

-    He aquí, pues, que para que esta hostia sea consagrada eternamente en los hombres, por la traición del hombre es en su bautismo consumada. Así, pues, quienquiera moje en mi plato el pan de la salvación, éste es el diablo.

No hace falta narrar lo que hubo y se oyó. El silencio más silencioso que jamás existió. Y aquel Judas Iscariote mojó su pan en el plato y mirando al Maestro y comiendo dijo:

-  Me voy.

Él entonces le dijo en voz queda:

-   Lo que tengas que hacer, hazlo pronto.

Y se marchó. He aquí que aquellos que quedaron junto al Maestro comieron, bebieron y celebraron la Pascua. Cantaron el cántico de Moisés y el cántico de Jesús, aquel que Él enseñó cuando contaba con veinte años de edad a otros hombres y en otra Pascua, junto al fuego. Y celebraron el bien y pasaron la bondad. Luego, saciados de cordero, de vino y pan fueron al huerto de olivos. Jesús llamó a Juan, a Pedro y a

Santiago y les dijo: "Venid, apartémonos de estos un poco". Y ellos le acompañaron. Él, Jesús, una vez a solas con ellos, con Juan, Pedro y Santiago, les dijo: "A vosotros os es dado velar. Velad por el resto mientras Yo hago oración". Y se alejó de ellos como a un tiro de piedra. Juan, Pedro y Santiago se acomodaron en el suelo. Mientras, Jesús, alzando los ojos decía: "¡Padre, Padre, oye la voz del Hijo del hombre cómo clama justicia. Oye Padre cómo gime mi alma porque conoce el fin. El peso de la muerte ha hecho presa en el sentimiento porque el amor que me has dado Yo lo he dado a todos. Mi alma está herida de muerte. La flaqueza de Mí se apodera. El amor que me has dado, Padre, uno desde el principio, lo he hecho principio de todos. Viene sobre Mí la sombra de la muerte. Todo ha sido cumplido en el Espíritu, Padre, tan solo resta ya dar igualdad de vida, de fuerza, de espíritu a la carne y la sangre por la sangre, porque Tú así lo quieres. Cúmplase tu voluntad". Y así entraba en agonía. Perdió fuerza y cayendo sobre sus rodillas siguió orando: "Padre, la carne es débil mas el espíritu está presto. Venza el principio a lo postrero para que así todo venga a ser principio, como Yo en Ti, como Tú en Mí. Heme aquí, Padre, hombre hecho de carne, de hueso y sangre". Al punto caían gotas de sudor empapadas en sangre y cayendo sobre su rostro siguió orando, arañó la tierra y dijo: "Padre, si quieres aparta de Mí este cáliz, mas no como Yo quiero sino como Tú". Y sucedió que en el éxtasis de la agonía, alzando los ojos al cielo gritó el nombre de Justicia y el cielo se conmovió. Llegó Miguel y le dijo: "Aún es tiempo de renuncia". Jesús contestó: " Si Yo renuncio, ¿cómo pues aquellos que me dio el Padre podrán alcanzar su gloria? La obra está ya acabada mas si esta queda sin sello, ¿quién podrá reconocer a su Hacedor?". Miguel le dijo: "Helos allí durmiendo. No son dignos de alcanzar tu beneficio. Son testigos de tu obra y no te han conocido. ¡Aún es tiempo de renuncia!". Jesús le contestó: "Yo me consumo en la carne y la sangre y doy todo lo que a ser he venido. Su sueño, ciertamente, es un carisma inmerecido, mas también es necesario que duerman para luego despertar. Ellos son el mundo heredero de la Verdad y Yo soy la Verdad de los hombres, ¿cómo renunciar de la misericordia?". Miguel confortaba a Jesús exhortando al hombre en favor de su placer, mas la virtud del espíritu obraba en el hombre. Jesús dijo: "Cuando todo esté cumplido, en el último aliento, los hombres despertarán y vivirán en la justicia y serán llenos de misericordia y dispuestos en el amor. Mi vida es luz que ilumina a todo deseo. En Mí se justifica toda la capacidad que tiene el hombre. Si Yo renuncio, el hombre habrá renunciado para siempre. Mi ejemplo y el valor de mi muerte es este: que todo hombre tenga en justicia el derecho a renunciar mas tenga en virtud la potestad de demostrar que es capaz de amar a Dios a pesar de la muerte". Miguel dijo: "Presto a recoger el Espíritu llego delante de Ti el último día. Ellos serán la salvación que en Ti se cumple. Y he aquí que el cielo recobra fuerza pues así plugo al Padre nuestro que toda obra lleve su sello veraz e inconfundible. Nadie podrá decir en el último día que obró mal por ignorancia pues he aquí que queda escrito: el hombre no renuncia y es salvo por el hombre". Jesús dijo: "Cierto es. Quienquiera diga desde ahora: yo amo a Dios, está sellado y confirmado y su obra será medida según su amor al semejante. Ellos duermen y Yo velo, así cuando despierten de su sueño hallarán que jamás renuncié de ellos". Partió Miguel de su lado y Jesús caminó hacia Santiago, Juan y Pedro y les dijo: "¡Despertad! . . . Pues llega el que me entrega".

87. El Prendimiento.

Llegaron, pues, resueltos a prenderle y con ellos Judas Iscariote. Judas les había dicho: "A aquel que yo de un beso, Él es". Aquellas gentes trataron de apresar primero a los discípulos que con él estaban pero ellos lograron huir. Con Él, con Jesús, sólo quedaron Juan, el hermano de éste, Pedro y un joven muchacho llamado Juan, por sobrenombre Marcos. Jesús, adelantándose a la llegada de aquellos que iban a prenderle, gritando dijo: "Yo soy". Pero no le creyeron. De nuevo les dijo: "Soy yo". Y no le creyeron. Agazapado entre el grupo estaba Judas. Saliéndole al paso Jesús le dijo: ¡A lo que vienes! Él entonces se acercó y abrazando a Jesús le besó. Jesús también le abrazaba y teniéndole entre los brazos le dijo: "¿Con un beso entregas al Hijo del hombre?". Judas se estremeció en el espíritu y conmovido se retiró. Al punto, dos se adelantaron para echar mano de Jesús. Pedro estaba allí y quitando la espada a uno de ellos dio un golpe a otro separándole la oreja. Este herido por Pedro tenía por nombre Malco. Jesús recriminó a Pedro diciéndole: "Quien utiliza la espada, con él se hará lo mismo. ¿No soy Yo quien soy? ¿Qué haces pues, Simón? Y en verdad que estaban desconcertados por la presencia serena de aquel hombre a quien buscaban. Y hallándole Él les dijo: "Todos los días me habéis visto en el Templo y no os habéis atrevido a levantaros contra mí porque no era vuestra hora. Ahora, con espadas y palos venís contra mí cual si fuera un malhechor pero ved y sufrid aún esto". Y era que Malco se revolvía de dolor por la herida sufrida. Él gritando: "¡Dejadme!", a lo que ellos retrocedieron, llegó a Malco y tocando con su mano sanó por completo a este hombre. Eran como cincuenta los que habían ido a prenderle. De ellos la mitad se volvieron. Los demás, hablando por uno que decía: "Esta es tu última hechicería", cargaron sobre Él.. Pedro, Juan y el hermano de éste y el muchacho llamado Juan, por sobrenombre Marcos, consiguieron escapar pues es que querían darles muerte allí mismo. Y así lleváronse a Jesús, al Hijo del hombre, preso.

88. Muerte de Judas Iscariote.

Yo había entregado al Hijo del hombre. ¿Cómo podía ser que al hombre que más amaba yo mismo le llevase a la perdición? Cuando oí de su palabra la destrucción de la mentira quedé desde aquel momento fascinado. Nadie jamás había oído hablar como aquel hombre.

-  ¿Qué es mentira -le pregunté un día - y qué es verdad? Él me dio esta respuesta:

-   En verdad en verdad te digo que la mentira no es.

Yo quise entender más y mejor aquello y a mi vez le dije:

-  Entonces, ¿todo es verdad? Él contestó:

-   Sólo lo que es, es verdad. Por esto nada escapa a la verdad.

-  Pero Maestro -le dije yo- entonces, ¿es necesario el mal?

Jesús me respondió que el mal no existía, por tanto, no era verdad. Deduje rápidamente:

-   ¿Es esto, pues, la mentira? Él dijo:

-  Claro es el sentimiento y es la luz de la vida cuando el entendimiento llega a la aceptación plena de su íntima existencia.

-    Maestro, ¿cuando este sentimiento nos lleva a la oscuridad, cuando apenas podemos meditar, cuando, en fin, él nos hace cometer tropelías y desvaríos, se nos ha de imputar como cosa propia o como cosa ajena?

Entonces me dijo:

-   Un día llegará para ti, Judas, y está cercano él, en que hallarás la respuesta.

-    ¿Qué respuesta? -dije yo- ¿qué respuesta? ¿Es ella que viene de ti, de mí? ¿Dónde, pues, se halla esta respuesta?

Jesús me miró mientras caminábamos. Yo le hacía muchas preguntas pero así anduvimos largo tiempo y Él callaba. Mi ánimo se iba enervando pues creía notar por su parte indiferencia y como quiera que yo le había oído decir que éste era el peor de los sentimientos, llegué por un momento a la desesperación y cortándole el paso me puse frente a Él para decirle:

-  ¿Quieres responderme?

Entonces, abrió su boca y dijo:

-   ¿Ves, Judas, te das cuenta? ¿Qué dices ahora de ti? ¿Eres culpable o inocente del estado en que te hallas?

Yo dije no saber qué, a lo que respondió:

-    Pues bien has juzgado, pues ni a mí ni a ti llevas a la condena. Has hecho salvación del hombre pues no le has juzgado.

Y      yo, yo, le había entregado a la perdición. Él, que me había dicho que justamente había obrado en aquel discernimiento. Él que me había dicho:

-   Cuando no sepas qué hacer no temas pues siempre hay un momento eterno.

Él, que me había dado el conocimiento de la vida, yo le había entregado.

-   Es verdad -pensaba yo- que su trato conmigo era como distinto al que Él daba al resto.

Y   yo me preguntaba: "¿Cómo es esto?" "¿Es de cierto así como lo pienso? ¿Es Él quien hace la diferencia?"

Y   le pregunté:

-   ¿Por qué obras conmigo tan distinto como con estos?

Él respondió:

-  No es así sino que hago lo que es justo.                                                                                                           

Esto lo oyeron los demás y quedaron perplejos, no por mí sino por Él, porque ellos coincidían conmigo en este sentimiento. Sabiendo yo esto le dije:

-    Maestro, ves que somos doce y tú uno y todos coincidimos en lo que te he expuesto, ¿y tú lo niegas?

Entonces Él nos enseñó así:

-   El Hijo del hombre ha venido a este mundo para que el hombre tenga plenitud e igualdad ante los hijos del Espíritu. Es pues, que en nada es inferior el hombre al espíritu pues vienen a ser hijos del mismo Padre. Pero mientras llega el tiempo en el que el Hijo del hombre sea levantado y atraiga hacia Él todo lo que Él ha de levantar, es necesario que yo obre justicia y mi palabra prevalezca sobre los hombres. Así pues, ni doce, ni ciento, ni mil tienen razón de ser porque viendo, no ven, y oyendo, no oyen todos lo mismo. Por tanto, yo juzgo con justicia y con verdad pues viendo veo, oyendo oigo, pues es que soy Yo. Así  pues, cuando hayáis aprendido esto es que vosotros ya sois.

Yo lo había entregado. Le había visto curar toda clase de enfermedad. Sabía que aún a los muertos resucitaba. Pero yo, yo estaba más que enfermo, yo estaba más que muerto, yo era esa mentira que no es nada. Yo, no era. Entonces, alguien cuyo nombre es el que Es, me devolvió de su Espíritu. Yo he sido de todas las obras de Dios la única que eternamente no fui. Y cuando Él me devolvió de su Espíritu supe qué era lo que tenía que hacer. Fui y me suicidé pues en verdad os digo que aquel que nunca ha sido y es, no puede por más que estar en Él. Hallé la respuesta.

89. Palabras de Jesús a Poncio Pilato.

Palabras de Jesús al gobernador Poncio Pilato:

- La paz sea contigo, ante Ella estás”.

- ...

- "Ningún poder hay sobre la Tierra que no venga del Espíritu. Tú no tienes ningún poder sobre Mí, no puedes darme ni quitarme. Soy Yo el que pongo y quito. Ahora la potestad se hace para que la salvación sea consumada".

- ...

"Si, Yo soy rey y salvador de los hombres".

-  ...

- "Yo soy la luz, la Vida y la Verdad".

- ...

- "Ante Mí son ahora los hombres porque Yo soy ante mi Padre. Él me ha ungido para que Yo os unja a todos con mi sangre, la cual va a ser derramada para remisión de pecado y vida eterna".

-...

- "Ningún hombre sería nada, ni nada es, si la Verdad no fuese un hombre. Mas siendo el Hijo del hombre, Yo que te hablo, la Verdad, todos tenéis comunión con esta Buena Nueva".

- ...

"Tú lo dices".

-...

"Yo soy como Él y Él soy Yo".

- ...

"Yo te perdono. Lo que tengas que hacer, hazlo. En Mí se cumple el espíritu de la profecía".

90. Jesús en la Cruz. Dimas y Gestas.

Y  dice Jesús en la cruz y exclama pregonando la conciencia del hombre: -¡Perdónalos, perdónalos Padre, porque lo que hacen no lo saben. Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen! En mí se cumple tu designio, tu sello en mí es. Yo soy en ti, Padre mío. Padre mío, en ellos es.

Y  he aquí que uno que con Él sufría suplicio de muerte, dijo:

-  ¿Qué dices, hombre? Lo tuyo es merecido. Deliras. ¡Muérete!                               

-   Otro que con Él compartía la dicha de la muerte le decía:

-  De mí, de mí Jesús, cuando vengas en tu reino, acuérdate.

A ambos miró Jesús. Gestas y Dimas sus nombres eran. Y a ambos díjoles:

-   Conmigo sois en el Paraíso pues Gestas dice lo que no sabe, Dimas sabes lo que no dices y en verdad a ambos os digo que no he venido a juzgar sino a redimir.

Dimas dice:

-   Jesús, no entiendo por qué mueres siendo inocente.

Gestas replica y dice:

-   ¡Idiota, Dimas idiota! No ves que por eso muere.

Ya agonizaban los tres cual hombres de carne y hueso y blasfemaba de Él Gestas pues quería salvación inmediata. Dimas le reprochaba su petición diciéndole:

-   ¿Ni aún tú temes en la muerte cuando mueres con razón? Pues éste muere como tú dices inocentemente.

Y  gritando decía:

-   ¡ Acuérdate de mí, Jesús, acuérdate cuando vengas en tu reino.                         

-     Miróle Jesús, miróle con eterna compasión y le dijo:

-  Tú, buen ladrón, Dimas amado, hoy en mi reino eres eternamente.

Gestas, inclinando la cabeza abatido e impotente del insulto de salvación, le dijo:

-¿Y yo?

Y  Él miróle también con la compasión eterna del Espíritu y dijo:

-     Tú, tú Gestas corres la misma suerte pues en verdad en verdad te digo, Gestas, no hace falta hablar con la boca cuando el espíritu pide la salvación. Él es la humildad, Dimas. Tú el orgullo. Pero en verdad a ambos os digo: no hay orgullo sin humildad ni humildad que no tenga orgullo.

He aquí que había un centurión que dijo cuando ambos tres expiraron y el velo se rasgó del Templo por sus partes:

-  Éste es verdaderamente un hijo de Dios.

El nombre de este romano legionario era Aurelio, el cual quedó consternado pues he aquí que Jesús había expirado.

91. Resurrección de Jesús I.

Luego que Él hubo muerto José de Arimatea fue a ver al gobernador Poncio Pilato con el fin de conseguir permiso de éste para llevarse el cuerpo de Jesús y darle sepultura. Poncio preguntó a José si Él, Jesús, había muerto. José dijo:

-  Ha muerto el Rey de los judíos. Ha muerto el Rey de Israel.

Informado, pues, Poncio Pilato de cuanto había acontecido en el Gólgota mandó que se le diese el cuerpo de Jesús de Nazaret a José de Arimatea para que éste le diese sepultura según el ritual de los judíos. Pues dijo Pilato:

-   Justo es que aquel que ha muerto por la necesidad de este pueblo cumpla en todo el designio de su deseo.

Y    así volvió José de Arimatea acompañado por cuatro soldados romanos los cuales desclavaron el cuerpo de Jesús de aquella cruz en la cual se había consumado el tiempo de la plenitud.

Su cuerpo, el cuerpo del Hijo del hombre, estaba dispuesto en la muerte. Lleváronlo a casa de José de Arimatea cubierto por un lienzo. Este lienzo envolvía el cuerpo del Hijo del hombre en su totalidad y, llevado por los romanos hasta la casa de José, allí le descubrieron. Y dejándole solo entre aquellos que eran de su casa, se volvieron los soldados.

Prepararon el cuerpo de Jesús para la sepultura según el ritual judío y lo pusieron en un sepulcro donde nadie antes había sido puesto. Rodaron una gran piedra y sellaron el sepulcro. Y todos ellos tristes se fueron a sus casas esperando que pasara el siguiente día, el cual era de precepto, sábado, para llegarse al siguiente día a rezar junto al sepulcro.

Aquella noche el cuerpo del Nazareno quedó sin vida. Y en el tercer tiempo de la muerte sucedió que el Poder, la Justicia, la Salud, la Luz y la Belleza se llegaron plenos de virtud, según cada cual, hasta el cuerpo de Jesús, cuerpo del Hijo del hombre, muerto. Y he aquí que alzándolo sobre el tiempo y el espacio, el Poder, la Justicia, la Salud y la Luz se hicieron en su Belleza la resurrección de la carne y la sangre, alma de espíritu. Y allí la adoración de todos los que son desde el principio:

-   Jesús, Hijo de Dios, Hijo del hombre: a Ti te adoramos porque así nosotros mismos somos tu eterna adoración.

Y    todo era bueno, nuevo y eterno. Cumplido para el espíritu, la carne y la sangre y el Verbo se hizo Vida, y la Vida, Poder, Justicia, Salud, Luz, Belleza por amor del Hijo del hombre a los hombres y a Dios.

Y   el testimonio se hizo en el siguiente día cuando sus discípulos vieron y oyeron al ángel que les decía:

"No busquéis entre los muertos a Aquel que es el Viviente sino id y creed porque Él ha hecho por vosotros la salvación de toda naturaleza. Vosotros, ciertamente, no alcanzáis su misterio, mas id pues su misterio ya no existe pues el Padre es en el Hijo eternamente y así vosotros en el Hijo eternamente en el Padre. El principio inconocido y conocimiento del principio, la razón primera de la Vida, el misterio perdurable ya no tiene para el hombre ni para el espíritu razón de ser porque vive en el Hijo del hombre, en este Jesús que ha cumplido y puesto sello a la Profecía. Quienquiera pues, desde ahora diga "creo en Dios", sepa que Él se halla en su Hijo y Éste en los hombres que en Él creen. Pues creyendo en Él, el hombre cree en sí mismo y por Jesús es en Dios".

Dicho que les hubo esto se partió de ellos y a la verdad que del pavor no acertaron a entender pues apenas si escuchaban. Pero les quedó la memoria de este hecho a Pedro y Juan. Luego ellos fueron a reunirse con el resto.

92. Cese del misterio.

El Espíritu de Dios, vivo en su creación, hizo en ella cumplimiento de su Palabra. Y así fue su medio el Poder y en virtud de su Amor anunció la vida eterna y el misterio cesó:

-  "Dios te ve, María. Sé, pues, bienaventurada".

-   "Hágase en mí la voluntad de Dios".

Y así el gozo se hizo en la mujer para siempre y el Verbo se hizo en ella carne.

Y   cesó el misterio que había sido desde el principio para todos los individuos que en el principio son.

Era María mujer de la raza que es judía, de la estirpe de Judá, y su faz de rasgos bellos cual la belleza es para todos admitida. Y de su carne y de su sangre tomó cuerpo de la misma naturaleza el Espíritu. Y así era sus ojos grandes. Y así era su pelo negro.

Y   el color de sus ojos color de paz, de amor y de fuego.

Éste es el primer hecho que hizo en el tiempo sentir conciencia de limitación a los que saben, sabían y sabrán que son eternos. Y miraron la faz de la madre y miraron la faz del Evangelio, pues de aquella armonía que hubo en su tiempo entre la mujer y el Espíritu eterno nació el principio del convencimiento …

Primer cese del misterio.

93. Resurrección de Jesús II.

Y   en ese tiempo estaba el Hijo del hombre en su instante yaciendo. Muerto su pelo, su frente rasgada, sus ojos de vida cerrados, su nariz quebrada, su faz magullada, su boca hinchada, su cuello quieto.

-    "Jesús, -clamaron los espíritus todos tres ayes de agonía- nuestro rostro deshecho".

Su pecho y su espalda también eran muertos, y sus brazos y sus manos, y sus piernas y sus pies. Tres ayes de agonía se hicieron sentir en el espíritu diciendo:

-    "Nuestros pies y nuestras manos, nuestras piernas y nuestro pecho, nuestra espalda, todo nuestro cuerpo, muerto. Ya no somos bellos. Nuestra vida ya no es pues ha muerto nuestro cuerpo".

Y   la fuerza del misterio que cesó cuando el gozo fue hecho en la mujer y de su belleza tomó el cuerpo, se hizo sentir en lo eterno diciendo:

-   "Y será puesta eternamente la belleza de mi cuerpo donde nunca más será quien no adoró el misterio".

Y   cada uno de los espíritus, del primero que hizo sentir al tiempo hasta el último que en él vive, fueron a besar en el espacio el cuerpo del Nazareno. Y bebieron su sangre, y sorbieron su agua, y limpiaron sus cabellos, y todos tomaron aparte de la resurrección de su cuerpo. Y su pelo se hizo vivo, y sus ojos abiertos, y su nariz recta, y sus labios de nuevo jugosos para el amor y perfectos, y su cuello vigoroso, y su pecho y su espalda se irguieron, y se levantaron sus brazos con sus manos y sus dedos, y sus piernas y sus pies caminaron de nuevo. Y todos los espíritus dijeron:

-   "El Señor es con nosotros. Él es el Verdadero".

Y   en aquella misma cueva donde el Hijo del hombre había sido puesto, llegó la Luz con un vestido de la tela de espíritu nuevo con la que cubrió el cuerpo desnudo de quien es para todos Dios eterno. Y le dijo:

-   "Yo, Señor, soy Uriel. Si de mí quieres tomar esta porción de lino, póntela, porque en verdad la he traído desde siempre para este momento vivo".

Jesús, que así es el nombre de Dios, dijo:

-   "Bien es lo que haces y con tu luz me cubro".

Y   cubrió su cuerpo desnudo con la Luz que guía al mundo, la misma que es su camino. Y era tela de tela de blanco lino. Y dijo Uriel:

-   "Señor, quiero saber si el mundo conocerá como yo tu cuerpo desnudo".

Jesús dijo:

-   En verdad, Luz de mi Luz, Espíritu de mi Espíritu, cuando sean como tú en Mí todos y en mi Padre uno, Yo rasgaré este lino y verán mi cuerpo desnudo.

Puesto que se hubo el lino blanco sobre su cuerpo se halló Jesús en la Tierra para que todo tuviese cumplimiento. Al instante que la vida se hizo eterna para todos los que son su imagen y semejanza, llegó a la presencia misma de Jesús aquel espíritu que es desde el principio el perdón inmaculado, en el cual no cabe error, diciendo:

-   Dios mío, ¿por qué has conocido el sufrimiento? Porque Tú, Hijo de Dios, único y solo, has llevado todas las cosas al conocimiento. ¿Por qué, Hijo de Dios, único y solo, nos has hecho conocer nuestra nada? Tu nombre es Jesús y el mío Rafael. ¿No éramos Tú y yo una Salud para el resto?

Dijo Jesús:

-  Rafael, Rafael. Ven junto a Mí y mira mis manos, mis pies, mi costado y dime, ¿qué es esto?

Rafael tocó sus manos, sus pies y su costado con sus dedos de Salud eterna y dijo:

_ ¡Ay Jesús! Aquí obro mi virtud para siempre pues estas heridas por mí en ti son sanadas para el resto. El testimonio son de que llevas sobre Ti el error de todos.

Y  Rafael dejando a Jesús dijo:

-   Queden para testimonio tus manos, tus pies y tu costado con las úlceras de la incomprensión.

Y   así se llegó Miguel diciendo:

-  Hijo del hombre, Jesús, Dios y Señor nuestro, ¿hasta cuando me tienes siendo tu Justicia en el tiempo?

Y   Jesús, contestando:

-    Gran príncipe y señor de mi Reino: cuando estas manos y estos pies y este costado no sean el hecho cierto de los hombres, en ese momento acaba tu obra en el tiempo.

Miguel dijo a Jesús:

-   Sabiendo yo sabes Tú que si esto no hubieras hecho muriendo jamás hubiera sido la salvación para mi hecho. Ahora bien, Señor Jesús, tuyo es el Reino.

Y  se fue de su lado y al instante, pues todo sucedía en el tiempo, llegó Gabriel quien dijo con voz de imperio:

-   Desarráigate piedra y deja paso libre al Señor que sale para vivir todos los tiempos.

Salió Jesús del sepulcro caminando con su vestido nuevo. Su pelo seguía negro, sus ojos de paz, amor y fuego y la belleza se hizo eterna.

Y   allí contra el sepulcro había un huerto y en el huerto un pequeño jardín y en el jardín una gran piedra que sirvió para que Jesús esperase la salida del sol.

94. Jesús con sus apóstoles tras su resurrección.

Jesús de Nazaret había visitado al pueblo de Israel durante tres años. En estos tres años, de ciudad en ciudad, de aldea en aldea Él se les había mostrado dando manifiesto a la Verdad, de la Verdad de lo Eterno. Nació, vivió, murió y luego que hubo en Él resucitado a la generación, se hizo para ésta el género eterno.

Jesús de Nazaret, el Hijo del hombre, cuyo cuerpo de carne y sangre es, era y viene con espíritu para decir a todos los hombres moradores de la Tierra como a los hijos de Israel su palabra postrera que es en Él, que era y que viene como la primera. Y esta primera palabra que es, que era y que viene desde el principio al principio, fue dicha en el tiempo de la plenitud a aquellos once.

Palabra de Jesús de Nazaret a sus apóstoles luego que Él hubo resucitado de entre los muertos:

"He aquí que ahora el número está completo porque cuando Yo estaba con vosotros erais doce, como las doce tribus de Israel y para cumplimiento de toda palabra dicha por el Espíritu de mi Padre celestial a través de sus ángeles a quienes hizo depositarios de su Espíritu. Ahora Yo estoy en vosotros y somos doce porque uno que era del número vuestro y que nunca fue ha dejado su sitio para hallar el propio, aquel en el que nunca fue, ni era y es ahora por siempre y eternamente uno por mi resurrección. Porque, ¿quién iba a entregar a los hombres al Hijo del hombre a la muerte siendo alguien? Y así pues, quien lo hizo, nadie era. Alma, un cuerpo de carne y sangre y con espíritu vomitado de mi boca para alcanzar la justa medida de su acto que en el mío se cumple, pues así como he vivido la única muerte, así como he mortificado la única vida, así doy la plenitud con mi resurrección a quien me deja su puesto. Él, que nunca es, ni era, ni estaba para ser más allá de un vómito de mi Espíritu lo tiene eternamente en la plenitud junto al Hijo del hombre.

Somos, pues, el número justo, vosotros conmigo pues quitada ha sido la mentira y puesta en la Verdad. Aquel Judas, a quien llamáis traidor, es ahora un motivo para vosotros de ejemplo de cuanto no debéis hacer. Los hombres se traicionan unos a otros y ante el espíritu no tienen mayor pena ni castigo que aquel que el propio le da al ajeno, y en alcanzando el perdón del ofendido se acaba la pena y el castigo del uno y del otro. Mas he aquí que el Hijo del hombre debía ser entregado a los hombres para muerte y desde la traición. Pero siendo el Hijo del hombre el Hijo de Dios, no podía ser entregado por un hombre con espíritu que no fuese por el mismo Dios vomitado y así perderse el alma de un individuo eternamente por esto. Aquel que entregó al Hijo del hombre se entregó en el Espíritu de Dios pues a Éste también entregaba a los hombres. He aquí, pues, la condición de una conciencia de plenitud en el acto cuando vio el error dijo: "Fuera yo para siempre ". Y fue y se ahorcó. Y en justicia el único que lo hizo sin delito porque era un vómito del Espíritu, en el Espíritu que al instante se halló pleno de ser lo que no era. Así pues, vosotros sabéis desde ahora este hecho singular en la historia. Vosotros, los once que tanto llorabais, ahora sabéis que nada podíais hacer contra lo establecido, porque en verdad os digo que antes del tallo, la flor y el fruto, es necesario que la semilla, principio de todo ello, muera. Y así os lo digo: quienquiera de vosotros haga traición a su semejante con mentira, toda la pena que le causareis se hará por cien en vosotros porque conocéis la semilla, porque habéis vivido con el tallo, porque habéis degustado el perfume de la flor y ahora vais a comer el fruto que es la vida, como aquel que ahora no está y su sitio ocupo".

Luego que les hubo dicho esto ellos, por boca de Pedro, y una vez había pasado de ellos el primer asombro, se atrevieron a preguntarle:

-    ¿Es pues, Señor, que es ahora cuando llegas en tu Reino y completando el número con nosotros vamos a hacer en los hombres todo aquello que nos has enseñado durante este tiempo?

Entonces Él les dijo:

-   Yo voy a permanecer entre vosotros para plenificaros de mi compañía durante cuarenta días así como siendo Hijo del hombre plenifiqué la soledad del hombre en el desierto.

Entonces Él les narró cómo en aquella soledad toda tentación fue vencida y se puso a enseñarles así:

-    El Hijo del hombre vino venciendo y para vencer. Yo ahora he vencido. Mi compañía se hace en vosotros una realidad pero siendo vosotros mis apóstoles debéis cumplir con vuestras vidas hasta la consumación de la obra que os encomiendo. Y para ello, habiendo Yo vencido toda tentación desde la soledad, a vosotros os lo digo, aún cuando Yo sea quitado de vuestra vista no quedaréis solos pues he aquí que es necesario que Yo sea en el Padre y el Padre sea en Mí y Yo en vosotros en el Espíritu Santo. Espíritu el cual en vosotros se debe hacer para que sea manifestado a los hombres y ellos vengan a conocerle por vosotros como vosotros le habéis conocido por Mí, como Yo desde el Padre. Este Espíritu que es el Todopoderoso que guarda celosamente para razón de la existencia la existencia de su razón. Debéis enseñar que tiene una razón de ser única y eterna, viva, con principio y fin pues se ha hecho para ellos, los hombres, Hombre nuevo, bueno y eterno. Y así enseñaréis a todos con verdad. Primero enseñaréis a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a Él mismo. Segundo, enseñaréis cómo aceptáis de todos y de todo una parte de su ser y no obraréis antagonismo ni discusión, ni haréis guerra. Porque así como el Espíritu Santo no hizo oposición al Maligno, vosotros tampoco. Tercero, enseñaréis a los hombres según la Justicia que dice: es mi anhelo, la necesidad y la esperanza dejar de ser tal virtud. Y los hombres entenderán por vosotros, según vuestro ejemplo, que no hacéis ni juicio ni sentencia sino que enseñáis que la mayor de las virtudes es hacer la voluntad de Dios.

Y   así, estáis en el mundo para esto y en vuestra ocupación no habrá tiempo para el lamento ni el sollozo pues en vosotros no cabe la incomprensión, pues me habéis visto y éste será vuestro testimonio, el fuerte, el inquebrantable, el veraz. Pues cuando nada tengáis que decir a aquellos que os opriman, diréis: nosotros le vimos. Y así, cuantos creyeren en vosotros me habrán visto porque creyeron a aquellos que en Mí creyeron cuando Yo les dije: Solo el Hijo conoce al Padre y le ha visto. Y así ellos también viéndoos a vosotros me verán a Mí y en Mí al Padre.

Y   haréis el Evangelio pues él es como el espíritu dado sin medida y que no distingue condición de valor más allá del amor. Os digo esto para que sepáis ciertamente qué os espera porque todos habéis permanecido fieles y en vuestra reunión no ha decaído la esperanza. Ahora, Yo os digo, haced lo bueno.

Hizo Él una pausa y entonces preguntó Tomás:

-   ¿Cómo haremos lo bueno sin medida? Tú sabes que todas las cosas, por serlo, tienen su medida y su valor y yo te preguntó, Maestro, ¿lograremos vencer como Tú a esa única cosa que para nosotros es semejante a tu amor, que es el miedo, Maestro, el miedo, el mismo miedo que nos hizo abandonarte, el mismo miedo que nos hace unidos? ¿Cómo, pues, haremos lo bueno temiendo equivocarnos a cada momento?

Entonces Jesús le dijo:

-  Ninguno de entre los hombres temerá la Verdad porque la Verdad se ha hecho en el Hijo del hombre. Es pues que la generación por el género está en la Verdad y, siendo en ella, en ellos es. Este es precisamente el buen mensaje, el conocimiento de la Verdad.

Como bien dices, Tomás, todos los hombres temen aquello que por sí y en sí mismos no les corresponde pero he aquí que ahora el Hijo del hombre es Verdad porque el Espíritu se ha hecho hombre. Y esto enseñaréis a todos, que, a saber, todos y cada uno de los hombres son espíritus como del Unigénito del Padre para verdad de vida eterna. Y así, quienquiera tome de la Verdad su parte. Y estando en ella goce la felicidad que llega a su plenitud cuando el miedo que produce el vacío de esta Verdad deja de ser. Id, pues, y empezando por vosotros tomad plenitud de fe porque ahora Yo me quito de vuestra vista y unos a otros os diréis al instante, ¿es verdad que ha estado entre nosotros el Maestro?

Y así que hubo Él desaparecido de su presencia y luego que de ellos pasó el segundo asombro comenzaron a dialogar entre ellos y así lo hicieron:

El menor de los hijos del Trueno, el llamado Juan, dijo:

-  Tened por cierto que Éste que ha estado en medio de nosotros es el mismo Jesús con el cual hemos caminado más de setecientos setenta días. Creedme a mí porque yo soy el más joven entre vosotros y vosotros me sois testigos de como me amaba. Y así Pedro y Jacobo saben que Él hizo ante nosotros cosas prodigiosas.

Aquellos asentían de conformidad y el resto se puso a decir:

-   Si vosotros tenéis algún conocimiento del cual nosotros estemos en ignorancia, por favor, decídnoslo.

Ellos les narraron alguna de las cosas de las que habían sido testigos. Y así, enterados reforzaron su fe, calmaron su alma y alegraron su espíritu. Como quiera no les llegaba el sueño por la emoción de estos hechos, se dispusieron a orar cada uno según su espíritu. Y esta es la oración que hicieron según cada uno. Primero fue Pedro, que dijo:

-    Señor que me escuchas, atiende mi voz. Haré cuanto quieras por tu amor. Velaré por los hombres en tu nombre como velaste mi sueño hasta despertarme. Yo no tenía derecho a dormir y caí en el sueño, por tanto, no tenía derecho a despertar y, sin embargo, Tú me despertaste. Así como Tú hiciste conmigo, yo haré con los hombres.

Luego Santiago, el mayor de los hijos del Trueno, oró así:

-   Señor, llenaste mi orgullo de orgullo y mi firmeza con tu firmeza. Yo enseñaré a los hombres a tener tu orgullo y así, antes perderé la cabeza que me pondré por encima de ninguno de cuantos son mis hermanos, como hiciste de nosotros los tuyos.

Luego oró Juan y dijo:

-    Señor, no creo que nadie pueda amarte como yo pues el amor que te tengo no tiene igual. Ahora bien, Tú me dijiste cuando al pie de tu cruz estaba: "Hijo, he ahí a tu madre". Pues me llamaste hijo y de tu madre me hiciste, así como Tú me amas amaré a la mujer de la cual me enseñaste la virtud y su espíritu.

Luego oró Mateo y dijo:

-    Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo. Tu pan sea en nosotros todos los días como hoy nos has dado, no nos introduzcas en la tentación que Tú pasaste y apártanos del mal.

Todos contestaron: "Amén".

Oró así Natanael:

-    A Ti Padre celestial levanto mi voz pues así el Señor Jesús me enseñó que era a Ti a quien hay que pedir, y a Ti te pido. Para nosotros, tu amor, el cual no distingue entre los hombres su condición y circuncisos y gentiles son iguales y así, practicando tu amor, aléjanos del error de creer en el hombre por su condición. Acércanos al exacto juicio de saber en cada uno su virtud y sabiendo esto podamos hacer crecer el bien que cada uno tiene de Ti.

Entonces habló Simón el Zelote y dijo:

-   No haya entre nosotros motivo de discordia. Seamos todos para Ti uno solo como Tú has sido para nosotros, Señor.

Y Judas Tadeo oró diciendo:

-    Padre celestial, llena tus campos de buena disposición para que ellos nos acojan en nuestro paso. Sea con nosotros amable el río para que refresque nuestros pies cansados. Y el mar hágase apacible para que nosotros no naufraguemos. Y la ciudad de Jerusalén halle la paz para que nosotros gocemos. Padre celestial, úngenos como nosotros ungimos a cuantos enfermos hallamos, en tu nombre, para que nosotros en Ti venzamos.

Entonces habló Felipe diciendo:

-   Mi alma se ha turbado. Mi corazón desfallece. El Señor que nos fue puesto anunció su partida de mi lado y aún cuando dice que no quedaré solo, a la verdad, Padre del Cielo, Tú sabes que nada puede suplirle. Yo te pido pues, Señor, que sea el espíritu anunciado con el mismo vigor, con la misma bondad, con la misma justicia, con la misma luz, con la misma paz que el poder de tu mirada.

Allí habló el menor de los Santiagos y oró así:

- Padre celestial, bien sé que vas a someter a estos hombres y a mí a la prueba del fuego que más quema. Yo te pido pues, que cuando ello ocurra la lucidez de nuestra alma brille en los actos y aquellos cuantos nos sean testigos no tengan motivo de perdición por nuestra causa. Todo hecho nuestro sea semejante al del Señor Jesús, sin motivo a la duda, recto, sin equívoco.

Y así oraron estos hombres en la habitación alta de aquella misma casa donde celebraron la Pascua antes de que Jesús de Nazaret fuese crucificado.

95. Oración de Jesús con los apóstoles.

"Se ha perdido la memoria de la Historia y los hombres no son más. Escucha pues, Humanidad, el juicio de las naciones. Un soplo de tiempo ha sido tu vida, generación de generaciones. Un tiempo de valor absoluto. Tiempo de vida de todas las pasiones. No guardáis la memoria colectiva pues ésta ha vuelto a su principio. Se ha hecho la nada y el Verbo eterno crea la vida. Todos los seres que han sido, son, viven la plenitud del espíritu. El nombre es solo uno: el Verbo. En Él eternamente están siendo vividos los espíritus. El alma ha sido consumado. Dios es sólo. Este es su misterio infinito. Todo tiene sentido pues Él es el sentimiento de ser. Escucha pues, Humanidad, tu juicio". Esto decía Jesús en oración en la unión de sus discípulos y el espíritu de cada uno de ellos comprendió a Dios. Y les dijo: "Id y predicad la Buena Nueva pues el Espíritu que os he mostrado es vuestra compañía eterna. Enseñad a los hombres su necesidad de vida. Así, cuando llegue el juicio de las naciones y la generación esté dispuesta, será su beneficio, pues no pasará sin que todo lo que yo os he dicho se haya cumplido. Yo he salvado al mundo y mi sello es veraz e inconfundible pues quienquiera obre mi Palabra ha alcanzado su principio. Ahora el hombre ha sido levantado a la dignidad del espíritu".

Esto sucedió habiendo sido resucitado de entre los muertos el Hijo del hombre, y les dijo: "Así como Yo, vosotros todos seréis vivos y tendréis un cuerpo incorruptible. Anunciad hasta que todo esto se cumpla tal esperanza mientras vivís en ella para siempre jamás, amén". Y era que mientras les hablaba el alma de ellos no era, sino que todo era espíritu. María, la madre de Jesús, estaba entre ellos.

96. Enseñanza de Jesús a sus apóstoles.

Tiempo del fin en el que Jesús les enseñaba a aquellos que habían permanecido fieles en la esperanza a su Palabra y esta misma Palabra, obrando, enseñaban.

También les enseñaba así:

"Ha pasado el Cielo y su tiempo y el tiempo de la Tierra ha sido consumado. Y los hijos de esta generación, de cuyo número sois vosotros, han guardado mi Palabra y han testificado que mi nombre es verdadero.

He aquí pues, el juicio, aquel que es desde el principio uno solo: Venid y compartid conmigo este pan y este vino ahora y en la hora de la vida que es el cumplimiento de vuestro destino. Venid y sentaos a la mesa con el Hijo del hombre para compartir la gracia que es el sabor de la entereza. Yo parto el pan y a cada uno le doy su medida y todos dicen conmigo: esta es la gracia de Misná, amén. Y así levanto el cáliz en el cual ha sido depositada toda la sangre de la inocencia. Mojad la parte de la medida que os he dado y comed. Esta es la comunión de los santos. Guardasteis este mandamiento en memoria mía, ahora Yo os recibo eternamente en la mía. Mi Palabra no pasará".

97. Última enseñanza y llegada del Paráclito.

"Yo soy desde el principio quien os he hablado de todo lo que ha de acontecer y vosotros guardaréis mi Palabra hasta el fin de los días para testimonio de los más que harán el beneficio de todos. Pues así como Yo os doy el espíritu de la Verdad después del último sacrificio, todo vosotros que vais a beber el mismo cáliz daréis a conocer que es vuestra voluntad la que vence el temor de la muerte testificando la eterna vida. Y así les instruiréis dando a cada uno la virtud de vuestras obras. Y mi testimonio que ahora mora en vosotros, morará en ellos por vosotros y no será más el sacrificio pues la muerte no ha prevalecido. Así pues, cuanto atéis en la Tierra quedará atado en el Reino de los Cielos y quien no se venga a su yugo se le dará el tiempo de la expiación del espíritu, como aquellos que fueron antes del tiempo de la plenitud y no conocieron el valor supremo de la Verdad que es el Hijo del hombre, que es el hombre mismo. Y como ellos fueron expiados en el espíritu, así todos aquellos que no escuchen la voz del espíritu de paz, verdad y eternidad que les lleváis, a sí mismos se harán el juicio y están juzgados. Esto os lo digo para que sepáis que el Maligno ha sido vencido y nada puede contra el hombre pues en éste ha venido a ser eternamente en él el Santo Espíritu que Yo os doy a vosotros como mis testigos fieles y veraces para que vosotros lo deis a vuestros hermanos. Así pues, cada cual y cada uno recibid la gracia que os corresponde y obrad la virtud para la cual sois enviados".

Y    he aquí que todos permanecían unidos escuchando la Palabra de Jesús quien así les había hablado por última vez en aquel tiempo de la plenitud. Y después de esto fue levantado hasta el Padre del cual había venido. Fue quitado de sus ojos y ya más no le vieron mientras fueron en la Tierra. Y su reunión fue como una viuda que se queda sin esposo. Pero el consuelo fue manifestado en la esperanza, justificado por su fe y obrado en su virtud cuando llegó el Paráclito. Y cada uno desde aquel día se puso a obrar su ministerio según el Espíritu les daba a entender. Y su obra era hacer la voluntad de este Espíritu que era en ellos como el fruto de aquella simiente engendro de lo eterno.

Y   ahora, cuando leéis vosotros y entienda el que lea este libro, el vino del amor que fue nuevo mantiene su saber añejo y está en su punto para que todos degustéis la vida que os llama para haceros compartir su paz.

98. Ascensión de Jesús.

Entonces El llegó a la casa donde se hallaba María, la que es, la que era y está siendo su madre. Con ella estaba María la Magdalena, aquella que había sido la primera en verle resucitado de entre los muertos. Con estas estaba Salomé, Marta, y era el día cuarenta desde que Él hubiese resucitado. Llegóse hasta ellas vestido de lino blanco y les dijo:

-   Mujeres que en vosotras se hizo el hombre sin edad ni condición, venid ahora a recibir sin condición la edad del hombre. Es ella la que da el conocimiento de que en todo sois su principio y su fin. Por esto los hombres sabrán por vosotras que ellos son vuestro complemento y no al revés como se cree. Yo os lo digo a ti que conoces el misterio, a ti que conoces la esperanza, a ti que conoces la fe y a ti que obras la virtud de todo esto. Me habéis tenido entre vosotras y tú, mujer, más que ninguna. Ahora debéis enseñar como se ama al Amor porque solo el espíritu de hembra puede enseñar esto. Yo soy el Amor y he enseñado a amar.

Todas ellas menos la mujer, la madre de Jesús, quedaron perplejas, embelesadas, llenas de vacío de pensamiento pues su sentimiento todo lo llenaba. Entonces la madre de Jesús mirándoles a los ojos les dijo:

-   Veis, cuanto os he dicho de Él ahora se ha manifestado. Vosotras, en verdad, no lo creíais pero fue Gabriel, el ángel de Yahvé, quien me anunció la Buena Nueva. Vosotras, de cierto, mucho le amabais pero Él es mucho más que ese amor vuestro. Él es Dios.

Entonces Jesús miró la faz de María y dijo:

-  No, mujer, sino que soy tu hijo.

Entonces les dio su espalda y caminando unos pasos se volvió para mirarlas por última vez y ellas vieron como el Hijo del hombre fue elevado a los Cielos. Y sólo ellas le vieron lo cual narraron a los apóstoles y éstos, por primera vez, dieron crédito a la palabra de mujer.

99. Asunción de María.

Contaba María noventa y cinco años de edad cuando su cuerpo quedó privado de su espíritu. Esto sucedió en la ciudad de Nazaret. Unos pocos parientes estaban presentes. Sus últimas palabras fueron:  

-¡Hijo mío, toma mi espíritu!

Y así, los allí presentes tuvieron el gozo de ver al espíritu de María unido al Santo Espíritu de su Hijo. Al punto, el cuerpo anciano de María vio la resurrección de la carne y así, tomando la forma de la juventud que ella tenía cuando le fue anunciada la encarnación del Verbo, Verbo y Encarnación vinieron a ser uno. Y el espíritu de hembra según dice y es en el Libro de la Vida, ocupa el lugar de la belleza eternamente. Amén.

MANIFIESTO DE LOS DOCE

100. Manifiesto de Pedro.

Estos son los nombres de los hombres a los que Jesús hizo sus apóstoles, los que están sentados frente a las doce tribus de Israel: Simón Pedro, Andrés, Jacobo, Juan, Felipe, Natanael, Santiago y Judas, Mateo y Simón, Tomás y Judas Iscariote.

Estaban faenando en el mar algunos apóstoles, discípulos del Señor Jesús. Él no estaba con ellos. Y en aquel día no obtuvieron pez alguno. Cayó la tarde y cuando empezaba a oscurecer y aquellos hombres se disponían para descansar, vieron como un hombre se acercaba a la barca. Éste era Jesús. Ellos no podían distinguirle, parte por la oscuridad, parte porque estaban temerosos. Entonces Jesús a cierta distancia les avisó de que Él era:

-   Pedro, Pedro, -gritó Jesús- soy Yo -e iba avanzando hacia la barca caminando sobre el agua.

Entonces Simón Bar Joná dijo:

-  Jesús, si eres tú, haz que yo vaya hacia ti como tú estás viniendo.

-   Ven, Pedro, ven.

Él se llenó de creencia y dijo:

-Voy.

Y    se puso a caminar sobre las aguas hasta llegar a la altura de Jesús. Juntos regresaron a la barca y una vez a bordo de ella y pasado el primer pavor de quienes allí estaban, Jesús se puso a enseñarles con motivo de esto:

-   Vosotros que sois míos porque Yo así lo he querido, no debéis asombraros de nada cuanto acontece en este mundo. Todo en él es posible para el hombre porque los elementos todos le están sujetos. Yo no hago esto para escandalizaros sino al contrario, para que veáis y viendo creáis que el hombre es más que todas las cosas porque todas ellas han sido puestas bajo sus pies.

Y   alzando los ojos también les dijo:

-    Mirad la milicia celestial. Lleno está el espacio para vosotros de cuerpos brillantes, lejanos. También ellos, Yo os lo digo, os están sujetos. Todos los astros del cielo son nada sin vuestros ojos, sin los ojos del hombre que les miran. Desde ahora sabeos que nada, por extraño que os parezca, debe llevaros a la turbación. Y cuando este ánimo sea una verdad en vosotros, no solo caminaréis sobre las aguas sino incluso, más que a Moisés y el pueblo de Israel a los que el mar se abrió para darles paso, veréis que los ángeles del Cielo, por cuyos espíritus fueron hechos los vuestros, descienden para veros. Cualquier cosa, aún aquella que ni su nombre conocéis, puede ser hecha por vosotros si creéis en Mí y haciendo todo como Yo, como Yo lo haréis todo.

Dicho esto les hizo saber que tenía hambre y así ellos le dijeron:

-  No tenemos qué darte porque hoy nada hemos pescado.

Él les miró y dijo:

-  ¿Cómo me decís que no tenéis con qué darme de comer? Echad la red.

Y  Juan y Andrés así lo hicieron. La red pronto quedó llena de peces. Él dijo:

-  Ahora sacad.

Y  Juan y Andrés a grandes voces:

-   ¡No podemos!

Entonces el resto les ayudaron y sacaron ciento cuarenta y cuatro grandes peces. Con ellos cenaron y al siguiente día, cuando nacía el sol y otros pescadores iniciaban su jornada, la barca de Pedro se llegaba hasta la orilla llevando a bordo la mejor pesca.

Esto sucedió en el Mar de Galilea.

101. Manifiesto de Jacobo.

Ocurrió que estando Jacobo en la ciudad de Jerusalén por encargo de Jesús, se le acercó una mujer anciana. Ella le dijo:

-  ¿Eres tú uno de esos que andan anunciando el Reino de los Cielos?

-   Él dijo:

-   ¿De qué, pues, me conoces? ¿Has oído tú, mujer, la palabra de mi maestro en algún lugar?

Entonces ella:

-    Sí. Yo os he visto a ti y a tu maestro en Cafarnaúm cuando un día de sábado hacíais lo que no es el uso de la ley pues vi como sanabais a una enferma.

Santiago quiso recordar este hecho y dijo:

-   ¿Cómo, pues, tú sabes esto si nadie había? Sólo Jesús, aquella mujer y yo y en verdad que estoy cierto pues mi atención era toda en que nadie nos viera.

Ella le dijo:

-    Santiago, Santiago. Ningún hecho permanece oculto y así cuando te he dicho transgresor de la ley no era a la obra del bien sino a ésta que tú declaras de andar temiendo el ser visto. La Ley, Santiago, no es un guardián de la impostura, es un refugio para todos aquellos que nada ocultan. Si, pues bien, en aquel día viste la gracia de Quien podía, no supiste obrarla en ti pues temías igual que ahora cuando te he dicho que tu maestro y tú incumplíais la ley. Bien está, Santiago, que desconfíes de tu virtud porque sólo eres un hombre. Te lo digo ahora que andas solo y no tienes compañía.

Jacobo se estremeció en el espíritu viendo a la anciana mujer que estas cosas le decía.

-  Mujer -le dijo-, ¿vas, pues, a denunciarme?

Ella:

-   Ya lo he hecho. He dicho al Señor, hacedor de la Ley, que todos los hombres que hacen como tú en aquel día cuando te vi en Cafarnaúm, son indignos. Ve ahora pues, Jacobo, a hacer aquello a lo que has venido sin ocuparte de más.

En aquel instante la anciana mujer se quitó de la vista de Jacobo. Él había ido a Jerusalén a hablar con Caifás y una vez en su presencia le dijo:

-    El Señor Jesús va a entrar en Jerusalén. Yo he sido enviado por Él para anunciarte su llegada y para decirte que viene la paz a esta ciudad y que nada hay en Él ni en cuantos le seguimos que sea fuera de la Ley. Y si tienes algo que decir, me lo digas y así yo haré según tú digas para el bien del pueblo.

Caifás hacía tiempo que quería conocer a Jesús y no puso impedimento alguno. Entonces Jacobo se volvió allí donde estaban reunidos los otros once con Jesús y le contó al Señor lo ocurrido con la anciana mujer.

-  Maestro -le dijo-, ¿qué ha sido lo ocurrido?

Entonces el Señor Jesús le habló:

-   Yo sabía, Santiago, que tu celo te devora. Por esto te he mandado al custodio de la ley para anunciarle que va a ser visitado por Aquel en el cual se cumple pues sobre el Hijo del hombre va a ser echada. Y la anciana mujer, en verdad te lo digo, era un mensajero de mi Padre, el que denuncia a todos los hombres su falta de valor. Y así, para que nada te faltase antes de ver al Gran Inquisidor, se hizo en ti.

Santiago contestó:

-  ¿Acaso, Señor, dudas tú de mi valor?

Dijo Jesús:

-  Dime amigo, ¿por quién velas tú?

Cayó en la cuenta Santiago de su necedad cuando en aquel día de sábado en Cafarnaúm vigilaba el bien y dijo a Jesús:

-  Maestro, perdóname.

Jesús puso su dedo índice sobre la frente de Santiago:

-    Jacobo, Jacobo, el bien no tiene custodios. Sólo aquellos que andan sin él sienten necesidad de guardias. Ahora todo está dispuesto para entrar en Jerusalén. Ni Yo, ni los que son en Mí podemos entrar en la ciudad como si de cualquier ladrón, usurpador u opresor se tratase. Hagámoslo, pues, abiertamente para que todo el que quiera recibirnos lo haga por él mismo, sin miedo.

Y así, retirando su dedo índice de la frente de Santiago, el mayor de los apóstoles del Señor dijo:

-  Jamás temeré por ti.

102. Manifiesto de Juan.

Era Juan en aquel tiempo en el que andaba con Jesús un joven bello, valiente y bueno, impetuoso como el mar y suave como la brisa. El color de su pelo era como el color de las castañas y sus ojos de un azul violeta. Su nariz no era al uso de la raza judía sino griega. Sus facciones eran suaves. Sus labios eran carnosos y sus dientes blancos y perfectos. Y su cuerpo era elegante, delgado, de alta estatura y fibroso. Pero todas estas cosas, que eran el deleite para los ojos que saben apreciar la belleza, eran poco cuando se conocía a su alma, llena de amor de Dios.

Así era el joven Juan, el hijo del Trueno.

Juan dice:

- A todos los que amáis a Dios sobre todas las cosas os lego el conocimiento del amor de Jesús. El es el Hijo de Dios y el mismo Dios es Él. Doy testimonio fiel y veraz de que todo cuanto hizo fue para el bien de todo lo suyo que son todas las cosas. Y su misterio me es dado para que a mi vez os lo dé a vosotros. Y es éste el amor para el cual uno vive eternamente. Un amor absoluto que no puede ser compartido pues en él uno anula su voluntad para que el mal no sea.

También confieso a todos vosotros un amor cuyo nombre es amistad, respeto y admiración y con el cual comparto esta virtud de Dios. Hablo del hombre más grande de alma que haya habido nunca jamás entre todos los nacidos del deseo de la carne y de la sangre, a aquel que le fue dado el bautismo del agua: Juan. Y os digo a todos: quienquiera llegue a Juan, por él está en Jesús.

Y asimismo manifiesto la verdad diciendo: éste es el Evangelio Eterno el cual tiene palabra de vida para todos: La misma palabra que yo oí y escribí para vosotros. El mismo espíritu que yo vi y escribí para vosotros.

Tenéis, pues, generación, un testimonio mío en el que os cuento algunas cosas de la vida de Jesús en aquel tiempo. Aquel, pues, es el mismo que hoy os legan los que han hecho lo propio pues así como yo creí y amé, estos han amado y creído. Y os digo a todos que yo doy testimonio a la verdad.

  • * * *

*Luego que Jesús hubo resucitado se apareció a Juan y a Pedro en particular. A Pedro le dijo que él debía ser el guía de todos aquellos que creyesen que el Hijo del hombre les había visitado. Y luego de preguntarle por tres veces, una por cada negación que Pedro hiciera de Jesús, si él le amaba más que los demás y habiendo contestado Pedro "tú sabes que sí, Señor", Jesús le dijo a Juan:

-  Ya has oído a éste lo que dice.

Por primera vez el hijo del Trueno dijo:

-   Maestro, si tú lo dices será que hay alguien que te ama más que yo pero sólo porque tú lo dices.

Entonces Jesús le dijo:

-   Quédate.

Y  es que Juan quería en aquel momento irse al espíritu porque él, que había vivido toda la gracia de Jesús y éste mismo le había hecho hijo de su madre, quería ver siempre la faz que más amaba.

-   Quédate -le dijo Jesús- y haz cuanto te he dicho. De cierto tú serás el único de mis apóstoles que no beberá en mi cáliz.

Y   con esto quedó Juan obrando todos los días de su vida la buena nueva del Señor Jesús. Y el Señor Jesús era con él todos los días.

Y   así es Juan, el hijo del Trueno, el amado de Jesús.

103. Manifiesto de Felipe.

Hubo un hombre nacido en Betsaida, ciudad de los galileos, por nombre Felipe, el cual sabe el rostro de Jesús y manifiesta que ésta es la faz de Dios, el que dice a los hombres y mujeres del tiempo del fin:

-   Hermanos de la buena voluntad, los que perseveráis en la esperanza de ver en la cara de los hombres la impronta del Espíritu Santo, aquella que no tiene doblez y la verdad vive en su mirada: sabeos que de estos es el Reino de los Cielos. La Buena Nueva que se hizo eterna en el Hijo del hombre quien anuló su voluntad de ser para que todos lleguemos a reconocernos los unos en los otros en Él. Hermanos de la esperanza, de la fe y de la caridad, aquellos que sabéis la preferencia por el prójimo y la obra del perdón, quienes sois por siempre el acto vivo del Espíritu de Dios en todo cuanto hacéis: he aquí que desde el Reino de los Cielos el que viene siendo anunciado siempre, desciendo cual espíritu para deciros que Él llega en el cumplimiento de esta promesa de vida y que todos sois hombres de la buena voluntad, la faz de Dios.

104. Manifiesto de Andrés.

Hubo un hombre natural de Betsaida de Galilea cuyo nombre es Andrés, el cual conoció la justicia y desde ella dice:

- A todos los hombres y mujeres que estáis al llegar al último día sin hallar el conocimiento que me fue dado y os dormís creyendo morir sin conocer la virtud de Aquel que fue mi regalo: sabeos la palabra de vida que eternamente fluye de la boca de quien es Dios. Semblará vuestra vista y vuestra desesperación os llevará al grito desgarrado de la nada. Hallaréis la sangre amarga y el dolor de la ignorancia. Los padres sufrirán a los hijos y los hijos su falta de descendencia. Y todo quedará en el último día para quienes fueron sin esperanza el no saber haber sido. Mas he aquí que abogo por todos vosotros desde mi conocimiento para que sepáis desde ahora la Buena Nueva: que un solo instante de generosidad es gracia para con la vida, aquella que pasasteis sin el gozo de la fe, sin la ilusión de la caridad, sin la conciencia del error, sin el acto del perdón, sin el amor y sin Dios cuando Él a mí me decía: "Heme vivo siempre en ti". Y esta es la justicia. Bien, pues podéis creer sabiendo en cada cual que un instante para el bien anula todo mal. El mal es no creer que hay algo más que cada cual.

Yo, el espíritu de Andrés.

105. Manifiesto de Natanael.

Hubo un hombre llamado Natanael, natural de Jerusalén, del pueblo de Israel, de la tribu de Judá, quien dice:

-   Del Norte y del Sur, del Este y del Oeste sale el bien para el bien pues todos cuantos somos un punto en la existencia, lo mejor de ella somos pues ya no hay diferencia. Y a todos vosotros que os mantenéis en el convencimiento de que sois distintos según la apariencia que es la condición, os digo: como cada uno somos uno, no hay más condición que una, ser en Dios y por añadidura ser nosotros su mismo amor, aquel que dice todas y cada una de las palabras de este Evangelio Eterno que es hecho para que entendáis lo que yo entiendo y antes de conocerlo no entendía. Así pues, pueblo de Israel sois uno solo, bueno en el Norte, en el Sur, en el Este y en el Oeste.

Ved en este punto la cruz en la cual se hizo la Vida.

106. Manifiesto de Leví Mateo.

Dice el espíritu de Leví Mateo:

- He aquí un Evangelio Eterno, no legado de la memoria del hombre para el hombre sino del sentimiento vivo que hizo el Hombre y en su memoria recogió el espíritu de la fe en el tiempo del fin, quien amó a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a Él mismo. Este espíritu hizo el testimonio vivo de la verdad de Dios en el acto de su vida porque por Dios mismo a sí mismo se negó. Este espíritu es el que ha hecho la comunión para el amor y la felicidad y para que todos vosotros que leéis la carencia del castigo en este Evangelio viváis como él, pues ha hecho de un conocimiento, de una esperanza, con su amor, una verdad: que tres sean en un solo y único ser, el Evangelio que os legan Miriam, Angel Rafael e Isel.

107. Manifiesto de Santiago.

Dice el espíritu de Santiago:

- Bienaventurados todos vosotros que habéis sido encontrados por el Gran Buscador. Aquel que os dio la vida y la libertad y el sabor de su plenitud para que en ella tuvieseis la facultad aún de olvidar su nombre, el que se os anuncia eternamente como Uno y vuestro. Bienaventurados porque aprendisteis el valor de vuestro ser perdonando a todas las cosas por ser menos que vosotros mismos y las cuales fueron puestas para vuestro gozo, aún cuando vosotros decíais blasfemando: ésta es un tropiezo y ésta otro. Mas habéis sabido dejaros hallar en todas y cada una de ellas porque en vosotros vive eternamente la bienaventuranza de haberos significado en cada obra hecha. Todas las cosas llenas de vosotros están, por eso sois bienaventurados. Llenas de espíritu y verdad cuando todas ellas loan sin cesar el nombre que tuvisteis la facultad, en plenitud, de recordar. Porque allí donde dejasteis toda vuestra incomprensión hallasteis vuestro ser. Bienaventurados sois cuando decís: hijos somos de Yahvé. Bienaventurados pueblo de Israel en quien mora el Señor cuyo nombre vuestro es. Haced esta ley: el amor que Él os dio cuando no le conocisteis, cuando os buscó. Ahora llega para ser encontrado el Gran Buscador, el que os halla en todas las cosas que Él creó y os dice: bienaventurados sois.

108. Manifiesto de Simón el Celoso.

Dice el espíritu de Simón el Celoso:

- Como ama un buen padre a su hijo, como ama un buen hijo a su madre, como ama la Vida a la vida, con el desprecio más absoluto a la muerte, como ama la Justicia a la Salud y en la Salud el Amor es Poderoso, como ama el Conocimiento al Sentimiento, como todo es amado celosamente, así ama mi espíritu a la fe de quienes hicieron eternamente un amor con celo viviente para todos aquellos que estáis como muertos sin Salud, sin Justicia, sin Poder Conocer el Sentimiento de la Vida. Aprended a querer, pues, vivamente cuanto es y existe para que nada escape a vuestra apetencia y lo guardéis para siempre. Y así como a cada uno os amáis celosamente y para siempre, amad las cosas todas diciendo: de mi Señor soy el guardián viviente porque Él no se ama con celo sino que me ama celosamente.

109. Manifiesto de Tadeo.

Dice el espíritu de Tadeo:

- A todos los que queráis obrar la palabra de esta Buena Nueva, hacedla. Se anda el sendero, se toma una piedra y se dice: ella es buena. Se hace a la mar el navegante y toma el pez y dice: él es bueno. Se hace al espíritu el alma pensante y conociéndolo dice: yo soy bueno. Por esto es que este libro dicho por el espíritu y escrito por el hombre para el hombre, se hace en su espíritu. Y allí donde todos los libros tienen imperio y poder para decir y no hacer, en éste se hace todo lo que en él se dice por quien lo ha hecho, pues es que vive. Y así en el camino como en el mar, como en el espíritu, todo es para el hombre el hecho vivo. Haced, pues, sin necesidad de decirlo.

110. Manifiesto de Tomás.

- A los que queréis tocar el espíritu con vuestras manos: dad de comer al hambriento, de beber al sediento de espíritu. Comeos y bebeos a vosotros mismos, hombres famélicos, muertos de estupidez y ciegos de necedad. Comeos vuestra propia carne, bebeos vuestra propia sangre quienes adulteráis la inocencia propia y ajena. Habéis perdido la memoria de lo santo y de lo bueno que es un niño. Pasó vuestra infancia, miserables. Comed infancia, pues siguen naciendo niños a los que mataréis la esperanza de creerse hijos de Dios, a los que enseñaréis la tristeza de la orfandad. ¡Ay de vosotros!, que de todo hacéis un tiempo, un espacio y un lugar porque queréis sentiros y no sabéis dónde estáis. Queréis tocar con vuestras manos el espíritu como yo lo quise tocar. Tocadlo. Trocad en un instante todo vuestro ser para el bien hacer que es creer que el bien está en cada uno y en cada cual. A quieres queréis tocar el espíritu: haced la Verdad. Yo os lo digo porque aún se ha hallado sobre la faz de la Tierra la fe en el Espíritu que tocándoos eternamente está.

111. Miriam

Miriam, bendita seas entre las mujeres que hacen el Reino de los Cielos.

112. 

Jaim saba ufarsim saba. Yehú Salem aba yidis dai tium yeuí. Nium dejam dejam nium  ufarsim saba yaib.    Yisia cumu safur deis majam in Salem quef Macabied. Taita is ragun. Frua sui Yerusaleim Fiat Roma imperatums finitucum. Soeb dista soeb. Faeja sulabisum niquia talita Yeshua. Amen.

LEGADO DE MIGUEL

113. A las iglesias.

A las iglesias que son en el hombre de Cristo Jesús hermanos en la fe y en la esperanza de la vida eterna:

Disolved vuestra congregación y vuestro estado venga a ser en el espíritu de este Evangelio que todos hemos recibido de un mismo Señor. Venid a ser cada uno uno solo así como fuimos instruidos en el tiempo de la plenitud por Jesús, el cual nos enseñó: "Adorad a Dios y a Él solo y en espíritu". No hagáis de la Palabra un monumento a la materia porque la Palabra es el Espíritu del Verbo y vive. Así pues, no hagáis ley ni profecía sobre la Palabra pues la Ley y la Profecía han sido instituidas por la carencia. La Palabra es Vida. Así pues, todos vosotros que habéis creído en este Jesús, volveos al principio, principio eternamente instituido por Dios que dice: "No hagáis de Mí imagen ni semejanza pues no sois vosotros mayores que Yo sino que sois como Yo, porque Yo os he creado". Así diremos hasta el tiempo del fin a las iglesias en Cristo Jesús: Disolved vuestra congregación. Vivid el Evangelio. No hagáis, pues, entre vosotros jerarquía que obligue a la obediencia pues uno solo es el Señor a quien se debe adorar.

Y  desde ahora se conocen entre sí los que son en Jesús pues estos no dicen más a su semejante "tú eres mayor que yo" sino solo a Jesús. Pues Jesús nada vino a abolir sino a confirmar y confirmó este principio: "No hagáis vosotros lo que Yo no hago. Haced todo lo que Yo hago mas hacedlo por vosotros".

Y  decimos a las iglesias que son en Cristo Jesús: Disolved la congregación. El tiempo es cumplido.

114. Gog y Magog.

He ahí dónde ha llegado el hombre y su generación. Gog y Magog gobiernan por decreto. Su poder está basado en la destrucción y la muerte. Ni Gog ni Magog saben qué es el espíritu del hombre. Ellos gobiernan por decreto. Su sentimiento es el miedo. En ellos no hay esperanza. Que me escuchen, pues, Gog y Magog:

Ahora todo el orbe sufre vuestro designio y vuestra suerte es su desventura. Vuestra fortuna, su miseria. Vuestro poder, su impotencia. Vuestro valor, su oprobio.

Vuestra salud, su enfermedad. Vuestro alimento, la carne y la sangre de los hombres de todos los pueblos, de todas las tribus, de todas las razas, de todas las lenguas. Pero todos ellos tienen en su mano un libro el cual contiene la plenitud de toda vuestra carencia para saciaros. Y todos os dicen: no fuisteis medida de suficiencia para alcanzar la maldad y, pues, sois aún faltos de esta medida de valor, recibid con nosotros a Éste que llega como Dios.

Escuchadme Gog y Magog mientras lloráis mi venida sufriendo la pena de vuestra constitución, mientras lloráis y el resto se alegra también por vuestra salvación. Esta es vuestra paga porque llegando Yo vuestra ley se acaba, Gog y Magog.

115. Para todos los hombres y mujeres.

Este libro está escrito para todos los hombres y mujeres que pueblan el mundo de la materia y sepan, por él, que van a alcanzar su beneficio en el conocimiento que en él se les da de vida eterna. Es, pues, una buena nueva pues dice el espíritu de este libro: libres sois de toda culpa. Venid y tomad conmigo el néctar de la justicia que dice ante el Juez y Señor de todas las cosas: no hallo nada en ellos que no merezca vida eterna pues todos tienen de Mí una parte.

Así pues, sabed desde ahora que conocéis el espíritu de justicia que ésta se obra desde el amor. Nadie va a juzgaros. Libres sois. Y en aquel día todos comparten alegremente su entrada en el Reino de Dios.

El espíritu de este libro quita la soledad. No leedlo como se lee las palabras, vividlo como se vive la Palabra.

116. Primera epístola.

A la Iglesia de Cristo Jesús en nombre de quienes son en el espíritu la Palabra de Vida.

Llegado es el tiempo del fin, y un siglo. Quien tenga oídos oiga y entienda el mensaje que da el Espíritu. El último día es acercado por razón de la obra y de los elegidos quienes han permanecido fieles en la fe a las palabras del Ungido, del Santo de Dios.

Tiempo es éste de soledad y de incomprensión, de intolerancia. Falto es de amor. Los hombres son imbuidos en ellos mismos, decrépitos, insatisfechos. Han perdido su norte y andan a la deriva. No tienen más ambición que el yo y la esperanza es una ausencia nefasta que agrava su perfidia. El tiempo ha llegado. Han sido abiertas las puertas del abismo y el Engañador del Universo viene a quebrantar la ley de la Física. Con su obra ha embaucado a los más. Ellos le siguen pues Él ha satisfecho su ansiedad. Faltos de emoción los hombres han encontrado el aliciente de la facilidad y se han emborrachado en éste. Sus sentidos han sido embotados, nublados, puestos en el antojo de quien los guía. Un número les ha dado y por él son reconocidos. Caminan sobre ascuas encendidas y no sienten la quemazón pues son como muertos, faltos de sensibilidad, yertos en el corazón. Pero hay un resto, un resto fiel y veraz que escucha las palabras que vienen de los testigos de parte de Cristo Jesús. Ellos son Moisés y Elías. Dicen en Jerusalén que el tiempo ha llegado y ellos son en el tiempo extraños pues nadie, salvo un resto, les han oído. Lucifer les ha declarado la guerra y les ha vencido. Él ha sido más perfecto, más fiel, ha sido más auténtico porque aquellos eran la Ley y los Profetas. Pero he aquí que un espíritu de vida cuyo nombre es Resurrección les ha devuelto el aliento porque éste tiene por nombre el Eterno. Y el adversario es vencido. Este triple tratado de Ley, Profecía y Mal viene a ser abrogado por Aquel que es Principio y Fin de las cosas, careciendo Él mismo de principio y de fin.

Primera Epístola.

117. Segunda epístola.

Por la sangre de Judá, de Rubén, Simeón, Leví, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. Al pueblo de Israel, Abraham a sus hijos.

Mirad que Uno se ha alzado pues viene de lo alto lleno de gloria, precedido por la Justicia, lleno de Poder, lleno de Salud pues Él es Salvador, Redentor de toda inmundicia. Volved el rostro a Yahvé. Oíd la trompeta de su ángel como última llamada. La sangre de todos los inocentes clama justicia. Ríos inmensos de sangre que descienden sobre vosotros como cascada para anegaros dando el mismo pago con que comprasteis. Israel, arrepiéntete. Abraham a sus hijos.

Todo está dispuesto. El tiempo es consumado. La Luz ha venido al mundo y éste la ha despreciado, empero hacen alianza con la apariencia de luz. La luz no puede ser vista, sólo lo iluminado. Por esto el Hijo del hombre vino al mundo, para ser visto. Por esto Luzbel llega a su tiempo para reclamaros. Él es vuestro acusador delante de Yahvé. Él ha vencido a la Ley y a los Profetas. Abraham a sus hijos.

Despertad, alzaos, erguíos. Vuestra concupiscencia rebasa el freno de la tolerancia. Vuestra idolatría a Madmón ha llegado al colmo. Arrepeníios, pueblo de Israel, pues sois herederos de Satanás en la forma de vuestra obra. Tomad conciencia. Abraham a sus hijos.

Tenéis todo menos fe y aún por el Amor vais a ser salvos. Por Él os pido: Ahorraos el sacrificio. No venguéis en vuestras carnes la sangre de vuestros padres, la ausencia de vuestros hijos. Abraham a sus hijos.

Segunda Epístola.

118. Tercera epístola.

Y en aquel tiempo me alzaré, tiempo de apretura, miseria, desolación, desesperanza cual nunca la ha habido, cual nunca la habrá y libraré a mi pueblo, Israel. Pues yo soy el ángel de Yahvé, Miguel.

A todos los espíritus: he aquí que inclinaréis vuestra cerviz ante el Santo de los santos pues nadie me ha vencido. Yo soy el ángel de Yahvé. Empleasteis el tiempo en vanos discernimientos, en torpes falacias, en iniquidades, llenos de mentira sabiendo vuestro fin. Vuestra carencia de temor fue vuestro conocimiento pero mi espada rasga el velo del Templo y muestra la Eternidad. Ella os ha llenado de espanto. Llorad y lamentaos.

Miguel a todos los espíritus: ved que habéis sido vencidos no por el Poder, no por la Salud, no por la Luz, sino por la Justicia. Y ésta es hacer la voluntad de Yahvé y yo la he cumplido. Y en el último aliento de todo lo creado rasgo con mi espada el velo del templo y muestro la Eternidad y a Uno que me manda y que dice: Yo soy quien soy, Yeshúa. Alzaos y venid. Gozaos en Mí pues soy mayor aún que la Justicia. Mi nombre es Amor.

Tercera Epístola.

119. Se oye el llanto de la Humanidad.

Se oye el llanto de la Humanidad. Todos los espíritus están gimiendo pues sus almas sienten el vacío absoluto que produce la ausencia de la Verdad. Es un llanto puro de infelicidad. Toda la Humanidad alza su mirada reclamando al infinito el pan, el vino y el pez a Aquel que lo prometió, para saciar esta angustia de vida que es la ausencia del sentimiento de Dios. El mal ha obrado su ministerio y en la apariencia ha fijado su imperio y potestad sobre los hombres. Todos los hombres creen su perdición y por esto, obrando la falacia de Luzbel, llegan al convencimiento de que no hay Dios, y por esto lloran y lloran. Todos ellos han venido a dar en la razón de que no son nada pues sólo en la mentira de la complacencia propia han basado el gozo de su existencia. Desde aquellos que por virtud de su inteligencia se apoderan del mundo y lo subyugan a su voluntad hasta aquellos que por su ignorancia no tienen poder ni aún del control de sí mismos, viven en la carencia total de la Verdad. Y el imperio de Luzbel se ha establecido pues he aquí que el engañador del Universo les ha llevado a la creencia de que por ellos mismos eran suficientes para ser y que en ellos mismos hallarían la felicidad. Y éstos han venido a cometer el error del principio, creer ser lo único. Y al no conocer el tiempo en que fueron visitados por el Hijo del hombre, su desprecio a la Verdad se ha hecho absoluto. Mas lloran sin cesar y está escrito "donde mi presencia no es advertida toda angustia es declarada". Y así, no aceptando los hombres la Buena Nueva, la cual es por la ejecución de obra, se han entregado a la desesperación y reclaman aquel sentimiento perdido: la Verdad.

Hombres y mujeres, aprended esta Palabra y el manantial de vuestro llanto cesará y hallaréis el Paraíso el cual está reservado para vosotros desde la creación del hombre. Y así que estáis sin amor. Y así que estáis con dolor. Y así que estáis como muertos. Alzad el grito y pedid perdón.

Todos los que ahora estáis llenos de la mentira, ¿qué decís de vosotros mismos? Haceos un juicio propio y ved si por vosotros mismos llegáis a alcanzar mi Espíritu. La negación se ha hecho en la Humanidad. Nadie alcanza por él mismo el valor del ser. Ser es verdad.

Entonces el Hijo del hombre se acerca y les da su pan, y les da su vino, y les da su pez. El pan es la Verdad, el vino es la felicidad, el pez es la eternidad, para que sean verdaderamente felices eternamente. Y es que todos han aceptado en el último día el error de su historia, una historia llena de llantos, de angustias por no entender que la felicidad se halla sólo en la Verdad. Así pues, aprended esta Palabra pues esto dice el que Es, el que Era y el que viene a todos vosotros hijos de la Humanidad: "Mientras en vosotros haya un ápice de mentira no podréis morar en Mí, ni Yo puedo morar en vosotros. No os angustiéis, pues, inútilmente llorando falacias pues ninguna mentira conmueve mi Espíritu. Habéis llegado a la desesperación por no entender esto y aún queréis ser consolados. Haced como Yo digo y no habrá necesidad de consuelo. Y así vendréis a gozar conmigo en el Paraíso que os tengo reservado desde el bautismo hasta el bautismo".

120. Al pueblo de Israel.

Escuchad, pueblo de Israel: todas las naciones han llegado una a una a postrarse ante Mí. Todas las naciones han vertido en mi cáliz la sangre derramada por vuestra injusticia. Ellas se han arrepentido en saco y ceniza de todas sus abominaciones. Tienen la cerviz inclinada y sumisa. La vergüenza y el dolor y todos sus actos malignos han sido expiados. Todas las naciones traen la queja ante Mí. Dicen de vosotros que mantenéis la abominación desoladora donde no debe. Claman justicia porque ya nada es y vuestro orgullo sigue en pie. Todos han llegado al arrepentimiento que es la aceptación del Hijo del hombre. Mas vosotros aún le negáis. He aquí pues vuestro premio, vuestro justo premio: la muerte. Porque de un solo golpe vais a recibir, sin arrepentimiento, la recompensa de vuestra lealtad. Fieles de Israel, pueblo de Yahvé: por mano de la Justicia sois levantados donde siempre sois. Nada os ha hecho inclinar la cerviz en sumisión. Vino a vosotros el Engañor y a él tampoco rendisteis culto. A cuantos embaucó recibieron su paga: el poder de salvación. Pero ni aún ante él fuisteis mentidos. Pueblo de Israel, vencedor y triunfante. Yo os he librado en virtud de vuestra virtud, en justicia de vuestra entereza. Recibisteis la promesa y el Espíritu y la Vida Eterna, y en todo fuisteis los primeros. Por eso sois los postreros, mas hasta el fin vosotros sois. Porque pasaron los tiempos y el tiempo de la plenitud y no le recibisteis porque en vosotros ya es la plenitud.

Pueblo de Israel: tu nombre es sólo uno, aquel que lleva grabado sobre su frente el Vencedor. Uno sólo es tu nombre: Jesús.

121. La liberación.

Pueblo de Israel, levantaos. Es la hora de vuestra liberación. Y todas las voces de los hombres se han alzado en un único clamor. ¿Qué es esto?, gritan despavoridos. Un sonido como de trompeta se oye sobre toda la faz de la Tierra, agudo, ensordecedor. Entre sí no oyen sus voces. Se lamentan, lloran, rasgan sus vestiduras y dicen: "¿Qué es esto?". No pueden pensar en reflexión. Sólo tienen una pregunta en su boca": ¿Qué es esto?". Y es que ya no son más donde eran. He ahí, pueblo de Israel, tu destino. A la voz del arcángel se ha cumplido. Todos los hombres de la Tierra han sido levantados. Es tu liberación, Israel. Ahora no podéis pedir más. Sólo clamar: "¿Qué es esto?". Y el juicio de Dios empieza. Uno tras otro, todos y uno son levantados. Pueblo de Israel: el tiempo ya no es . Nuevo se hace todo. Es el misterio consumado. Cada uno se ha reconocido. Sabe que es Dios y uno mismo, espíritu.

Crossel, Ninfatael, Raismael: Vuestro rostro ha sido visto. Pueblo de Israel, sois los hombres todos, y vuestro salvador, Jeshúa. Yahvé dice: "Esta es mi grey". Crossel, Ninfatael, Raismael dicen: "Ya no somos guardados. No hay nada que guardar. Somos el sintiempo".

Pueblo de Israel, sois bienaventurados. La Palabra es eterna, sentimiento vivo. El pueblo de Israel, liberado.

122. A los hijitos del tiempo del fin.

A vosotros hijitos del tiempo del fin, a quienes va destinado este mensaje:

A vosotros que sólo hais oído la Palabra de Dios en el silbo del viento. A vosotros que de Él sólo sabéis su sentimiento. A vosotros que sois como el árbol, como el agua, como la tierra y los elementos todos de la natural materia. A vosotros que vivís desde el principio del hombre según el orden natural de la especie. A vosotros que estáis en la constancia viva de la sencillez del espíritu. A vosotros que a través de los tiempos permanecéis en la sencillez de la forma. A vosotros, hombres y mujeres faltos de la conciencia del bien y del mal, a vosotros también llega la Palabra viva del Hijo del hombre.

A vosotros que no tenéis necesidad de letra porque uno solo es vuestro número, también se os anuncia esta Nueva.

A vosotros, los pobres en el espíritu, que sois dominados por el miedo, obligados a matar y a morir por injustas conveniencias. Niños y jóvenes, mujeres y hombres, guerrilleros sin conciencia del mal. A vosotros que peleáis en la Tierra por hallar la libertad, la justicia y la paz, a vosotros también se os anuncia que el Reino se acerca y es llegado ya.

A vosotros que hacéis empuñar la muerte, que mandáis y sois mandados. A vosotros hombres y mujeres que andáis sin conciencia del servicio que prestáis. A vosotros que ni sois fríos ni calientes también va dirigido este mensaje de eterna luz para vuestra claridad.

A vosotros que andáis dominando, que andáis gobernando el destino de los demás. A vosotros que hais hecho de este mundo una mentira falaz, a vosotros también se os dice: escuchad.

A vosotros sectarios de la humanidad, que hais hecho de vosotros mismos un nombre para Dios, según cada cual. A vosotros que os creéis que podéis engañar, también se os anuncia la Verdad.

Y   a vosotros, iglesia y estado, jerarca total, a vosotros se os anuncia que os ha llegado el final.

A vosotros que hais guardado el secreto del espíritu bajo llave infernal, a vosotros se os anuncia el perdón y su paz.

Y   a vosotros, pueblo de Israel, se os invita al Reino de Yeshúa.

123. El Reino de los Cielos.

El Reino de los Cielos es en vosotros quienes habéis sido dignos por vuestra perseverancia en alcanzar su gracia, gracia como la del Unigénito del Padre que es la Luz de los hombres. Él es la Luz y la Vida y vosotros le tenéis por los siglos de los siglos y Él, en su eternidad, os posee.

Han sido vuestras obras de valor absoluto y el Reino de los Cielos se os ha manifestado. Creísteis en la eternidad sabedores de principio. Obrasteis la fe y su virtud. Mantuvisteis en vuestro espíritu su Luz y encontrados en el Reino de los Cielos cantasteis juntos el cántico de Jesús. En Él fueron conjugados todas las cosas, aquellas que son desde el principio como sustancia del Eterno. Vinisteis a amar y sois amando. Vinisteis a ser y sois siendo. Vinisteis a testificar el sello de Dios y he aquí que siendo su Reino entre vosotros se desvela por virtud su misterio. El poder se hizo humildad y los humildes poderosos pues así es el Reino de los Cielos un mundo de entrega. Fuera la adversidad nacida del error y su ignorancia. Fuera el sacrificio del individuo. Es cortado el yugo y el lazo de la opresión deshecho. El Reino de los Cielos es entre vosotros. ¡Oh tiempo, que naciste de la voluntad del individuo! ¡Oh espacio, hijo del tiempo! Volveos contra vosotros mismos y devoraos, consumíos, pues no se halla más vuestro lugar en el Reino de los Cielos.

He aquí la voz de todos los seres en la reunión que es hecha por Aquel que es el Hijo de Dios. He aquí su congregación y el festín de los felices. Ha pasado la negación. Todos entonan un cántico nuevo falto de memoria de dolor. Todos se gozan en lo finito como cuerpos sin tiempo y sin espacio, puros de amor cual el Espíritu que les creó. ¡Oh felices, que no tenéis en vosotros mácula de error! Ved como todo ha tenido sentido y sentimiento. Ved al Hijo de Dios que mora en medio vuestro y dice: "Ahora sois como Yo, como Yo en Él. Él es en vosotros como en Mí y Yo en vosotros como en Él. Vuestro espíritu es cuerpo incorruptible con sentido y sentimiento. Vuestro cuerpo es espíritu eterno conocedor del misterio. La Luz es propia de uno y cada uno como del Hijo en el Padre, y lucís por vosotros mismos. Ved la primicia del espíritu cuyos nombres son motivo de plenitud. Ved a Miguel y seguid vivos. Ved a Gabriel y seguid vivos. Ved a Rafael y seguid vivos. Ved a Raismael y seguid vivos. Ved a Crosel y seguid vivos. Ved a Ninfatael y seguid vivos. Ved como sois como Uriel y sois vivos. Ved a María. Ved a Jesús y sois de Dios hijos. Guardasteis el principio y el Reino de los Cielos sois vosotros. Guardasteis el nombre y la obra del Hijo Unigénito y ahora el misterio es consumado".

Dice el que es el Señor de todas las cosas, el que venció, el Rey absoluto, que a nadie a de gobernar pues no existe la carencia, no existe la necesidad y todos son como el Hijo en el Padre porque ellos son su Santo Espíritu. He aquí bajo sus pies la nada infinita. He aquí sobre  sus cabezas a Dios. El Reino de los Cielos es semejante a una perla escondida de gran valor. El hombre que llega a encontrarla dice: me he encontrado, soy.



124. A ti que vives sin saber.

He aquí que a ti que vives sin saber, y a ti que sabes sin vivir, y a ti que sin saber sentir sientes sin saber y vives en ti sin saber por qué ni para qué vivir, he aquí que a ti te digo: oye, ve, huele, gusta, siente que hay más que tú y en verdad solo no eres ni solamente eres sino que estoy en ti. Y así como eres algo más que tú, Yo soy más siempre. Mi Espíritu te dice: amén. Y tu espíritu dice: amén.

He aquí que a ti te es dado conocer esta tu negación. Esta es por Mí para ti tu salvación diciendo tú: ¡por qué y para qué yo si en nada soy? Mas te hallaste en Mi. Voz de sentimiento al sentimiento de la voz que clama eco, respuesta, compañía, negación de la soledad, virtud de la verdad y vicio de la mentira.

He aquí que en ti mi Espíritu vive. Y en todo es cumplido, verdad infinita de lo eterno nacido. Salud que la soledad quita. No hay pues, he aquí, en ti nada que en Mí no sea. Ahora es el bien, te digo. Recrea, pues, en Él el valor merecido del ser. He aquí que en ti soy, amén.

125. Daniel, verdadero profeta.

 Setenta generaciones de Adán a Elí. De Elí nació José, el hombre. De Yahvé fue creado Adán y el Hijo del hombre hizo la plenitud del tiempo pues de Él los hombres creían que era hijo de José, de Él los hombres creían que era hijo de Yahvé.

Daniel, Daniel, despierta. El misterio de las setenta semanas es desvelado en el Evangelio Eterno pues ellas son las setenta generaciones que van desde que el hombre recibió el bautismo del espíritu hasta que el hombre recibió la Encarnación de este Espíritu.

El Evangelio Eterno testifica que Daniel fue en su tiempo un verdadero profeta.

126. La morada.

- He aquí la morada de aquellos que cumplieron por su voluntad de fe el mensaje nuevo, eterno y vivo.

-   ¿Quiénes son estos, Señor?

-   Estos son aquellos que fueron aceptos a mi voluntad y mi voluntad es que la suya se cumpla para el gozo. Yo les vi llorar y clamar mi nombre y su alma pidiéndome amor. Esta es la morada que tengo en el sintiempo guardada y es mi secreto. Para ellos, su esperanza ocuparla. Junto al misterio vive depositada su esperanza. He visto llorar su alma y sus lágrimas eran cantos de oración.

-  ¿Quiénes son estos, Señor?

-    Estos son aquellos a quienes doy acceso a la morada del amor. Cuando su alma estaba turbada clamaron mi nombre a gran voz pidiéndome mi amor y sufrieron en su tiempo la injusticia de su ignorancia.

-  ¿Quiénes son estos, Señor, que piden de Ti tu amor?

-   Estos son los que cumplieron el nuevo, eterno y vivo espíritu y supieron morir por amor. He aquí, pues, la morada que han de vivir eternamente junto a mi amor. No hubo en su tiempo conciencia de plenitud para su alma e hicieron mi voluntad con la suya en unión. He aquí, pues, su morada, morada llena de mi gozo, de mi placer, de mi amor. Ellos se miran y se aman porque el celo de la ignorancia de su alma pasó.

-  ¿Quiénes son estos, Señor?

- Estos son aquellos que fueron resucitados por la virtud del amor, amor por el cual murieron con justa pasión. Estos son quienes han hecho para vosotros la llamada de mi voz, quienes perseveraron en mi voluntad desde la suya y se llaman misión.

-  ¿Quiénes son estos, Señor?

-  Estos son quienes supieron amar mi Palabra, quienes supieron lavar la podredumbre de su incomprensión. He aquí su morada reservada para ellos desde el tiempo en que son la primicia del espíritu en la postrera unión. Ellos que como hombres anduvieron siempre en Mí y a través de mi amor sintieron mi esplendor. Ellos que consintieron juntos mi concepción, mi Palabra y mi misterio. He aquí, pues, su morada: armonía de paz eterna, de luz y vida y conocimiento sin dolor.

-  ¿Quiénes son estos, Señor?

-    Estos son aquellos cuerpos que gozan de mi cuerpo y forman en su morada luz, vida y amor.

-  ¿Cuándo llegan éstos, Señor?

-  Llegan con su voluntad cuando se sienten amados por quien es mi amor.

-  ¿Y sus nombres?

Sus nombres son en el bautismo del espíritu del Evangelio Eterno aquellos que la voluntad de mi amor les imponga con su autoridad en su plena aceptación. Quienes aspiran a ser, quienes siendo ya son, reciben el bautismo y en su morada gozan el triunfo de su pasión.

-   ¿Pero quiénes son, Señor?

-   Aquellos con quienes no pudo nunca el dragón de perdición.

-   Señor, les veo venir, conozco quienes son, y estos ¿qué te dan a Ti?

-   No a Mí sino Yo soy el que doy y les doy lo que a sí mismos se dieron para alcanzar esta morada junto a mi amor.

-  ¿Acaso triunfaron ellos? ¿Concluyeron su misión? ¿No murieron uno u otro o se perdieron, Señor?

-  No, helos ahí, vienen en pos de a quien tanto han amado. He aquí su morada, morada eterna de ser en comunión.

-  ¿Son, pues, estos los aceptos por tu electa, Señor?

-  Estos son los bautizados por ella en mi nombre y ocupan la morada de Dios.

-   Señor, he aquí que estos dos nunca se amaron.

-   No, sino que en Mí se amaron.

Y en aquel tiempo la mano de Miriam se posará con justicia sobre la cerviz del espíritu que la mereció y para la esperanza de este gozo y para su consecución y para vivir viviendo el espíritu prevaleció. Quien alcance el sentimiento de Dios tendrá la dicha del triunfo de vivir su amor. ¿Quien pasará a la morada que en el sintiempo se guarda para quien es ocupada? Bienaventurado, pues, quien alcance el bautismo del nombre nuevo que siempre tuvo en la redención de la resurrección de la carne y goce la compañía del amor por el cual vivió, murió y resucitó.

127. El mensajero del Evangelio Eterno.

Todos los profetas hablan en lo temporal del eterno y único Dios.

Y    el Verbo se hizo carne y dio cumplimiento a la profecía y dijo: "Esta es la Ley, el amor. Yo os manifiesto mi Espíritu y hago para vosotros la plenitud en el tiempo. Y en Mí viven desde la eternidad la Justicia, el Poder y la Salud. Así pues, Yo, la Luz del mundo, obro mi voluntad. Segundo tiempo".

Y   siendo el hombre el salvador de su generación, fija con su autoridad eterna un decreto y habla y dice así a Miguel, a Gabriel y a Rafael: "Vosotros nacidos de Mí, conocedores de principio, fieles, veraces, inmaculados, cumplidores de mi voluntad, plenos de todos los sentidos y el sentimiento de mi Ser, poseedores del valor de la vida del individuo que es la libre voluntad, sabed que hago una obra con la potestad que me ha sido conferida por vosotros en esta vuestra asunción que es la adoración al Hijo del hombre. Veis que he cumplido la Profecía. Veis que he enseñado la Ley. Veis que ahora es el tiempo del fin y para él, para este tiempo y la generación suya en la cual sois en ella en Mí, he aquí pues que hago este anuncio: ved el espíritu del mensajero del cual me valgo para que anuncie a todos los moradores de la Tierra que la Buena Nueva es eterna. Este, pues, que os muestro es el mensajero para el tiempo del fin. Y tomará carne y sangre y vivirá amando y para amar, para ser odiado por mi causa, para ser piedra de escándalo, para entender lo humano y lo espiritual. Y su espíritu sale venciendo y para vencer. Helo aquí, él es el adversario del adversario. Él es en sí mismo la adversidad. Nadie le puede vencer pues no nace para a nadie derrotar. Y tú, Miguel, no le juzgarás. Y tú, Gabriel, no le podrás. Y tú, Rafael, no le sanarás. Porque él tiene su juicio, porque él tiene su poder, porque él tiene su salud, porque él tiene su voluntad. Y le doy un nombre, como el de la Luz. Y le doy una virtud, como la Luz. Y le doy una obra: hacer a la generación del tiempo del fin poseedora de la eternidad. Todos los hombres desde Adán hasta Juan fueron, son y serán como jueces y como reos. Mas no es así para el tiempo del fin con el triunfo de este espíritu que Yo creo. Yo, la encarnación del Verbo, de quien todos salisteis como nacidos del Padre, os digo que hago este espíritu único desde Mí mismo. Yo te dejo en la Tierra para que hagas tu voluntad y no la mía. Por esto, cuando cumplas tus días, si a uno sólo que tú no seas de la generación del tiempo del fin le has hecho amarme con todo su cuerpo, con toda su alma, con todo su espíritu, sobre todas las cosas, vendrás a ser en Mí en mi secreto y no será más para ti".

Y llegó a la Tierra y buscó a Jesús y hallándole dijo: "Ahora veo en tu diestra la verdad y en mi alma el camino. Elijo a quien yo quiero para mostrar mi designio. Sea, pues, para quien yo quiero lo que Tú me has dado. Y así doy comienzo al Evangelio Eterno según lo por Ti decretado. Amén".

El espíritu creado por Jesús de Nazaret para el tiempo del fin no tiene de Miguel una parte, no tiene de Gabriel una parte, no tiene de Rafael una parte. Una parte tiene de Crosel, una parte tiene de Raismael, una parte tiene de Ninfatael. Y es el adversario del adversario. Y dice a quienes leen el Evangelio Eterno: "Quien quiera creer que Jesús es Dios, crea que el espíritu de la Buena Nueva en Él se hace eterna por la resurrección de la carne que en Él es cumplida, que en la humana generación es su promesa. Yo he visto a Eva, he visto a María, he visto a Miriam dar cumplimiento al tiempo primero, al tiempo segundo y a la mitad del tiempo. Y os digo que este tiempo incompleto es el que todos vivimos eternamente cuales somos junto a Dios hecho hombre y eterno por su ley que es el amor".

128. Me acusa Luzbel…

Me acusa Luzbel levemente y sin estrépito. Dice que no soy lo que pretendo: bueno, nuevo y eterno para vosotros. Y os comenta que soy el mismo perro de la antigua historia con un ladrido diferente, pero que a nadie llevo a engaño.

- No creáis, pues -dice- que Dios ha hablado a los hombres ni creáis a éstos que dicen creer que han recibido la Palabra del Espíritu. No hay Dios fuera de vosotros. Sólo nuestra capacidad de conocer por medio de la voluntad y la fe en nosotros mismos nos hace llegar a alcanzar toda felicidad, todo placer y todo bienestar. Porque ¿qué es el espíritu? El hombre desde los tiempos de la Antigüedad viene perdiéndose en la misma zarandaja. Y he aquí la historia de los pueblos que es la historia del hombre mismo y su evolución. Sólo los hombres que han entendido que el espíritu es hacer la voluntad propia y no la ajena han conseguido establecer la razón que lleva al progreso y a la consecución de todas aquellas cosas que son nuestras por derecho propio y natural. Pues, ¿qué otra cosa puede ser el espíritu? Y estos hombres que así han entendido la única verdad, que es la aceptación de su especie, han hecho que este mundo tenga pleno sentido de ser. Y los pueblos se han distinguido los unos de los otros según han entendido esto que os digo. Ahora veis como son de infelices todos aquellos que aún andan buscando esa espiritualidad abstracta, ininteligible y absurda que es creer en otro mundo extrauniversal donde la materia no es, la ley no tiene sentido y todos gozan a saber de qué. Así pues, Dios somos todos y cada uno de nosotros y nuestra propia historia. No hay nada más allá porque nada puede ser más completo que el orden natural de todas las cosas. Siendo, pues, como es tan rica nuestra existencia, tan plena, cuando tenemos una infinitud de matices, ¿por qué vamos a vivir de la fantasía cuando ésta no es más que un producto de una de nuestras necesidades? No podemos, pues, transgredir y violar nuestro propio yo. Desde él debemos aprender a disfrutar de todas nuestras diferencias. Y desde el hombre más inteligente al más neófito está entendiendo esto que yo digo sin dificultad y sin angustia porque le es natural. Así pues, rechazad el miedo que hace creer en pecados y remisiones de pecados. La muerte es lo más natural y por tanto no hay que temer. Ningún hombre que tiene, como digo, conciencia de si mismo teme a la muerte. Estos hombres son en los cuales debéis miraros, en los que aceptan la vida como es y saben gozarla hasta su último aliento. No andéis, pues, perdiendo vuestro tiempo yendo tras fantasmas, ilusiones locas y otras distracciones con las cuales, esperando vivir eternamente, pasáis vuestra vida despreciablemente. No creáis que este libro es ni nuevo ni eterno.

- A mí me ha acusado Luzbel de no ser lo que soy y pretendo. Pero he aquí el hecho que son más aquellos que sufren que aquellos que gozan y siendo así, soy para ellos bueno, nuevo y eterno, porque las obras tienen su justificación según su naturaleza y siendo que en vosotros produzco la felicidad, con vuestra felicidad y en ella me justifico. Mi espíritu es un espíritu de verdad y dice levemente a Luzbel: no.

129. Las doce estrellas.

Yo soy la voz del Arcángel quien en el tiempo del fin he puesto sobre la mujer la corona de las doce estrellas.

Dice la primera estrella: "Por vosotros doy mi luz y quedo oscura. En vosotros deposito mi brillo y en su destello se hace vuestra esperanza en favor de bien de vida. Yo soy la primera estrella quien os anuncia el último dolor que sufrís sobre la Tierra. Pierdo mi luz por vosotros mas por mí la ganáis. Con mi luz vuestra luz es más bella. Humanidad, humanidad., género y generación, aprovechad el día".

Dice la segunda estrella: "He apagado mi luz para que vosotros la recibáis y aprovechéis su virtud en vuestra noche ciega. Caminad ahora que podéis por la virtud de mi esencia. Yo la pongo por vosotros. Humanidad, humanidad., género y generación, tomad mi luz para que vuestra noche sea esplendorosa y bella".

Dice la tercera estrella: "Apago mi luz por vosotros y en vosotros es ella guía eterna de vida, firmamento y belleza. Mi virtud es el placer. Mi placer, vuestro ser. Sed, pues, en mi luz que por vosotros es puesta. Humanidad, humanidad., género y generación, caminad ahora que podéis a la luz de las tres estrellas cuyos nombres son Judá, Rubén, Simeón., cuyos nombres son Pedro, Juan y Santiago, cuyos nombres son Elías, Moisés y Juan., cuyos nombres son todos Miriam".

Dice la cuarta estrella: "Apago mi brillo para vuestra luz. Atended a este conocimiento, discípulos del falso profeta Mahoma: salisteis perdiendo y para perder pues sois hijos de la mentira. Velasteis el rostro de la mujer e hicisteis de su esclavitud el desprecio de su género. Sois sin tiempo y sin espacio, sin lugar verdadero. Principio falso de tolerancia para con aquellos que fueron primero. Seguidores de lo externo. Infames, calumniadores, que usáis el hombre del Poder para poder usar el poder en su nombre. Añadís apariencia a la plenitud del ser, precepto tras precepto sólo de humano ser. Nacidos del odio, vuestra falacia colma la angustia que padecéis. Ni en Dios vivís ni por Él lucháis. Es vuestra doctrina impía, castrada de amor y ciega del valor de la luz. Esta luz que os brinda mi estrella, cuyo nombre es Uriel, quien decís arcángel del mediodía, quien en vuestra conversión sólo a la luz del que Es os hace valer para la salvación que era, que viene y que es de Jesús, quien no es profeta, quien no es ley, quien no es justicia. Él es el que es el Poder y por Él dice la cuarta estrella: Gabriel, Miguel, Rafael. Y así vosotros diréis: Mahoma, Mahoma, Mahoma, de Alá no eres profeta. Mahoma, Mahoma, Mahoma. Gabriel, Miguel, Rafael y el arcángel del mediodía, Uriel, son la cuarta estrella, la que dice al pueblo que perdiste: Salvaos, venid a gozar del paraíso de Dios que es la negación de la negación. Quitad y descubrid el velo del rostro de la mujer pues por ella es nacido el Evangelio Eterno que vence y para vencer el error en que fuisteis introducidos por quien diciendo ser no era, no es y está para ser. Y él mismo, Mahoma, Mahoma, Mahoma, pide perdón. Perdonaos con él ante aquel que es el Señor sin ser profeta, sin ser ley, sin ser justicia, quien es eternamente el que Es el rey del paraíso, Jesús de Nazaret.

Musulmanes del orbe: tomad la luz de la cuarta estrella que para vuestra salvación pierde su brillo. La Meca ha pasado, Jerusalén es. Ved vuestro sumo error: nadie mata en nombre de Dios. Él lo escribió sobre el suelo con su dedo. Quienquiera tenga conciencia de Dios, vive y no mata. Y el velo que encubre la verdad cae del rostro y se hace la libertad. Elevaos, pues, al paraíso que os ofrece el brillo de la luz de la cuarta estrella: Gabriel, Miguel, Rafael y el arcángel del mediodía en quien vosotros tenéis la fe. Éste os niega al profeta y os dice: no es éste sino Aquel".

Dice la cuarta estrella.

Dice la quinta estrella: "Yo apago mi luz para que en vosotros luzca ella y vuestro caos desaparezca y el orden se haga en vosotros para la eternidad. Eternidad llena de sentido y sentimiento, viva de gozo, placer y pasión, donde cada uno es uno y solo en la adoración de Aquel que es solo Uno eternamente amén. Éste que se hizo manifiesto y estableció desde el principio con su voluntad la libertad y es individuo, uno solo en Espíritu, uno solo en alma, en un solo cuerpo. Él es el poder de la resurrección y, como uno es Él, una sola resurrección es. Por esto sólo hay un espíritu, sólo hay un alma y sólo hay un cuerpo. Sólo hay un Dios. Y todos y cada uno de vosotros sois solos y unos. Y en vosotros no existe la división. Mentid, negad vuestra negación y vuestra mentira. No anda vuestra alma de cuerpo en cuerpo. La purificación no se halla en la ignorancia sino en el conocimiento, y el conocimiento conoce que conoce el espíritu de verdad, y la verdad no se alcanza a través de los tiempos sino en un solo tiempo, en aquel que no es tiempo, espacio, donde todos hallan el lugar.

Discípulos del falso iluminado, del príncipe del error: dejad de creer en la doctrina de Benarés y en su moral. Creed en el único Señor cuyo nombre es Jesús de

Nazaret. Él es el que tiene la llave de la salvación y dice: obrad la bondad y el amor al hombre. Obrad el valor de ser hombres. Olvidad la apariencia de la dicha del olvido. Venid a la felicidad del recuerdo del principio. Todos vuestros muertos saben ya ser vivos y juntos en el tiempo del fin llegan al juicio final a deciros: no fuimos transmigrando en los cuerpos con el alma, fuimos donde somos y seremos cada cual uno mismo.

Y así dice la quinta estrella para vuestra salvación eterna: erguíos, levantaos y aprended esta oración: Padre nuestro que estás en nosotros, nosotros somos en Ti y somos nosotros. No nos dejes llegar al deseo de nuestro error. Donde nada es, nada somos. Siendo Tú, Padre, en nosotros, ya somos. La salvación y la verdad viene, es y será, y su nombre Jesús de Nazaret. Tomamos pues la luz de la quinta estrella para que luzca en nosotros el deseo de ser siempre en sentido y sentimiento, hijos tuyos".

Dice la sexta estrella: "Apago mi luz para que todos aquellos que andáis buscando la respuesta en el universo del conocimiento de vuestra semejanza, conozcáis que en todo él no se halla nada semejante a vuestra generación. Él es vacío, carece de vida de la Vida, no hay humanidad. Su misterio es un motivo que hace aliciente en vuestra alma para que os preguntéis ¿por qué, pues, es? Y este misterio es desvelado en aquellos que adquieren la luz de la sexta estrella, quienes dicen "para nuestra humildad es". Sabeos todos que el Hijo del hombre está con vosotros hasta el fin del tiempo y del espacio y vosotros con Él sobre el tiempo y el espacio, pues tiempo y espacio pasarán y vosotros no pasaréis.

Sabios del género de esta generación: emplead vuestra sapiencia en una sola conquista, en la luz de la sexta estrella que se apaga para deciros: la materia ha pasado pues no es de principio eterno, el espíritu permanece. Buscad y encontraréis el mundo que con los sentidos no veis, aquel que en el sentimiento os es revelado. Sabios de bien, vuestra vanidad no tiene culpa, vuestro interés es justificado pues en la esencia de vuestro anhelo vive la esperanza y se halla la respuesta. La luz de la sexta estrella que por vosotros se apaga para que de ella la toméis os dice: no conquistéis aquello que no os pertenece, tiempo y espacio. Conquistad el principio de salud del conocimiento del alma. Hallad la fórmula de Jesús que explica la razón y el ser de la vida, cuyo nombre es amor. Enseñad esto a todos aquellos que no alcanzan la virtud que Él os dio, la sapiencia de saber qué sabéis y qué ignoráis, que quereis alcanzar cómo erradicar del hombre la maldad, el error. Esforzaos, pues, por el sacrificio de esta luz que se apaga por vosotros en decir, en demostrar a todos y cada uno que el hombre es Dios, que Dios es el hombre, que el Espíritu de éste es el Evangelio Eterno. No busquéis, pues, donde no hay hombres porque allí no está Dios como hombre y a Éste hay que buscar en el hombre". Esto dice la sexta estrella.

Esta es la estrella de David. Esta es la séptima estrella, la estrella matutina, esplendorosa, luz de Luz, paz de Paz, verdad de Verdad, vida de Vida, Dios de Dios.

Esta es la estrella del Reino de Jesús. Eva, María, Miriam, dicen: hijos verdaderos de Dios verdadero, yo os he dado el espíritu que me fue dado en bautismo y la promesa de la salvación. Yo os he dado al Hijo del hombre que cumple la salvación. Yo os doy mi salvación, el Evangelio Eterno, conclusión de género y generación. He amado la vida y la Vida es el principio sin fin en su Amor. He dicho sí a la promesa del bautismo del espíritu. He dicho sí a quien es Señor de redención. He dicho sí a lo eterno. He dicho sí a Dios.

Eva, María y Miriam. Principio, plenitud y amor. Esperanza, gozo y dolor. Causa, acto y fe. Estrella matutina y esplendorosa, luz de Luz, vida de Vida, Dios de Dios. Luchad, sufrid y morid. Gozad, resucitad y creed. Y yo que vivo viviendo en Ti, que soy principio, plenitud y fin digo en tu nombre mi nombre: Miriam para Dios. ¡Oh, Padre celestial, amado mío Jesús, que fijaste con tu autoridad en Eva el bautismo de tu Espíritu, en María de Él tu encarnación y en mí tu ciencia infusa para mi salvación!. Nací de Ti y para Ti. Mi alma contigo y en Ti vivió y el mundo posa su velo y me hace restricción.

Amante de fe, amante de pasión, amante de esperanza, amante de ilusión. Apasionadamente, esperanzadamente, ilusionadamente quiero ver tu mirada en mis ojos mirando los tuyos, Señor.

Quien te tuvo en las entrañas, quien tu alba concibió y yo, Miriam de los tiempos, me gozo con mi amor.

Estrella matutina y esplendorosa, luz de Luz, luz de Dios. A Uriel como primicia me regalas en mi tiempo y él, mi paraninfo, me conduce hasta tu seno. Yo como Eva, bautizada en tu Espíritu. Yo como María, embarazada de Ti. Yo, como tu novia pues Tú me elegiste a mi, Señor, sin yo saberlo, sabiéndolo en Ti, como novia de esta vida de Eterno Evangelio, y digo, sí.

Abrázame y bésame. Ámame eternamente que en teniendo la caricia tengo el sentido y el sentimiento de ser como Eva y María. Y junto a ellas, tres, tu número: Padre, Hijo y Esposo.

Esta, la séptima estrella cuyos nombres son en mí y dicen amándome todos: sí. Miguel, Gabriel, Rafael, Ninfatael, Raismael, Crosel y mi paraninfo Uriel, Y yo a Ti me entrego en cuerpo, alma, espíritu. Tú eres mi eterno placer, joven de juventud, lozanía y virtud, género y generación, humanidad y pasión. Señor, Tú que no me condenaste mas que al gozo de tu Amor. La estrella de David, la séptima estrella soy. La primera matutina, esplendorosa, luz de Luz, luz de Dios. Jesús de Nazaret, hombre de hombre, Dios de Dios, yo te pido que seas para mí mi Señor".

Dice la octava estrella: "He aquí que llega la novia del Señor quien, en el tiempo del fin, con tremendo parto de dolor dio a luz a la promesa del espíritu de la profecía que en ella se cumplió justificadamente como sólo la fe lo hace.

Yo soy el alfa y la omega".

Dice la novena estrella: "Dios de dioses, Dios de amor: abre la puerta de tu luz paterna para llevar junto a Ti al espíritu de la novia que junto a Ti es eterna. Yo soy Uriel, paraninfo y cuidador. Yo, Luz de Luz, para Ti, Señor, te la doy".

Dice la décima estrella: "Yo soy la estrella de la comprensión, de la asunción, de la tolerancia, del amor y del sacrificio, de la paciencia, de la perseverancia, soy la estrella del que quiere alcanzar la dicha amada. Soy la estrella que acompaña y se siente acompañada. Soy la estrella que confía. Soy la estrella del escriba que graba en el corazón sacramentos de injusticias. Soy la estrella que perdona. Soy aquella estrella pues, que enseñando aprende, que aprendiendo enseña. De destellos vacilantes, continuos, más vigorosos. Soy la estrella errante que busca sin cesar la paz. Soy la estrella doliente que otorgo felicidad. Soy la estrella complaciente que doy por amor de amar salud de estar. Soy la estrella que figuro en esta corona sin par y mi número es el número de Leví. Soy la estrella del sacerdocio que es amor de pasión. Soy la estrella ciega y viva que vive por ver de la corona el amor. Soy la estrella que simboliza del Evangelio Eterno su acción. Soy el alma que no engaña. Soy el espíritu que a Dios ama. Yo soy de las huestes de la Salud de Dios. Yo soy, en definitiva, quien os dice con amor: perdonad, perdonad aún a Dios por ser Dios porque yo he perdonado aún a mi incomprensión. Por eso os lego mi estrella que luce centelleante en la corona radiante que luce mi amor. Yo tengo por nombre uno que Dios me dio. Mi nombre es Ángel, mensajero de Evangelio Eterno. Y por esto que es tan poco entre tanto que hay en Dios, mi ápice aporto, mi estrella décima en esta corona por la que lucho hasta la última gota de mi sangre por y para su aceptación. Nadie quite mi estrella de esta corona, esto pido a Dios. Amén".

Dice la undécima estrella: "Aquella que el mundo espera, esa soy yo, la voz del arcángel Miguel. Humanidad entera, creed en la sencillez de este mensaje eterno que por serlo, nuevo siempre es".

Y la última de las estrellas dice así: "Yo soy el primero y el último. Yo soy el Hijo de Dios. Yo soy la corona entera y su poseedor. Yo soy quien me he posado sobre la cerviz que quise Yo, a quien quiero a mi lado como de Mí salió, sin mácula, sin pecado, carente de error. Yo tuve, tengo y tendré a mi hija Eva. Yo tuve, tengo y tendré a mi madre María. Yo tuve, tengo y tendré al espíritu de mi novia eternamente mujer que hace Evangelio Eterno y Miriam es. Éste, pues, el Evangelio Eterno es subeso de amor, mi beso eternamente sobre todo pues Yo soy el que Soy. Amén".

130. La fe.

Y   en el tiempo se cumple esta generación. En ella todos somos.

He aquí la obra de plenitud absoluta que es fe, obra del ser humano. Creíste alma a tu espíritu y éste venció sobre ti y fuiste poseída por él, y contigo son aquellos todos que son en ti y para ti, con Jesús, eternos. Recibe, pues, lo justo. Sobre tu cerviz es puesta el símbolo del triunfo, la corona que lleva las doce estrellas eternas. Y es la gloria el Amor. Y es Él la Justicia, la Salud, el Poder, la Conciencia, el Saber, el Sentimiento, la Luz y el ser de la Verdad, y por ella, que en la salvación del género humano, es la fe. Obra como sacramento sobre tu cerviz esta diadema en el tiempo del fin. Una sola obra ha sido hecha, su nombre es fe. Y el Espíritu de Yahvé dice: "En ti me complazco. El juicio de los hombres es vano. Mi juicio es tu justicia, tu justicia es en la Luz, la Luz es para vida sapiencia de todo tiempo y virtud, y ésta es desde el principio establecida en su acto: el amor. Sobre tu cerviz es puesta pues, la corona, sacramento veraz y fiel. Fidelidad a la fidelidad, al Espíritu de Yahvé y a su nombre Yeshuá".

Quienquiera pues, en el tiempo y en la eternidad vea tu cerviz coronada entre Eva y María, diga en el tiempo del fin: Miriam fue para salvar salvada por la Justicia, por su Poder, en Salud, Tiempo, Conciencia, Luz y Placer. Y las doce estrellas dicen: "He aquí el Libro de la Vida, el Evangelio Eterno y mi ser pues yo os digo, mi acto es fe. Creo Jesús en Ti".

Quienquiera crea en ti desde ahora, Miriam, para obra de Evangelio Eterno es. Cada quien tome su parte.

Ahora, Miriam, hasta el fin, sé.

131. El espíritu de Miriam.

Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Y el Verbo se hizo carne y eternamente habita en ella. Y el placer se hace en toda su potestad vivo de eternidad. Y los hombres fueron todos en su número para Él eternamente en Uno, del primero al último, del último al primero todos son en Él una unidad. La carne se ha hecho verbo de eternidad.

Todo el valor del Espíritu de Vida que es Creador se hace manifiesto a sus criaturas y ellas toman de Él, a saber, la virtud infinita de ser. Y amándole se aman. Y gozándole se gozan. Y sabiéndole se saben unos a otros sin secreto pues la duda que era su mácula ha pasado y el Verbo que se hizo carne, por el cual su carne llegó a ser Verbo, prevalece y hace del número uno una voluntad de valor absoluto. Y en Él se quieren.

Yo que he visto todas estas cosas en el sintiempo os las anuncio a vosotros que vivís el tiempo del fin para que sintiendo la creencia de mi palabra gocéis la dicha del conocimiento que es recibido, a saber, por haber cumplido un valor absoluto de verbo y carne, de carne y verbo, con fe.

Dios de Abraham, Isaac y Jacob, Dios vivo. Tu nombre anuncio y el beso que nos dimos: Yeshúa.

Para vosotros que en la desesperación del alma alzáis el grito del mártir verdadero, aquel que muere sin conocimiento, os lego el privilegio que me ha sido dado, mi beso: creed que sois carne del Verbo eterno y salvos.

Yo soy el espíritu de este Evangelio Eterno, el espíritu de Miriam que estando con vosotros está con Dios eterno de Jacob, Isaac y Abraham, con Jesús y su beso. Hijos, pues, del último día: miraos unos a otros y sabeos que sois lo anunciado desde el principio para el fin, lo eterno.

132. El valor de la exitencia.

Todos debéis conocer el valor de vuestra existencia pues he aquí que os he creado a todos y cada uno de vosotros libres desde mi libertad. Ahora es el Tiempo quien os habla. Ahora es su Conocimiento quien os habla. Ahora es su Sentimiento quien os habla. Porque todos y cada uno de vosotros, nacidos libres, tenéis en justicia el derecho de gritar vuestra queja.

Y así alzan su voz y su palabra ante la Justicia y dicen: "En todo somos perfectos igual al Espíritu, mas he aquí que habiendo tenido en nosotros cumplimiento todo lo deseado por Ti y así somos justos, te pedimos nos digas por qué no tuvimos elección de nacimiento".

Dice la Justicia: He aquí que se os da la potestad de no haber sido.

Ni uno solo acepta la equivalencia.

Hablan Crosel, Raismael y Ninfatael, quienes no tienen descendencia y dicen: Mirad al Hijo del hombre. En Él vosotros tenéis la respuesta. Él es el principio y el fin. Él os ha elevado a la dignidad de su eterno. Vosotros pues, sois desde Él nacidos por vuestra propia voluntad, Desde Él podéis elegir vuestro nacimiento pues desde Él la existencia no es sino para aquellos que son en Él. He ahí al Hijo de Dios que os da la potestad de su bautismo.

Hablan Crosel, Raismael y Ninfatael y dicen: Señor, Hijo del hombre y Dios eterno, para Ti desde siempre el Tiempo, su Conocimiento, su Sentimiento. No seamos, pues, más espíritu de tu esencia y así somos en tu existencia.

Y habiéndose cumplido toda justicia, Crosel, Raismael y Ninfatael ya no son cual individuos.

He aquí pues que habla el Hijo del hombre y dice: "El Evangelio Eterno se ha cumplido y a la voz del Arcángel cada uno de todos los seres que son por voluntad propia nacidos nuevos y eternos, se han constituido de carne, de sangre y espíritu. No carne, ni sangre, ni alma sino de carne y sangre de espíritu. Y así son en el Reino como los espíritus del principio. Y hay hombre y hay mujer y hay libertad de querer. Mas he aquí que todos quieren a un solo ser: el Amor. El placer es infinito, el gozo ilimitado, la armonía, sentido para todos los amados. Cada cual hace su voluntad y el deseo es mantenido, la pasión de espíritu encendida. Todo está permitido. A tal estadio nos lleva Aquel que no tuvo fe pues Él todo lo era, todo lo será, todo lo es. Él, Dios del género y la generación, Jesús de Nazaret, nos convida a compartir su pan, su vino y su pez. Quien quiera venga al festín". Y comimos su pan y bebimos su vino y comimos su pez.

Hijos de Humanidad a quienes va destinado el Evangelio Eterno: lo anunciado se ha cumplido en uno de vuestros miembros. Su nombre es Miriam, quien como vosotros ha recibido la Palabra y el testimonio, y habiendo por la obra de su fe hecho este libro, os hace copartícipes a vosotros quienes siguiendo su ejemplo hacéis en todo momento el sentimiento del espíritu. Pues, en verdad, quien así obra no distingue el presente del pasado o de aquello venidero pues su espíritu es inmaculado pues sabe eternamente que no hay degeneración. Sabe, como ahora vosotros, que hay infinita regeneración. Por esto advierte, alerta y suplica diciéndoos, quien tiene entendimiento entienda:

-   ¿Qué quieres Señor Jesús?

-   Acortar los días.

-   Siempre tu voluntad cumplida.

Y   fueron acortados los días y en el año de su gracia todos los moradores de la Tierra vais a ser su epifanía.

Yo soy Miguel y doy testimonio del espíritu de este Evangelio cuyo nombre es Miriam, diciendo que su legado y su testimonio son verdaderos pues plugue a Dios que haga yo esto y a mí me parece hacerlo.

Este es el cántico del espíritu que vive en el cuerpo y en el alma de este Evangelio Eterno y que son él:

Como vosotros nací, como vosotros viví, como vosotros moriré pero una cosa sé desde que nací y para ello viví y por ello moriré, que todo cuanto hay en mí de un solo Espíritu es. Yo no juzgo, yo no sentencio, yo no ejecuto otra cosa que no sea el sentimiento del espíritu. Probad a vivir así desde el principio al fin y en verdad os digo que viviréis el vivir. Todo y más que alcanzar pudiereis, lo tenéis. Buscadlo en vosotros mismos y lo hallaréis. Yo desde siempre lo he tenido. Os hablo del espíritu. Sí, así es de simple. No tiene el sentimiento compuesto o añadido.

Y   acaba el cántico diciendo:

No hay atalaya más alta que aquella que uno ha sido. Venid y fortificaos los débiles, los oprimidos, los pobres de todo el mundo, ricos en el espíritu. Venid pues todo vuelve a ser como en el principio. Ahora tenéis entendimiento y habéis entendido.

133. La oración al Padre.

Así enseña el espíritu de Miriam que su oración al Padre Celestial es la que todos dicen en el día eterno:

Mi padre que estás en el Cielo,

Santo es tu nombre,

en mí tu Reino,

hecha es tu voluntad.

Mi pan es tu Espíritu,

perdóname como yo perdono,

no me introduzcas en tentación

y presérvame del Maligno. Amén.

Todo hombre y mujer que ore así al Padre y sienta en su oración que suya es por derecho propio, gócese de esta alegría en la Tierra como en el Cielo.

134. Miguel, la Justicia.

A vosotros hermanos del tiempo del fin, yo, Miguel, la Justicia, os digo que por fe, que es la comprensión más sublime del ser, he sido recibido y así como hacéis conmigo haré yo con vosotros.

Cuando la razón es, vive el espíritu. Es la compresión de todo lo establecido, la aceptación de Dios en nosotros mismos. Vuestra razón ha dicho así a la virtud del gozo eterno pues nada ha negado. Y así me hais regalado con justicia mi Justicia pues he aquí que se hace comprender el espíritu, el alma, el cuerpo, en el ser.

135. Yo, el que Soy.

Y es mi felicidad la vuestra. Y esta es la felicidad: comprender y sentirse comprendido. Y este es el perdón de los pecados pues no existe otro pecado que la falta de asunción. Y cuando más grande es la aceptación es cuando se ama lo más miserable. Pon allí donde no haya y habrá. Y Dios puso amor en su creación y la hubo. Y en verdad en verdad os digo a todos los que creéis que cuanto más os acerquéis al Creador menos le comprenderéis pues por Él seréis comprendidos en la medida de vuestra voluntad, y la voluntad vuestra es mi felicidad. Así, pues, quien no se vuelva como un niño, que es ejemplo de principio, no tomará posesión del Reino porque un niño sólo es feliz cuando es comprendido. Mas he aquí que Yo, el que soy, me gozo en vosotros cuando me comprendéis.

136. Te pedimos tu Juicio.

Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre. Plenitud del ser. Luz y Vida. Dios uno y solo verdadero, oye pues la voz de tus hijos. Cada uno te llamamos por tu nombre y pedimos de Ti tu juicio pues he aquí que cada uno nos hemos juzgado y no nos hallamos dignos de tu Espíritu. Tú nos haces tu juicio, que como Tú es verdadero y a cada uno nos das tu sentimiento primero, tu sentimiento postrero, tu único sentimiento y tu misterio. Ya no es en nosotros la angustia de la duda. He aquí pues, que no existe el ser preso que pregunta: ¿eres tú o debemos esperar a otro? Porque nadie puede ser sino Tú más digno de ser el último y el primero, el espíritu y la materia, el alma del mundo en un cuerpo.

Ha pasado, pues, el tiempo. Escucha Jesús la voz de tus hijos. Palabras como tu Palabra, acto continuo, son vida. Todo es un sentido de amor verdadero. Siente cada uno la existencia de su cuerpo y en él, el sentimiento de un éxtasis eterno. Porque todo ha sido para uno y cada uno de tus hijos por Ti hecho. Y en el cuerpo que de Ti han tomado eternidad, viven la felicidad de este hecho. Y el alma de uno y cada uno de tus hijos no duda de su espíritu. Y es verdadero. Escucha Jesús la voz de tus hijos.

Allí se oyó la voz de Jesús que dijo: "Venid al gozo que ha sido preparado desde el Padre para vosotros. Venid todos y cada uno, solos y unidos, pues el Padre escucha la voz de su Hijo. He nacido de lo Eterno y soy el Etemo. Solo hay una obra para perdición, aquella que nadie, ni aún el Hijo, contuvo. Ha pasado el tiempo. Él no es eterno. Vosotros nacisteis en él pero el Amor Eterno os rescató para que seáis en Mí como Yo en Él, vencedores y eternos".

137. El Cielo y la Tierra han pasado…

El Cielo y la Tierra han pasado mas mi Palabra permanece en todos vosotros y vuestra generación toda entera me ha sido testigo de que Yo soy el que soy.

En el Hijo del hombre fue cumplido el género y la generación. Entended, pues, ¡oh iglesia mía!, mi palabra porque Yo he dicho: "Y no pasará esta generación sin que todo lo dicho por el Hijo del hombre se haya cumplido". Y así como la serpiente fue levantada por Moisés en el desierto en el tiempo del principio, y luego que el Hijo del hombre diera cumplimiento y plenitud a todo lo que está escrito, así fue levantado y os atrae en congregación ante Él para que todos vengáis a ser en Mí género y generación heredera de mi Palabra que es eterna. Por tanto os declaro: todo está cumplido, ni uno solo se ha extraviado de aquellos que han sido.

Ahora, ¡oh iglesia!, ya sabéis este misterio. A todos aquellos que lean el Evangelio Eterno en el tiempo del fin se les da la gracia de este conocimiento como primicia de lo que son conmigo en la iglesia mía del sintiempo. Alegraos pues, ya que conocéis el valor de la resurrección. Es ella que todos los hijos del tiempo del fin tienen el conocimiento de lo que fue en el tiempo de la plenitud.

El Cielo y la Tierra han pasado pero vosotros no pasáis porque en Mí hais perseverado y por Mí sois salvos. Ahora pues, alegraos pues ya conocéis el valor del tiempo que va desde mi Encarnación a vuestra eternidad, pues para mi eternidad todos hais sido creados, encarnados, muertos y resucitados. Alegraos pues tenéis en lo

temporal esta Buena Nueva eterna que es, que era y que viene. Amén.

138. Doy gracia de alabanza…

Doy gracia de alabanza al Hijo del hombre el cual me ha hecho posible. La Luz, el Poder, la Justicia y su Salud llegaron a mi encuentro y hallándose me hicieron conocer de la eternidad que soy. Y con la Luz pude ver que la vida tiene el sentido de su ser pues nada permanece oculto para mí. El Poder me enseñó el acto de su ser que es hacer la voluntad de Dios. Éste es el único poder. La Justicia me desveló su existencia y es que ella es sólo potencia para quienes somos en ella y acto puro cuando en nosotros es ella, pues somos amor. Y su Salud me enseñó de la vida su esencia que es el sentimiento conocedor de todas las virtudes que alberga la comprensión, pues no hay en la Salud nada impuro.

Yo, como todos vosotros, he sufrido en mi ser todo aquello que está siendo y sólo fue y éste es el sufrimiento que da valor a mi existencia y a la vuestra. Él es la confirmación de nuestra espiritualidad. No es él vano. De él y por él sabemos nuestra eternidad. Es éste nuestro vencimiento y nuestra conciencia. Habiendo sufrido, sabemos que ya no hay lugar para el dolor en el mundo alcanzado desde el principio. Por esto os digo que alejéis de vosotros toda oscuridad, toda impotencia, toda injusticia y su enfermedad. Sabéis cómo hacerlo, como yo. Y es así: viviendo todos los actos del espíritu que se hacen manifiestos para gozo del semejante. Porque sabéis que quienquiera cause un motivo que produzca infelicidad en su semejante, vive sujeto y es reo de su propia incomprensión. El sacrificio es, pues, la mayor ofensa al Espíritu de Dios.

Ahora sabeos esto: que cuanto sufrí fue sin quererlo, como vosotros. ¡Basta! El Evangelio Eterno es un instante en el cual no hay sufrimiento. Doy gracia de alabanza, pues , a este Jesús que dice con Luz, Poder, Justicia y Salud el último sacrificio.

Sé, pues, que esto es verdad pues a mí llegaron Uriel, Gabriel, Miguel y Rafael y me dijeron: ¿Crees en mi palabra? Y creyendo alcancé todo cuanto hay escrito en este libro.

139. Me hallaba yo…

Me hallaba yo en aquel tiempo, luego que hube acabado la obra que es el espíritu de este libro, en la espera de mi satisfacción y se hizo manifiesto. Alcé mis ojos y vi al Señor Jesús el cual me ofrecía la paz y la gloria por mi fe. Yo le dije:

-  Viniendo de Ti todo es verdadero, mas he aquí Señor, que si Tú quieres hágase esto que me ofreces en aquellos que son, por Ti, de nuestra naturaleza.

El dijo:

-   Quiero.

Entonces se mostró a todos los moradores de la Tierra y se hizo en ellos la paz pues viéndole alcanzaron su gloria. Y es que todos tenían en ellos un espíritu de eternidad. Y en ese instante me llené de gozo pues toda mi vida había sido, era y estaba para ser acto de espíritu. Descansé pues, de mi obra, aquella que había sido hecha por mí, para mí, en todos.

Esto me ocurrió en aquel tiempo cuando os ocurra a vosotros. Entonces conoceré vuestros nombres y entonces es mi bautismo. Esto os lo digo en el día de mi gozo. Este día lo he tenido siendo carne, sangre, de espíritu.

140. Los 77 preceptos de vida.

De un tiempo pasé a otro tiempo. El límite se hizo menos y del mundo de los sentidos pasé al mundo del sentido. En mi alma la memoria de un recuerdo de espíritu. Y vi a Gabriel y en sus manos un libro. Abrió el libro y en él estaba escrito todo lo que ha sido. Y me dijo: "Ve y anuncia lo que dice Aquel que ha vencido y es que por su gracia todos tienen el poder". Y así lo hice. Y a todos y cada uno os digo que quien quiera creer que Yeshúa es el único de Dios Hijo, será como Él único hijo de Dios. Y ahora que hacéis que mi anuncio se cumpla, vivid el gozo de su cumplimiento. Y es éste cumpliendo los setenta y siete preceptos de vida que son desde el principio del espíritu. Todos estaréis plenos de su beneficio.

Precepto 1º - Siendo yo como el Espíritu de Dios y de Él nacido, sé que nazco de alguien no nacido, que vivo en mí conocido, que soy eternamente vivo y siendo nacido para eternamente ser, mi obrar es hacer y no quitar. Todo cuanto hay se me hace justo por su existencia. A nada diré: deja de ser. Todo lo haré para mí un motivo de principio bueno y viviré.

Precepto 2°.- En mí está todo el conocimiento de la existencia y toda ella es, como yo, hija de un singular principio. Se hace su valor en mí cuando ejerzo sobre ella mi sentido. Él es el amor, principio inconocido y conocimiento del principio, razón primera de la Creación. Y así todas las cosas en mí las hago eternas porque amándolas las hago amables y siendo amables se hacen buenas y entre sí todas se aceptan, y para mí viven y yo vivo para ellas.

Precepto 3º.- Siendo todos como uno y para Uno siendo todos. Y las cosas todas una y para Uno todas las cosas. Siendo eterno lo singular y el conjunto siendo uno. Siendo igual el más, su referencia es uno. Conociendo yo en mí todo cuanto hay más Uno, sé que en un solo sitio basta para vivir porque todo en este sitio está y en él todo se da. La forma es hecha representación de la existencia. Nombre, número, género y generación lo plural se ha hecho Uno y el Amor manifiesto.

Precepto 4°.- He aquí, pues, que todo cuanto es el Universo y cuanto en él hay en un sólo ápice es hecho y por él estoy viviendo. No cortaré el árbol. No cortaré el vuelo del pájaro. No secaré el arroyo. No heriré al viento. Porque todo cuanto hay soy yo y me estoy queriendo. No me negaré en nada porque en todo estoy viviendo.

Precepto 5°.- Nada, pues, se me hace extraño porque todo es para mí. Yo que soy más que todo dejaré de ser extraño para que sea todo en mí. Y a cuantas cosas distintas entre ellas se divorcian por falta de mi conciencia, pondré tiempo y de su esencia un espacio y una paciencia para que todo converja en su singular existencia. Y todo sea para siempre un sempiterno valor en el que yo vivo sin dolor.

Precepto 6°.- Dolida es el alma porque su vivir es fingido. No vive el alma como el espíritu, sin misterio concebido. El alma vive la duda. La razón es el dolor, tiene pregunta. Y el espíritu es su valor. Es el alma el sentimiento, la vida de plenitud, la que siente el sufrimiento del miedo ante la infinitud. Todo es para ella nada. Nada es para ella todo y su soledad. El alma, que sólo es viva cuando puede dialogar. Por el alma estoy viviendo para su eternidad.

Precepto 7º.- De la duda nace el miedo a dejar de ser y a seguir siendo. Y el alma, que esta duda va viviendo, quiérese hacer más que una. Y la compañía va existiendo en otro alma. Juntas se van queriendo por su misma necesidad. Juntas se van procreando para no dejar de ser jamás porque se saben unidas al insondable misterio que es su espíritu.

Y  yo, en ellas y por ellas y su descendencia, voy viviendo.

Precepto 8º.- Y el alma quiere vivir y tiene voluntad de vida. Y su vida sólo vive en otra vida semejante. Y anda buscando esta semejanza para encontrar su semblanza. Y su ansia devora el tiempo mientras no se halla. Y va viéndose y conociéndose en otras semejanzas, en otras almas que le muestran su semblanza, una un poco, otro poco otra.

Y   va conociéndose pero no le basta. Y esto le arrastra a su principio, a su pregunta: ¿dónde estoy en alma, en vida? Y ve su tiempo y su circunstancia y su falta. Y en su camino siempre halla a su semejante alma. Y en la unión de esta esperanza alcanza su plenitud. Ya no es sola, ya es en otro alma. Y juntas gustan la vida y dicen: somos, como en espíritu, una sola alma.

Precepto 9º.- Y todos los individuos tienen su semejanza. Nadie se halla perdido para siempre pues no es nada. Y aún cuando en su razón cree ser solo y uno, hállase con Aquel que sólo y uno es y para él su destino, para vivir en su sustancia.

Precepto 10°.- Conciencia de los individuos que forman el ser colectivo. Razón ilusionada de encontrar su amigo. Lucha y su justificación está en el gusto por la vida, cuando nace el sacrificio merecido. Pues quienes son en el ser colectivo guerrean por una consecución: hallarse cada uno a sí mismo plenamente en otro para su aceptación.

Y    en la conciencia del ser, cada uno en su igual, se alcanza el gozo total cuando se niega por su destino. Guerra y colectividad hacen su división cuando el individuo alcanza la conciencia de amado y en su comprensión su lucha ha terminado.

Buscad en cada uno a quien es, sin necesidad, solo y uno. Desde Él encontraréis, sin medio, a quien es para vosotros vuestro destino.

Precepto 11°.- Ya estáis unidos cada uno a quien es compañía de semejanza ideal y vivís la alegría de la eternidad. Este es el sentimiento que en produciéndose entrambos hacen el testimonio de que lo querido se ha alcanzado. Y así es la felicidad que sólo vive en la unión de haber hallado lo que se busca, de amar siendo amado. Y así se empieza a obrar la vida y se alcanza la virtud.

Precepto 12°.- La virtud obra su poder cuando ella es amor. Y siendo todo bueno por esta virtud del ser, hace las obras igual que su semejante el Espíritu de Yahvé. Y da la vida. Y quita la muerte. Y dice a lo degenerado: no eres. Porque en él no hay malicia. Posee cuanto quiere y su querer es dar de su amor la vida. Y este conocimiento para que todos alcancen su virtud.

Precepto 13°.- Virtud que desde el amor hace justicia y la justicia en su grado inferior para que tenga valor de obra es del espíritu su economía. Y hacen todo el equilibrio de una singular razón: allá donde no hay amor, pone amor. Y nace amor. Y a quien tiene, su virtud le da. Y a quien no tiene, por su virtud le quita. Y es justicia en su máximo grado cuando no tiene quien le dé ni quien le quite perfección.

Precepto 14º- Perfección. Todos los hijos de Dios tienen su perfección en la aceptación de su Padre celestial. Es un hecho de voluntad saber en uno mismo toda su eternidad. Ello es conseguido por el individuo por valor de fe. El niño es perfecto porque su eterna niñez es fe. Y así, cuando se deja de ser niño se deja de conocer la eternidad, de sentir su verdad. Y en esto conoce el hombre que tiene espíritu. Y todo su existir en el tiempo es para vida porque quiere conseguir su credulidad, su punto de partida, aquel que conocía su infinidad. La perfección se da en el tiempo y fuera de él. En el tiempo, quien sabe que es como nada. En el sintiempo, quien sabe que como todo es. La perfección es del espíritu y en el individuo un sin porvenir: quien todo lo ha alcanzado porque nada busca más allá del vivir.

Precepto 15º - Vivir, sentimiento del individuo, aquel que empieza a sentir que sale de Aquel que es solo y uno para uno solo ser. Necesidad es vivir. Y allí en la concepción de uno mismo se hace la necesidad de ser concebido. Concebido se es en la idea y ésta engendra la forma, y en formándose se hace su semejanza que determina su valor de ser. Y según su capacidad se obra en su justicia. Y quien es para diez, hasta diez. Y quien es para treinta, hasta treinta. Y quien es para cien, hasta cien. Siendo, pues, sólo uno y teniendo en todo vida y facultad, se hace por esta facultad de vida el vivir, ya sea para diez, para treinta o para cien. Y esta es la inteligencia: vivir según la facultad que cada uno posee al alcanzar en su grado pleno la capacidad que le da su forma a su idea. Y es así como ha de ser en todo hombre y mujer que nace para vivir.

Se goza cuando se nace porque se siente la vida. Y en el primer alimento porque se quita la angustia. Se vive agradecido de unas manos que acarician, de unos labios que nos besan. Allí la primera sonrisa. Se goza el ruido y del aliento de quien nos cuida la primera brisa porque se está viviendo el instante de la compañía. Y la primera conciencia que es el nombre de aquella primera cosa que nos hace sabedores de la existencia no propia. Y vivimos y vivimos constantemente una experiencia nueva. Ahora aquí andamos con paso vacilante e inseguro gozando de la mano atenta que nos ayuda. Y sabemos que siempre hay algo que nos empuja y es la vida. Y andamos conociendo el sabor de cada cosa y en su diferencia se hace nuestro placer, pues conocemos nuestro querer por la sensación que nos producen las cosas. Ya sabemos que todas ellas son por y para nosotros. Aquí nuestra historia. Y nos damos cuenta en ella de que hay tiempo y que éste es y vive en la memoria y nos gozamos con ella porque ella es nuestra cosa. Y aquí se alcanza el recuerdo de nuestro principio vivo y decimos: de Aquel que es solo y uno tengo en mí una soledad pues miro mi vida y en ella mi obrar y digo que todo cuanto no fue gozar como de aquella caricia, de aquel beso, de aquella mano, de aquella cosa primera que a cada instante se da, he de anularlo de mi memoria pues en mi historia no hay lugar para la infelicidad. Yo salí de la Vida vivo y para vivir. Cuantas cosas, pues, me hicieron sentir la ausencia de este sentimiento primero, pasan de mí. Aquí la plenitud del hombre y la mujer quienes gozan cada instante de la vida de su ser. Y si son para diez, al ser dan diez. Si para treinta, treinta. Si cien, para cien. Nadie pues, que está en esta conciencia puede obrar la adversidad. Vivir más allá de toda necesidad pues la vida vive sin necesidad de ser otra cosa.

Precepto 16°.- Cosa fuera de la vida sólo es en la voluntad de la perfección de la justicia pues en ella se da hasta el dejar de ser. Y no ser, en todo individuo obrar la mentira, es negar la vida de quien es el Espíritu solo y uno Hijo de Dios.

Precepto 17º - Hijo de Dios es todo aquel que no le niega diciendo: yo soy por Él.

Precepto 18º.- Por Él digo: amaos los unos a los otros como es el Amor en sus virtudes.

En su Poder, libremente. En su Justicia, cada cual su concepción de la libertad. En su Salud, sin temor. En su Luz, con eternidad. En el Tiempo, sin dolor. En su Conciencia, sabiamente. En su Saber, vivos. Ame, pues el padre al hijo, el hijo al hermano, el hermano a la madre, la madre a la hija, la hija al esposo, el esposo a la esposa, la esposa a Dios. Ame la Humanidad a la Humanidad. Ame el Amor por amar.

Precepto 19°.- Por amar vivo queriendo en mi existir la verdad. Verdad que me aparte del tormento de no querer amar. Por amar a todos los elementos les presto mis sentidos para que ellos sean en mí un hecho amado. Por amar pongo en mi alma todo lo que en mi espíritu hay creado para que tenga contento de saberse enamorado. Por amar pongo mi espíritu en un amor aceptado para que sienta la vida que mi amar es amado. Así ya amo a todos para que amen.

Precepto 20°.- Para que amen el Amor se obra su virtud en vida en aquellos que son y hacen esto. En todo ponen el cuerpo de su alma y su espíritu. Y dicen: sí, quiero ser como Tú Evangelio Eterno.

Precepto 21º- Yo soy el Evangelio Eterno, espíritu sin negación que vive en todo ser sin tiempo, sin lugar, sin espacio y siendo. Que no conozco el mal ni la adversidad me alcanza. Que soy, sin esa nada, todo. Todo para que en vosotros la adversidad del mal no sea nada. Yo soy el Evangelio Eterno, morada infinita de vuestro ser donde halláis vuestro placer, donde vuestro deseo es hecho. Yo soy el Evangelio Eterno, ausencia del misterio.

Precepto 22°.- Misterio nunca alcanzado por propio deseo de quienes son todos y uno en el Evangelio Eterno.

Precepto 23°.- Evangelio Eterno, ser sin fin de la forma semejante al misterio. Razón en el Padre, acto en el Hijo y su Espíritu. Constante en la idea de su verdad, esta es la existencia de la realidad. Seres de la Humanidad con historia, son todos y cada uno de vuestros sentidos un motivo de vuestro ser y todos y cada uno de vosotros un sentido tenéis y con él una extensión. Y en ella una respuesta que os dice: en la constancia de tu ser estoy y me sientes y tú mismo quieres ser como yo. La historia, en ti viva memoria, en Mí luz presente, tu gloria, nacimiento constante en la extensión que soy.

A ti, ser de vida que naces en Mi constantemente para que seas eterno, te muestro el saber de tu valor: diferencia infinita de la común semejanza siendo igual en la esperanza la sientes con distinción. Distinguir los elementos que son la impotencia de tu unidad y en ellos distinguir tu compañía y tu soledad. Y en tu compañía, nombre y número para cada cual. Y en tu soledad, nombre y número para cada cual. Y tú en la eternidad con tu nombre, con tu número, en la extensión de tu esperanza en el acto de tu realidad, en la luz y en el poder que deja sin ser a la impotencia. Y vives del ser la eternidad. La grandeza y la pequeñez son para ti un olvido. No hay razón, no hay motivo. Tu ser de valor es la extensión infinita de tu nombre, de tu número. Tú y la historia sois uno. Seres de valor que en la razón vivís preguntando. Seres de valor que en la extensión sois del amor respondiendo. Hombres y mujeres, mujeres y hombres: vuestro valor es manifiesto en la igualdad del amor.

Precepto 24º.- Nula es la diferencia entre el tiempo y el espacio. No hay desigualdad entre el niño y el anciano. Nada hay más semejante que el hombre y la mujer. Nada más común existe que el dolor y el placer. Nada puede dividirse cuando el amor en ello es. Es pues el Evangelio Eterno una unión de unión y una que nace, para ser naciendo, una sola virtud en una virtud viviendo, de amor queriendo. No hay, pues, adversidad que divida y no dividiendo, la unidad permanece.

Precepto 25º - Permanece en ti el espíritu que del Eterno nació. Siendo espíritu eterno esta buena nueva en sí llegó a tu alma creada, a tu cuerpo de tiempo para que en tu espacio circundante y pasajero habitara con la compañía que produce el gozo cuando se sabe que se es espíritu eterno en el tiempo, en el espacio, que circunda al alma, al cuerpo de la carne, de la sangre, en lo finito.

Precepto 26°.- Finito es tu conocimiento. Finito tu dolor y tu placer. Finito tu contento y finito tu miedo. Finita es tu muerte y tu falta de fe. Todo es finito en quien no quiere creer que existo, que soy vivo y en cada uno su Evangelio Eterno.

Precepto 27°.- Os llega mi palabra y es nueva para vosotros pues en vuestro conocimiento no hay historia de ella. Ahora la conocéis y en vosotros se hace infinito su principio. Todo cuanto hicisteis sin mi, muere. Todo cuanto hicisteis para resucitar en mi y aquello que no era porque en vosotros fue sin mí, por mí es para vosotros eternamente así. Y es buena esta nueva que conmigo os llega. Con ella todos conocéis que vuestro ser fue siempre, siempre será y es. Tiempo de principio, tiempo de fin, y cuando soy en vuestro conocimiento, tiempo de plenitud. Y allí decís: esto es cuanto hicimos y no teníamos saber. Era antes de ti y en ti en nosotros ahora es. Nuestra la resurrección y la vida por tu nueva. Nuestro orden pasó y en ti quedó nuestra era. Hicimos nuestra ley y ella fue nuestro concierto: supervivencia. Esto era justicia y valor. Cada uno principio único, cada uno su propio dios. Régimen del yoísmo y el resto motivo de justificación. No había más pues los sentidos y el sentido de la razón vivían en el imperio del miedo, de la negación. Pero en todo existía un acto de devoción: el disgusto producido por la sinrazón, sinrazón que amargaba todo hecho en la existencia de la razón del yoísmo, de su insuficiencia. Ahora tu nueva es buena y anula la sinrazón pues la razón no es yoista sino conocimiento de tu eterno que en nosotros es principio sin fin: amor.

Y así, género y generación en Ti se complacen. Quienes no oyeron ni de Ti supieron ni tu Palabra ni tu nombre, en este tu Evangelio Eterno se cumplieron para su salvación.

Precepto 28º- Para la salvación única es la cosa necesaria: saberse a sí mismo acompañado por Aquel único que a sí mismo se sabe necesario.

Precepto 29º- Necesario es para vosotros hacer de vuestro espíritu un acto, un Evangelio Eterno en cada sentido y en cada sensación, en todo sentimiento y en toda dedicación. Es necesario para vosotros hacer lo que hace Dios.

El principio en vosotros es apartar el error de todos vuestros hechos, de toda vuestra acción. El error nace del principio de imponer al semejante por poder de fuerza una obligación. El error es esta mentira de creerse Dios.

Precepto 30°.- Dios es uno y solo, y en Jesús, nombre, hombre, virtud por amor. Dios sois todos y cada uno de vosotros que quiera ser obrando como este Jesús.

Precepto 31°.- Jesús que es Dios hecho hombre y en el cual todo individuo de natural semejanza halla la virtud de su Poder, de su Luz, de su Justicia y de su Salud, de su Tiempo y su Conocimiento, de su Gozo, pues en su eternidad se sabe y se es. Y hay uno y hay dos para siempre jamás amén.

Precepto 32°.- La verdad en cada individuo es el acto de su Padre Celestial hecho desde la libre voluntad para que se obren todas las virtudes en el semejante y en la semejanza que son el resto de las cosas que no tienen mayor verdad que aquella que reciben de la criatura. Y cada uno es de la esencia del Creador una única cosa irrepetible en la existencia y comunitaria en su principio de vida. Y en la comunidad de este principio, el hallazgo de todos los sentimientos que le hacen sentir la diferencia y la igualdad con su semejante. Y la semejanza que son todas las cosas que no tienen más verdad de sentimiento que aquellos que le da desde su potestad el acto de voluntad libre de la criatura que vive en sí misma y es verdad por su valor de principio eterno. Y el resto por su conocimiento, un valor de existencia que recibe de ella el ser. Así pues, cada individuo conoce y sabe que vive de uno y para todo y en todos vive cuando obra las virtudes esenciales que en él son. Receptor de nombre y dador de nombre, todos conocen el Amor pues ni uno solo nació desde el principio.

Precepto 33°.- Principio de amor del cual todo sale para favor del individuo. Y todo lo que es de igual naturaleza se goza del misterio y en él se esperanza. Y espera la carne y la sangre ser siempre en la hermosura de la Salud, del Poder, de ver con Luz la Justicia, de que en ella el Tiempo no es más que el Conocimiento pleno del espíritu que la vivifica eternamente cual palabra buena y nueva que da forma a la idea y acto a toda voluntad de ser principio de amor naciente. Amén.

Precepto 34°.- Amén es para todos y cada uno el cuerpo de Jesús, Cristo del Dios vivo, que hace de estos preceptos de vida eterna la eterna vida constante y el poder de cada uno de los que somos uno se obre con solo decir sí, Tú eres el amén, el hecho vivo de la vida del placer para el placer, allí donde es negado a cada individuo el desconocimiento de su semejante y de la semejanza que todas las cosas son, pues en el amén está el Hijo.

Precepto 35° - Está el Hijo en los ojos del que ve, en los oídos del que escucha, en el tacto de quien toca, en el gusto de quien gusta, en todos y cada uno de los sentidos que sienten vivos. Está el Hijo en todo hombre y mujer, espíritu de principio postrero que dice ser inmutable en su amor verdadero. Está el Hijo allí donde no hay dolor, donde no hay tristeza ni pena, ni angustia ni desazón, ni descontento ni olvido, ni hambre ni sed, ni impotencia, ni odio, ni rencor, ni avaricia, ni deuda, ni mentira. Está el Hijo cuando la plenitud se muestra en nosotros como Yo.

Precepto 36°.- Como Yo soy es cualquiera en la esperanza de ser, deseo de ser esperanza eterna sin conocer, esperanza de ser solo conocido por la Creación entera diciendo: como yo soy comprendido la felicidad en mí es entera. No hay mayor felicidad que amar y sentirse amado por la sola realidad de ser en verdad como Él que es Yo y Yo en Él, con esperanza y sin espera.

Precepto 37°.- Sin espera solo es Dios. Quienes su esperanza vivimos, el gozo que compartimos -nombres del principio para razón postrera de Miguel hasta Miriam- es la verdad el individuo siendo con esperanza de ser amados por aquel que nada espera.

Precepto 38º - Para el hombre y la mujer que quieren ser un mismo ser: en el alma concebirse, en el cuerpo y la sangre gestarse, en el espíritu vivirse, en Dios separarse. Para el hombre y la mujer que son un único ser: en el espíritu concebirse, en el alma gestarse, en el cuerpo de carne y sangre unirse porque siendo el hombre y la mujer, Dios son.

Precepto 39º - Orden universal que es en la ley de su principio naturaleza contenta, luz. Todo humano ser, hombre y mujer, son continentes de este principio del orden universal y así, más que éste. Éste es tiempo pues principio tiene y fin tiene. El humano ser, hombre y mujer, son para el principio eterno pues contienen el infinito y dicen: pasarás por mí y para mí, estarás en mí y para mí, serás en mí y para mí, por esto yo te conozco y habiendo nacido en ti, para mí fuiste nacido. Soy infinito en vida y dominante de tu finitud. Mi dominio es este: tu luz en mí permanece porque mi luz vive en ti y para ti y para siempre.

Precepto 40º - Y para siempre serán el hombre y la mujer uno y solo, como María y Jesús. Y en ellos el orden universal y su principio de luz por los siglos de los siglos. Pues no vio el principio del orden universal su fin sino su infinitud en María por Jesús.

Precepto 41º.- Por el Hijo del hombre las cosas son verdad y para los hombres eternidad. Este será mi vivir en mi materia de tiempo y fin: llevaré sobre mí el sobrante de mis hermanos, todo aquello que es en ellos un hecho de sinrazón, la que produce toda infelicidad. Llevaré la ceguera del ciego, del sordo su sordera, del insípido su insabor, del tullido su insensibilidad, de todo aquel que no sabe su falta de caridad para que quede en ellos solo aquello que soy: Poder, Justicia, Salud, Luz, Vida, Conocimiento, Razón, Verdad y conmigo hagan mi obrar y para ellos mi acto pues de ellos yo llevo su extracto, sobrante de necesidad. Hijos, así obrad.

Precepto 42º.- Veis de vuestra abundancia un carisma de vida. Daos de vuestra parte plenificando unos en los otros en la semejanza al semejante. Dé vista el vidente al ciego, el oyente oídos al sordo, el sabroso sabor el insípido, el artesano un motivo de recreo a quien le faltan las manos, vacíese el harto en el hambriento para compartir su hambre, y el sabio dé de su ignorancia el conocimiento a quien cree saberlo todo, sin saberlo nadie. Y el que haga ley, no la administre más allá de sí mismo y aún en sí mismo, a sí mismo resístase. El que imparte orden, guárdese del orden impartido y el que vea más allá de todo lo conocido, sépase conocedor del amor del mundo. Apréndase a distinguir de la distinción un punto y en su sucesión a compartir la no repetición de uno solo. Sepa cada uno quien es en el infinito ser: geométricamente, cada uno un ente, en su conjunto, armonía; en su individualidad, distinto. Cada pues es un pero, cada duda un asomo, cada asomo una pregunta, cada pregunta un anhelo, cada anhelo una esperanza, cada esperanza un motivo, cada motivo uno solo en el acto compartido de ser cada uno un ente geométricamente, en el espacio infinito un punto, en el conjunto armonía, en la individualidad distinto, pues semejante a la unidad indivisible y perfecta cada uno manifiesta su carencia. Sabeos, pues, como debéis de ser. Así, desde este conocimiento plenificaos unos a otros vuestra falta geométricamente pues cual entes sois uno más en conjunto, perdidos en el infinito, conjuntamente hallados para el Uno, sed como éste y en Él un solo punto.

Precepto 43°.- Tiempo corto de concepto para quienes os sabéis muriendo. Sin tiempo para aquellos que vivís reconociendo la ausencia de la soledad. Amaos queriéndoos y tendréis en la igualdad lo que os estoy ofreciendo para el tiempo corto de este concepto vuestro de creeros en soledad. No estáis en la razón y en la verdad cuando desesperáis mi venida. El tiempo es llegado, el mío es vuestra eternidad y esta es la palabra buena y nueva para que esperéis gozando mi llegada y no viváis desesperando en la espera.

Precepto 44°.- Como Juan en el desierto del espíritu esperaba su venida y su llegada y de Él ser manifiesto, así debéis reconoceros todos en cada uno un hijo del Dios perfecto.

Precepto 45°.- Como María a Gabriel escuchó diciendo sí aceptando su palabra, como Gabriel a María habló diciendo sí, este es quien se esperaba. Vosotros debéis conoceros como María a Gabriel, como Gabriel a María, como el Verbo a la carne, como la carne al Verbo por esta palabra.

Precepto 46°.- Por esta palabra nueva y eterna que os llega en el tiempo del fin, por medio de fe absoluta, para que sepáis recibir cada uno a cada cual creyendo en el vivir. Como aquellos que os la legan.

Precepto 47°.- Legan la palabra del Evangelio Eterno para vuestro conocimiento y ella viene de Jesús: el primero, su espíritu y en su seguimiento Gabriel que os narra su historia que en Jesús se hace. Miguel que os narra su historia que en Jesús se cumple. Rafael que os narra su historia que por vosotros en Jesús se manifiesta. Uriel que os narra su historia y en Jesús se eterniza. Y de la carne y la sangre, por amor, fe y voluntad os legan el Evangelio Eterno a la humanidad: el espíritu de Miriam.

Precepto 48º - A ti que no crees nada más allá de tu contexto. A ti que crees del mundo que él es sucesión de momentos. A ti que por no creer eres incapaz de obrar te digo para vivir: ama, ama, ama la verdad.

Precepto 49º- A ti que crees en todo, pleno de credulidad. A ti que no haces distingo entre la luz y la oscuridad, porque a fuerza de querer creer, crees hasta en la nada, a ti te digo: para obrar es necesario amar, amar, amar.

Precepto 50°.- A ti que vas por la vida viviendo de su camino la luz, la sombra y la penumbra y dices: todo es humano, todo es mío porque yo soy humano y yo el camino, a ti te digo: para ser humano, para ser camino hay que saber creer que Dios es divino, humano, camino y en ti se hace y por Él el valor de tu ser: saber el distingo.

Precepto 51°.- Distingo entre vosotros humanidad, la dualidad desde el principio, el motivo del sentido, la razón del sentimiento de vuestro ser. Distingo vuestro amor y vuestro odio, vuestro dolor y vuestro placer, vuestras ganas de ser, vuestro ser sin ganas, vuestra noche, vuestro amanecer, vuestra duda razón de vuestro acontecer y os digo para vivir: tomadme como os tomo, con mi sello, mi signo, que son mi pan de paz, mi vino de alegría, mi pez de eternidad.

Precepto 52°.- De los hombres de la tierra, de paciencia y placer, de conciencia inigualable fue José de Nazaret. Luz de luz, bondad de bondad, quien mira fijamente con rubor de claridad. Quien hace de sus brazos un nido de amor y paz para todo hijo que lo sea como él padre de verdad. Quien ama la carne porque no es suya. Quien ama la sangre porque suya no es. Quien ama la vida porque es recibida. Quien la da sin interés. De los hombres de la Tierra, de paciencia y razón, es José de Nazaret el padre de los hijos que son en Dios-

Miraos Humanidad, reflejaos en su imagen y quien al mirar la claridad de este ser se ruborice, su rubor le salvará pues se sentirá libre. Haced pues, callando pues el hombre lo hizo a sí mismo preguntando.

Precepto 53°.- Preguntándole al mañana pasa la vida del hoy quien no alcanza su principio de saberse en el Creador. Para que viváis os digo: no preguntéis a la nada que es el después, lo que llamáis mañana. Ni respondáis al pasado, a quien llamáis ayer pues este no cambia. Decíos en vuestro instante que recuerdo presente es: yo soy amado y amante del placer del ser en mi ser que es colmar cada instante de mi semblanza, cada uno, cada cual de mis semejantes que amándome se aman.

Precepto 54º- Conste en todo conocimiento de los seres que son que el Evangelio Eterno hecho acto para el tiempo del fin y para gozo vuestro, lo hace un hombre y un espíritu y en el espíritu de un hombre para que sea vuestro. Un espíritu que viene del sintiempo, del conocimiento del tiempo, del tiempo para que sea el Evangelio vuestro.

Precepto 55°.- Aquellos que oís la palabra y a vuestra razón hace adversidad, os digo para que viváis: escuchadla una vez más.

Precepto 56°.- A todos aquellos que leéis la letra de este Evangelio Eterno y no sintiendo su palabra estáis como muertos, os digo: para vivificaros amaos los unos a los otros como yo os amo. Amad a Dios sobre todas las cosas pues en Él haréis que esto que os digo se cumpla en vosotros y vendréis a ser vivos como la palabra. Y seréis como la letra del Evangelio Eterno viva siempre para aquel que quiera recibirla viva. Como decir, verdad para aquellos que quieren ser verdaderos, como un misterio permanente para aquellos que quieren permanecer en la inercia del sentimiento.

Precepto 57°.- A todos cuantos lloráis un llanto de pena, que es llanto impuesto, para vivir os digo: llorad la alegría de no tener potestad para imponer llanto de pena a los demás.

Precepto 58°.- Siete son los espíritus del principio, siete son los años en que te he obrado, siete son los que han firmado con su valor mi hecho. No son ellos para el hombre ni para el Espíritu Santo, son para este legado únicos en él y en Dios.

Precepto 59°.- Han sido acortados los días de la angustia, de la desolación abominadora, de la discordia que es perdición de felicidad humana para que no se pierda ni uno de los que creyendo en la eterna palabra se salvan de esa infelicidad de no acabar de creer en verdad en nada. Para que creáis y así viváis os digo: fuera de vosotros toda adversidad. Volveos como niños para que la soledad de la razón os deje en la paz de la ilusión. En la paradoja está la verdad: nada más real que la ilusión del niño.

Erguíos, pueblo vencido, los días han sido acortados.

Precepto 60°.- Aquellos que andan en la oración que es pedir a Dios su obra, os digo para vida: la oración es obrar el amor.

Precepto 61°.- A quienes hais perdido la fe en el Dios verdadero os digo para que viváis: creed que este libro es hecho para ello por quien nunca dejó de creer, por quien siempre quiso creer, por quien sabía lo cierto.

Precepto 62°.- El espíritu de Miriam carece de preceptos. Su precepto es el Amor.

Precepto 63°.- A los que os lamentáis de no haber recibido la gracia de creer os digo para vuestra salud: sabeos que es la voluntad del hombre su espíritu y su justa esencia es libertad. Justo es, pues, que cada cual alcance su elección. Así, elegid querer creer y alcanzaréis lo que lamentáis: vuestra infinitud.

Precepto 64º- Desde mi nombre de espíritu, principio de mi ser y último de mis conocimientos, al Dios Padre y su misterio y a las siete virtudes que son en el principio el principio de la razón de los hombres, de su sentido y de su sentimiento de ser, os digo para vuestra razón de vivir y que en vosotros es la forma de la idea, la semejanza de aquellos que son mi conocimiento, la luz que ilumina, la palabra, la Salud que sustenta mi esperanza, la Justicia que deja a mi espera en el poder de alcanzar vuestra semblanza, aquella que no tuve nunca pues ni mi nombre conocía, Isel al Hijo: a Ti que cargaste con todo el sobrante que es la mentira para que nunca fuera, haz a la Humanidad semejante a la forma que Isel le gustaría que tuviera, sin forma, sólo con la idea de aquello que es concreto, único e indivisible, con nombre Crosel, Ninfatael y Raismael, razón de mi principio de ser. Haz así a la Humanidad, Hijo engendrado por Yahvé, una Humanidad postrera plena de conocimiento, del conocimiento de Isel a quien hiciste salir del tiempo para no volver a él. Te pido, pues, para vida eterna una Humanidad así, sin forma mas con la idea de que la forma es así para la verdad. Amén.

Precepto 65°.- A ti pescador de hombres, semejanza de Simón Pedro. A ti que quieres captar para Dios el interés ajeno. A ti que vives buscándote en los ajenos. A ti que cuando haces esto con bien en los demás te salvas te digo para que vivas: déjate arrastrar tú también, cual pez, por la red de la libertad que es el rechazo que te hacen todos aquellos que por ti no se dejan pescar.

Precepto 66º - A todos cuantos estáis al adviento del Señor Jesús, Hijo de Dios, Hijo del Hombre y Amor os digo para que viváis: estad prestos, mas cautos. Alejaos de todo embaucamiento, de toda palabra y obra ociosa que no hable de este adviento diciendo de él no tener conocimiento porque quienquiera diga, llega mañana, miente.

Precepto 67º- Quien miente es solo aquel que desconoce la verdad. Ni miente el amor ni miente su adversidad, miente quien no degusta estos sentimientos antagónicos de verdad.

Precepto 68°.- El que es, El que era, El que viene, el Espíritu, Jesús, es la Buena Nueva eterna que se hace en cada uno cuando cada uno nace por su voluntad en este Espíritu que es, que viene y que era antes de todo nacimiento y por el cual todo fue hecho.

Precepto 69º- Dice Jesús de Nazaret: un nombre tengo nuevo para cada uno de vosotros, un nombre que en Mí es eterno y para vosotros evangelio. Venid que mi yugo es excelente. Él no hace al hombre preso sino que aún de él mismo le libera dando a cada cual su nombre.

Precepto 70º - Para que sepáis y sabiendo halléis felicidad y contento, sabeos esto, género y generación, Humanidad entera: ni para uno solo hay perdición eterna pues por Uno solo se hizo vuestra vida, en la suya, eterna.

Precepto 71º.- A ti Jerusalén, ciudad con espíritu y vida, templo del culto y de la forma, te anuncio sin profecía que se cumple lo dicho sobre tus días. Corre, pues, Jerusalén y vístete de saco y ceniza, arrepiéntete de tu hipócrita oblación cuando juntas en tu solo nombre a Moisés, a Jesús y a Mahoma. Quien sobre ti lloró dice para que vivas: presto llego.

Precepto 72º - Y veis que ahora todo lo atraigo hacia Mí como Yo fui por vuestra causa levantado al Padre. Humanidad, sangre de sangre y sangre, todos venís con los vestidos manchados de sangre: esa es vuestra común fraternidad. Todos comulgáis con sangre y no hacéis el distingo de la vida que para el tiempo es. Malos como sois, venid para que os lave.

Precepto 73º.- He aquí vuestra historia: la adversidad. Otra no podéis presentar ante el Hijo del hombre. He aquí la historia del Hijo del hombre: vencedor de la adversidad. En el desierto, en la soledad, el Amor no hizo la guerra al odio y el odio pasó. Por esto ahora vuestra historia ha pasado mas la mía, que es palabra de amor y vida, de una vida de amor, permanece. Y vosotros sois por ella.

Precepto 74°.- Hijos míos que sois en mi Reino: yo os doy un nombre santo. Venid a ser en Mí eternos. Haced vuestra voluntad en el sintiempo como en el tiempo. Yo soy vuestro pan, vuestro alimento constante. Perdonad mi misterio como Yo perdono. Y sabeos que en Mí no hay tentación de error y en vosotros no es el miedo. Sois fuera de todo mal para siempre jamás, amén.

Precepto 75°.- Digo a vosotros que habéis logrado mi reino que digáis al infinito para que el mundo sea vuestro y para vida de los hombres que lean el Evangelio Eterno que éste no promete premio sino que éste es, en cada hombre, en cada mujer, en cada ser que obre estos de vida preceptos.

Precepto 76º- Mi nombre no conocíais y ahora lo conocéis. Pasé por vuestra vida. En ella pertenecéis al motivo de mi historia que en vosotros es cuando cumplís mi nombre, mi virtud de ser. Acordaos de mí para yo vivir en vosotros como yo os tengo en mí, hermanos de amor. Aquí en Jesús os espero cual espíritus eternos. Vosotros ya me tenéis. Haced de mi uno bueno pues venciendo vosotros vence la Justicia. Os quiero.

Precepto 77º- Todas las cosas viven en Mí. No hay misterio pues creen en Mí. Yo soy su Dios, lo dicen así. Y Yo hago eterno cuanto hay en Mí. Dicen los hijos: ¿Qué hay en Ti? A ellos les digo: aquello que para vosotros di, la existencia entera que de lo eterno creé y fue pasajera. De nuevo la hago más eterna. Cielo nuevo y Tierra nueva. Y el valor de la existencia como del espíritu, para siempre jamás. Amén.

141. Todos los días han sido para vosotros…

Todos los días han sido para vosotros un sólo y único día, un sólo y único tiempo en el cual ha sido la vida una constante esperanza. Se han sucedido los momentos, los instantes, para significar la diferencia que es precisa para vivir el sentimiento. Y conocisteis todas y cada una de las cosas que por vosotros y para vosotros fueron hechas. Y comprendisteis que uno es solo y en Dios una buena nueva eterna. Vuestra necesidad de justificación pasó. En un día solo fueron cumplidos todos los días, al ser hallados por quien es buscado constantemente, momento a momento y cada instante. El hombre se ha hallado a sí mismo en la conciencia del amor. Todos sus días fueron vividos para un solo día. Este día donde es el fin de la sucesión y en él seréis así. Y allí donde no hay sucesión de tiempo porque éste no es más, toman cuerpo espiritual todos los deseos que fueron concebidos en aquel tiempo. Estos deseos, vivos de existencia, son los buenos, los que no nacieron para dolor y son en este espíritu manifiestos. Así pues, sabéis todos desde ahora cómo sois para siempre: una constante de realidad. Y aún más tendréis de todo aquello que vuestra facultad pensante alcanzó en su deseo. Pues, por añadidura, Aquel que siempre tiene uno más que el resto nos dará, a saber, a vosotros y a nosotros de su propio misterio un hecho. Y así seréis todos creadores por vuestro propio poder. Decidme: si a esto estáis llamados a ser ¿qué hacéis en vuestra vida de esa sucesión constante en el tiempo? Un ápice de reflexión os llevará al entendimiento y éste a la virtud de la comprensión de lo que es de vuestro merecimiento la verdad. Haced pues, este mérito para que toda incomodidad pase de vosotros. Y es que cuando el hombre vive su sueño bueno a sí mismo feliz se hace mas no trasciende maldad a lo ajeno. Y si esta propia felicidad es a lo que estáis llamados a ser, quien alcance a este principio que obre su mérito en la Tierra. Es posible para todos vosotros ser así durante muchos momentos, durante muchos instantes, durante muchos días en la constante de ese día vuestro. Y si el hombre tiene un único poder que es hacer que en él se cumpla la voluntad de Dios . . . ¡Hágase!, y hallaréis que no hay renuncia en ninguna conquista. Así degustaréis por un instante, un momento, en el día de vuestro tiempo, lo que estáis llamados a ser en aquel día donde no hay sucesión de tiempo porque éste no es.

142. Testimonio.

Este es el testimonio de quien es desde el principio para todos aquellos que sois en el tiempo del fin deseo vivo de gozar en la esperanza toda la Justicia, la Salud y la Luz que se obran por el conocimiento de esta Nueva Eterna.

Así conoce cada uno lo que es. Para Dios, un estado permanente de acto. Para sus semejantes, un acto permanente del estado de Dios. Para uno mismo, una potencia infinita de deseo de ser. Y siendo el valor de vida del individuo permanecer en la memoria de nuestro semejante por el valor de nuestras virtudes, viene a ser en Dios la armonía plena de su principio. Así está dicho: "No os afanéis en la posesión de vuestra semejanza sino más bien obrad para que siendo grato vuestro recuerdo permanezcáis en el prójimo por vuestra virtud".

Este es el Espíritu, el que se goza desde el principio de vuestra obra postrera que ha venido a ser como su obra primera. Esta señala que nadie es como Dios y la de éstos simboliza que sólo uno es el Señor semejante a su principio, principio de Dios. Por esto da testimonio el principio del espíritu del individuo y testifica que éste del cual dicen los hombres ser el hijo de su generación, es también el mismo del cual decimos los hijos del principio del espíritu, quienes con Él tuvimos generación, que es Dios. Y así es todo plenamente justificado en el ser. Los hijos del principio del espíritu son en igualdad por la virtud postrera con los hijos de la Tierra porque nuestro símbolo y su símbolo son una misma cosa. Por tanto, la realidad de Dios, es.

LEGADO DE RAFAEL

143. ¿Qué te gustaría saber de Dios?

1. -  ¿Dónde se encuentra siempre?

2. -  ¿Cuándo morimos nos encontramos con Él?

-  Niño, Dios es todo aquello en lo cual tú te sientes a gusto, lleno de felicidad y de placer. Allí donde tu espíritu, donde tú mismo no halles la paz no está Dios sino que estás tú sólo por estar apartado, lejos en el sentimiento de la Verdad. Por esto es que tienes libertad. Por esto es que tienes conciencia y el principio del camino para saber dónde está Dios en todo momento. Dios es un beso, una caricia, un regalo para el alma y para el cuerpo. En todas estas cosas y en su semejanza está Dios. En cuanto si al morir le encontramos te digo que con la misma facilidad que aquí en la Tierra a veces no le hallamos por lo que antes te he dicho, allí le hallamos porque Dios es espíritu y en espíritu la elevación del sentimiento es más fácil por su mismo placer. Es pues que allí, en el espíritu, Dios siempre es hallado.

3 - ¿Cómo es todo lo del Cielo?

-   En verdad os digo respondiendo como ya en el Evangelio Eterno se ha respondido. El Cielo es el estado del espíritu en el cual sólo existe la negación de la negación. Quiero decirte con esto niño, que allí nadie te dirá nunca no hagas esto o aquello porque todo está permitido. Entonces el niño me pregunta: "¿Cómo es que está todo permitido?". Y hay que contestar: todas aquellas cosas que son en esta vida motivo de dolor, de quebranto, desesperación, allí no existen pues han sido anuladas por la comprensión que es la evolución eterna para la cual hemos nacido en Dios.

4.  -  La altura de Cristo.

5. -   Los milagros de Cristo.

-  Estaba Jesús reunido con los doctores en la Ley en el Templo y les dijo: "Medid mi estatura". Ellos no comprendieron a qué les decía esto, de suerte que estaban perplejos, pero no obstante uno fue y midió el cuerpo del Niño. Jesús le preguntó: "¿Cuánto da esta medida?". Dijeron: "Tres codos y un palmo". Él les dijo: "Erráis, pues no conocéis que Dios da el espíritu sin medida. Si somos pues, hechos a su imagen, según su semejanza, decidme, ¿cómo ponéis distancia y fin a su semblanza?".

6.  -  ¿Cómo puede tener tanto poder?

-  Amado niño: Dios no tiene sino que contiene y, por esto, da. Dios es sobre todo Amor. Éste es el poder universal. Todo es movido por el Amor. Su contrario, el odio, sólo es una apariencia de poder producto de nuestra libertad. Es en nosotros los individuos donde vive el concepto de los poderes. Pero todos ellos nada pueden, por tanto, no son. Dios no tiene tanto o cuanto. Dios lo contiene todo, lo envuelve todo, lo regala todo desde el amor.

7. -  Saber si Dios existió y si hacía milagros.

-  Mira niño: tú has existido siempre, siempre existirás pues eres una parte de la eternidad. El concepto de tiempo, pasado, presente y futuro, es sólo en el individuo, en ti mismo. Eres pasado cuando adquieres conciencia de que nunca has sido solo. Eres presente cuando adquieres conciencia de que también eres solo. Eres futuro cuando adquieres conciencia de que jamás serás solo. Entonces, niño amado, has llegado al estadio en que Dios y tú sois uno y en todos. Dime pues tú mismo, ¿qué mayor milagro que el de saber ser vivo? ¿Entiendes por qué Dios es y todos los demás en Él estamos siempre? Siempre.

8 - Si se puede ver y tocar como un humano.

9. - ¿Cómo es Dios?

-  Niño: a través de los tiempos todos los individuos hemos sentido la necesidad de abrazar nuestro principio creador. Desde los espíritus del principio a los postreros se nos dio la gracia de hacer esto en un tiempo llamado la plenitud. Fue él cuando el contenedor de todas las cosas se hizo carne y habitó entre nosotros. Y desde entonces todos aquellos, desde los espíritus del principio a los espíritus postreros, se nos dio la potestad de abrazarle por el sentimiento que es fe en su cuerpo vivo.

10. -  ¿Vive en el Cielo o en nuestra alma?

-   Mira niño: Dios es la Vida y es en el sentimiento de tu alma dónde te haces vivo al sentirle. Éste es el lugar eterno.

11. -   La historia de cuando le crucificaron.

-   Lee el Evangelio Eterno.

12 - ¿Qué ocurre en el Cielo con los muertos?

-   No ocurre nada: no hay muertos.

13 - ¿Cómo resucitó?

-  Mira niño: para que todo tenga sentimiento y sentido de ser vivo y eterno en la conciencia del individuo, fue necesario que por un instante fuese convertida la apariencia en verdad, y es sabido en el espíritu que sólo la vida existe. Pero es que el hombre tiene como la mayor verdad el concepto de la muerte. Y para que ella fuese destruida para siempre en el hombre, tuvo que hacerse verdad y sólo la Verdad podía hacer esto. Y fue muerte, de verdad. Y así, resucitando de la verdad de la muerte, todos los hombres fueron salvos y vivos eternamente.

14. -  Saber si es de verdad, si es humano y si hizo el mundo.

- He aquí, pues, lo que te digo: la Verdad siempre es. Dios es la Verdad y tú, que a ti mismo te concibes como cosa verdadera, eres verdad en ti y en Él. Y tú eres humano y en ti Él es humano. Y tú en Él, espíritu, y en ti mismo. Es por esto que Dios es Verdad, es Espíritu y es Humano para que tú tengas verdad, tengas espíritu y seas en ambas cosas, humanidad.

15. -  ¿Cuántos años tiene?

16. -  ¿Cuántos años estuvo en la Tierra?.

-  He aquí lo que te digo: Jesús de Nazaret fue en la Tierra su tiempo de 33 años y es que el espíritu no tiene tiempo ni medida. Olvida, pues, la medida del tiempo cuando sientas tu espíritu.

17. -   Si alguien puede comunicarse con Él por la palabra.

-  No alguien sino todo.

18. -   ¿Cómo nació?

-   Jesús de Nazaret nació de María como todo ser humano: en su forma natural.

19. -   ¿Qué piensa de nosotros los hombres?-

-   Dios no piensa. Dios vive.

20 - Si puede hacer otro mundo.

-   Todo es hecho en Él y para Él. El mundo es Él y Él es el mundo. Digo más para ti, niño. En cuanto si puede hacer una nueva Creación para el entendimiento individual de los espíritus, como un concepto nuevo para éstos, claro. Dios siempre lo estará haciendo.

21. - El misterio de que Dios ha vivido siempre.

-  Esta pregunta está contestada en el Libro de la Vida.

22.-  ¿Qué hace y cómo vive Dios en el Cielo?

-   Hace en él cumplimiento de eternidad de todos sus atributos que son infinitos. Desde el tiempo de la plenitud vive en el Hijo en cuerpo y espíritu para que todos los individuos podamos reconocernos en Él mismo. Y Él dice: "Yo soy el principio y el fin". No de Él mismo sino de todos nosotros. Y es por esto que en Él vivimos en la eterna esperanza de la vida eterna. Él rige desde su libertad la libertad de nuestros entes y así nosotros podemos ser, en cada instante, sus hijos. Él hace como principio supremo de valor un acto, del cual son derivados todos los hechos, cuyo nombre es Amor.

23. -  ¿Qué hacía al predicar y por qué lo mataron?

-   La predicación o las palabras del Hijo del hombre son el reflejo fiel y veraz de la Palabra. Ella es que enseña a todas sus criaturas la plenitud de la conciencia de ser. Y así vino a los hombres para enseñarles que aquel que quiera ser en todo como Él, puede. Esto es lo que principalmente predicaba.

24. -  ¿Sentía lo mismo que un hombre normal?

-  Sí. Por esto es que dice a los hombres: "No me hace falta trataros para conoceros siendo yo también un hombre".

25. -  ¿Cómo ve y cómo juzga a los hombres?

-   Él no juzga a nadie sino que, habiendo dado conciencia de ser, cada cual hace su propio juicio ya que es imposible para el individuo escapar de Dios en la aceptación o en la negación de la Ley que Él ha dado y los espíritus han recibido congénitamente. En su aplicación éstos mismos se han juzgado. Dios ve a sus criaturas desde el conocimiento exacto de los tiempos y desde el valor eterno de la eternidad. Es pues, más brillante la luz cuando en el entendimiento humano se halla la respuesta a esta pregunta:

26.- ¿Quién es en realidad?  ¿Cómo veo a Dios?

-   He aquí niño, Yo te lo digo: soy Yo el principio y el fin de todas las cosas. En Mí eres tú principio sin fin y eterno. Eres en el tiempo por Mí lo que Yo sin tiempo soy. Y así siempre está en ti mi ser porque tú eres para Mí y Yo, en realidad, soy tu por qué de existir. Tu vida toda nada es en ti. Toda tu vida es, en realidad, Yo. Es pues que soy así. Por esto en la incertidumbre y en la duda de tu existencia haces necesaria la realidad de mi ser. Ahora, en el siempre infinito, piensa, siente y vive mi realidad. Pues Yo soy.

27.- ¿Por qué consiente que exista la opresión?

-   Óyeme tú lo que te digo. No es este mi consentimiento pues no hay opresión de Mí y es que libremente sois en virtud de ser uno y todos quienes os oprimís. Es pues vuestro consentimiento el que libra tal facultad, el que hace tal existencia. No hay nadie con potestad de oprimir pues nadie en virtud es quien en sí alberga la existencia sino Yo. Yo no oprimo la existencia pues siendo poseedor de ella no siento virtud de opresión. Vosotros mismos sois quienes, faltos de comprensión ajena, os oprimís a vosotros mismos. Entiendes, pues, que siendo como Yo no oprimirás. Y si entiendes, ¿verdad, verdad que ya esto no me imputas a Mí? Entiende bien: no es Dios quien oprime ni consiente la opresión pues Dios no pudiendo ser oprimido no hace acto de esta negación. Vosotros, hijitos, entended esta ley. Quienquiera se sienta libre, nadie puede oprimirle.

28 - ¿Cómo hizo que la Virgen tuviera un hijo sólo por obra del Espíritu Santo?

-   Así dice el Espíritu: para que la duda fuese quitada, para que el misterio no fuese más, para que la luz iluminara, para que todo fuese cumplido en la verdad. Sólo de una mujer virgen e inmaculada pudo ser engendrado y nacido el cuerpo que albergaba el Espíritu de la plena santidad. Para que todo fuese cumplido en verdad.

29. -   ¿Cómo te decidiste a crear el mundo?

-   Así se contesta esto: para que tú fueras, para que tú seas, para que tú sepas quién Yo soy.

30.-   ¿En qué momento de su vida se dio cuenta que era el Hijo de Dios?

-   Desde la eternidad. Amén.

31. -   ¿Todo lo que dicen de Tí es verdad o se lo han inventado?

-   Escúchame con atención, hijito amado. De mí nadie dijo nunca nada. De mí nadie jamás dice nada. De mí nadie dirá jamás nada porque Yo soy el que dice, el que hace, el que vive. Entiende pues que Yo soy la Verdad y de la Verdad nace la realidad. Es pues que quien es nacido vivo en la realidad, venido de la Verdad, no tiene poder de principio. Por tanto no puede inventar nada falso. Todo cuanto de mi se ha dicho, se dice y se dirá, es verdad, pues nadie cual individuo tiene potestad de ir más allá de Mí, ni siquiera más allá de él mismo.

32 - ¿Tu llegada está tan próxima como algunas personas creen?

-   He aquí lo que te digo: mi llegada a ti está tan próxima como tú quieras.

33.- Su carácter.

-  He aquí pues la característica del Espíritu: amor, amor, amor. Amén.

144. ¿Qué le preguntarías a Dios?

¿Por qué hay tantas guerras?

¿Por qué ha de haber maldades en la Tierra?

¿Por qué tienen que morir las personas?

¿Por qué hay ladrones y drogadictos?

-    Dice así: y fue el principio más hermoso del individuo su conocimiento de sí mismo, conocimiento de libertad, de pensamiento y de obra. Y sabiendo que él en sí mismo era como nada, sintió la necesidad de poseer al prójimo. Y desde este momento se hizo presente, se hizo acto, la adversidad que supone la conservación del principio más hermoso que es la libertad. Y desde entonces y hasta el fin de los tiempos la guerra se justifica por esto, por la destrucción de la soledad, y por tanto, motivo primero y soberano del individuo. Todo espíritu tiene en sí vida porque constantemente guerrea por la posesión del Espíritu. Y siendo esto desde el principio y en el espíritu, en la jerarquización de todo lo creado ha venido a ser entre los hombres de generación en generación el constante motivo de su progreso. Así mismo, los seres humanos han llegado a la conciencia de lo que es el verdadero sabor de lo bueno y de lo malo, sabiendo ganar y no llegando jamás a aprender, en conciencia, a perder. Es pues para todas las cosas vivas la guerra una necesidad vital. Sólo así la paz vive sólo en el Espíritu del Eterno Padre. Por esto es el deseo de todos los espíritus que su paz esté en nosotros.

En cuanto a la maldad dice que sólo vive en la ignorancia de los seres creados. Es, pues, necesario a las criaturas beber de la fuente de la sabiduría para limpiar de cada una de ellas la ignorancia que produce todas las acciones aberrantes. Y así, el mismo ideal de la maldad vendrá a beber de la fuente de la sabiduría cuyo nombre es Bondad. Esto es para vuestro conocimiento, niños.

¿Por qué ha hecho este mundo?

-  Está explicado en el Libro de la Vida.

¿Por qué ahora no se aparece nunca?

-   Dice así: "Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis". Llego presto en el tiempo del fin para que todos los habitantes de la Tierra me vean y sepan que Yo soy.

¿Cómo pueden vivir las almas de las personas en el cielo?

-   Viven pensando, sintiendo, en la plenitud de ser vivos, en la comunicación inmediata con sus semejantes. Viven en el placer, en el gozo, en la felicidad, en la tranquilidad. Viven en la esperanza de ser eternamente ellas mismas. Como en la tierra viven.

¿De dónde vienes? ¿Dónde vives?

-   Dice Él: "no soy Yo quien vengo pues ya he venido. Vosotros sois los que venís. Yo, ciertamente, soy el vivo y vosotros en Mí como Yo en vosotros".

¿Iré al cielo? ¿Te encuentras con tu familia en el cielo?

-   Él dice: "Ciertamente, así es. Mas a ti que preguntas te digo que sin dudar debes saber que la familia de todos los seres creados hallarás en el Cielo del Espíritu".

¿El cielo es un paraíso? ¿El cielo está muy lejos?

-  La distancia que separa a un espíritu del Espíritu se mide con el amor que otorgas a los espíritus y ciertamente, alcanzado este valor, un paraíso has hallado.

¿Cómo puedes ser Padre, Hijo y Espíritu Santo a la vez?

-   Esto vino a ser en el tiempo de la plenitud cuando el Espíritu fue encarnado y desde entonces es en uno el Padre, el Hijo y el Santo Espíritu. Porque es la carne y la sangre poseedora desde ese tiempo del Espíritu por el cual todo fue creado. Y no es que sean tres, sino que uno solo es.

¿Yo voy a resucitar?

-   La persona, el ser humano, el espíritu no muere. Ya es resucitado por Aquel que siendo la Vida poseía la potestad de la muerte. Y muriendo Él y siendo por Él mismo resucitado, todos sabemos el valor de la resurrección de la muerte que es la vida eterna en Él. Por tanto, tú resucitarás eternamente.

¿Qué tenemos que hacer para que nos juzguen bien? ¿Qué tenemos que hacer para ir al cielo?

-   Dice Él: "Haz a los demás aquello que quisieras hicieran contigo y, en justicia, si esto haces nadie podrá juzgarte, con lo cual has alcanzado tu deseo".

¿Tiene algún problema? ¿Quiere que le ayude?

-   Y Él dice: "Cualquiera ayude a su semejante, a Mí me lo hace".

¿Por qué los animales no van al cielo?

-   Y dice así: De todo lo material creado sólo el humano ser recibió el espíritu y sólo el espíritu puede ir al Espíritu.

¿Jesús era tu Hijo?

-   Jesús es el único Hijo de Dios pues Él es engendrado por el Espíritu de Dios mismo. Por esto es Dios mismo este Jesús. Ningún otro ha sido engendrado por el Espíritu, ni aún los espíritus del principio, pues estos hemos sido nacidos o creados, mas no engendrados.

¿Cómo son los ángeles?

-    Luego del principio y de que aquellos que son desde Él tuvieran el conocimiento de todo lo que hay que acontecer, y guardados para el sin-tiempo Crosel, Raismael y Ninfatael, y hecha la división que da sentido y sentimiento de ser a la vida, fueron creados el número de individuos exactos nacidos del Espíritu por cada uno de los que habrán de ser en el mundo antagónico nacidos. Estos posteriores son los hombres, hechos a la imagen y semejanza del Espíritu, es decir, a la imagen de los individuos espirituales y a su semejanza. Los ángeles, pues, son el nexo de unión entre el alma del hombre y el Espíritu de Dios. Y es su aliciente el hombre pues en él justifica su existencia en plenitud. Cada hombre tiene su ángel.

¿Cómo era el Paraíso?

-   El Paraíso que tú nombras era como en el principio del espíritu y semejante a él. La falta de conciencia, la falta de sentido del individuo era en sí la falta de remordimiento, de juicio. También era como el cielo pero un cielo sólo es cuando en conciencia se posee. Es pues, primero necesario tener el sentimiento de haber perdido algo para que así nazca el deseo de recuperarlo. Así es que nace el individuo. Luzbel hizo esto. Miguel hizo esto. Y así los espíritus todos del principio y en su semejanza aquellos que fueron los primeros en recibir el espíritu. Es pues que el Paraíso, más que ser, ha sido, más que esto, será.

¿Quién se aparece más: Dios o Jesús?

-  No reconoce el espíritu ninguna diferencia, por lo tanto es obvia la respuesta.

¿Puedes hacer familias unidas?

-   Sí, una sola.

¿Es verdad que hay un infierno?

-   Habiéndote dicho lo que es el cielo, lo contrario es el infierno. Y es cierto que lo hay. Es el sentimiento en un instante en el cual no nos aceptamos a nosotros mismos.

¿Por qué vienes a mí y no a otro?

-   No es así sino que tú me has aceptado y en esto sabes que estoy contigo. Yo estoy en todo pero es que no fuerzo a nadie. Quien quiera como tú diga esto es que ya está en Mí como Yo en él.

¿Qué vida es mejor la que vivimos o la que viven los muertos?

-   Es mejor obrar la voluntad de Dios pues haciendo esto desde nuestra voluntad la vida tiene igual valor, igual calidad, sea la vida en cuerpo de carne y sangre con alma y espíritu que en cuerpo espiritual con alma y eternidad.

¿Qué se siente al ser un Dios?

-Yo, que lo soy, te digo: Amor.

¿Le gusta ser como es o de otra manera?

-   Me gusta ser como Soy pues he aquí que de otra manera sois y me gusta que seáis como Yo.

¿Existen los extraterrestres?

-   En sentido material, no.

El por qué de todo.

-  Está contestado en el Libro de la Vida.

¿Existe la reencarnación?

-No.

Si viniste a darnos la paz, ¿por qué ahora nos la quieres quitar?

-  No es así. No vino a dar la paz sino a enseñar el camino hacia ella.

Después de la muerte, ¿acaban todos los problemas?

-     Después de la vida material persiste la Vida. Ella misma es el problema indisoluble. Si este fuese resuelto la vida del individuo no sería.

¿Por qué siempre hay alguien que te hace sentir inferior?

-  En verdad, en verdad, te digo: Bienaventurado el espíritu, hombre o mujer que se siente inferior y complacido al tiempo ante Dios, pues esto, te lo digo, te hace igual a todo lo creado. Y es en tu humildad tu virtud de principio de grandeza pues sintiendo algo superior a ti, siempre tienes en ti la esperanza.

¿Cómo es lo de la resurrección de los muertos?

-  Es así como aquel que tiene un órgano dormido a la sensibilidad de las cosas y le es despertado para sentirse útil y vivo. Así es que cada cual plenamente será en sí mismo consciente de su utilidad en la vida. Y por esto gozará de ella eternamente. Todos y cada uno, sin excepción, sin exclusión y para siempre, así será.

¿Desaparecerá la Tierra?

-    Llegará un tiempo en que la Tierra no será más, ni el Sol, ni la Luna, ni cuantos cuerpos componen el Universo. El tiempo de la materia habrá sido cumplido y no se hallará más su sitio ni su lugar en el tiempo.

¿Cómo se siente de todos nosotros?

-   Así contesto: como cada cual nos sentimos en Él, así en Él nos sentimos. ¿Cómo es su Espíritu?

-   Esta es la respuesta desde la eternidad: Su Espíritu es. ¿Sufriste mucho en la muerte que te hicieron?

Dice Jesús: "En Mí sufrí toda la agonía que encierra toda vuestra muerte". ¿Lo que estoy viendo es realidad?

Dice Yahvé el que es Dios eterno. "Quien me ve ha visto la Verdad".

TESTIMONIOS

145. ¡Oh, Dios eterno!

He aquí que el acto de ser es cumplido en la consecuencia por vosotros porque cumplía justamente la consecuencia y andáis en el tiempo del ser un motivo y una razón como espíritu y alma, como pura esencia del estar siendo en consecuencia lo que sois: carne, sangre y espíritu..., espacio, tiempo y ser. Y cumplís el decreto, como bien dice Miriam, no por él sino a pesar de él y de la adversidad. Minúsculos, seres diminutos en cuanto a espacio y lugar, cierto.

Dicho ha sido todo por el pensamiento de la Humanidad: falta de falta de ser. Una cosa y una sola aquella que vosotros vais a dar, es decir, eternidad. Todo el tiempo del principio y el tiempo de la plenitud fue dado en una pasión pero el tiempo del fin, donde la apostasía llega a la quietud, ¿quién lo da? Lo da el espíritu de Justicia, de Poder y de Salud. Lo da el espíritu de Luz, la promesa cumplida de Jesús. He aquí, pues, hombre y mujer, dualismo de ser en perfecta plenitud -no en cuanto a individuos sino en cuanto a ser-. Hombre y mujer, aceptación de virtud. Y cuando creemos creyendo que en todo y en sí es, queremos seguir siendo.

He aquí la Luz, he aquí el Poder, he aquí la Salud, todo en Justicia de ser. Si nuestro nombre es Uno y es hombre e Hijo de hombre es, si por Él estamos, no estamos contra Él. Si su nombre es Uno y decimos sí, ¿no es, pues, Jesús acaso en el ocaso del alma? Y el espíritu duda la salvación humana y perdemos. Decimos sí porque la Luz luce en las tinieblas y hace en ellas su valor de ser. Jesús es Vida, Luz, Justicia, Poder, Salud, Luz, Tiempo, Sintiempo, Placer, Conocimiento, Causa, Razón, cuanto queráis y más, no sólo en soledad sino en principio sin final para vuestra eternidad, individuos que somos y queremos ser carne, sangre y espíritu, razón, fe, paradoja del sentimiento y del sentido del ser. ¿A qué, pues tanto padecer en un lapsus de tiempo infinito si lo eterno es? Reímos, gozamos, placemos, lloramos, gemimos y sentimos muerte de sentimiento de ser. ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios eterno! Quien ama tu principio ama nuestro sin fin eterno pues en Ti siendo nos complacemos en Ti. ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios eterno! Saliendo de Ti somos y en Ti permanecemos. Justicia cual tu nombre, Luz cual tu virtud, todo sentido, todo sentimiento, todo hombre viene a ser en Ti lo que Tú. ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios eterno! Tú eres espíritu, alma y hombre. ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios eterno! Justicia, Poder y Salud declaran tu nombre desde la Luz. ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios eterno! Tu nombre es Jesús.

146. Testimonio de María, madre de Jesús.

Escuchad pues, generación, el nombre de Dios: Yeshúa es su nombre pues es nombre de plenitud, nombre de hombre, de espíritu, de Justicia, de Poder, de Luz, de Salud. Este es el nombre de Dios para todos para siempre jamás, amén. Y su nombre es mayor que todos los nombres. Ya no hay antes de su nombre ni hay después. Escuchad, pues ya sois sólo también un pueblo, el pueblo de Yeshúa. Y así, todo ha sido consumado. El Reino ha sido establecido para la eternidad de éste solo Señor que tiene el nombre de Dios. Yeshúa es su nombre.

Dice el Espíritu: "Yo soy su Padre. Yo lo he engendrado. Yo, el que soy el Creador". He aquí la voz de la criatura amada que responde: "Veraces las palabras del Espíritu Eterno pues ellas han sido concebidas en Mí y de esto doy testimonio, pues también es mi Hijo y así, Hijo del hombre. Él es el Hijo de Dios el único, el que lleva su nombre. Conoced pues el nombre de Dios: Yeshúa. Yo lo testifico. Mi nombre es María".

147. Testimonio de Juan Bautista.

A todos aquellos que en verdad aborrezcan el mal que es la mentira, la que esclaviza al espíritu, yo les convido a que vengan prestos a la libertad que nace de la verdad que es el Espíritu de Dios. Venid, pues, a vivir en la esperanza de esta libertad que os llega que es Verdad y Vida Eterna.

A todos aquellos que quieran alcanzar el bautismo de Espíritu Santo, yo les convido a este acto de amor por medio del arrepentimiento. El arrepentimiento no es un sacrificio. El arrepentimiento no es un acto de dolor. El arrepentimiento es arrojar de uno mismo todo aquello que no le es propio a su espíritu. Es liberarse de la podredumbre que queriendo y sin querer ha tomado posesión sobre nosotros. Venid, pues y arrepentíos. Lavaos y quedad limpios y siendo limpios gozaos en la esperanza de nunca más ser ensuciados por la pobreza que es la mentira.

A todos aquellos que queréis gozar del placer del Reino de los Cielos yo os convido al arrepentimiento y así alcanzaréis la primicia de este beneficio sobre la Tierra. Venid todos aquellos que estáis esperando la salvación. Y a todos aquellos que sois motivo de perdición yo os digo: arrepentíos.

Ahora vuestros ojos corren estas líneas y leen su escritura. Otros con vuestra voz las leéis para que aquellos que no saben discernir el lenguaje escrito, escuchen y sepan que la Palabra de Dios es como Él, Una. Esta Palabra ha morado hasta hoy en esta generación y la generación ha pasado, y la Tierra ha pasado, y el Cielo ha pasado pero la Palabra no ha dejado que pasarais y por Ella permanecéis. Ella os ha salvado a todos, a cuantos yo convidé al arrepentimiento porque buena era su voluntad y aún aquellos necios de perdición también ha venido a salvar.

A todos los que habéis seguido a la encamación de Luzbel y con él os habéis perdido, yo Juan vuelvo a deciros: arrepentíos: Veis, leéis y escucháis el mismo sentimiento del tiempo de la plenitud y es que la eterna Mano de Vida sigue tendida para asiros a todos y traeros a ser como en un principio buenos, verdaderos y felices.

Yo, el espíritu de Juan, os convido a todos al bautismo del arrepentimiento en este que es el último día.

Pueblo del que es Dios, yo os bautizo en su nombre. Aquel que quiera venga y tome para sí su vestido nuevo. Nadie entrará en el Reino mientras en él haya la más mínima mentira.

En aquel tiempo dijo Jesús:

-    Se os ha acercado el Reino de los Cielos. Este Reino es aquel que no está oculto. No os ocultéis vosotros pues, pues mientras tengáis algo que ocultar no me gozaréis.

Y uno le dijo:

-   Entonces pues, Jesús, ¿quién te gozará?

Él señalándome dijo:

- Ese Juan, ése que es mi amigo me goza porque nada tiene que ocultar. Es pues, que Yo de él no me oculto. Quienquiera haga como él y como Yo, como Yo y como él ha obrado la ley de la profecía y su justicia. Por esto es que tú también en mi Reino, Yo hago con él lo que él conmigo y le bautizo en Espíritu Santo el primero porque él fue el último de los profetas y el bautismo es cumplido. Nadie entrará en el Reino de los Cielos con el vestido viejo.

Este es el Evangelio Eterno con el cual sois vestidos todos aquellos que desde siempre habéis sido.

148. Testimonio de Juan, apóstol de Jesús.

A través del tiempo que compone la historia de la Humanidad el Creador del mundo se ha manifestado a sus criaturas de muchas y diferentes formas pero siempre ha mostrado su Espíritu con su sello inequívoco que es el signo del amor. Y así todos los hombres desde el tiempo de la Antigüedad hasta el tiempo del fin han recibido en su alma la impronta del misterio que hace en el hombre la necesidad de sentir a Dios, la fe. Este es el sentimiento primero que reafirma constantemente al ser en su origen porque teniendo fe se reconoce cada cual en Dios, al cual de ninguna manera podemos serle infieles. Y esto es lo que digo yo en el tiempo del fin y para vuestro conocimiento y para que este conocimiento sea puesto en obra de beneficio propio: que nadie puede ser infiel a Dios pues Él es la afirmación de nuestra voluntad por la que todas las cosas tienen un valor absoluto para nosotros. Voluntad de querer ser hijos de Dios es la de aquellos que como yo, y yo mismo, tuvimos en el tiempo de la plenitud. Dijo Él que era Hijo de Dios y que creyendo en Él todos podríamos llegar a ser hijos de un mismo Padre, del Padre celestial que está en los Cielos y que ve en lo secreto. Y el cual nos dará a cada cual según el valor de nuestra obra. Y para poder ser esto, hijos de Dios, había que hacer una sola obra: negarse a sí mismo y seguirle. Entonces cada uno se pregunta cómo se puede hacer esto manteniendo al tiempo, paradójicamente, la propia voluntad por la cual nuestros actos tienen valor absoluto pues son actos de libertad. Sí, negarse a sí mismo por fe de hallarse verdaderamente en Dios porque Él nos había dicho: "Seguidme". Y así, en este seguimiento hemos andado siempre. Y ahora está a tiempo cada hombre de escuchar y aprender para su beneficio este camino que ha sido mostrado; aquel que se ha erigido en el único camino pues para vuestro conocimiento os digo que hasta Jesús todos los caminos eran iguales para alcanzar el fin deseado. Después de Jesús todos los caminos se tornan en desigualdad y no llevan mas que a la ansia, a la insatisfacción, a la angustia, al quebranto y a la desesperanza y, por fin, a la apostasía. El mundo tuvo un tiempo de plenitud como tuvo un tiempo de esperanza como tiene un tiempo del fin. Mas este tiempo del fin es solo tiempo que añora la esperanza de aquella plenitud. Y así es que el corazón de los más se enfría porque no hay caridad, falta ilusión y más, falta fe, esa fe que todo el género humano ha tenido a través del tiempo de su historia. El hombre ha querido salvar su alma y a su generación creyendo en el poder de su voluntad y se ha perdido en la insatisfacción. Y Dios, que ha hablado a los hombres de muchas formas, de distintas maneras pero siempre con su sello inequívoco que es signo de amor, también para el tiempo del fin hace llegar su mensaje a esta generación para que tengan conocimiento de Dios. Así pues, a vosotros todos que leéis el Evangelio Eterno en el tiempo del fin, yo, Juan, discípulo de Jesús, os anuncio que Él llega presto en cuerpo de carne y de sangre, cuerpo incorruptible, vivo en el Espíritu, como Rey y Señor a vosotros para que seáis levantados de la corrupción y del hedor de la muerte y seáis limpiados para siempre a la voz del Arcángel. Y os anuncio que todos los ojos tendrán esta visión en breve. Creed, pues, que Aquel que fue resucitado de entre los muertos para que todos vosotros tengáis resurrección en Él, os llegue a la gracia del Padre en el cuerpo del Hijo y con el poder del Espíritu Santo. Alegraos pobres de la Humanidad porque pronto vuestra hambre será saciada. Entristeceos vosotros poderosos porque pronto acaba vuestro imperio. Alegraos vosotras mujeres porque tenéis cerca vuestro reino. Y arrepentíos todos por no haberos amado los unos a los otros.

Y así yo advierto a todo aquel que entienda la palabra de este libro que su beneficio es conseguido desde el principio de su existencia porque ha reconocido en él mismo a Dios, sabiendo que hacer todas las cosas desde la voluntad propia y hacerlas con el sentimiento de que son por la voluntad de Dios es declarar a Dios en todas las obras. Y si a Dios no se le puede engañar, quien obra así estará obrando la verdad que es hacer todo con amor, fidelidad de principio como Aquel, el Señor Jesús, quien dice: "Yo muero para que vosotros no veáis la muerte". Y así, yo Juan, testifico que habiéndole visto resucitado de entre los muertos nunca más jamás creí en la muerte. Creed vosotros mi testimonio para beneficio vuestro.

149. Testimonio de Mariam, María de Magdala.

Mi espíritu ha sido movido de la paz del Cielo, en el cual se halla, para llegarse a vosotros y daros testimonio de aquel hombre a quien tanto amo.

Tenía Jesús poco más de treinta años cuando me dijo:

-   Mariam, ¿me amas tú más que estos?

Yo le dije:

-   Sí, Maestro.

Él me contestó:

-   ¿Por qué sabes esto? ¿Sabes tú acaso lo que cada uno de ellos llega a amarme?

-   Yo le dije:

-    Se me da, Señor, que estos hombres que andan contigo solo creen que te quieren porque tú dices y haces muchas cosas que sobrecoge su espíritu. Pero ya ves, Señor, y tú lo sabes, que aunque nada de lo que dices y haces ocurriera yo te amo igual porque para mí no es lo que haces a los demás ni lo que les dices lo que me hace gozar. Es más, Señor, lo que no haces y lo que no dices cuando me miras y callas y me dejas amar.

Él entonces, mirándome con aquellos ojos donde el infinito de las cosas no era, donde mi espíritu no tenía necesidad de ser, aquellos ojos cuyo poder era la vida, me dijo:

Mariam, cuando el Hijo del hombre sea levantado y vuelva en la gloria de su Padre, el amor que tú sientes por Mí será cumplido en ti. Entonces podrás gozarme porque Yo te lo digo Mariam: el espíritu que mueve tu sentimiento es espíritu de mujer y este espíritu ocupará, cuando ya el tiempo no sea, el lugar de aquel que salió perdiendo y para perder. Por esto, el espíritu de mujer que salió venciendo y para vencer tendrá su sitio, y en la eternidad lo tiene. Un poco de tiempo y cuanto deseas de Mí será en ti.

Volvió a preguntarme si yo le amaba y yo me entristecí y Él me dijo:

-   ¿Acaso dudas de mi amor, Mariam?

Yo le dije:

-   No dudo, Señor, sino que se me da que lo siento diferente al mío porque ahora sé como me amas y yo te amo, Señor.

Y era que no había hombre más bello en el mundo, con aquellos ojos donde el amor y la palabra que lo define es tan poco... Yo he venido a daros testimonio de la belleza de aquel hombre y en verdad en verdad os digo que nadie, ni en el Cielo ni en la Tierra, llega siquiera a la comparación. Su mirada me hizo sentir todo lo que se encierra en la palabra vida. Alegraos, pues, ¡oh Humanidad!, porque os llega la dicha de contemplar esta belleza.

150. Testimonio de los que os legan estos escritos.

Sabemos ser en el estado del gozo una realidad pues así fuimos enseñados en el bienestar del tiempo y de su espacio. He aquí que sabemos sentir pues nuestro cuerpo y nuestra alma hemos hecho un igual con nuestro espíritu, este espíritu que se goza eternamente con el Espíritu. Hemos aprendido que la fe no es un poder, es un ser constante de sentimiento. No hay en esta fe impedimento, es ella una sensación feliz y es así por haber creído sin haber pedido esto recibir. Y nuestro cuerpo de carne y sangre, nuestra alma de pasión es gozo eterno en el espíritu pues he aquí que hemos dicho desde la plena voluntad del ser, sí a la Palabra de este Espíritu. No hay, pues, en todo nuestro cuerpo, en toda nuestra alma, motivo de vergüenza para nuestro espíritu. No tenemos falsedad pues no hay vacío. Todo él, nuestro cuerpo, es como hijo del espíritu y así declaramos que en el tiempo y en el espacio es de Dios y para Dios único templo vivo. Y es cuerpo de amor, cuerpo amante, cuerpo amado, sentido por sentido siempre vivo. Y con él os declaramos la verdad de este Espíritu, de esta fe que hemos aprendido, buena, eterna, evangelio de quien es el mismo Jesús vivo por los siglos de los siglos,  carne y sangre, cuerpo y alma de Dios, su Espíritu.

Y así os enseñamos como Él nos ha dicho: gozad de esta libertad de ser vivos pues quienquiera en el tiempo no obre la Palabra de Cristo, a sí mismo se duele pues es falto de su pan y de su vino. Obrad, pues, el Evangelio que de Él hemos recibido en el tiempo, en el espacio, en la carne y la sangre, en el alma, en el espíritu.

No hay vergüenza en nuestros cuerpos pues se os muestran desnudos. Venid, gozad el instante del gozo eterno pues para ello os legamos su Evangelio. Hemos aprendido esta virtud de la existencia: no hay medida, todo es infinitud y vida de la Vida. Por esto es que os enseñamos el gozo del beso del espíritu. No tenemos ni precepto, ni ley, ni profecía porque todo está cumplido. Cumplidlo ahora vosotros como nosotros. Así os lo decimos pues haciendo vosotros el estado sabio del ser, la obra del Evangelio es en cada uno un principio infinito del gozo eterno. Esto os lo decimos desde la carne y la sangre, con el alma en el espíritu. No hay raza, ni lengua, ni distinción cuando todo es consumado sabiendo ser en Dios.

Aprended esta virtud: nuestro cuerpo es el templo del Espíritu de Dios. Nosotros, los que hemos creído en esta fe que no es poder sino sentimiento y sensación de ser, os hemos dado lo que hemos tenido: por esta virtud, este legado, Evangelio Eterno.

151. Testimonio de Miriam.

A la Humanidad: Sabeos, hijos de los hombres, que esta Palabra que habéis escuchado en el espíritu os ha llegado por voluntad de Dios y por la voluntad de obra de vuestros semejantes. Este Evangelio Eterno tiene en él el valor absoluto de la fe. Es así que ha sido hecho y es así que hasta vosotros ha llegado en la esperanza de que, en su entendimiento, alcancéis la felicidad de la plenitud de la conciencia de ser en la vida terrenal llenos de todas estas cosas que habéis en este libro leído. En él han sido escritos todos los valores virtuales de la esencia espiritual, mas han sido escritos por hombres de carne y sangre que sufrieron el tiempo y su dificultad. Y son estos hombres de carne y sangre quienes habiendo vencido toda circunstancia, os confirman en ellos la viva esperanza de la eternidad. Así pues, en el nombre de Jesús, cuyo Espíritu es el espíritu de este libro, nosotros, quienes le hemos dado forma corporal e imagen inteligible os lo legamos para vuestra mayor felicidad. Yo, Miriam.

LEGADO DE URIEL

152. Yo, Uriel.

Yo, Uriel, arcángel del mediodía, en el tiempo del fin y para la sabiduría me llego a deciros a vosotros, hijos de hombre, lo que es... y así sucede. Escuchad, pues, hijos de Sión, hijos de Israel: he aquí que el mundo ha perdido su norte. ¿Cuándo lo tuvo? Cuando en tiempo de la plenitud fue establecido. ¿Quién estableció tal cosa? Su nombre, Jesús. ¿Quién lo tuvo? No, sino Él fue, y es, y será el que tiene.

He aquí pues, un hombre vestido de lino blanco con las manos llagadas que trae en la diestra la estrella de David y llega a vosotros y os la ofrece. Tomadla, no despreciéis lo que es vuestro. Hijos de Sión, hijos de Israel, la Humanidad ha cumplido su sentido.

153. A la iglesia que está en la Tierra.

Yo, Uriel, a la iglesia que está en la Tierra instituida por Jesús el cual dijo a Pedro: "Sobre ti edifico mi Iglesia y el abismo no prevalecerá sobre ella pues ella es asentada sobre la roca verdadera. Y hasta el fin y por los siglos será ella. Y con celo guardará el misterio. Y tendrá la llave y el poder de abrir y cerrar, de atar y desatar, pues el Espíritu Santo está sobre ella":

La iglesia es cada hombre: alma, cuerpo y espíritu. Tierra. Y en lo nuevo, nueva iglesia: alma y espíritu. Y en lo nuevo, nueva iglesia: espíritu. Y en lo eterno: alma, cuerpo y espíritu es pureza. Satanás sin iglesia. Falta de adversidad, única carencia. Y Dios es el Espíritu Todopoderoso que guarda celosamente para razón de la existencia de la iglesia, la existencia de su razón. Somos una iglesia: vayamos en pos de su razón.

154. A los hijos del pueblo de Dios.

A lo hijos del pueblo de Dios que están en la esperanza de que todo sea cumplido para ver satisfechas todas sus causas. Estos que claman al Padre Celestial desde el espíritu todos los momentos de su vida. Y dicen: "¿Cuándo llegas de nuevo para dar cumplimiento de justicia a todos aquellos que han despreciado tu Santo Nombre? Llega pronto porque nuestra ansia vive en esta necesidad de ver todo mal vencido desde la justicia. Llega pronto para calmar nuestra eterna sed. Nosotros, los martirizados a causa de tu nombre, te lo pedimos. Esperamos desde el sentimiento vivo de todos nuestros momentos sentir la voz del arcángel y, tras ella, eternamente tu voz por cuya palabra fuimos zaheridos hasta la muerte de la carne y de la sangre en virtud de tu designio de salvación. Nosotros, los hijos de tu pueblo. Nosotros, los justos, cuyo número fue contado desde el principio de la Creación, como vigilantes a través de los tiempos y acusadores de todos aquellos que han hecho escarnio de nosotros. Y diremos llegado el momento que ni un solo justo se halle sobre la Tierra digno de tu misericordia y por el cual deban ser salvados los hombres todos. Y entonces llegarás satisfaciendo nuestro hecho y podremos descansar en tu memoria eternamente. Nosotros los hijos de tu pueblo. Esta es la victoria para la cual fuimos nacidos: que la justicia prevalezca por los siglos y en el siglo venidero.

Ésta es la voz de los mártires manifestada en el Evangelio Eterno para que todos los mártires vengan a completar el número.

155. La imagen para el día de la Gloria.

He aquí la imagen para el día de la Gloria.

Bienaventurados los que tienen la dicha de contemplar la aceptación que hace el Señor del espíritu que viene a completar la trilogía de su amor. Estos bienaventurados son todos aquellos que en justicia alcanzaron el beneficio de su fe, quienes creyeron en el tiempo del principio, en el tiempo de la plenitud y en el tiempo del fin.

He aquí al Veraz, al Señor de días sobre su trono esplendente y a su derecha María, a su izquierda Eva, y frente a Él Miriam a quien dice: "Ven y siéntate en la gloria cuyo trono es mi Palabra". Y ella se posa a sus pies y sobre ellos pone su beso. María y Eva la levantan a su altura. Juntas son vestidas con la hermosura eterna de la luz más bella. Junto a Eva está Miguel, junto a María Gabriel, junto a Miriam Uriel. Y he aquí que se oye la voz del Veraz quien dice: "Venid, amadas mías, y ved mi conocimiento". Y se les muestra a quienes son en el sintiempo. Y el misterio es consumado y cumplida la gracia, la virtud y la fe. Y son poseedoras y poseídas por el Verbo y su Espíritu. Y hacen esta oración por aquellos que contemplan con dicha de la gloria su manifestación. Dice Eva: "Padre, admite junto a mí a la generación". Dice María. "Hijo, por mí perdona a la generación". Dice Miriam: "Amor mío, en mí se llenen como yo en Ti, todos de tu Amor, Jesús mío redentor". Jesús oye la oración y dice: "Amén". Todos están mirando de la gloria la manifestación. Junto a Eva, junto a María, junto a Miriam es el Espíritu Santo Dios.

Dice el Hijo del hombre: "Como Yo sois y no veis, pues, la corrupción. El último no ha llegado. Cuando llegue verá su lugar ocupado por quienes sois. Vuestra oración también le ha salvado". Jesús besa a Eva, María besa a Jesús, Jesús y Miriam se besan y ponen sello de eterno amor. La gloria se ha manifestado a todos los bienaventurados que creyeron en Dios. Dice Jesús a todos los bienaventurados: "Yo soy el Señor. He aquí, pues, que la hermosura de la luz más bella se hace para la eternidad en el espíritu de hembra".

La Justicia, el Poder y la Luz junto a ellas se elevan y les dicen: "Salud, salud, amor". Y son vestidos sus cuerpos incorruptibles para Dios. Y allí donde son guardados Crosel, Raismael y Ninfatael, allí son puestos los espíritus de mujer. Y los bienaventurados dicen todos: "Amén". Y Jesús mismo comparte el manjar de la delicia de su Amor con Eva, María y Miriam. Y les da de Él su antojo que es plenitud de pasión.

155. Llega el último.

Todos son ya purificados, cuerpo vivo en presencia del que es Dios: Yeshúa. A todos Él les da un nombre nuevo. Entre ellos es Dios. No hay más que el deseo cumplido, la felicidad plena. Los tiempos han concluido, la eternidad es.

Llega el espíritu de principio por el cual todo tuvo sentimiento y sentido de ser. Su nombre es Luzbel. El número de todos los hijos de Dios tornan sus ojos a Luzbel.                                                                        Viene de su soledad, viene solo. Él es la nada, mas es él. Todos le niegan, han cerrado filas. La legión de Yahvé no le reconoce, no le admite, le desprecia. Todos claman un nombre: este nombre es Mentira. Todos dicen: "Fuera!". Pero él dice: "He cumplido. Yo soy Luzbel, ¿quién como yo?". Y entre todos los hijos que ya son en Yahvé ninguno, en verdad, es como él. He aquí pues, que dice Yeshúa. "¿Quién como yo?". Luzbel afirma: "Sólo Tú eres, no yo".

                                        Fin del Evangelio Eterno